AMADO BOULLOSA, José Benito
[Marín,
19 de marzo de 1822 / Pontevedra, 1886]
Nació en la localidad
pontevedresa de Marín el 19 de marzo de 1822, hijo de Roque Amado y Cayetana
Boullosa, y falleció en Pontevedra en 1886. Pertenecía a una familia de
acaudalados armadores gallegos, pero no conocemos qué vinculación mantuvo con
la empresa familiar, aunque en 1854 declaró ser propietario cuando ocupó su
escaño en el Congreso de los Diputados. Además, parece ser que durante algunos
años fue profesor en el Instituto de Bachillerato de Pontevedra.
Su
actividad literaria
Destacó por su afición a la
literatura, que despertó en su más temprana juventud. En 1861 se dio a conocer
popularmente con “El canto de la negra”, un
poema con el que participó en los primeros Juegos Florales de Galicia y que fue
recopilado en el aplaudido volumen Álbum
de Caridad. Con su propio nombre, o con el
seudónimo de Juan de Lérez, fue un escritor prolífico, del que
se destacan libros como Misterios de Pontevedra, Historias y cuentos de mi país, Las
rocas encantadas o las tres hermanas o Paraíso
helénico. Algunos de sus textos pueden encontrarse en
periódicos como La Perseverancia o la
revista quincenal La distracción.
A pesar de que la mayor parte de
su obra literaria está escrita en castellano, fue uno de los primeros autores
contemporáneos que escribió literatura en lengua gallega, por lo que es
considerado uno de los precursores del
Rexurdimento; una producción poética en gallego
que se intensificó en los últimos años de su vida.
Para el profesor Xosé Manuel Barreiro Fernández forma parte de la “generación
del Bienio Progresista”, con Aurelio Aguirre, Manuel Murguía, “ideólogo
de la galleguidad” y esposo de Rosalía de Castro, y otros jóvenes universitarios con los que se relacionó cuando
estudiaba en la Universidad de Santiago de
Compostela.
Además,
fue considerado uno de los más destacados intelectuales gallegos de la segunda
mitad del siglo XIX, como se puso de manifiesto con motivo del Certamen
literario convocado en Ourense con motivo del Segundo Centenario del nacimiento
del padre Benito Feijoo. Según sus bases, que se publicaron el 12 de diciembre
de 1875, se eligió un jurado de trece personalidades escogido entre los
cuarenta intelectuales gallegos más notables del momento, viviesen dentro o
fuera de Galicia, y José Benito Amado fue uno de los elegidos para formar parte
de ese tribunal de notables.
Su acción política
Muy activo políticamente, militó desde
muy joven en las filas del liberalismo más avanzado y Manuel Murguía nos dice
que tuvo que exiliarse temporalmente en Portugal en el año 1846 para sustraerse
de la dura represión que sufrieron los llamados “héroes del Carral”, que habían
participado en el fracasado levantamiento progresista del coronel José Solís
Cuetos en Lugo y los sangrientos incidentes en Santiago de Compostela, sucesos
en los que seguramente estuvo implicado.
Cuando los progresistas del
general Baldomero Espartero se hicieron con el poder en 1854, fue elegido diputado
por su provincia natal para las Cortes Constituyentes abiertas ese mismo año;
se incorporó a su escaño el 13 de noviembre de 1854 y lo abandonó al cerrarse
el periodo de sesiones de la legislatura, el 2 de septiembre de 1856.
Apartado
de las instituciones durante el resto del reinado de Isabel II, cuando los
progresistas retornaron al poder, tras la Revolución Gloriosa de septiembre de
1868, la carrera política de José Benito Amado tomó nuevo impulso. Antes de que
acabase el año fue nombrado gobernador civil de Ourense y, poco después, de su
Pontevedra natal. En septiembre de 1869 se le designó para el mismo cargo en la
provincia de Guadalajara.
Presentó
su dimisión de la jefatura política de la provincia alcarreña en marzo de 1871
por haber obtenido un escaño en el Senado por la circunscripción pontevedresa
con el voto de 94 de los 150 compromisarios que ejercieron su derecho al
sufragio en aquellos comicios. El 5 de abril de ese año su elección fue
validada por la Comisión de Credenciales y se incorporó a su escaño. Volvió a
ser elegido en la primera legislatura de 1872, tomando posesión de su escaño el
día 11 de mayo, y el 6 de septiembre de 1872 fue de nuevo reelegido en la
renovación parcial del Senado que se hizo en esa misma fecha.
Su presencia en Guadalajara
Durante
su estancia al frente de la provincia alcarreña tuvo que hacer frente a los
últimos coletazos de un primer levantamiento carlista que había echado al monte
a las primeras partidas ese mismo verano de 1871. Desactivada la acción
guerrillera, José Benito Amado se enfrentó a la no menos peligrosa agitación
eclesiástica, que utilizaba púlpitos y confesionarios como altavoces de un
carlismo que mantenía latente el espíritu insurreccional. Desde el periódico La Regeneración, en su número del 31 de
enero de 1871, fue acusado de prometer el pago de deudas y atrasos por
interesado cálculo electoral, mañas utilizadas para favorecer a los candidatos
gubernamentales que servían de excusa a los sacerdotes para convertirse en
agentes electorales del carlismo, como sostenía en ese periódico un artículo
que se insertó el 1 de febrero y que advertía: “El clero sabe que su deber
estrechísimo es todo lo contrario de lo que vosotros, ¡oh, progresistas!,
deseáis y decís: es tomar parte muy activa y principal en estas luchas
electorales; en la batalla que se está librando para derrocar un poder, que si
es opresor para el pueblo, es además enemigo declarado de la moral cristiana y
de la Iglesia católica”.
También
durante su mandato, y a pesar del pobre tejido industrial de la provincia, se establecieron
y desarrollaron, de la mano de Antonio Arbeig y Antero Baños respectivamente, las
primeras federaciones locales de la Internacional obrera en Brihuega y
Guadalajara, un proceso de constitución iniciado en el mes de febrero de 1870, y
la propaganda internacionalista se fue extendiendo por otros puntos de la
provincia, como Hiendelaencina.
El
poeta gallego José María Posada, fundador en 1852 de El Faro de Vigo, le dedicó este soneto bajo el título “Al poeta
José Benito Amado”: “Nota de ingratitud yo mereciera, / por falta de respeto y
simpatía, / si al cantor de la cándida María / frases de admiración no
dirigiera. / Reproduce lo bello de manera / que el alma se embelesa y extasía /
ante cuadros que sólo pintaría / quién tal misión del cielo recibiera. /
Campiña, santuario, amor sublime, / piadosa devoción, sentida historia... / A
todo, de verdad el sello imprime. / Y, guiado del arte, por más gloria, /
cuanto del Genio por primor se estime, / da, cual rico manjar, a mi memoria”.
JUAN PABLO CALERO DELSO
JUAN PABLO CALERO DELSO
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