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lunes, 21 de febrero de 2022

ANTONIO ALCALÁ-GALIANO MIRANDA

 ALCALÁ-GALIANO MIRANDA, Antonio

[París, 27 de marzo de 1842 / Túnez, 14 de agosto de 1902]

 Antonio Manuel Alcalá-Galiano Miranda nació en París el 27 de marzo de 1842 y falleció en Túnez el día 14 de agosto de 1902. Era hijo de Antonio Alcalá-Galiano y Fernández de Villavicencio, cuyo padre, Dionisio Alcalá-Galiano, había sido un ilustre marino muerto en combate en la batalla de Trafalgar y que, personalmente, si bien inició la carrera naval, había destacado por ser un eminente político liberal, radical en su juventud y moderado en su madurez. El 31 de diciembre de 1841 Antonio Alcalá-Galiano hubo de volver al exilio por su oposición a la regencia del general Baldomero Espartero, mientras que su esposa, embarazada de Antonio y llevando de la mano a su hijo Cristino, era tratada con desprecio y se vio obligada a caminar campo a través en pleno invierno para encontrar refugio en Francia. Instalados en París, en la rue de la Paix, la familia sufrió la muerte de Cristino y el nacimiento de Antonio, que fue bautizado en la iglesia parisina de la Madeleine el día 30 de marzo, siendo apadrinado por otros exiliados españoles: el magistrado Antonio Benavides Fernández de Navarrete y Antonia Viteri, esposa de Manuel Uriarte de la Herrán.

Su madre era Manuela Miranda Rendón, que siendo muy joven fue amante del rey Fernando VII con la que tuvo una hija, llamada Malvina. La esposa legítima del rey, la reina María Cristina de Borbón, conoció la relación pero, lejos de enemistarse con ella, sintió lástima de la joven Manuela a la que protegió desde entonces. Años después, ya fallecido el rey, Manuela Miranda fue cómplice de la entonces regente María Cristina en su relación con Fernando Muñoz, su futuro marido y duque de Riansares, sellando una profunda una amistad entre ambas familias.

Antonio Alcalá-Galiano Fernández de Villavicencio, ya viudo después de un primer matrimonio que se rompió con escándalo, contrajo segundas nupcias con Manuela Miranda, a la que conoció a su vuelta de su primer exilio en 1834 y con la que se casó salvando una evidente diferencia de edad entre ambos cónyuges y a pesar de que él era considerado el hombre más feo de España por sus contemporáneos.

A su vez, Antonio Alcalá-Galiano Miranda se casó en febrero de 1866 en la localidad guipuzcoana de Irún con Asunción Cassani Romano, hija de José Cassani Cron y White, conde de Mathian que falleció en 1888, y de Teresa Romano Rizo, que murió en 1872. Tuvieron una única hija, María del Dulce Nombre Alcalá-Galiano Cassani, que vino al mundo en 1866 y que en 1889 contrajo matrimonio con Gastón Poli Costa en la ciudad chilena de Valparaíso, donde su padre estaba destinado como cónsul de España. Precisamente, esa estancia de Antonio Alcalá-Galiano Miranda en Valparaíso tuvo una insólita consecuencia. El escritor Juan Valera, primo de aquel, le envió a Chile el libro Azul, del joven poeta nicaragüense Rubén Darío, acompañado de unas cartas que sirvieron para consagrar en España el nuevo estilo literario del modernismo.

Aunque nacido en el exilio francés, Antonio Alcalá-Galiano Miranda muy pronto pudo venir a España con sus padres, pues al año siguiente de su nacimiento cayó la regencia de Espartero y los correligionarios políticos de su padre, encabezados por el general Ramón María Narváez, se hicieron con el poder tras un golpe militar. Aquí realizó sus estudios primarios y secundarios y en 1857 se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Central madrileña.

Desengañado de la política a la vuelta de su exilio en 1843, su padre se había mantenido al margen de la vida institucional española a pesar de la vieja amistad que le unía con los dirigentes del partido moderado y de los sacrificios realizados por sus ideas. Pero en 1864 abandonó ese retraimiento y el 26 de diciembre juró su cargo como ministro de Fomento en un gabinete presidido por el general Narváez. Pero el 10 de abril de 1865 los universitarios madrileños que daban una serenata al rector, Juan Manuel Montalbán, en desagravio a su destitución por el gobierno y en apoyo al catedrático Emilio Castelar, expulsado de la Universidad, fueron tiroteados por fuerzas de la Guardia Civil y del ejército. Se dice que, al tener noticia de estos sucesos, que han pasado a la historia como la noche de San Daniel, el ministro Antonio Alcalá-Galiano sufrió un ataque y falleció repentinamente.

La familia quedó completamente desamparada pues su prestigiosa posición social no estaba acompañada por una fortuna económica suficiente; se dice que el entierro de Antonio Alcalá-Galiano tuvo que ser costeado por sus compañeros del Consejo de Ministros ante la penosa situación de su viuda. Las perspectivas para el hijo debían de ser tan oscuras que su madre, Manuela Miranda, escribió el 26 de abril de 1865, apenas quince días después de enviudar, al duque de Riansares, esposo de su amiga la reina María Cristina para pedir que le recomienden a su hijo a Isabel II “para que le conceda el empleo de mayordomo de semana, aunque sea con el menor sueldo de la clase, [pues] esto sería una ayuda para nosotros que, como V. sabe, no contamos con ninguna clase de fortuna”.

Carrera política y diplomática

Parece ser que vistió durante algún tiempo el uniforme de los húsares en el Palacio Real madrileño, aunque no siguió la carrera de las armas, y hacia el año 1867 ingresó en el Cuerpo Diplomático ocupando algunos destinos en el exterior hasta que la caída de Isabel II y el ostracismo de los moderados a partir de septiembre de 1868 añadieron nuevas dificultades a la familia Alcalá-Galiano Miranda y le hicieron perder el favor de su principal valedora. Por otro lado, su padre, que había sido un liberal exaltado que llegó a votar la incapacidad de Fernando VII en la sesión del 11 de junio de 1823, aceptó en 1836 ocupar el Ministerio de Marina en el gobierno moderado de Francisco de Istúriz, por lo que era considerado un traidor por los progresistas y no cabía esperar ninguna ayuda de ellos.

Pero los vaivenes de la política decimonónica española le ofrecieron una nueva oportunidad cuando, a partir del mes de enero de 1875, los Borbones volvieron al trono de Madrid, de la mano de Alfonso XII que era hijo de Isabel II, y los antiguos moderados, ahora agrupados en el Partido Conservador retornaron al poder. Antonio Alcalá-Galiano Miranda se unió a las filas conservadoras de Antonio Cánovas del Castillo y muy pronto inició una carrera política.

Su primer destino institucional le puso al frente de la provincia de Guadalajara, ocupando el cargo de Gobernador Civil desde el mes de octubre de 1875 hasta julio de 1878, poniendo fin a una etapa de mucha inestabilidad, pues en los nueve meses anteriores, desde la llegada al trono de Alfonso XII, se habían sucedido tres gobernadores civiles: Vicente Rico Sánchez-Tirado, Augusto José de Casanova y Francisco Saúco Brieba. En tierras alcarreñas impulsó y compartió el optimismo de la burguesía que con la Restauración monárquica y el final de la República había recuperado no solo el poder político sino también la confianza en sí mismos y la esperanza de un futuro mejor, tal y como se puso de manifiesto con la Exposición Provincial de 1878 de la que él fue “iniciador y organizador activo e inteligente del concurso”, según reseñaba La Ilustración Española y Americana. También fue él quien inauguró el Ateneo Científico, Literario y Artístico el 11 de marzo de 1877, fruto de ese renovado optimismo de la burguesía provincial.

También vio el final de la Tercera Guerra Carlista, que había alcanzado notable intensidad en la provincia, sobre todo en las comarcas de la Sierra, la Baja Alcarria y el Señorío de Molina de Aragón. Todavía en el verano de 1875 las partidas carlistas de Guadalajara ocuparon temporalmente Alocén, incendiando su molino, y Miedes de Atienza, manteniendo vivo el conflicto hasta febrero de 1876.

En el mes de julio de 1878 fue nombrado gobernador civil de Alicante, una provincia de mayor rango que la de Guadalajara, adonde se trasladó con su familia, teniendo la desgracia de que su madre, Manuela Miranda Rendón, falleciese en Alicante el 2 de octubre de 1878, siendo enterrada en el Cementerio de San Blas. Un Real Decreto del 3 de agosto de 1879 le trasladó al Gobierno Civil de Toledo, donde estuvo, en esta primera etapa, hasta que fue cesado el 19 de diciembre de 1880. Tras el breve paréntesis de los gabinetes liberales de Sagasta, el 19 de noviembre de 1884 volvió a ser nombrado gobernador civil de Toledo, ocupando este cargo hasta el 6 de octubre de 1885, cuando le cesó un nuevo gobierno liberal.

La situación económica familiar no debía de haber mejorado mucho desde los tiempos de su padre, porque el 23 de octubre de 1878, tres semanas después del fallecimiento de su madre, Antonio Alcalá-Galiano solicitó “se le transmita la pensión de 1.500 escudos que le fue concedida [a su madre] por ley 15 de julio de 1865” en condición de huérfano de su padre desde esa fecha.


En 1887 se alejó de la política nacional y retornó a la carrera diplomática, ocupando los Consulados generales de España en Lisboa, en la ciudad chilena de Valparaíso, como ya hemos citado, en la localidad costera de Emuy, en China, y desde 1897 en la Argelia francesa y, más tarde, en Túnez, también bajo dominio francés, donde falleció en 1902 cuando estaba al frente de dicho consulado.

Se decía que “había heredado también de su padre, si no su elocuencia, la facilidad de hablar en público”, y de hecho se encargó de la edición y publicación de las Memorias de su padre, que tuvieron un éxito notable y que sirven de imprescindible referencia para los estudiosos de ese período. Personalmente, tradujo algunas obras del portugués y dejó “libros de política y literatura, y esparcidos en periódicos cientos de artículos políticos y literarios. Era, además, poeta de fácil y lozana versificación”.

JUAN PABLO CALERO DELSO

martes, 8 de febrero de 2022

MIGUEL BENAVIDES SHELLY

BENAVIDES SHELLY, Miguel

[Arganda del Rey, 30 de abril de 1889 / Ciudad de México, enero de 1943]

Miguel Benavides Shelly nació el 30 de abril de 1889 en la localidad madrileña de Arganda del Rey, donde residía su familia que era propietaria de varias fincas agrícolas en esa comarca, y falleció en Ciudad de México en los últimos días de enero de 1943. Era hijo de Miguel Benavides Alfaro, un antiguo oficial del ejército que vino el mundo en Valladolid el 28 de abril de 1828, y de Manuela Shelly Fernández de Córdoba, que había nacido en Alicante el día 9 de octubre de 1849, vástagos de dos familias del estamento nobiliario y con una larga tradición militar. La pareja tuvo otros dos hijos (Severiana y José María) que, debido a la diferencia de edad entre los cónyuges, muy pronto quedaron al cuidado exclusivo de su madre, que enviudó el 3 de marzo de 1901.

Miguel Benavides Shelly contrajo matrimonio en diciembre de 1919 con Felisa Cordero de Paz e Iturriaga, hija del oficial de la Guardia Civil Jenaro Cordero Ferraz, que era diez años más joven que él. Tuvieron tres hijos: Teresa Benavides Cordero, nacida en 1921, Felisa, que vino al mundo en 1924, y Miguel, que nació en 1929, aproximadamente. Los cuatro le acompañaron al exilio en 1939.

Completada la enseñanza primaria, Miguel Benavides Shelly inició en 1899 sus estudios de Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, obteniendo el título correspondiente en junio de 1905. Durante el curso siguiente se matriculó en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central madrileña, pero creemos que no completó estos estudios y que se licenció como titulado en Filosofía y Letras, aunque al llegar al exilio en la República Dominicana declaró que su profesión era la de maestro, seguramente por indicación de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE).

Sin embargo, profesionalmente no se dedicó a la docencia, ni en la enseñanza primaria ni secundaria, sino que trabajó como oficial administrativo del Ministerio de Hacienda. La Gaceta de Madrid del 12 de abril de 1915 ya le incluía en la relación de aspirantes a funcionarios de la Hacienda Pública con titulación de Bachiller y, una vez conseguida la plaza, fue destinado a la provincia de Alicante, donde había nacido su madre y a la que estuvo desde entonces fuertemente vinculado.

Sin embargo, en el último trimestre de 1924 aceptó permutar su puesto en esa provincia con el también funcionario Santiago Garrido, destinado en la delegación de Hacienda de Guadalajara. Instalado en la capital alcarreña, al terminar el año 1925 mereció una de las recompensas de 500 pesetas que el Ministerio otorgó a sus funcionarios más destacados. Permaneció en tierras alcarreñas hasta que en diciembre de 1927 solicitó el traslado a Albacete, regresando a Alicante en el año 1929.

Actividad social y política

En 1923 Miguel Benavides Shelly iniciaba su actividad pública; en el mes de mayo de ese mismo año asistió a la asamblea de constitución de la sección de Alicante de la Liga Española de los Derechos del Hombre, una sociedad nacida en 1913 bajo el impulso del doctor Luis Simarro, como consecuencia de su campaña en defensa del pedagogo anarquista Francisco Ferrer Guardia, y que se había refundado en el año 1922 y estaba bajo la presidencia de Miguel de Unamuno.

Desde su origen, con el nombre de Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, esta asociación tuvo una fuerte inspiración masónica, así que no debe de ser casualidad que el 21 de febrero de ese mismo año Miguel Benavides ingresase en la logia Numancia de Alicante, la número 3 de la Gran Logia Regular española, con el nombre simbólico de Meng-Tien, en referencia a un general y arquitecto que impulsó la construcción de la Gran Muralla china. Trasladado a Guadalajara, pasó a la logia Ibérica número 1 de Madrid pues no había ninguna en la capital alcarreña, hasta que, por su mediación y con la colaboración de Marcelino Martín y Miguel Bargalló, se constituyó la logia Arriaco número 8. Destinado en Albacete, se incorporó a la logia Mendizábal de esa ciudad, hasta que en 1929, de regreso a Alicante, volvió a la logia Numancia, ahora con el grado 33, que ostentó desde el primer trimestre de 1930.

Esta vinculación con la Masonería le hizo tristemente célebre durante la Guerra Civil. Al estallar el conflicto las fuerzas golpistas se hicieron con el control de Segovia y las milicias rebeldes asaltaron la casa que la familia Benavides tenía en la ciudad, incautándose de toda la documentación personal que allí se guardaba. Con estos materiales José Manuel Ojeda Guillelmi, miembro del Servicio de Información y Policía Militar franquista durante el conflicto, escribió un librito de un centenar de páginas titulado Vida política de un grado 33 que en 1937 publicó en Burgos el canónigo Juan Tusquets en sus Ediciones Antisectarias. A pesar de la censurable violación de su intimidad, la imagen que se ofrece de de Miguel Benavides en este libro es moderada y moderna, excepto para alguien tan sectario e imbuido del integrismo católico como el autor y el editor de la obra.

En paralelo a esta actividad masónica corrió su militancia política. Aunque manifesto que a los 16 años formó parte de las juventudes de la Unión Republicana de Nicolás Salmerón, básicamente su actividad política se desarrolló a partir de la Dictadura primorriverista. Durante su estancia en Guadalajara se integró en la Agrupación del PSOE, más por afinidad personal con Marcelino Martín, Miguel Bargalló o Tomás de la Rica que por identidad ideológica con el partido socialista. Pero desde su regreso a Alicante, en el año 1929, se afilió a Acción Republicana, el partido político fundado por Manuel Azaña durante la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera que se constituyó legalmente en el año 1931, siendo entonces elegido Miguel Benavides para hacerse cargo de la Secretaría Provincial de Alicante hasta que en enero de 1932, tras una Asamblea Provincial, fue nombrado Contador de su ejecutiva provincial, convertido ya en uno de los militantes más destacados del republicanismo alicantino. En el año 1934 Acción Republicana se integró en un nuevo partido, Izquierda Republicana, nacido de la convergencia de diversos grupos bajo el liderazgo de Manuel Azaña y al que se afilió Miguel Benavides, que ese mismo año fue elegido Contador de su directiva nacional. Toda esta carrera política no se puede entender sin su estrecha amistad con Carlos Esplá Rizo, un periodista alicantino republicano y masón, que en su juventud había sido secretario de Vicente Blasco Ibáñez, y al que Miguel Benavides acompañó hasta su exilio en México, donde mantuvo su adscripción a Izquierda Republicana.

Segunda República, Guerra y exilio

Pero quizás su actividad política más destacada durante el quinquenio republicano fuese el Gobierno Civil de Guadalajara. En una primera etapa, fue gobernador de la provincia alcarreña entre el 6 de noviembre de 1932 y el 13 de septiembre de 1933 y, en su segundo período, ocupó esa misma responsabilidad desde el mes de febrero de 1936 hasta el 13 de diciembre de ese mismo año, en que apareció su cese en la Gaceta de Madrid.

En 1932 su nombramiento fue bien acogido, incluso por la prensa derechista, por haber vivido en Guadalajara y conocer la provincia de primera mano. Además se señalaba que era “hombre joven, culto y tolerante con toda clase de ideologías [que gobernaría] procurando en todo momento patentizar sus ideas democráticas”, como se podía leer en el semanario Flores y Abejas con motivo de su designación. Cumpliendo las expectativas puestas en él, en su primer día al frente de la provincia recibió a una comisión de propietarios y trabajadores agrícolas de Azuqueca de Henares consiguiendo con su intervención resolver el conflicto planteado entre ellos.

Destacó también por su mediación para conseguir que se mantuviesen abiertas las factorías de La Hispano en Guadalajara, tanto de aviones como de vehículos, pues el gobierno republicano se resistía a que pasasen a estar controladas por la FIAT, una empresa que tenía su matriz en la Italia fascista, llegando a formarse una comisión que se entrevistó personalmente con el jefe del gobierno, Manuel Azaña.

Al finalizar su primer paso por el Gobierno Civil de Guadalajara, fue nombrado, aunque muy brevemente, delegado del gobierno en la isla de Menorca, renunciando al puesto, que parece ser que no llegó a ocupar, y siendo sustituido por Teodoro González González-Vega en vísperas de las elecciones legislativas que dieron el triunfo a las candidaturas conservadoras. Trasladó entonces su residencia a la ciudad de Segovia, recuperando su empleo en la Delegación de Hacienda y residiendo en el número 20 de la calle Ochoa Ondeategui.

Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, Miguel Benavides Shelly fue de nuevo nombrado gobernador civil de la provincia de Guadalajara. En esta ocasión la principal preocupación del nuevo delegado gubernativo fue la violencia política, con el asesinato por pistoleros de la extrema derecha de los carteros de Moratilla de los Meleros y de Sigüenza, que estaban promoviendo los sindicatos de clase en sus comarcas, la represión con uso de armas de fuego por la Guardia Civil de la protesta de los trabajadores de las salinas del norte de la provincia o los ataques personales o amenazas de muerte protagonizadas por militares conspiradores y reconocidos monárquicos.

Paradójicamente, esa tarea de pacificación se vio entorpecida por el ascenso del jefe de la Guardia Civil en la provincia alcarreña; José Sanjurjo Rodríguez-Arias, comandante del 20º Tercio de esta fuerza, fue ascendido a general de brigada el día 21 de mayo de 1936, siéndole asignado el mando de la 4ª Zona de la Guardia Civil, con residencia en Madrid, y que tenía a su cargo las provincias de Ávila, Badajoz, Cáceres, Cuenca, Madrid, Salamanca, Toledo y Zamora. El 25 de mayo se convocó un homenaje en la ciudad de Guadalajara en la que Miguel Benavides le impuso la faja de general y José Sanjurjo Rodríguez-Arias cedía el testigo del mando de la Guardia Civil en la provincia a su segundo, Ricardo Ferrari Ayora, que se sublevó en julio de 1936 y puso a la Guardia Civil a disposición de los golpistas.

Desde julio de 1936 procuró por todos los medios mantener la paz en tierras alcarreñas; así el día 15 emitió un bando para asegurar “el riguroso mantenimiento del orden público” y a partir del día 18 negoció con los oficiales de la guarnición de Guadalajara que le dieron su palabra de lealtad a la República hasta que se sublevaron forzando su huida a Madrid, volviendo a la provincia cuando fue liberada por las milicias cenetistas madrileñas de Cipriano Mera. Al volver a ejercer sus funciones, emitió un nuevo bando el día 28 de julio en el que prohibía que a nadie se le “exigiese la documentación, […] realizare registros domiciliarios, detenciones, ataques contra la vida, integridad corporal o propiedad ajena”, aunque su control de la situación era ya muy limitado.

 Cuando el 4 de noviembre de 1936 se formó el segundo gabinete de Francisco Largo Caballero, el nuevo gobierno incorporó un Ministerio de Propaganda a cuyo frente situó al periodista republicano alicantino Carlos Esplá Rizo, que como ya dijimos mantenía una larga amistad con Miguel Benavides Shelly, quien fue nombrado secretario particular del ministro el día 22 de noviembre y, forzosamente, renunció a su puesto como gobernador civil de Guadalajara, cese que se hizo efectivo el 13 de diciembre de ese mismo año.

El 25 de mayo de 1938 fue nombrado, a propuesta del ministro de Obras Públicas Antonio Velao Oñate, delegado del Gobierno en la Confederación Hidrográfica del Ebro, aunque para entonces el control de casi todo el cauce y la cuenca de este río ya estaban bajo la autoridad del ejército rebelde. Fue, de todos modos, su último cargo al servicio de la República Española en el interior del país.

En los primeros meses de 1939 abandonó con su familia el territorio español, ante la amenaza de represalias por parte de la dictadura franquista, dada su condición de masón y su militancia republicana; no en vano José Manuel Ojeda reconocía en su libro que cuando fuese detenido el capítulo final de su biografía sería “el más sabroso y trágico”. Y, efectivamente, Miguel Benavides Shelly fue juzgado y condenado en rebeldía, en el sumario 309/1941, a 30 años de reclusión mayor y otras penas accesorias por su pertenencia a la Masonería.

En un primer momento recaló en la República Dominicana, adonde llegó en diciembre de 1939, residiendo en el número 43 de la calle de Isabel la Católica de la capital del país, Santo Domingo, y donde actuó como responsable de la JARE junto a Rafael Supervía y Balbina Medrano. En 1938 el dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, decidió no presentarse a la reelección como presidente del país, ocupando la jefatura del Estado los presidentes títeres Jacinto Bienvenido Peynado, hasta su muerte en 1940, y Manuel de Jesús Troncoso, hasta 1942. La política de puertas abiertas a los exiliados españoles de ese período, se cerró con la progresiva vuelta al poder del dictador Trujillo, hasta el punto que José Andreu Abelló, en representación de la JARE, escribió al gobierno mexicano en febrero de 1941 que la familia Benavides “se hallaban en la actualidad en la República Dominicana, en cuyo país se le ha creado una situación difícil, por lo que es de urgencia procurar su inmediata salida”.

Finalmente, el día 25 de marzo de 1942 Miguel Benavides y los suyos llegaron a México y se instalaron en el número 157 de la calle Ayuntamiento en el Distrito Federal. La JARE le nombró funcionario, con un salario de 250 pesos mensuales, le proveyó de una tarjeta para la asistencia médica y le facilitó otros servicios, Aunque en la petición de entrada en México la JARE apuntaba que probablemente fijaría su residencia en el estado de Michoacán, lo cierto es que fue nombrado profesor en el Colegio Madrid de Ciudad de México, abierto para asegurar la formación de los hijos de los exiliados españoles, pero falleció a finales de enero de 1943. El periódico Adelante, portavoz del PSOE en México, reseñaba en su número del 1 de febrero de 1943  “su decisión y energía en momentos difíciles para la República, a la que sirvió, sin tasa ni medida, cuando fué requerido para ello. Del señor Benavides Shelly puede decirse con completa justicia que fue un hombre entregado de lleno a los ideales democráticos, un republicano sin ambiciones, que desdeñó honores para ser útil a España”, y destacaba “su paso por el gobierno provincial del feudo Romanonista […] reclamado por la voluntad popular, a proseguir su obra de saneamiento moral y politico en aquella provincia española, tantos años sometida al caciquismo”.

JUAN PABLO CALERO DELSO