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sábado, 11 de diciembre de 2021

ANTONIO BOTIJA FAJARDO

BOTIJA FAJARDO, Antonio 

[Barcones, 11 de junio de 1840 / Jadraque, 27 de mayo de 1922] 

Antonio Botija Fajardo nació el día 11 de junio de 1840 en el pueblo soriano de Barcones, limítrofe con la provincia de Guadalajara y tradicionalmente vinculado con las localidades de Atienza, de cuyo alfoz medieval formó parte, y Sigüenza, a cuyo obispado pertenecía. Su madre fue Saturnina Fajardo Gálvez, y su padre pertenecía a la familia Botija, que tradicionalmente era una de las principales de la comarca serrana y que desde el siglo XVIII destacaba por su preparación cultural y su militancia liberal, emparentando en la centuria siguiente con algunos de los más destacados linajes de esa región, como los Gamboa a través de Francisca Botija. Caso en primeras nupcias con Antonia Botija Verdugo, con la que tuvo una hija llamada Concepción, y de la que enviudó el 18 de noviembre de 1899, contrayendo matrimonio en segundas nupcias con Julia Fernández Pérez en el mes de octubre de 1903 en Madrid. Aunque su familia siguió viviendo en Barcones, tuvo una relación muy especial con la localidad alcarreña de Jadraque, de donde era oriunda su primera esposa. Aunque residió en Madrid, la visitaba con tanta frecuencia que, al sentirse gravemente enfermo, “presintiendo un triste final, pidió insistentemente a su hija que le trasladasen a su casa solariega de Jadraque”, donde falleció el día 27 de mayo de 1922 y donde está enterrado junto a su primera esposa. Ofrece una buena prueba de esta vinculación particular su iniciativa para instalar la luz eléctrica en Jadraque, donde se iniciaron las obras durante el verano de 1897 aprovechando las aguas de un molino de su propiedad. En ese mes de junio visitaron la localidad los técnicos encargados de la maquinaria necesaria y, finalmente, el día 30 de enero de 1898 se inauguró el nuevo alumbrado eléctrico, que en 1905 fue ampliado y mejorado. Además, fue propietario de uno de los dos retratos que Francisco de Goya hizo de Gaspar Melchor de Jovellanos, concretamente del que pintó en Jadraque y que ahora se encuentra en el Museo del Prado.

 Su actividad profesional 

En 1865 completó su formación como Ingeniero Agrónomo, continuando así la labor de José García Sanz, otro eminente agrarista nacido en tierras de Guadalajara en la primera mitad del siglo XIX y que fue autor de obras tan notables como sus Manual de silvicultura práctica, Manual para el cultivador de sedas y observaciones prácticas para colmeneros, Manual de silvicultura o Manual práctico de horticultura. A poco de terminar sus estudios superiores, ocupó la plaza de profesor de Agricultura en el Instituto de Bachillerato de su provincia natal de Soria; y aunque que no hemos encontrado ninguna referencia fiable y sabemos que las cátedras de esa asignatura no se crearon hasta 1877, hay constancia de que en algunos Institutos de la España rural (como los de Soria, Ávila, Burgos, León, Salamanca o Zamora) esas enseñanzas se establecieron en la década de 1860. En 1869 se traslado a Madrid para ocupar la cátedra de Agricultura, por oposición, y, temporalmente, la de Historia Natural en la Escuela General de Agricultura, centro de formación de Ingenieros Agrónomos y Capataces Agrícolas que acababa de ser trasladada desde Aranjuez a Madrid. Además, fue el primer Secretario de esa institución, cargo en el que fue reemplazado en 1870 por José Arévalo Baca, pasando Antonio Botija a ocuparse de las asignaturas de Agronomía y de Nociones de Mecánica. En junio de 1876 se incorporó como profesor a la plantilla de la Estación Agronómica, adjunta a la Escuela y orientada hacia la investigación y experimentación científica; la inauguró el por entonces ministro de Fomento y fue la precursora del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias Con la Restauración monárquica, a partir de 1875, su carrera profesional experimentó un gran impulso, pues a su indudable mérito y capacidad se unía su afinidad ideológica con el Partido Conservador de Antonio Cánovas del Castillo. Siguió prestando especial atención a la enseñanza, y así en el año 1876 el jurado responsable de la selección de los programas de enseñanza agrícola para el nuevo sistema educativo aprobó únicamente los de Construcciones rurales, de José de Arce Jurado, el de Industria rural, de Diego Pequeño, y el de Agronomía de Antonio Botija. Y cuando en 1877 se crearon oficialmente las cátedras de Agricultura en los Institutos de segunda enseñanza, Antonio Botija fue propuesto para ocupar la del de San Isidro de Madrid por el Consejo de Instrucción Pública, dependiente del Ministerio de Fomento. En 1880 permutó con Manuel Rodríguez Ayuso, que ocupaba esa cátedra de Agricultura en el Instituto de Cádiz, pero no por eso se trasladó a la ciudad andaluza, pues muy pronto inició su carrera política. 


Tras su paso por las instituciones, volvió a la enseñanza. En 1897 opositó y ganó una cátedra en la Escuela Central de Agricultura, también conocida como Instituto Alfonso XII, por haber sido este monarca su principal promotor. En 1903, y “en virtud de la reorganización de la Escuela general de Agricultura”, Antonio Botija fue designado catedrático de Climatología de ese centro, siendo nombrado en agosto de 1904, y de cara al comienzo del siguiente curso académico, director de la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos, cargo que desempeñó hasta su jubilación en septiembre de 1907. Su interés por la agricultura no se quedó encerrado en las aulas y mantuvo su vinculación con el cuerpo de Ingenieros Agrónomos. En 1893 fue promovido a Ingeniero jefe de segunda clase del Cuerpo de Ingenieros agrónomos y cuatro años después alcanzó el rango de jefe superior de la administración civil. En 1902 le nombraron ingeniero jefe de primera clase del Cuerpo de Agrónomos, aunque en situación de supernumerario, y poco después ingeniero segundo del Cuerpo de Minas. En enero de 1907 ascendió a Inspector general de primera clase del Cuerpo de Ingenieros Agrónomos. Además, en 1892 fue elegido presidente de la Asociación de Ingenieros Agrónomos, precisamente al mismo tiempo que ocupaba un escaño en el Congreso de los Diputados, y fue director de la Revista de la citada asociación desde que ésta comenzó su publicación. También se interesó por la aplicación práctica de sus conocimientos y en 1895 fue designado director del primer ensayo de trabajos catastrales llevado a cabo en la provincia de Granada. Con este historial profesional, cuando las quejas de los ingenieros que estaban a sus órdenes en Granada llegaron a la citada Asociación de Ingenieros denunciando su violento proceder, la Asociación se limitó a pedirle explicaciones, aconsejándole atemperar su carácter; y todo ello a pesar de que los 41 ingenieros de Granada amenazaban con su dimisión de no encontrarse una solución al problema que padecían. Pero su carácter autoritario no empañó una exitosa carrera profesional. En 1873 formó parte de la comisión, creada por una orden gubernativa, encargada de clasificar los bienes del Estado que por la ley del 18 de diciembre 1869 se reservaron para uso y disfrute del monarca y a los que, una vez proclamada la Republica, hubo que darles nuevo destino. En 1879, como ingeniero agrónomo y catedrático de agricultura del Instituto de San Isidro, fue jurado en el certamen de flores y aves que se celebró en los jardines del Retiro de Madrid. En 1886 acudió al Congreso de Viticultores españoles, celebrado entre los días 7 y 16 de julio, en la delegación del Instituto Agrícola de Alfonso XII, y pertenecía a la Junta Consultiva del Servicio Agronómico. Fue vocal de la comisión central de defensa contra la filoxera. En 1889 fue miembro de la Junta consultiva inspectora del Congreso de los Diputados y en 1895 fue ascendido, en calidad de vocal, a la Junta Consultiva Agronómica. Impartió numerosas conferencias y en 1873 realizó un estudio pionero sobre las orugas del peral y del manzano en su finca de la provincia de Guadalajara, “cuyo arbolado frutal había sido invadido fuertemente por este insecto”. Además, hizo varios viajes de carácter profesional al extranjero y recibió la Cruz de Francisco José de Austria en atención a sus méritos profesionales. Dio a la imprenta un Resumen de un curso de Agricultura elemental, que recogía el programa y los materiales empleados en sus clases de Bachillerato, que conoció dos ediciones: la primera en 1869 y la segunda en 1878, editada por la Librería de Hernando. También es autor de un volumen sobre los Árboles de ribera, reeditado por el Ministerio de Agricultura en 1949, y de un muy ilustrado Atlas de Agricultura, también editado en 1878.

Su acción política 

Antonio Botija y Fajardo aprovechó el prestigio personal y el arraigo de su familia en el norte de la provincia de Guadalajara para desarrollar un extensa carrera política; buena prueba de su popularidad fue que cuando en julio de 1895, de paso hacia Jadraque, visitó la sede episcopal seguntina la prensa recogió que “a la estación acudió medio Sigüenza a despedirle”. Y su ascendente en Jadraque y su comarca no era menor: “los naturales de Jadraque son gentes sencillas, de trato cariñoso y afable la generalidad, y poco amigos de luchas y rivalidades de partido. Allí no se conoce más que una opinión. Lo que Botija piensa, piensan todos, con raras excepciones”. Sin embargo, su realidad política era más hostil de lo que reflejaba la prensa y el Partido Conservador solo conseguía obtener representación institucional cuando ocupaba el gobierno de la nación, impotente sin la palanca gubernamental para romper la hegemonía de liberales y republicanos. Así, por ejemplo, el Partido Conservador solo eligió un comité en Sigüenza, del que Antonio Botija fue elegido presidente honorario, cuando se aproximaban las elecciones de 1896, en las que esperaba obtener el escaño del distrito, aunque resultó derrotado por el candidato liberal, y antiguo republicano, Bruno Pascual Ruilópez. Antonio Botija fue elegido diputado al Congreso por primera vez en una elección parcial celebrada el 15 de abril de 1883 para cubrir la vacante dejada por Rafael Ruiz Martínez, que había ganado el escaño por la circunscripción de Sigüenza en los comicios realizados el 21 de agosto de 1881. El nuevo congresista juró su cargo el día 31 de mayo y mantuvo su acta hasta la disolución de las Cortes el 31 de marzo de 1884. Volvió a ganar el escaño por la circunscripción del norte de la provincia en las elecciones legislativas del día 4 de abril de 1886, aunque con el apoyo de poco más de la mitad del censo electoral. Sin embargo no completó la legislatura, pues fue nombrado gobernador civil de Burgos y renunció a su escaño el 16 de diciembre de 1887, siendo sustituido por Antonio Díaz Valdés. En 1891, con la vuelta de los conservadores al gobierno, concurrió de nuevo por el distrito de Sigüenza en las elecciones convocadas para el día 1 de febrero de ese año. Se incorporó al Congreso el 22 de abril y se mantuvo en su escaño hasta el final de la legislatura, el 5 de enero de 1893. En los últimos años de su vida rompió con el Partido Conservador y se adhirió al Partido Liberal, seguramente más por apoyar al conde de Romanones en su política para la provincia de Guadalajara que por haber cambiado su pensamiento, aunque seguramente también influiría la negativa del líder conservador Antonio Cánovas del Castillo de buscarle un puesto en el encasillado habitual del Congreso de los Diputados, como le solicitó expresamente por carta desde Sigüenza el 31 de marzo de 1896, a pesar de su amplia experiencia parlamentaria.

JUAN PABLO CALERO DELSO