Licencia de uso y reprodución

El contenido de las biografías publicadas en este Diccionario Biográfico de la Guadalajara contemporánea es propiedad de sus autores, cuyo nombre aparece al pie de cada texto.
Los textos y las imágenes que los acompañan se publican en el blog bajo licencia Creative Commons, que autoriza a copiar y distribuir su contenido, con o sin modificaciones, para uso público o privado, siempre que no se use para fines comerciales y que se cite a los autores y la fuente de procedencia.
Archivo:CC-BY-NC-SA.png

jueves, 28 de julio de 2022

NARCISO MARTÍNEZ IZQUIERDO

MARTÍNEZ IZQUIERDO, Narciso

[Rueda de la Sierra, 29 de octubre de 1830 / Madrid, 19 de abril de 1886]

Narciso Martínez Izquierdo nació en el pueblecito de Rueda de la Sierra el 29 de octubre de 1830, en una familia de modestos campesinos del Señorío de Molina. Su padre, Andrés Martínez, era de Rueda de la Sierra y su madre, Ángela Izquierdo, de Campillo de Dueñas. Falleció en Madrid el 19 de abril de 1886, asesinado en la escalinata de entrada de la catedral madrileña, cuya sede episcopal ocupaba.

Estudio dos años de latín en Molina de Aragón, y desde allí marchó a Sigüenza para ingresar en el Seminario seguntino donde permaneció entre 1853 y 1855, marchando en 1856 a la Universidad Central de Madrid, concluyendo sus estudios con los grados de Bachiller en Filosofía y en Teología con las mejores notas. Posteriormente, se trasladó a Toledo para ampliar sus estudios y ganó los grados de Licenciado en Derecho Canónico y Doctor en Teología, también con las máximas calificaciones.

El día 11 de abril de 1857, con veintiséis años de edad, fue ordenado sacerdote y permaneció en el Seminario seguntino como profesor. Hasta que en 1864 ganó unas oposiciones a canónigo magistral de la catedral de Granada, ocupando en esa diócesis andaluza la dirección de su Seminario. Durante los primeros meses del Sexenio Revolucionario se puso a prueba su valía personal, y se enfrentó a las nuevas autoridades democráticas para conservar los fondos del Seminario y para salvaguardar al obispo; mientras tanto, fue nombrado canónigo arcediano de Granada.

Su acción política

Como a tantos católicos hasta entonces despreocupados de la vida política, las transformaciones sociales del Sexenio Revolucionario les motivaron para salir en defensa de la Iglesia Católica, que veían amenazada, y para hacerlo desde las filas del carlismo, que mostraba una oposición más radical al nuevo régimen. Se presentó como candidato en las elecciones que tuvieron lugar el 8 de marzo de 1871, convocadas por el rey Amadeo I de Saboya que desde el mes de enero ocupaba el trono español. Aspiraba a ocupar el escaño por su circunscripción natal del Señorío de Molina y lo hacía con el aval del partido carlista, que tras el fracaso insurreccional de 1869 había optado, aparentemente, por las vías políticas exclusivamente.

Aprovechando el amplio apoyo del Carlismo en el Señorío y su popularidad entre sus paisanos, fue elegido diputado con el respaldo de 4.366 molineses y desde el 5 de mayo se sentó en el Congreso de los Diputados. A pesar de su ideología tradicionalista y de su cerrada defensa de los privilegios de la Iglesia Católica, Narciso Martínez Izquierdo mostró una cara más amable y menos intransigente del carlismo que uno de sus más conocidos portavoces parlamentarios, el también canónigo Vicente Manterola, que como diputado por San Sebastián había representado al carlismo más integrista y montaraz en la anterior legislatura. Así, el debate celebrado en octubre de 1871 sobre la ilegalización de la Primera Internacional le permitió mostrar lo avanzado de sus ideas sobre la cuestión social. Cesó en sus funciones el 24 de enero de 1872 con motivo de la disolución de las Cámaras. En la siguiente convocatoria electoral, el 3 de abril de 1872, el candidato carlista Ángel Herráiz Bedoya fue elegido diputado a Cortes por Brihuega, pero no se incorporó porque el Carlismo abandonó la vía política el día 14 de abril de ese año.

El 16 de enero de 1874 fue designado obispo de la diócesis de Salamanca, siendo finalmente consagrado el 1 de febrero de 1875. Fue el presidente de la República, Emilio Castelar, quien propuso en diciembre de 1973 que Narciso Martínez Izquierdo ocupase la sede episcopal salmantina, pues había coincidido con él en las Cortes de 1871 y, a pesar de sus profundas diferencias ideológicas, quedó gratamente impresionado por su elocuencia y capacidad intelectual.

Su investidura como obispo y la restauración de la monarquía tras el golpe de Estado del general Arsenio Martínez Campos, que devolvía a la Iglesia su tradicional influencia y poder, no le apartaron de la actividad política e institucional. El 2 de febrero de 1876 se celebró en el salón de la Diputación Provincial de Guadalajara la elección de los Senadores de la provincia alcarreña para el nuevo período de sesiones. De los 433 electores con derecho al sufragio, lo ejercieron 389, obteniendo una amplia victoria los candidatos conservadores: 336 papeletas para Domingo Benito Guillén, 322 para Narciso Martínez Izquierdo, que ya no se identificaba como carlista, y apoyos notablemente menores para otros candidatos electos: 287 para Amaro López Borreguero y 247 para Manuel Antonio de Acuña y Dewite, marqués de Bedmar. El 2 de marzo de 1876 hizo su juramento y se incorporó a su escaño de senador.

El 6 de abril de 1877 fue de nuevo elegido senador, pero en este caso no lo fue por su provincia natal, sino que acudió a la Cámara Alta en representación del Arzobispado de Valladolid, una elección sencilla pues sólo trece compromisarios tenían derecho al voto y nueve de ellos le eligieron como senador. El 14 de junio de 1877 envió una carta al Senado disculpándose por no haberse incorporado todavía a las sesiones, y alegaba “las continuas y graves ocupaciones del cargo episcopal han hecho que no haya podido presentarme y llenar tan honroso cometido”, y aunque aseguraba que se incorporaría muy pronto no prestó juramento hasta el 8 de mayo de 1878. Fue reelegido para el mismo escaño en las legislaturas de 1879-1880, según acta electoral del 3 de mayo de 1879, y de 1881-1882, elegido en el proceso electoral celebrado el 2 de septiembre de 1881.

Su acción parlamentaria en el Senado de la Restauración siguió estando, en todo momento, dedicada a defender los privilegios de la Iglesia Católica y el ejercicio por los eclesiásticos de una censura moral sobre la legislación de la monarquía liberal. Así, por ejemplo, defendió ardientemente la obligatoriedad de la enseñanza católica y sostuvo la prohibición del matrimonio civil, abandonando su escaño en 1882 después de que éste fuese autorizado por el liberal Práxedes Mateo Sagasta.

Su labor pastoral

El 27 de marzo de 1885, a los cincuenta y cuatros años de edad, fue nombrado obispo de la recién creada diócesis de Madrid-Alcalá, establecida por el papa León XIII y de la que fue su primer prelado. Se reconocía así la importancia de la capital del reino que, como todos sus contornos, seguía hasta entonces bajo el gobierno del arzobispado de Toledo, aunque hacía prácticamente trescientos veinticinco años que Felipe II había establecido allí su corte y el centro de su Imperio.

La realidad pastoral de la nueva diócesis era deplorable; el nuevo obispo escribía el 3 de abril de 1885 una carta en la que se lamentaba: “Solamente el estado de esta población es para aterrar, Me aseguran que mueren más de un 70 por 100 sin Sacramentos, dependiendo esto principalmente de que la cura de las almas es muy escasa, mal dispuesta y sin dotar”. Afirmaba que por tres veces había rechazado el nombramiento, pero que la obediencia y fidelidad al Papa, que había mostrado su disgusto por el rechazo, le forzó a aceptar esta responsabilidad.

El 2 de agosto de 1885 llegaba Narciso Martínez Izquierdo a Madrid y en el altar mayor de la Iglesia del Sacramento, junto a la Calle Mayor, prestó su juramento ante el arzobispo de Valladolid como primer obispo de Madrid. No entró en buena hora en la diócesis madrileña, que en esos días era víctima de una epidemia de cólera, de las más graves que padeció la Península en todo el siglo XIX, y a las carencias de la acción pastoral se sumaban las urgencias de una emergencia sanitaria.

Respondió con el habitual recurso a la caridad de los ricos, “puso todos los medios posibles para socorrer a los atacados, llevando el consuelo al lecho del dolor, abriendo suscripciones para remediar muchas necesidades, y aún dedicando sus propios bolsillos para que nada faltase a los carentes de fortuna”, y a las plegarias de los pobres; así se podía leer en la prensa: “Se acordó, en principio, celebrar una gran rogativa por las calles de esta capital para pedir al Todopoderoso se apiade de los habitantes de España, que sufren los rigores de la epidemia. Dicha ceremonia será presidida por el nuevo Prelado”.

Aquéllas fueron fechas de luto para todos los españoles, y ni siquiera la Familia Real se libró de la fúnebre llamada de la muerte; el 25 de noviembre de 1885 moría el rey Alfonso XII y, como obispo de Madrid, le correspondió a Narciso Martínez Izquierdo asistirle en su lecho mortuorio y celebrar su misa de funeral corpore insepulto en la basílica del Real Sitio de El Escorial.

El 19 de abril de 1886, cuando aún no llevaba un año al frente de la diócesis, falleció como resultado de un atentado del que fue autor el cura Cayetano Galeote Cotilla, un sacerdote irascible y violento que el día 18 le disparó tres tiros en la escalinata de la catedral madrileña de San Isidro cuando la nueva diócesis se aprestaba a celebrar por primera vez el Domingo de Ramos. Mientras caía herido de muerte el prelado sólo acertó a decir a su asesino “¡Dios te perdone!” y, a causa de su extrema gravedad, se le trasladó a una estancia que se habilitó junto al atrio de la catedral madrileña, y falleció al día siguiente, treinta horas después del atentado. En sus últimas horas fue atendido por el doctor Juan Creus Manso, otro guadalajareño de pasado carlista, que en el momento del atentado estaba casualmente en el interior del templo catedralicio.

El cura Galeote alegó en su defensa ser víctima de oscuras persecuciones en las que participaba el obispo Martínez Izquierdo, aunque en realidad se sentía perjudicado por las reformas emprendidas por el obispo, fue juzgado y condenado a la pena de muerte. La reacción de la opinión pública, que parecía ser incapaz de asumir que un sacerdote asesinase a su obispo, forzó un nuevo dictamen médico, que determinó a la justicia a recluir a Cayetano Galeote a perpetuidad en el manicomio de Leganés, donde falleció en 1922.

En Madrid y en Molina de Aragón se puso su nombre a sendas calles y en su pueblo natal de Rueda de la Sierra se levantó un pequeño monumento en su honor.

JUAN PABLO CALERO DELSO

viernes, 3 de junio de 2022

LUIS RANZ HERRERA

 RANZ HERRERA, Luis

[Fuencemillán, 21 de junio de 1855/ ]

Silvestre Luis Ranz Herrera nació en la localidad de Fuencemillán, en la comarca de la Campiña de Guadalajara, el día 21 de junio de 1855. Contrajo un primer matrimonio con Aquilina Gonzalo y, posteriormente, el 15 de noviembre de 1890 se casó en Madrid, en segundas nupcias, con Francisca Vega Vela. Tuvo cuatro hijos: Julia, que falleció en Guadalajara el día 8 de abril de 1890 a los cuatro años de edad, Alejandro, que se casó con Josefina Erroz, Baltasar y Daniel. Residieron en el domicilio familiar del piso 2º izquierda del número 11 duplicado de la calle de Madrid, en el Barrio de Cacharrerías.

Profesionalmente fue carpintero y casi toda su vida trabajó en el establecimiento de Luciano Fernández, que se especializó en servicios funerarios bajo el nombre comercial de La Fe. Allí sufrió un grave accidente laboral el día 1 de diciembre de 1894 cuando se produjo una explosión fortuita de pólvora, al ir a preparar el propietario unos cartuchos de caza, que arrancó de cuajo las puertas del taller y provocó heridas de consideración a Luciano Fernández, a su esposa, Josefa Motiño, al propio Luis Ranz y al aprendiz Primo Aragonés, aunque todos se recuperaron satisfactoriamente. En cualquier caso, sabemos que era muy aficionado a las armas y participó en varios campeonatos para obreros del Tiro Nacional junto a otros sindicalistas como Luis Martín Lerena, Isaac de la Rica o Pedro Waldermeer.

Su actividad política

El pequeño núcleo marxista madrileño, heredero de la Nueva Federación Madrileña internacionalista, se reunía desde 1876 en una tertulia, primero en el Café Brillante y luego en el relativamente más moderno Café de Lisboa en la entrada de la calle Mayor. A esos encuentros asistía Luis Ranz –“óptimo como operario y cabal como hombre”- desde Guadalajara, “donde había conocido las ideas de labios -entre otros propagandistas- de aquel Fernández Alonso, tipógrafo, que en marzo de 1878 firmó el ingreso de Iglesias en la Internacional”, según señala Juan José Morato. Formó parte del grupo fundacional del socialismo alcarreño junto a Modesto Aragonés y los cajistas de la Imprenta Provincial pero, quizás por no residir en Madrid, no acudió a las asambleas fundacionales del Partido Socialista Obrero Español en mayo de 1879. Es muy posible que poco después, y por un corto espacio de tiempo, se trasladase a vivir a Madrid, pues tenía el carné número 29 de la Agrupación Socialista Madrileña, pero en octubre de 1884 volvió a establecerse en Guadalajara.

Hasta el año 1881 el PSOE se vio forzado a actuar en la clandestinidad, como consecuencia de la restrictiva legislación del conservador Antonio Cánovas del Castillo, pero ese año, con la llegada de los liberales de Práxedes Mateo Sagasta al gobierno, se legalizaron los partidos y sindicatos que no acataban la restaurada monarquía de Alfonso XII. En una “reunión pública celebrada el 5 de enero de 1882 en un aula de las Escuelas Pías de San Fernando, bajo la presidencia de [Victoriano] Calderón y actuando de secretarios Matías Gómez y yo [Antonio García Quejido]; se nombraba públicamente el primer Comité del partido socialista. Ese Comité lo compusieron Victoriano Calderón, Antonio García Quejido, Juan Gómez Crespo, Modesto Aragonés, Deogracias Navarrate, Luis Ranz y Valentín Diego Abascal, según consta en el acta que aún se conserva”; así pues, en el primer comité del PSOE, en el que ni siquiera figuraba Pablo Iglesias, había tres militantes de Guadalajara: el tipógrafo Juan Gómez Crespo, el albañil Modesto Aragonés y el carpintero Luis Ranz.

En el mes de diciembre de ese mismo año de 1882 el partido obrero, ilusionado por la libertad recién conseguida, y a propuesta de Juan Gómez Crespo, acudió por primera vez a unas elecciones, aprovechando unos comicios para diputados provinciales en los que presentó una lista que estaba formada por unos afiliados socialistas que apenas podían cumplir las exigentes condiciones impuestas para ser candidato por la restrictiva legislación electoral de la época. La candidatura, que concurría en una circunscripción popular de Madrid, estaba integrada por el mecánico madrileño Manuel González, y los alcarreños Luis Ranz y Juan Gómez Crespo. Tras una modesta campaña electoral, en la que se pegaron por las calles medio centenar de carteles, obtuvieron un resultado testimonial.

Como ya hemos visto, Luis Ranz retornó a la capital alcarreña en 1884 y pasó a formar parte de la Agrupación Socialista de Guadalajara, que se disolvió a principios de la década de 1890 y que no se reconstituyó hasta el 15 de abril de 1912, nombrando un Comité que interinamente presidía Luis Martín Lerena y completaban Luis Ranz, Luis Martín Manzano, Ramón Herreros, Isidro Pérez y Baldomero Lorenzo. Fue una reorganización prematura, pues solo contaba con 26 afiliados y Luis Ranz era el único de los antiguos militantes que se mantenía fiel al PSOE, frente al desdén de los demás pioneros del socialismo alcarreño, como lo demuestra que Flores y Abejas ni siquiera se hiciese eco de la noticia olvidando su director, Alfonso Martín Manzano, sus pasados vínculos políticos y afectivos con el partido obrero.

Esta Agrupación Socialista de Guadalajara no consiguió implantarse con fuerza entre los trabajadores arriacenses, a pesar de la hegemonía de la UGT en la ciudad, hasta el punto de que cuando en octubre de 1915 celebró el PSOE su nuevo Congreso, la agrupación de la capital, que era la única de la provincia pues no habían sido capaces los socialistas de fundar otros grupos en los pueblos, ni siquiera acudió a este comicio. Arrastró una vida lánguida, hasta que hacia 1920 relanzó su actividad gracias a la reciente afiliación de funcionarios y profesionales, como Marcelino Martín y Miguel Bargalló, que rompieron con el estricto obrerismo del PSOE alcarreño, eligiendo en 1920 en asamblea un nuevo comité al que ya no pertenecía Luis Ranz.

Su actividad sindical

Si la implantación en Guadalajara del partido obrero fue difícil, la de la Unión General de Trabajadores fue muy exitosa desde que en 1888 Pablo Iglesias llevase al congreso constituyente de Barcelona la representación de los tipógrafos alcarreños, que fueron los primeros en organizarse. Pero disuelta la Agrupación Socialista, la UGT alcarreña sustituyó el marxismo del PSOE por una vaga doctrina obrerista, sin referencias ideológicas explicitas, que podía acoger por igual a trabajadores federales, anarquistas o marxistas, una especie de laborismo alcarreño que elegía y enviaba sus propios candidatos a los comicios municipales, que no eran reconocidos como suyos por el PSOE, y publicaba su prensa que tampoco se asumía como propia por el partido obrero.

Luis Ranz conservó, sin embargo, su protagonismo en la UGT alcarreña, sobre todo por presidir la Sociedad de Carpinteros. Así el domingo 17 de noviembre de 1901 la Sociedad de Obreros Albañiles La Unión Obrera convocó un mitin para protestar contra el proyecto de ley que restringía el derecho de huelga, en el que hicieron uso de la palabra Ignacio Aragonés, Luis Ranz, Sebastián Henche, Donato Sorli y Eleuterio Barrio, de Madrid. Volvió a intervenir públicamente en la celebración del 1º de Mayo de 1903 junto a su amigo Modesto Aragonés, que vino desde Madrid para intervenir en el acto, Diego Manchado, Baltasar Aragonés y Estanislao Jaraba; en el mitin se presentó la bandera de la Sociedad de Carpinteros, que había sido bordada por Micaela García y Julia Martín.

Ese mismo año de 1903 una amplia representación de la ciudad de Guadalajara, de la que formaban parte incluso los concejales republicanos, acudió al domicilio particular de la condesa de la Vega del Pozo para hacerle entrega de un lujoso álbum costeado y firmado por una gran mayoría de sus vecinos para mostrarle el agradecimiento de los alcarreños por sus numerosas obras de caridad; entre las delegaciones, estaba la de la Federación de Sociedades Obreras, representada por Luis Ranz y Manuel Luna.

En 1911 fue elegido concejal por el primer distrito de la capital de la provincia dentro de una candidatura obrera junto con Luis Martín Lerena; se presentaba, en ese distrito, contra el alcalde Miguel Fluiters y el candidato republicano Isidro Taberné. Pero, como resultado de un acuerdo entre liberales, republicanos y obreros, los tres grupos se repartieron los puestos y no se presentaron más candidatos que escaños había en juego, siendo elegidos sin necesidad de votación popular los liberales Miguel Fluiters, Cruz López Cascajero y Luis Ramírez, los republicanos Manuel Diges e Isidro Taberné y los obreros Luis Martín Lerena y Luis Ranz, que perteneció a las comisiones municipales de Beneficencia y Sanidad, Hacienda, Obras, Limpieza, Policía Rural y Reformas Sociales. Se aseguraban así los trabajadores una presencia en el concejo arriacense a pesar de que estaban suspendidas las garantías constitucionales, se había clausurado el Centro de Sociedades Obreras de Guadalajara y se había prohibido la publicación de la prensa socialista, dificultando la propaganda de la candidatura de los trabajadores.

Como concejal perteneció, junto con los dirigentes obreros Ramón Fernández Mayor y Federico Ruiz, a una comisión que se entrevistó con el conde de Romanones, al que arrastraron hasta el Instituto de segunda enseñanza en compañía del alcalde, Miguel Fluiters, y del arquitecto municipal, Benito Ramón Cura, para “comprobar con sus propios ojos lo que parte de la prensa local viene repitiendo hace algunos años: que aquello presentaba un aspecto deplorable, después de haberse invertido en esas obras más de 70.000 duros”.

Mucho menor presupuesto tenía la Casa del Pueblo de Guadalajara que las Sociedades Obreras decidieron levantar en un céntrico solar adquirido a propósito por ellas. La falta de recursos económicos retrasó considerablemente las obras, de tal modo que el semanario conservador La Palanca llegó a proponer abrir una suscripción para concluirlas, pudiendo en torno al 1º de Mayo de 1915 reanudarse los trabajos, que continuaron hasta su inauguración el día 5 de septiembre de ese mismo año. Como maestros de obras dirigieron la construcción Luis Ranz y el albañil Isidoro Fernández.

JUAN PABLO CALERO DELSO

domingo, 15 de mayo de 2022

MANUEL MEDRANO HUETOS

MEDRANO HUETOS, Manuel

[Guadalajara, 25 de diciembre de 1860 / Madrid, 2 de diciembre de 1906]

Manuel Medrano Huetos nació en Guadalajara el 25 de diciembre de 1860, siendo bautizado en la desaparecida iglesia parroquial de San Gil tres días después, y murió en Madrid el 2 de diciembre de 1906, pocos días antes de cumplir los 46 años. Era hijo legítimo de Félix Medrano, nacido en Guadalajara hijo de Manuel Medrano y Silveria Polo, y de Gregoria Huetos, nacida en Taracena hija de Benito Huetos y Gregoria Carralbal que falleció el 30 de marzo de 1891 cuando contaba con 66 años de edad. Tuvo cuatro hermanos: Gregorio, carnicero, que murió a los 54 años de edad el día 1 de enero de 1909; Joaquín, farmacéutico, que falleció el 19 de agosto de 1909 con 45 años; Concepción que murió el 20 de agosto de 1914, viuda de Diego de Bartolomé Boiteberg que había fallecido el 23 de agosto de 1896, y Manuel, que era visitador general recaudador en la provincia alcarreña de la Asociación de Ganaderos del Reino.

Manuel Medrano Huetos contrajo matrimonio con María de la Cruz Miguel Sánchez y tuvieron seis hijos: Juan Manuel, Elvira, Carmen, Ascensión, Amelia y Fernando Medrano Miguel. La familia vivió en Madrid, en el piso 1º derecha del número 3 de la calle de Pontejos y en el número 30 de la calle de Atocha.

Su actividad profesional como arquitecto

En 1876 completó sus estudios de Bachillerato en el Instituto de segunda enseñanza de su ciudad natal, y en el curso de 1879-1880 inició su aprendizaje en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, aprobando la reválida que le reconocía la capacitación profesional como arquitecto el día 1 de diciembre de 1884, después de diseñar una Casa de Socorro en un tiempo máximo de diez horas.

En un primer momento se planteó dedicarse a la enseñanza e impartió clase “por muchos años [en] la muy acreditada Academia preparatoria para ingenieros y arquitectos, á que dio nombre y crédito universalmente reconocido”. El 1 de julio de 1888 fue nombrado profesor accidental de Estereotomía y Sombras de la Escuela Superior de Arquitectura en Madrid, cesando en este puesto el 19 de junio de 1889. Siete años después, el 27 de noviembre de 1896, se presentó como aspirante para ocupar la cátedra de Geometría Descriptiva, Estereotomía, Perspectiva y Sombras en la Escuela Central de Artes y Oficios madrileña, aunque los exámenes se pospusieron hasta el mes de marzo de 1899. No consiguió la plaza, a pesar de que llegó a publicar en 1889 un pequeño volumen con el título de Apuntes de Geometría, resolución del problema círculo tangente á otros tres.

Aunque el 21 de marzo de 1888 fue nombrado auxiliar en la Inspección de Monumentos Históricos y Artísticos y en marzo de 1897 se presentó al concurso abierto por la Asociación de Propietarios de Madrid para proveer una plaza de abogado y otra de arquitecto de la citada sociedad, muy pronto se decantó por el ejercicio libre de su profesión, decisión en la que pesó extraordinariamente su estrecha amistad con Álvaro de Figueroa, el conde de Romanones, cuya familia le hizo numerosos encargos que representaron la mayor parte de su obra.

En el año 1899 diseñó para la familia Figueroa y Torres el majestuoso panteón del cementerio de Guadalajara para los marqueses de Villamejor y sus deudos; en 1904 proyectó el bloque de viviendas, propiedad de los marqueses, en el número 7 de la madrileña calle de Mariana Pineda y en 1906 el edificio del número 5 de la misma calle, también propiedad de la familia como el del número 3 de la calle del Maestro Victoria levantado entre 1902 y 1904 y que hoy es sede del Colegio Oficial de Aparejadores, Arquitectos Técnicos e Ingenieros de Edificación de Madrid; en 1905 construyó otro edificio en el número 4 de la calle del marqués de Villamejor, en el madrileño barrio de Salamanca, que era propiedad del conde de Romanones. Para el duque de Tovar, hermano de Álvaro de Figueroa, se encargó de levantar la casa del número 121 de la calle de Claudio Coello, una fábrica de pan en Madrid y la granja del Soto de Aldovea en Torrejón de Ardoz.

También fue el autor, entre otros, de los edificios que ocupan los números 7 y 9 de la calle Mayor, 58 y 60 de la de Preciados, 7 de la del duque de Rivas y 51 de la de Toledo, todas de Madrid, además de la escuela de Riva de Santiuste, en Guadalajara, de una gran vivienda unifamiliar en el pueblo soriano de Almazán y de otros trabajos en Santander, Ciudad Real y El Escorial. En el momento de su muerte estaba trabajando en el edificio del número 66 de la calle de Toledo de Madrid, que concluyó Luis Ferrero en 1907.

Esta labor como arquitecto fue reconocida por sus compañeros de profesión; en 1907 salió de imprenta un librito, con el título de La obra del arquitecto Manuel Medrano, con prólogo de Santiago Castellanos Urízar y en el que otro afamado arquitecto, Enrique Repullés Vargas, comentaba alguno de sus edificios más notables. Y, más recientemente, el profesor Miguel Ángel Baldellou publicó en 1996 un folleto de 64 páginas titulado Manuel Medrano Huetos, arquitecto. También fue nombrado socio honorario de la italiana Societá Unione Operaria Humberto I.

Aunque Enrique Repullés afirmaba que Medrano fue el primer arquitecto que levantó un edificio modernista en Madrid, lo cierto es que la mayoría de sus diseños están inspirados por un clasicismo contenido, muy del gusto de la conservadora burguesía madrileña de su tiempo, aunque merece la pena destacar el ritmo que imprime a las fachadas de sus edificios, poco común en esos años.

Su actividad política

Su amistad particular con el conde de Romanones le llevó también a la política, en las filas del partido liberal. En 1897, y siendo Álvaro de Figueroa el alcalde de Madrid, concurrió a las elecciones municipales de la capital que se celebraron en el mes de mayo. Se presentó por el distrito de Audiencia, en el que se elegían cinco concejales, y al que concurrieron el conservador Sebastián López de Castro; los liberales Manuel Medrano Huetos, Martin Ortiz de Zarate y Timoteo Vázquez Arias; Julián de Uruburu y D. José Clot Riera apoyados por el comercio y la industria y Marcelino Riaza Herreros y Vicente Sanchís Sebastián sin adscripción partidista. El día de las votaciones hubo altercados, algunas detenciones y el ya habitual pucherazo electoral de los embuchados, resultando elegidos Juan José Clot Riera, con 3.440 votos, Julián Uruburu con 3.433. y los liberales Martin Ortiz de Zarate con 1.978. Manuel Medrano Huetos con 1.792 y Sebastián López de Castro con 1.746 papeletas.

Él fue el primero a quien el conde de Romanones, como alcalde de la capital del reino, propuso para Teniente de Alcalde de Madrid, siendo nombrado para el distrito de Palacio. Destacó, en unos años marcados por la crisis de subsistencias finisecular, por su celo decomisando el pan que las tahonas ponían a la venta falto de peso. Además, en 1901 recibió, por instigación del conde de Romanones, el nombramiento como Jefe Superior de Administración Civil y ese mismo año fue elegido por el entonces alcalde madrileño Alberto Aguilera para ocupar el cargo de inspector especial de los servicios de fontanería y alcantarillado de la ciudad.

Aunque establecido en Madrid, Manuel Medrano Huetos no olvidó su patria chica y fue uno de los fundadores del Centro Alcarreño en la capital de España, del que fue elegido Presidente. Tampoco Guadalajara se olvido de él y, en homenaje a sus méritos, el concejo arriacense, tras su fallecimiento, le nombró Hijo Predilecto de la ciudad y puso su nombre a la calle de San Antonio, una vía junto a la ermita de la Virgen de la Antigua en la que había nacido y vivido, en el número 3, y que él saneó y ensanchó y en la que erigió un edificio de nueva planta para su familia.

JUAN PABLO CALERO DELSO

domingo, 1 de mayo de 2022

RAMÓN FERNÁNDEZ MAYOR

FERNÁNDEZ MAYOR, Ramón

[Bermillo de Sáyago, 1864 / Guadalajara, 3 de diciembre de 1921]

Ramón Fernández Mayor nació en la localidad zamorana de Bermillo de Sáyago en 1864, hijo de José Fernández y María Mayor, y falleció en la ciudad de Guadalajara el día 3 de diciembre de 1921 a los cincuenta y siete años de edad. Contrajo matrimonio en la parroquia de Santiago de la capital alcarreña con Petra Ortego Bachiller, nacida en Guadalajara en el seno de una familia obrera y sindicalista, que era seis años más joven que él, y con quien tuvo siete hijos: Abelardo Ramón, que fue nombrado Auxiliar de Telégrafos, Amparo, Herminia, Guadalupe y otros tres que murieron en la primera infancia: Gonzalo con cuatro años el 30 de enero de 1906, Carmen a los 13 meses el 2 de marzo de 1909 y Sigfrido de un año el 14 de noviembre de 1913.

Fue tipógrafo de profesión y, seguramente por mediación del conde de Romanones, se trasladó siendo muy joven desde su localidad natal de Bermillo de Sáyago, un distrito rural que era uno de los feudos electorales del cacique liberal, hasta Guadalajara, donde se empleó como cajista en la Imprenta Provincial en la última década del siglo XIX, estableciendo finalmente su domicilio familiar en el número 3 de la Calle del Doctor Benito Hernando, o del Museo.

En el año 1900 abrió un centro de suscripciones y de venta de periódicos y revistas primero en el número 5 de la calle de Bardales, donde ya se encontraba la imprenta La Minerva de Felipe Pérez Cerrada, se mudó a partir de 1905 al número 10 de la plaza de Dávalos y desde 1914 se trasladó a la calle del Museo número 12, junto a su domicilio familiar. Seguía así un proceso en el que ya se le habían adelantado Enrique Burgos Boldova y Ligorio Ruiz Moreno, también antiguos cajistas de la Imprenta Provincial.

Hombre emprendedor y con iniciativa para los negocios, además de los trabajos propios de una imprenta, lo mismo recibía encargos para hacerse un retrato fotográfico de gran tamaño para la casa fotográfica Manuel Soler de Barcelona, que se ofrecía como representante de un grupo de músicos para el contrato que ofertaba el Ayuntamiento de la capital alcarreña, o era el “único representante en esta provincia” de una prestigiosa editorial catalana, o se convertía en anticuario, o establecía un servicio de “planchado americano electro-mecánico” o, incluso, una tintorería.


Su actividad sindical

Pero más allá de su labor profesional, lo más destacado de la vida de Ramón Fernández Mayor fue su actividad sindical, que le convirtió, durante las dos primeras décadas del siglo XX, en el principal referente de la clase trabajadora en Guadalajara. Fallecido el también tipógrafo Tomás Gómez Martínez en 1892 y deshecha la agrupación local del PSOE, todos los líderes de la izquierda de la provincia, quizás con la excepción del carpintero Luis Ranz, eran conocidos empresarios o destacados burgueses; él fue el único trabajador que tuvo un papel destacado tanto en las luchas sociales como en los grupos republicanos de la provincia de Guadalajara. No deja de ser significativo que él fuese, en marzo de 1915, el encargado por la familia de comunicar al Registro Civil el fallecimiento de Isabel Muños Caravaca.

Naturalmente, no rehuyó la lucha política y en enero de 1896 fue elegido secretario del Comité Provincial del Partido Republicano Federal, que presidía Manuel Diges Antón, a pesar de que aún no había cumplido los treinta años y de que los federales eran entonces, casi con toda seguridad, el partido político más numeroso en la ciudad. Y cuando el 29 de junio de 1919 se reunieron en la Casa del Pueblo de Guadalajara los militantes del PSOE local para reconstruir la Agrupación Socialista de Guadalajara, eligieron para presidir el comité socialista arriacense a Ramón Fernández Mayor, a quien acompañaban Alfonso Martín Lerena, Enrique Saborit, Eduardo Bonis, Valentín Olmeda, Pedro Waldermer, Pedro Tejero e Isidro Lorenci. Pero su paso por el PSOE debió de ser corto y tormentoso, pues en la breve nota necrológica que publicó El Socialista apenas se hacía eco del suceso y enviaba “la expresión de nuestro sentimiento a la familia y compañeros del finado”, sin recordar su militancia en el PSOE y la UGT.

En cualquier caso, Ramón Fernández Mayor fue durante veinticinco años el mejor representante del sindicalismo de Guadalajara, marcadamente obrerista pero independiente del PSOE, a pesar de estar adherido a la UGT, y en el que se integraban con naturalidad y sin conflictos trabajadores republicanos, socialistas y anarquistas. En el verano de 1912, siendo presidente de la Federación de Sociedades Obreras y con motivo de una entrevista con el semanario La Crónica, se le preguntó por el Partido Socialista, cuya Agrupación local acababa de reconstruirse, y respondió “eso no me incumbe a mí. Es una agrupación aparte [de la Federación]”, al mismo tiempo que reconocía que “con los republicanos no podemos estar mejor” y aún añadía que “entre los obreros el Sr. Fluiters solo tiene amigos”. Y tanto, pues fue Ramón Fernández, como presidente de la Federación de Sociedades Obreras, quien propuso en 1917 el homenaje al liberal Miguel Fluiters Contera y que se bautizase con el nombre del alcalde la hasta entonces llamada Calle Mayor Baja.

Llegó a simultanear la presidencia de la Agrupación de Guadalajara del PSOE, de la Federación de Sociedades Obreras arriacense de la UGT y del Ateneo Instructivo del Obrero. Con discontinuidad desde 1908, e ininterrumpidamente desde 1916, fue en distintos períodos el presidente de la federación sindical obrera local y, como representante de los trabajadores de Guadalajara, participó en varias iniciativas ciudadanas; así, en febrero de 1908, formó parte de la comisión encargada por el gobernador civil, José Álvarez Peláez, de constituir una Caja de Ahorros en la provincia que, finalmente, no llegó a establecerse y en julio de 1919 perteneció a la Junta de Auxilios benéficos establecida también por el entonces gobernador civil. Si en abril de 1913 asistió con el resto de comisionados a una entrevista con el conde de Romanones, entonces presidente del Consejo de Ministros, para solicitar mejoras para la ciudad, en septiembre de 1920 acudió a Madrid con otros compañeros de la Casa del Pueblo alcarreña para interesarse por la edificación de una nueva sede de Correos y Telégrafos que aliviase el paro obrero en la construcción.

Durante su presidencia de la citada Federación se produjo la industrialización de la capital alcarreña con la instalación de las fábricas de La Hispano, cuya construcción comenzó en 1917. Los obreros de Guadalajara acogieron con satisfacción la noticia, y Ramón Fernández Mayor declaraba, en calidad de su presidente, que “los obreros, que amamos entrañablemente a nuestra tierra, saludamos con alegría el advenimiento de La Hispano, que ha de aumentar considerablemente el trabajo y las fuentes de riqueza de este pueblo, llamado en el porvenir a ser uno de los más industriales de España”. Fiel al espíritu unitario del sindicalismo alcarreño, aunque con la apertura de las factorías de La Hispano el potente sindicato metalúrgico local estuvo bajo la orientación de los anarquistas, se adhirió a la UGT local sin romper la unidad obrera.

Aunque podemos considerar que la consolidación definitiva del sindicalismo en Guadalajara se produjo el 1º de mayo de 1904 con la inauguración del Centro de Sociedades Obreras, bajo su presidencia la Federación obrera conoció un crecimiento extraordinario, con la publicación de sus cabeceras periodísticas, La Alcarria Obrera y Juventud Obrera, y el desarrollo de numerosas actividades educativas y culturales en el Centro de Sociedades Obreras arriacense, como las Conferencias Cervantinas celebradas en julio de 1913. También se enfrentó a crisis tan graves como la manifestación de mayo de 1915 y el mitin de noviembre de 1916 causados por la subida de precios provocada por la Primera Guerra Mundial, la huelga general de 1917 y los sangrientos disturbios del verano de 1918.

En esta misma línea de un obrerismo sin etiquetas partidistas, fue durante muchos años un activo socio del Ateneo Instructivo del Obrero, perteneciendo a su Junta Directiva desde el año 1907, cuando fue elegido vocal por primera vez junto a Luis Martín Lerena. Desde entonces, participó activamente en sus gestiones, como cuando formó parte de la comisión que en 1910 se entrevistó con el ministro de Instrucción Pública en solicitud de ayuda, y llegó a ocupar la presidencia de este centro desde 1919 hasta el momento de su fallecimiento. A él se debe la decisión de levantar un nuevo edificio para sede del Ateneo Obrero, marchando personalmente a Madrid para solicitar al Banco Hipotecario un préstamo de 100.000 pesetas. Aunque el proyecto culminó con éxito, Ramón Fernández Mayor murió antes de la inauguración.

También se presentó a los comicios municipales como candidato de las Sociedades Obreras de Guadalajara, unas listas electorales que durante años no fueron reconocidas como propias por el Partido Socialista Obrero. En 1909 concurrió por el primer distrito de la capital, en una lista obrera junto con Severiano Sánchez, Florentino Waldermer, Federico Ruiz y Martín Corral, y lo mismo hizo en la convocatoria de 1913, en una lista que completaban Manuel Cañadas y Julián Miedes, que fue el único que salió elegido concejal. El 8 de febrero de 1920, esta vez con la aprobación del PSOE, volvió a concurrir a las elecciones municipales con Manuel Cañadas, Pedro Waldermer y Ricardo Calvo Alba, sin que tampoco en esta ocasión pudiese obtener el escaño.

Además, en diciembre de 1916 se le nombró adjunto al Juzgado Municipal de Guadalajara y poco antes de su muerte fue designado presidente de la Junta municipal del Censo electoral. Fue también corresponsal en la capital alcarreña del periódico Sigüenza.

JUAN PABLO CALERO DELSO