ALCAÑIZ MAESTRO, Crescencia
[Pozaldez,
13 de abril de 1868 / Madrid, 21 de agosto de 1906]
Crescencia
Alcañiz Maestro nació en la localidad vallisoletana de Pozaldez el 13 de abril
de 1868, hija de Vicente Alcañiz Belver y María del Pilar Maestro, y falleció
en Madrid el día 21 de agosto de 1906. Pasó a residir en la capital alcarreña en
1889 cuando su padre fue nombrado Inspector de Primera Enseñanza de Guadalajara,
puesto que también desempeñó en las provincias de Pontevedra, donde había
estado destinado desde 1878, Ciudad Real y La Coruña.
Durante
su estancia en tierras alcarreñas, Crescencia Alcañiz Maestro fue una de las
mujeres más destacadas de la provincia de Guadalajara durante los años del
cambio de siglo. Pasó su juventud en esa provincia y destacó por su activa
participación en las tareas del Ateneo Caracense, del que su padre era socio,
donde no sólo asistió a las charlas e intervino en sus debates, sino que llegó
a impartir alguna conferencia y colaboró con su revista. Fue, seguramente, la
primera mujer que contribuyó públicamente a la vida cultural en la ciudad de Guadalajara.
En
1905 contrajo matrimonio con el publicista Pedro González Blanco, un asturiano
que no pudo concluir sus estudios de Filosofía y Letras por la muerte de su
padre, pero que mantuvo el gusto por la escritura. Activo masón y de naturaleza
aventurera, pasó largos períodos en América, durante uno de ellos con la
ambición de recorrer todo el continente junto al poeta peruano José Santos
Chocano, por lo que su firma se encuentra en periódicos de ambas orillas del
Atlántico: desde el Diario de la Marina
de Cuba hasta El Motín, el madrileño
semanario anticlerical en el que se ocultaba bajo el seudónimo de Doctor Atizando Yesca. Había nacido en
Luanco en 1879 y falleció en el pueblo toledano de Villaseca de la Sagra en
1961.
Su actividad como maestra
El 15 de noviembre de 1881, con sólo
trece años de edad, Crescencia Alcañiz aprobó el examen de reválida para
maestras, aunque no pasó a ejercer la docencia. Ya en Guadalajara, cursó
estudios de Magisterio en su Escuela Normal de Maestras y en 1890 se presentó a
las oposiciones para ocupar una plaza en las escuelas municipales de la capital
del reino, obteniendo el número 24 en la propuesta del tribunal, pero sin ganar
el derecho a disfrutar una escuela. Al año siguiente, y por unanimidad del
tribunal, obtuvo la nota de sobresaliente en la oposición, y se la propuso para
que ocupase una Escuela elemental de niñas del distrito universitario de Madrid,
pero tampoco vio cumplido su propósito. El 16 de noviembre de 1891 se
constituyó un nuevo tribunal para cubrir tres escuelas de niñas vacantes en el
distrito de la Universidad Central, ante el que concurrió Crescencia Alcañiz,
que obtuvo la nota de sobresaliente por mayoría, quedando en tercer lugar en la
oposición, a pesar de lo cual tampoco fue propuesta para ocupar ninguna de las
plazas vacantes.
Volvió a opositar en febrero de 1892,
mereciendo la nota de sobresaliente y quedando en esta ocasión en primer lugar
entre las opositoras, aunque de nuevo fue pospuesta en la adjudicación de
escuelas vacantes, circunstancia que hizo dudar de la imparcialidad del
tribunal, hasta el punto que El Día
publicó este comentario: “Ha
sorprendido mucho a cuantos han presenciado los ejercicios de estas
oposiciones, que la sobresaliente señorita doña Crescencia Alcañiz haya resultado
calificada en tercer lugar”. A pesar de tantos reveses, siguió con sus estudios
y ese mismo año aprendió “Métodos y procedimientos para las enseñanzas
especiales de sordomudos y ciegos” y se mantuvo en contacto con profesores e
investigadores extranjeros, como demuestra una carta suya, fechada en
Guadalajara el 6 de julio de 1892, dirigida a Teófilo Braga sobre un Curso
Superior de Letras en Lisboa, que se conserva en el archivo personal de este último,
que fue el primer presidente provisional de la República portuguesa en 1915.
Finalmente, en
las oposiciones que se resolvieron en julio de 1893 además de quedar la primera
de su promoción fue propuesta por el tribunal para hacerse cargo de la Escuela
elemental de niñas de Carpio de Tajo, una población a mitad de camino entre
Toledo y Talavera de la Reina, de la que inmediatamente tomó posesión. En 1895
se presentó de nuevo a las oposiciones a escuelas para párvulos con la idea de
conseguir un destino mejor, obteniendo plaza de maestra en la Escuela Superior
de niñas de la ciudad de Palencia, a la que se incorporó el 1 de julio de 1896.
No fue muy
satisfactorio su paso por esa capital castellana; se quejó por escrito al
alcalde palentino porque el Ayuntamiento tenía la obligación de proporcionarle
una casa o habitación, pero la que se le cedió era más un sotabanco que una
vivienda digna y distaba “mucho en lo que se refiere a la capacidad, higiene y
decencia” de lo que señalaba la Ley de Instrucción Pública, así que decidió
buscar un destino más a su gusto y abandonó Palencia, una decisión acertada
pues al año siguiente tuvo que solicitar un mes de licencia por enfermedad
aquejada de una fuerte anemia.
En marzo de 1897
se leía en la prensa que “el tribunal de oposiciones a escuelas públicas de
niñas, de Madrid, ha propuesto en votación verificada el miércoles a la
opositora señorita Crescencia Alcañiz con el número uno. La distinción es tan
honrosa como justa, porque en sus brillantísimos ejercicios ha demostrado la
señorita Alcañiz talento é ilustración verdaderamente excepcionales, obteniendo
de los individuos del tribunal, del público que ha presenciado las oposiciones
y de las mismas opositoras, señaladas pruebas de aplauso”. Así obtuvo por fin,
y muy merecidamente, una plaza en la Escuela de niñas número cuatro de la
capital del reino.
Su ideario pedagógico
Durante
estos años no se limitó a la práctica docente cotidiana y mostró su interés por
la teoría educativa, como puso de manifiesto en el Congreso Pedagógico de 1892
en Madrid, donde dictó una ponencia sobre “Aptitud de la mujer para la
enseñanza”, en la que se mostraba partidaria de que la mujer pudiese ser
instruida y pudiese ejercer las mismas profesiones que un hombre, excepto la de
las armas que, según su opinión, repugnaba a la naturaleza femenina. Se declaró
contraria al modelo educativo vigente, que fomentaba la enseñanza “de la señorita”
y, por el contrario creía que se debía favorecer que las alumnas adquiriesen
nociones de higiene y practicasen la gimnasia. Su alegato a favor de la
educación femenina fue contestado en el congreso por Ana María Sólo de
Zaldívar, profesora auxiliar de la Escuela Normal Central de Maestras, que se
proclamaba contraria a la declaración de Crescencia Alcañiz de que “la mujer
puede y debe ejercer todas las carreras científicas y literarias”, alegando que
le será imposible la práctica de algunas como la Medicina o el Derecho, pues la
mujer debe ser educada “en consonancia con su misión humana”, recluyéndola en
aquellos estudios y profesiones más femeninas, normalmente circunscritas al
ámbito doméstico.
Perteneció
a la asociación de Amigos de la Enseñanza, que reunía a cuantos tenían
preocupaciones pedagógicas en los primeros años del siglo XX, mostrando tanto
celo y actividad que en la Asamblea que celebró esta sociedad en 1901 fue
elegida ponente y secretaria de la Sección Quinta, que se encargaba de la educación
de la mujer. Crescencia Alcañiz, en la primera sesión de la Sección, “expuso su ponencia y rebatió todas las objeciones con una palabra muy firme y muy concreta y con lógica solo comparable con la seguridad y la precisión de su palabra. En honra de las maestras de Madrid debe felicitársela muy
sinceramente”. Y
en la segunda sesión, propuso y defendió “con gran acopio de datos la creación
de escuelas para niños mentalmente débiles, la instauración inmediata de clases
diarias, para adultos vespertinas ó nocturnas, según los casos, y promover la
fundación de escuelas en las fábricas y talleres, no solamente para niños, sino
también para adultos”.
Fue
una de las fundadoras de la Asociación de la Caridad Escolar junto a Carmen
Rojo, Matilde García del Real y Luciana Casilda Monreal, ejerciendo como
secretaria en su primera Junta Directiva. La asociación se estableció en
febrero de 1902 como consecuencia de los acuerdos de la citada asamblea de
Amigos de la Enseñanza del año anterior, y es difícil no encontrar una marcada
semejanza entre esta asociación y la que se fundó con el mismo nombre, La
Caridad Escolar, en Guadalajara en 1889 por iniciativa de Manuel Sanz Benito,
paralelismo que no ha sido señalado por quienes han estudiado este tema.
En
el año 1905 solicitó una subvención para visitar distintos establecimientos
públicos y privados de diferentes países europeos “donde se da la enseñanza a
los niños retrasados” y donde se hubiesen establecido y funcionasen las
Cantinas Escolares. No se le concedió esta ayuda, a pesar de lo cual desplegó
una intensa actividad para recabar apoyos y fondos destinados a la apertura y
sostenimiento de Cantinas Escolares en Madrid, una iniciativa que fue aplaudida
públicamente por Las Dominicales del
Libre Pensamiento, semanario laico que en sus páginas prestaba una gran
atención a los asuntos pedagógicos.
También
escribió algunos artículos en la prensa educativa, como “No pensamos como el
Conde Tolstoi” en La Escuela Moderna
de septiembre de 1891. Mereció, por tanto, figurar destacadamente entre las
“Pedagogas españolas” a las que dedicó un artículo con ese mismo título la
revista El Álbum Iberoamericano en su
número del 7 de mayo de 1901. Sólo su temprana muerte truncó una reflexiva
convicción feminista y una firme voluntad de utilizar la instrucción pública
como palanca para la promoción de la mujer y el reconocimiento de sus derechos.
JUAN PABLO CALERO DELSO
JUAN PABLO CALERO DELSO
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