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viernes, 3 de junio de 2022

LUIS RANZ HERRERA

 RANZ HERRERA, Luis

[Fuencemillán, 21 de junio de 1855/ ]

Silvestre Luis Ranz Herrera nació en la localidad de Fuencemillán, en la comarca de la Campiña de Guadalajara, el día 21 de junio de 1855. Contrajo un primer matrimonio con Aquilina Gonzalo y, posteriormente, el 15 de noviembre de 1890 se casó en Madrid, en segundas nupcias, con Francisca Vega Vela. Tuvo cuatro hijos: Julia, que falleció en Guadalajara el día 8 de abril de 1890 a los cuatro años de edad, Alejandro, que se casó con Josefina Erroz, Baltasar y Daniel. Residieron en el domicilio familiar del piso 2º izquierda del número 11 duplicado de la calle de Madrid, en el Barrio de Cacharrerías.

Profesionalmente fue carpintero y casi toda su vida trabajó en el establecimiento de Luciano Fernández, que se especializó en servicios funerarios bajo el nombre comercial de La Fe. Allí sufrió un grave accidente laboral el día 1 de diciembre de 1894 cuando se produjo una explosión fortuita de pólvora, al ir a preparar el propietario unos cartuchos de caza, que arrancó de cuajo las puertas del taller y provocó heridas de consideración a Luciano Fernández, a su esposa, Josefa Motiño, al propio Luis Ranz y al aprendiz Primo Aragonés, aunque todos se recuperaron satisfactoriamente. En cualquier caso, sabemos que era muy aficionado a las armas y participó en varios campeonatos para obreros del Tiro Nacional junto a otros sindicalistas como Luis Martín Lerena, Isaac de la Rica o Pedro Waldermeer.

Su actividad política

El pequeño núcleo marxista madrileño, heredero de la Nueva Federación Madrileña internacionalista, se reunía desde 1876 en una tertulia, primero en el Café Brillante y luego en el relativamente más moderno Café de Lisboa en la entrada de la calle Mayor. A esos encuentros asistía Luis Ranz –“óptimo como operario y cabal como hombre”- desde Guadalajara, “donde había conocido las ideas de labios -entre otros propagandistas- de aquel Fernández Alonso, tipógrafo, que en marzo de 1878 firmó el ingreso de Iglesias en la Internacional”, según señala Juan José Morato. Formó parte del grupo fundacional del socialismo alcarreño junto a Modesto Aragonés y los cajistas de la Imprenta Provincial pero, quizás por no residir en Madrid, no acudió a las asambleas fundacionales del Partido Socialista Obrero Español en mayo de 1879. Es muy posible que poco después, y por un corto espacio de tiempo, se trasladase a vivir a Madrid, pues tenía el carné número 29 de la Agrupación Socialista Madrileña, pero en octubre de 1884 volvió a establecerse en Guadalajara.

Hasta el año 1881 el PSOE se vio forzado a actuar en la clandestinidad, como consecuencia de la restrictiva legislación del conservador Antonio Cánovas del Castillo, pero ese año, con la llegada de los liberales de Práxedes Mateo Sagasta al gobierno, se legalizaron los partidos y sindicatos que no acataban la restaurada monarquía de Alfonso XII. En una “reunión pública celebrada el 5 de enero de 1882 en un aula de las Escuelas Pías de San Fernando, bajo la presidencia de [Victoriano] Calderón y actuando de secretarios Matías Gómez y yo [Antonio García Quejido]; se nombraba públicamente el primer Comité del partido socialista. Ese Comité lo compusieron Victoriano Calderón, Antonio García Quejido, Juan Gómez Crespo, Modesto Aragonés, Deogracias Navarrate, Luis Ranz y Valentín Diego Abascal, según consta en el acta que aún se conserva”; así pues, en el primer comité del PSOE, en el que ni siquiera figuraba Pablo Iglesias, había tres militantes de Guadalajara: el tipógrafo Juan Gómez Crespo, el albañil Modesto Aragonés y el carpintero Luis Ranz.

En el mes de diciembre de ese mismo año de 1882 el partido obrero, ilusionado por la libertad recién conseguida, y a propuesta de Juan Gómez Crespo, acudió por primera vez a unas elecciones, aprovechando unos comicios para diputados provinciales en los que presentó una lista que estaba formada por unos afiliados socialistas que apenas podían cumplir las exigentes condiciones impuestas para ser candidato por la restrictiva legislación electoral de la época. La candidatura, que concurría en una circunscripción popular de Madrid, estaba integrada por el mecánico madrileño Manuel González, y los alcarreños Luis Ranz y Juan Gómez Crespo. Tras una modesta campaña electoral, en la que se pegaron por las calles medio centenar de carteles, obtuvieron un resultado testimonial.

Como ya hemos visto, Luis Ranz retornó a la capital alcarreña en 1884 y pasó a formar parte de la Agrupación Socialista de Guadalajara, que se disolvió a principios de la década de 1890 y que no se reconstituyó hasta el 15 de abril de 1912, nombrando un Comité que interinamente presidía Luis Martín Lerena y completaban Luis Ranz, Luis Martín Manzano, Ramón Herreros, Isidro Pérez y Baldomero Lorenzo. Fue una reorganización prematura, pues solo contaba con 26 afiliados y Luis Ranz era el único de los antiguos militantes que se mantenía fiel al PSOE, frente al desdén de los demás pioneros del socialismo alcarreño, como lo demuestra que Flores y Abejas ni siquiera se hiciese eco de la noticia olvidando su director, Alfonso Martín Manzano, sus pasados vínculos políticos y afectivos con el partido obrero.

Esta Agrupación Socialista de Guadalajara no consiguió implantarse con fuerza entre los trabajadores arriacenses, a pesar de la hegemonía de la UGT en la ciudad, hasta el punto de que cuando en octubre de 1915 celebró el PSOE su nuevo Congreso, la agrupación de la capital, que era la única de la provincia pues no habían sido capaces los socialistas de fundar otros grupos en los pueblos, ni siquiera acudió a este comicio. Arrastró una vida lánguida, hasta que hacia 1920 relanzó su actividad gracias a la reciente afiliación de funcionarios y profesionales, como Marcelino Martín y Miguel Bargalló, que rompieron con el estricto obrerismo del PSOE alcarreño, eligiendo en 1920 en asamblea un nuevo comité al que ya no pertenecía Luis Ranz.

Su actividad sindical

Si la implantación en Guadalajara del partido obrero fue difícil, la de la Unión General de Trabajadores fue muy exitosa desde que en 1888 Pablo Iglesias llevase al congreso constituyente de Barcelona la representación de los tipógrafos alcarreños, que fueron los primeros en organizarse. Pero disuelta la Agrupación Socialista, la UGT alcarreña sustituyó el marxismo del PSOE por una vaga doctrina obrerista, sin referencias ideológicas explicitas, que podía acoger por igual a trabajadores federales, anarquistas o marxistas, una especie de laborismo alcarreño que elegía y enviaba sus propios candidatos a los comicios municipales, que no eran reconocidos como suyos por el PSOE, y publicaba su prensa que tampoco se asumía como propia por el partido obrero.

Luis Ranz conservó, sin embargo, su protagonismo en la UGT alcarreña, sobre todo por presidir la Sociedad de Carpinteros. Así el domingo 17 de noviembre de 1901 la Sociedad de Obreros Albañiles La Unión Obrera convocó un mitin para protestar contra el proyecto de ley que restringía el derecho de huelga, en el que hicieron uso de la palabra Ignacio Aragonés, Luis Ranz, Sebastián Henche, Donato Sorli y Eleuterio Barrio, de Madrid. Volvió a intervenir públicamente en la celebración del 1º de Mayo de 1903 junto a su amigo Modesto Aragonés, que vino desde Madrid para intervenir en el acto, Diego Manchado, Baltasar Aragonés y Estanislao Jaraba; en el mitin se presentó la bandera de la Sociedad de Carpinteros, que había sido bordada por Micaela García y Julia Martín.

Ese mismo año de 1903 una amplia representación de la ciudad de Guadalajara, de la que formaban parte incluso los concejales republicanos, acudió al domicilio particular de la condesa de la Vega del Pozo para hacerle entrega de un lujoso álbum costeado y firmado por una gran mayoría de sus vecinos para mostrarle el agradecimiento de los alcarreños por sus numerosas obras de caridad; entre las delegaciones, estaba la de la Federación de Sociedades Obreras, representada por Luis Ranz y Manuel Luna.

En 1911 fue elegido concejal por el primer distrito de la capital de la provincia dentro de una candidatura obrera junto con Luis Martín Lerena; se presentaba, en ese distrito, contra el alcalde Miguel Fluiters y el candidato republicano Isidro Taberné. Pero, como resultado de un acuerdo entre liberales, republicanos y obreros, los tres grupos se repartieron los puestos y no se presentaron más candidatos que escaños había en juego, siendo elegidos sin necesidad de votación popular los liberales Miguel Fluiters, Cruz López Cascajero y Luis Ramírez, los republicanos Manuel Diges e Isidro Taberné y los obreros Luis Martín Lerena y Luis Ranz, que perteneció a las comisiones municipales de Beneficencia y Sanidad, Hacienda, Obras, Limpieza, Policía Rural y Reformas Sociales. Se aseguraban así los trabajadores una presencia en el concejo arriacense a pesar de que estaban suspendidas las garantías constitucionales, se había clausurado el Centro de Sociedades Obreras de Guadalajara y se había prohibido la publicación de la prensa socialista, dificultando la propaganda de la candidatura de los trabajadores.

Como concejal perteneció, junto con los dirigentes obreros Ramón Fernández Mayor y Federico Ruiz, a una comisión que se entrevistó con el conde de Romanones, al que arrastraron hasta el Instituto de segunda enseñanza en compañía del alcalde, Miguel Fluiters, y del arquitecto municipal, Benito Ramón Cura, para “comprobar con sus propios ojos lo que parte de la prensa local viene repitiendo hace algunos años: que aquello presentaba un aspecto deplorable, después de haberse invertido en esas obras más de 70.000 duros”.

Mucho menor presupuesto tenía la Casa del Pueblo de Guadalajara que las Sociedades Obreras decidieron levantar en un céntrico solar adquirido a propósito por ellas. La falta de recursos económicos retrasó considerablemente las obras, de tal modo que el semanario conservador La Palanca llegó a proponer abrir una suscripción para concluirlas, pudiendo en torno al 1º de Mayo de 1915 reanudarse los trabajos, que continuaron hasta su inauguración el día 5 de septiembre de ese mismo año. Como maestros de obras dirigieron la construcción Luis Ranz y el albañil Isidoro Fernández.

JUAN PABLO CALERO DELSO