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lunes, 25 de abril de 2022

TOMÁS GÓMEZ MARTÍNEZ

GÓMEZ MARTÍNEZ, Tomás

[Palencia, 1839 / Guadalajara, 1 diciembre de 1892]

Tomás Gómez Martínez nació en la ciudad de Palencia en el año 1839, hijo de Manuel Gómez y Maximina Martínez, y falleció en Guadalajara el día 1 de diciembre de 1892, en su domicilio del número 7 de la calle de San Lázaro. Contrajo matrimonio con Cándida Vellisca González y tuvieron un hijo, Federico Gómez Vellisca, que permaneció soltero hasta su muerte, producida el 10 de marzo de 1901 cuando contaba 31 años.

Desde el punto de vista laboral, Tomás Gómez fue, seguramente a partir de 1865, tipógrafo en la imprenta de la familia Ruiz, establecida desde 1814 en la calle de San Lázaro de Guadalajara. Cuando en 1882 esta familia de impresores cerró su taller tipográfico, su maquinaria y enseres fueron adquiridos por Antero Concha, que ya tenía un modesto establecimiento dedicado sobre todo a confeccionar modelos de impresos para el Estado y particulares. El nuevo propietario pronto trasladó la imprenta al número 2 de la Plaza de San Esteban, en el edificio que había sido palacio del vizconde de Palazuelos, pero mantuvo a Tomás Gómez como regente, puesto en el que le sustituyó su hijo Federico, que también fue tipógrafo y que también murió siendo regente de la citada imprenta de Antero Concha.

Su actividad sindical

Aunque su trabajo como tipógrafo marcó profundamente su vida, tanto pública como privada, aún fue más trascendente su actividad política y sindical derivada de su labor profesional en la imprenta de la familia Ruiz, que fue durante décadas la única digna de tal nombre en la provincia y cuyos propietarios tenían desde siempre una evidente simpatía por los republicanos, Junto a ellos, Tomás Gómez se implicó en la vanguardia política, y sobre todo sindical, de la Guadalajara de su época.

El 29 de septiembre de 1868, con motivo de la Revolución Gloriosa que derrocó a Isabel II, Tomás Gómez acudió a la Casa Consistorial arriacense como uno de los comisionados del Partido Demócrata. Y cuando se rompió este partido, él se alineó con los republicanos; si en junio de 1870 era vocal del Comité Local Republicano de Guadalajara, que presidía el catedrático de Instituto de segunda enseñanza Hilarión Guerra, dos años después ya era el secretario del citado comité local. A pesar de la caída del régimen republicano, y de la consiguiente restauración monárquica, hasta su muerte siguió siendo fiel a sus ideales y era frecuente encontrarle participando en los banquetes que todos los 11 de febrero celebraban los republicanos de Guadalajara en conmemoración de la proclamación de la Primera República, También continuó ocupando puestos directivos en el partido federal, de hecho en 1886 era su presidente en la capital alcarreña, y mostrando una absoluta fidelidad a Francisco Pi y Margall.

En el otoño de 1871 la clase obrera de la ciudad de Guadalajara comenzó a organizarse con autonomía y en defensa de sus propios intereses. Por un lado, algunos trabajadores jóvenes que militaban en el Partido Republicano Federal, como el zapatero Antero Baños o el pintor Bernardino Martín que pertenecía como Tomás Gómez al comité de este partido, impulsaron la constitución de la federación local de la Primera Internacional en la capital alcarreña. Fruto de la actividad de este grupo promotor, de la que se hizo eco el semanario La Federación en su número correspondiente al 24 de diciembre de 1871, el día 10 de febrero de 1872 quedó constituida la Federación Local internacionalista de Guadalajara, que llevó una vida tan precaria que en junio el Consejo Federal reconocía que no había tenido ningún contacto reciente con ella y en octubre de 1872 la consideraba disuelta; aunque sabemos que seguía activa a finales de diciembre de ese mismo año.

Pero ese mismo otoño de 1871 se fundó, seguramente por iniciativa del mismo grupo de trabajadores, una Asociación Cooperativa de Obreros de Guadalajara que el día 28 de diciembre ya tenía su Reglamento aprobado por el gobernador civil y que en la sesión celebrada por el Ayuntamiento de Guadalajara dos días después mereció el respaldo de los concejales arriacenses, que consideraron “digno de todo elogio el noble pensamiento que emana de dicha asociación”, que presidía Tomás Gómez Martínez. Frente a la orientación revolucionaria de la Internacional, esta Asociación Cooperativa de Obreros de la capital alcarreña tenía una naturaleza mutual, llegando a disponer, por ejemplo, de su propia tahona para ofrecer el pan a precios más asequibles para los trabajadores y sus familias. Esta orientación prolongó su vida más allá del forzado paso a la clandestinidad de la Internacional en 1874 y de la represión monárquica a partir de 1875 y, siempre bajo la presidencia de Tomás Gómez, mantuvo abierta su sede social en la calle de Carbonerías hasta su disolución en el año 1883, desangrada por las luchas intestinas de una clase trabajadora que, tras la liberalización de Sagasta y los liberales en 1881, se asociaba en nuevas organizaciones.

Por un lado, los anarquistas con Antero Baños promovieron la constitución de alguna sociedad obrera, como la de zapateros, que se asociase a la recién nacida Federación de Trabajadores de la Región Española. Y por otra parte, los marxistas, que habían formado un pequeño núcleo a partir de los cajistas de la Imprenta Provincial, sostenían la Agrupación Local del Partido Socialista Obrero Español, aunque este pionero grupo marxista no pudo contar con el concurso de Tomás Gómez Martínez, que permaneció leal al Partido Republicano Federal.

Pero en 1882, y al calor de una huelga nacional de los trabajadores de artes gráficas, este pequeño núcleo de tipógrafos socialistas agrupó a todos los trabajadores de artes gráficas de la capital de la Alcarria, primero como una Subsección de la Asociación del Arte de Imprimir de Madrid y, a partir de la constitución de la Federación Tipográfica, formaron una Sección propia de la que Tomás Gómez fue su presidente, Ligorio Ruiz era su secretario y Julián Fernández Alonso ocupaba el cargo de tesorero.

Bajo su inspiración, estos tipógrafos fueron los pioneros del movimiento obrero consciente y organizado en la capital alcarreña; no por casualidad todavía en el año 1891 a la primera Junta Directiva del Ateneo Instructivo del Obrero, cuyo promotor había sido el cajista Alfonso Martín Manzano, pertenecían otros tres tipógrafos: Tomás Gómez, Juan Isidoro Ruiz y Tadeo Calomarde.


 Su actividad periodística

Esa profesión de tipógrafo y su militancia federal confluyeron fácilmente en la prensa provincial. En el año 1870 apareció La Voz de la Alcarria, un semanario que fue el primer portavoz del republicanismo federal en la provincia de Guadalajara y en el que colaboraron activamente Tomás Gómez, que también lo confeccionaba pues se imprimía en el taller tipográfico de la familia Ruiz, el farmacéutico molinés Federico Bru Mendiluce, el médico Manuel González Hierro y Manuel Mexía Sáez del Pedroso, entre otros.

El 9 de mayo de 1880, antes de que la llegada a la presidencia del gobierno de Práxedes Mateo Sagasta ampliase las libertades públicas, salió a la calle un nuevo periódico con la cabecera de La Verdad de orientación republicana federal, pero que para eludir la censura se subtitulaba “periódico semanal, científico, literario, de instrucción pública, intereses generales y materiales, noticias y anuncios”; tenía una periodicidad semanal, publicándose todos los domingos, y salió hasta el mes de julio de 1883. Lo fundó Tomás Gómez aunque, por exigencias legales del momento, figurasen como directores el abogado Tomás Sancho Cañas o José Ruiz, dueño del taller tipográfico en el que se imprimía y que además servía como sede de su redacción y administración. Colaboraban en sus páginas Manuel González Hierro y Manuel Mexía Sáez del Pedroso, a quienes ya vimos como redactores de La Voz de la Alcarria, junto a Miguel Mayoral Medina, Tomás Sancho, Calixto Rodríguez, Victoriano Fernández y Carlos Corrales. Se vendía a un precio muy asequible, dos reales al trimestre, y disfrutó de un amplio apoyo popular.

Del mismo modo, su militancia obrerista le permitió poner sus conocimientos como tipógrafo al servicio de la prensa sindical de Guadalajara. El día 13 de junio de 1882 salió el primer número del Boletín Oficial de la Asociación Cooperativa de Obreros de Guadalajara, una publicación mensual que se distribuía gratuitamente entre sus socios. Solo tenía cuatro páginas de tamaño folio y se imprimía, por el propio Tomás Gómez, en la Imprenta de Ruiz. Su redacción estaba en el número 7 de la calle de Carbonerías, domicilio social de la propia asociación, y tuvo una vida corta, pues su último número vio la luz en el mismo año de su aparición, víctima de las divergencias surgidas entre los socios.

Ese mismo año, según Juan José Morato, la subsección de Guadalajara de la Asociación del Arte de Imprimir, que presidía Tomás Gómez, comenzó a publicar un Boletín del Arte de Imprimir que apenas tiraba medio centenar de ejemplares en la Imprenta Provincial alcarreña. No costaba nada, pues los tipógrafos del establecimiento lo confeccionaban gratuitamente y dos antiguos empleados, los hermanos Cordavias, que ya estaban empleados en el servicio de Correos lo distribuían libre de franqueo. Su vida debió de ser muy breve pues no hemos encontrado más noticia del Boletín que la información que ofrece Juan José Morato.

A su muerte, en El Atalaya de Guadalajara se publicó una sentida necrológica en la que se podía leer: “El compañero estimable, el amigo cariñoso y el republicano consecuente y entusiasta, ha abandonado para siempre este mundo lleno de tristezas, amarguras y desengaños para los que como él, solo vivía trabajando moral y materialmente; lo primero para condolerse de nuestra sociedad egoísta y lo segundo para que no faltase el pedazo de pan a su honrada familia”. Y añadía: “numeroso concurso acompañó a su última morada al cadáver del infortunado presidente del Comité local [del Partido Republicano] federal, disputándose sus amigos y correligionarios el consuelo de llevarlo en hombros durante el trayecto hasta el cementerio, con la asistencia de la música de la localidad”.

A Tomás Gómez se le había concedido la cruz pensionada de María Isabel Luisa, una distinción reservada para los individuos de la tropa que se hubiesen distinguido en acciones de guerra, y durante el Sexenio Revolucionario fue miembro destacado de los Voluntarios por la Libertad.

JUAN PABLO CALERO DELSO

lunes, 11 de abril de 2022

FRANCISCO FERNÁNDEZ IPARRAGUIRRE

FERNÁNDEZ IPARRAGUIRRE, Francisco

[Guadalajara, 22 de enero de 1852 / Guadalajara, 7 de mayo de 1889]

Francisco Fernández Iparraguirre nació en Guadalajara el día 22 de enero de 1852 y falleció en la misma ciudad el 7 de mayo de 1889. Fue su padre Manuel Fernández de la Rubia, que había nacido en 1799 en Santa Cruz de Mudela, una pequeña localidad de la provincia de Ciudad Real, y que falleció en Guadalajara el 3 de febrero de 1870. Fue su madre Juliana Iparraguirre Sanz que nació, hija de Pedro y de Gregoria, en Guadalajara, ciudad en la que falleció el 18 de agosto de 1907 a los 87 años de edad. Además de Francisco, la pareja tuvo otros tres hijos: Manuel, que nació el 5 de octubre de 1857 y fue oficial de Caballería, Soledad, que murió el 15 de abril de 1860 cuando solo tenía un año de edad, y Julián Fernández Iparraguirre, que falleció el 25 de noviembre de 1864 a los 4 años de su nacimiento.

Francisco Fernández Iparraguirre contrajo matrimonio con Carmen Fritschi García, con la que vivió en el número 4 de la plaza de Santo Domingo de la capital alcarreña y con la que tuvo tres hijos, de los que dos fallecieron a corta edad: María del Pilar, que murió el 1 de febrero de 1887 con tres años y medio, y Manuel Augusto, que falleció el 21 de abril de 1888 a los 17 días de nacer. El tercero, Francisco Fernández Fritschi, nació en Guadalajara en 1889, pocos días antes de que su padre muriese tras una larga y cruel enfermedad, pero muy pronto se trasladó a Madrid con su madre y completó sus estudios de Bachillerato en el madrileño Instituto Cardenal Cisneros el 20 de junio de 1904 con la nota de Sobresaliente, ingresando en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos donde alcanzó el título correspondiente.

Francisco Fernández Iparraguirre cursó sus estudios de segunda enseñanza en el Instituto de Guadalajara, entre los años 1862 y 1868, obteniendo la calificación de Sobresaliente en la mayoría de las asignaturas y ganando siete premios en los concursos de final de curso. En 1868 se matriculó en la Facultad de Farmacia de la Universidad Central de Madrid y, a causa de la grave enfermedad que sufría su padre, aprobó en dos cursos todas las asignaturas de la carrera, obteniendo el título de Licenciado a los dieciocho años de edad. A partir de 1880, cursó y aprobó, como alumno libre, todas las asignaturas del Doctorado en dicha Facultad, practicando los ejercicios que eran preceptivos y mereciendo el grado de Doctor con una tesis sobre “División de la naturaleza y de la ciencia”, tema sobre el que pronunció una conferencia titulada “Clasificaciones de la ciencia” en el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Guadalajara en los primeros meses de 1878 y del que publicó en 1884 un folleto bajo el título de Discurso sobre las pretendidas divisiones de la naturaleza y de la ciencia.

De vuelta a Guadalajara, y siguiendo los pasos de su padre recién fallecido que también era farmacéutico de profesión, mantuvo desde 1870 la oficina de farmacia con laboratorio en la planta baja de su domicilio familiar, cuya rebotica se convirtió en el centro neurálgico de la agitación cultural en la Guadalajara de la Restauración y, al mismo tiempo, en el corazón de la investigación científica de su titular.

Actividad científica

Como farmacéutico, desde 1885 y hasta su muerte, cuatro años después, fue el Decano de los establecidos en Guadalajara y desempeñó en repetidas ocasiones el cargo de Vocal en las Juntas de Sanidad municipal y provincial. En 1882, junto a Pablo López Cortijo y Juan Almazán, formó la Comisión provincial de la Exposición Farmacéutica de ese año, organizada por el Colegio de Farmacéuticos de Madrid.

Participó en el 6º Congreso Internacional Farmacéutico, que se celebró en Bruselas en 1885, al que acudió corriendo personalmente con todos los gastos sin ninguna ayuda oficial. Fue nombrado vicepresidente del congreso y participó con una Memoria con el título de “Causes et remèdes du mépris que l’on porte partout à la classe pharmaceutique” que, al año siguiente fue publicada en el compte rendu del encuentro. A su vuelta, presentó un resumen del congreso que fue publicado por el Colegio de Farmacéuticos de Madrid junto a una traducción de su Memoria.

En la Exposición Provincial de Guadalajara que se celebró en la capital alcarreña en 1876 fue premiado con una medalla de bronce por una “Colección de plantas espontáneas en los alrededores de Guadalajara” que presentó en forma de herbario y en la que describía un tipo de zarza a la que Juan Texidor Cos, profesor de Farmacia en la Universidad de Barcelona, bautizó en su honor con el nombre taxonómico de Fernandezii. En 1884 publicó en la revista El Restaurador Farmacéutico un estudio crítico sobre esta variedad titulado “La zarza milagrosa de Pastrana (Rubus discolor, var. Fernandezii-Tex.)”, que no era el primer artículo que se recogía en las páginas de esta prestigiosa revista farmacéutica, fundada en 1844 por Pedro Calvo Asensio, pues en 1878 ya se publicó su texto sobre “Liquefacción de los gases llamados permanentes”.

El 3 de Febrero de 1882 fue nombrado individuo de la Junta para la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales que se celebró en 1883 en el Parque del Retiro de Madrid, bajo la iniciativa del ministro José Luis de Albareda y del jefe del cuerpo de Ingenieros de Minas, Luis de la Escosura y Morrough, tan vinculado a la minería en la provincia de Guadalajara. Fue la primera exposición minera que se organizó en España y en la que hubo pabellones de varios países. Para ella el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco construyó un edificio que es conocido desde entonces como el Palacio de Velázquez.

 Actividad docente

Entre 1878 y 1882 Francisco Fernández Iparraguirre también completó, como alumno libre, la carrera de Magisterio, practicando los ejercicios de reválida y obteniendo el título de Maestro Normal el 9 de Octubre de 1882. Igualmente cursó los estudios de Métodos y Procedimientos para las enseñanzas especiales de Sordomudos y Ciegos, siendo habilitado para ello tras aprobar el examen realizado el día 15 de Octubre de 1884.

Desde 1870 y hasta el año 1880 se dedicó a la enseñanza privada de la lengua francesa y de otras asignaturas, bien fuese dando clases particulares o impartiendo estas materias en varias Academias y Colegios de preparación para carreras especiales. El día 6 de Noviembre de 1880 fue nombrado, por la Diputación Provincial de Guadalajara de la que dependía económicamente el centro, profesor auxiliar de Lengua del Instituto de segunda enseñanza de la capital alcarreña, siendo ratificado el 10 de Setiembre de 1883 por una Real Orden como Catedrático interino con un salario anual de tres mil pesetas. En 1887 concurrió con otros ciento veinte aspirantes a las oposiciones convocadas para proveer ocho cátedras de Francés, aprobando con el número uno de su promoción y fue propuesto por unanimidad para ocupar la cátedra del Instituto de Guadalajara, de la que tomó posesión el 10 de Mayo de 1887. Allí permaneció hasta su muerte, aunque en su último curso de docencia solicitó el traslado al mismo puesto pero en el Instituto de segunda enseñanza de Cádiz, lo que le fue concedido por una Real Orden según recogía La Correspondencia de España del 20 de julio de 1888, aunque no llegó a trasladarse a esa provincia andaluza.

Como profesor de lengua francesa, publicó en 1883 el folleto Estudios gramaticales. Concepto general del verbo y explicación racional del mecanismo de su conjugación, con noticias sobre las formas verbales en más de 20 idiomas; en 1885 otro folleto titulado Enseñanza intuitiva y racional de los idiomas que acompañaba a un artilugio bautizado como Cuadro mecánico para la conjugación en las seis lenguas novolatinas publicado en la Tipografía de Manuel Ginés Fernández de Madrid, y que fue premiado con Diploma de Mérito en la Exposición Literario-Artística de ese año; además de un Programa razonado para la enseñanza de la Lengua Francesa en dos cursos.

También, con su amigo Tomás Escriche Mieg, dio a la imprenta una Colección de diálogos con numerosos modismos de los más usuales y Trozos escogidos de Literatura Francesa, de la que conocemos su segunda edición de 1888 en la Imprenta Provincial de Guadalajara; sus Nociones de Gramática General aplicadas especialmente al Castellano de 1884, que ya anticipó en un artículo titulado “Estudios gramaticales. Concepto general del verbo y explicación racional del mecanismo de su conjugación” que salió el 15 de junio de 1883 en la Revista Contemporánea; los Cuadros sinópticos para practicar metódicamente por escrito, en cualquier idioma, la clasificación de palabras, que suele llamarse análisis gramatical y los Cuadros sinópticos para descomponer, en idéntica forma, las proposiciones en sus elementos, formando parte de lo que generalmente se denomina análisis lógico. Pero destaca, sobre todo, su Método racional de Lengua Francesa del año 1885, cuya segunda edición fue publicada en 1889 por los herederos de Fernández Iparraguirre sin el concurso de Tomás Escriche que era su coautor.

Por otra parte, se encargó de impartir distintos cursos en el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Guadalajara y en su sucesor, el Ateneo Caracense de la misma ciudad (taquigrafía, Lengua Francesa…), encargándose en el curso de 1887 a 1888 de la dirección de las enseñanzas en este último Ateneo. Y en 1881, con motivo de conmemorarse el Centenario de Pedro Calderón de la Barca, fue premiado en un certamen público con el primer premio por su “Juicio crítico de El Mágico Prodigioso”.


 Actividad cultural

Francisco Fernández Iparraguirre fue el primer firmante del llamamiento fundacional del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Guadalajara el 2 de febrero de 1877, y se le eligió como Tesorero-Contador de su primera Junta Directiva, en la que estaba acompañado por José Julio de la Fuente, Nicolás Ugarte, José Artola, Ramiro de Bruna, Cirilo López, Tomás Escriche, Román Atienza, Félix María Clemencín, Felipe Sánchez, Antonio Vidal, Eulogio Horcajo y Mariano Vallhonrat. Su iniciativa era más que meritoria, pues desde que en 1844 se inauguró el Casino Artístico Caracense, de corta vida, no había habido más Ateneo que uno subversivo y clandestino que fundaron en esos mismos años los jóvenes que luego animaron el periódico ¡Miel de la Alcarria!

Y, apenas un mes después, el día 11 de marzo se inauguró el Ateneo en una de las dependencias del Palacio del Infantado, con la presencia e intervención del entonces gobernador civil, Antonio Alcalá-Galiano. Pero, poco más tarde, y con motivo de instalarse allí el Colegio de Huérfanos del Ejército, se trasladó al número 2 de la calle de la Concepción, en la antigua y secularizada iglesia en la que se había instalado la Exposición Universal de 1876 y en parte de cuyo solar, una vez derruida, se erigió desde 1880 el palacio de la Diputación Provincial.

Su labor en este Ateneo que, con diversos nombres, se mantuvo vivo entre 1877 y los últimos años del siglo XIX, fue muy intensa; recién abiertas sus puertas impartió cursos abreviados de Taquigrafía los sábados y desempeñó los cargos de tesorero, bibliotecario, secretario de varias secciones y secretario general, siendo en este caso el responsable de la publicación de las Memorias anuales correspondientes. En 1880 este centro se transformó en el Ateneo Escolar Caracense, del que también fue uno de sus promotores y primer presidente de una Junta Directiva que tenía a José Julio de la Fuente como presidente honorífico. Más allá del Ateneo, también participó la vida social guadalajareña y en el mes de enero de 1889 fue elegido Bibliotecario de la sociedad La Peña de Guadalajara.

Sin embargo, no hemos encontrado ningún rastro de actividad política y, ni siquiera, alguna pista de su adscripción ideológica, a pesar de haber vivido años tan intensos como los de el Sexenio Revolucionario y los primeros pasos de la Restauración. Aunque Luis Cordavias sostenía que "jamás se mezcló para nada en política", en La Controversia, que se proclamaba “religiosa, científica y política”, hemos encontrado una referencia a la colaboración del “filólogo y naturalista Sr. Fernández Iparraguirre” en la Revista Religiosa, una publicación vinculada al diario integrista católico El Siglo Futuro, sin que sea suficiente para deducir una militancia tradicionalista de Francisco Fernández Iparraguirre.

 El Volapük

El 23 de abril de 1887 Fernández Iparraguirre dio en el Ateneo Caracense su primera conferencia sobre el volapük, una nueva lengua creada en 1879 por el sacerdote alemán Johann Martin Schleyer, con el objetivo de disponer de un idioma común que favoreciese el diálogo y limitase los efectos del nacionalismo, y que se anticipó al esperanto de Ludwik Lejzer Zamenhof, un estudioso del volapük que decidió perfeccionarlo y depurarlo con una nueva lengua a partir, precisamente, de 1887.

En cualquier caso, Francisco Fernández Iparraguirre se convirtió desde 1885 en un apóstol del volapük y atrajo a un grupo de intelectuales alcarreños que, alejados de la política, sólo confiaban en la ciencia para que la Humanidad disfrutase de un futuro mejor; entre ellos estaban los profesores Manuel Sanz Benito y Tomás Escriche Mieg o el ingeniero militar Nicolás de Ugarte, que concurrían a una tertulia volapükista que se reunía en la rebotica del número 4 de la plaza de Santo Domingo.

En el mes de mayo de 1887, y como consecuencia de esa primera conferencia, se fundó el Centro Volapükista Español, en el que Fernández Iparraguirre explicó un breve curso en cinco lecciones del que salieron varios alumnos traduciendo la nueva lengua y en julio y agosto hizo otro tanto con varios internos del Colegio de huérfanos de militares, que aprobaron todos el examen de la nueva lengua. Como resultado de toda esta actividad, antes de que acabase ese año, este Centro se fusionó con el Ateneo Caracense y él fue nombrado Presidente general de ambas sociedades.

De su mano, Guadalajara se convirtió en la capital del volapük durante casi una década: aquí se editaron libros y una revista, se dieron conferencias y se asistió a congresos nacionales e internacionales. Francisco Fernández Iparraguirre fue el primer socio honorario de la Asociación Francesa para la propagación del Volapük, de las de Munich, Nurenberg, Vercelli y otras. Por sus trabajos en la propagación de esta lengua universal o volapük, recibió sucesivamente, en 22 de marzo, 6 de noviembre de 1886 y 27 de Junio de 1887, los títulos de “volapükatidel, löpitidel y plofed”, siendo el primero que los recibía en España y, por último, en el Congreso Universal, celebrado en Munich en Agosto de 1887, para constituir una Academia internacional, su nombre figura el primero entre los miembros que han de formar el Consejo supremo de dicha Academia.

Publicó dos ediciones de un Resumen de las Lecciones de Volapük dadas en el Círculo Filológico Matritense. Gramática compendiada, con vocabularios y ejercicios para el estudio de dicha lengua, un Diccionario volapük-español y fue el editor de Literat volapükik, una colección de anécdotas, cuentos, pensamientos y máximas formada por un total de 71 artículos en prosa y 21 poesías, originales de 24 autores de 14 naciones distintas. Y, por último, dirigió El Volapük, una revista internacional dividida en secciones comercial, científica, políglota literaria, recreativa y de propaganda que se publicó mensualmente a partir del 1 de Enero de 1886.

Francisco Fernández Iparraguirre consiguió en vida una fama y prestigio extraordinarios; en febrero de 1889 vio la luz el libro Un Boticario y varios farmacéuticos. Perfiles y semblanzas profesionales o siluetas y bocetos del natural de distinguidos farmacéuticos contemporáneos, escrito por Luis Siboni y D. Ángel Bellogín que le incluían entre los cuarenta y seis profesionales retratados. Fue nombrado socio corresponsal del Colegio de Farmacéuticos de Madrid, socio honorario del Ateneo de La Habana y del Círculo Filológico Matritense, individuo de número de la Asociación de Escritores y Artistas de Madrid y de la Asociación Fonética de Profesores de Lenguas vivas de París y Miembro Correspondiente de la Junta Poética Malacitana, distinción que no aceptó.

También fue profeta en su tierra, y sus compañeros del Ateneo de Guadalajara le brindaron un homenaje tras su muerte. En el mes de marzo de 1901 el Ayuntamiento de su ciudad natal decidió cambiar el nombre a la Plaza de la Fábrica, desde entonces del conde de Romanones, y al Paseo de las Cruces, hasta ahora del doctor Fernández Iparraguirre, y poner sendas placas conmemorativas en las Plazas de Moreno y Marlasca.

JUAN PABLO CALERO DELSO