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jueves, 20 de abril de 2017

JUAN CREUS MANSO

CREUS MANSO, Juan
[Guadalajara, 1 de marzo de 1828 / Granada, 1 de junio de 1897]

Nació en Guadalajara el 1 de marzo de 1828, hijo de Juan Creus y Francisca Manso; su padre estaba empleado en las oficinas de la Real Fábrica de Paños establecida en la capital alcarreña, pero desde que 1821 cerraron sus puertas estas manufacturas reales quedó sin ocupación, falleciendo en 1835 y dejando sin recursos económicos suficientes a una familia que ya conocía las privaciones.
Juan Creus Manso contrajo matrimonio con Juliana García Herranz, que falleció en julio de 1888, y con la que tuvo tres hijos: Juan, Félix y Dolores Creus García. Su hija se casó con Anastasio Malo, un oficial del arma de ingenieros e hijo del Señorío de Molina que fue profesor de la Academia de Guadalajara y ayudante de campo del Presidente del Consejo de Guerra y Marina. En 1908 se presentó como candidato, con el aval del Partido Conservador, para ganar el escaño al Congreso por el distrito molinés, aunque fue derrotado por el republicano Calixto Rodríguez. Hombre también profundamente religioso, a él se debió la fundación de la Caja Rural Católica de Campillo de Dueñas.
Sólo gracias al sacrificio de su madre, pudo Juan Creus cursar sus primeros estudios en Guadalajara y completarlos en el Seminario de Sigüenza, revalidando en 1846 el grado de Bachiller en la Universidad eclesiástica de Toledo. Mientras estudiaba, y para ser menos gravoso a su madre, colaboró en el Diccionario Enciclopédico de la Lengua Castellana de Gaspar y Roig, cuya primera edición salió de imprenta en 1853.
Ingresó en la Universidad de Madrid, alcanzando en 1852 el título de licenciado en Medicina y Cirugía después de completar sus prácticas en el Hospital de San Carlos de la madrileña calle de Atocha. Ese mismo año obtuvo el grado de doctor con una tesis titulada “Del valor en el médico”, que trataba de la moralidad exigida a los médicos, analizada desde una perspectiva religiosa. En atención a sus méritos, fue el encargado de pronunciar el discurso en el acto con que la Academia Quirúrgica Matritense conmemoraba su séptimo aniversario ese mismo año de 1852.
En noviembre de 1890, y a causa de su delicado estado de salud, solicitó su jubilación de su cátedra madrileña, retiro que se hizo efectivo el 31 de diciembre de ese mismo año. Dejó entonces Madrid y volvió a residir en la ciudad de Granada, donde falleció el 1 de junio de 1897 como consecuencia de una apoplejía, habiendo padecido una hemiplejia en octubre de 1894. En el momento de su fallecimiento estaba en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica, que se le había concedido en septiembre de 1885.

Profesor universitario
Al año siguiente de obtener la licenciatura, opositó para ocupar la Cátedra de Anatomía General y Descriptiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela, que no obtuvo. Pero ese mismo año ganó por oposición la Cátedra de Patología Quirúrgica de Granada, donde formó a numerosos y destacados discípulos. En esa provincia andaluza fue propietario de un amplio cortijo y de una casa en la calle Recogidas de la capital, además de otra vivienda en Albolote y de varias fincas agrícolas, en las que cultivó muy tempranamente la remolacha azucarera, siendo uno de los primeros que lo hizo en España, fundando una empresa, Creus y Compañía, que abrió con el nombre de Santa Juliana una fábrica que fue pionera en para la obtención de azúcar.
En 1876 se presentó a la oposición y fue propuesto por el tribunal para que ocupase la Cátedra de Patología Quirúrgica de Madrid, y dos años después, para el curso 1878-1879, fue propuesto para la de Clínica Quirúrgica de la misma Universidad, pasando a residir en su domicilio madrileño en el piso principal del número 13 de la calle de Barquillo. Era por entonces, según descripción de quien fue su discípulo, el periodista José Francos Rodríguez, de “regular talla, mirada expresiva, rostro animadísimo, encuadrado por patillas grises y empaque general, del que se desprendía atracción simpática y autoridad, no de la concedida, sino de la conquistada á fuerza de méritos”.
En 1884 fue nombrado rector de la Universidad Central madrileña, que estaba vacante por la dimisión de Francisco de la Pisa Pajares, que abandonó el cargo como protesta por la actuación policial a consecuencia de unas sonoras algaradas estudiantiles. Como nadie quería aceptar ese cargo, el ministro Alejandro Pidal y Mon acudió a su antiguo compañero de la Unión Católica.
Se mostró Juan Creus en su primera alocución como máxima autoridad del distrito universitario madrileño como un rector paternalista, pero estricto amante de ese orden de “todos y cada uno, según el puesto en que la Providencia le ha colocado”, animando a los estudiantes a evitar las “excitaciones subversivas”. Su nombramiento fue muy contestado y si el periódico integrista El Siglo Futuro le calificaba como “rector inverosímil, rechazado por el plebiscito universitario”, el anticlerical Las Dominicales del Libre Pensamiento decía de él que era “excelente cirujano, nulidad absoluta como hombre de ciencia y mestizo [católico que aceptaba el liberalismo] fanático”; una hostilidad que no se vio precisamente atemperada por su decisión de permitir que la fuerza pública ocupase el interior de los edificios universitarios. En cualquier caso, este nombramiento llevaba asociado el de miembro del Consejo de Instrucción Pública, que también asumió.

Su labor científica
Ejerció su magisterio más allá de las aulas universitarias y ya en 1854 fue elegido académico de número de la Real Academia de Medicina de Madrid, aunque hasta el 7 de mayo de 1882 no leyó su discurso de ingreso, que fue contestado por el académico José Calvo Martín. Fue uno de los principales promotores y vicepresidente ejecutivo del Congreso Médico Andaluz que se celebró en Sevilla en 1875, y durante el que practicó a dos cadáveres operaciones "de talla perineal […] a presencia de varios profesores de la Escuela, de numerosos estudiantes y de cuantas personas llenaban el anfiteatro del hospital Central” sevillano. También formó parte en repetidas ocasiones de tribunales de oposición para la provisión de cátedras en varias Facultades de Medicina.
Además, publicó varias obras científicas, entre las que destacaba su muy conocido Tratado elemental de Anatomía médico-quirúrgica, cuya primera edición salió de imprenta en 1861 y se decretó que fuese libro de texto en las Facultades de Medicina, y su traducción y revisión en 1871 de La ciencia y el arte de la Cirugía o Patología y Clínica Quirúrgica, una voluminosa obra en ocho tomos que había sido escrita por John Eric Erichsen.
Durante su estancia en Madrid, y por encontrarse presente en el acto religioso, fue el encargado de atender en primer lugar y extraer las balas que hirieron de muerte al molinés Narciso Martínez Izquierdo, primer obispo de Madrid, que sufrió un atentado a manos de un sacerdote en abril de 1886. Nada pudo hacer por salvar su vida, a pesar del parentesco que los unía y de ser un experto en esas heridas, como demostró publicando en 1881 unos Estudios sobre las heridas de armas de fuego.
Otras obras suyas notables fueron Ensayo teórico práctico sobre las resecciones subperiósticas, un tema que volvió a tratar referido solamente a las extremidades superiores en la Memoria que presentó al Congreso Médico Andaluz, Apuntes para el estudio de una especie de tumores de los huesos que pueden llamarse mielomas, Noticia acerca del agua mineral del manantial de San José de la Aliseda, Una página para la historia de los pólipos naso-faríngeos… También fue autor de diversos artículos publicados en la prensa científica de su tiempo.
Por otra parte, y según recogía la prensa de su tiempo, “La ciencia le es deudora también de varios procederes operatorios de su invención, referentes los unos á las resecciones de los huesos maxilares, otro para la talla perineal, otro para la extirpación de los pólipos naso-faríngeos, otro para el pterigión, algunos más para diversos afectos quirúrgicos. Distínguese también el Sr. Creus por su artística manera de hacer y de disponer las curas y los apósitos, habiendo inventado algunos de éstos, como el que usa especialmente para las fracturas de los miembros”. A cambio, y seguramente por motivaciones religiosas, se opuso públicamente a la incineración de cadáveres, un asunto sobre el que publicó un artículo en La Ciencia Cristiana.

Su actividad política
Fue Juan Creus Manso un activo y destacado militante del catolicismo más intransigente. Esta adscripción ideológica al tradicionalismo político y al integrismo católico se manifestó muy tempranamente; ya en 1857 se hizo público que se había negado a aportar un donativo para erigir un monumento al poeta José Quintana, considerado un héroe del patriotismo liberal, porque alguna de sus composiciones eran impías. Durante los primeros años de la Restauración fue vicepresidente de la Asociación de Católicos de Granada, que acogía a los carlistas cuyo partido había sido puesto fuera de la ley.
En 1879 ocupó un escaño en el Senado, en representación de la Universidad de Granada que, como los otros nueve distritos universitarios, tenía el derecho de enviar un delegado suyo a la Cámara Alta, siendo él el elegido a pesar de que ya estaba destinado en la Universidad Central; fue una votación muy reñida, porque el doctor Creus representaba sin tapujos “al partido carlista más intransigente”. Fue admitido en la sesión del 4 de junio de 1879, ocupando su escaño en las legislaturas de 1879-1880 y de 1880-1881. En esos períodos de sesiones presentó al Senado una proposición de ley sobre “la fundación de un hospital modelo dedicado á la enseñanza práctica de la medicina”. En 1884 volvió a ser elegido para ocupar de nuevo en el Senado el escaño correspondiente al distrito universitario de Granada.
En 1881, siendo aún senador, fue uno de los firmantes, con los guadalajareños Manuel Pérez Villamil y Juan Catalina García, del documento que sentaba las bases de la Unión Católica, un nuevo partido confesional cuyos adheridos sacrificaban su antigua defensa de la legitimidad de la dinastía carlista para centrarse en la defensa del integrismo católico. En 1882 fue elegido presidente de la Sección de Educación y enseñanza de la Junta Superior Directiva del citado partido político y en mayo de 1883 formó parte de una comisión de este partido que redactó un proyecto para la creación de un centro de estudios católicos.
La Unión Católica terminó por integrarse en el Partido Conservador de Antonio Cánovas del Castillo, lo que enemistó a Creus y a sus correligionarios con los carlistas y los integristas católicos. Aunque políticamente pasó a militar en la órbita del liberalismo conservador, no abandonó su conocido catolicismo intransigente, que le enfrentó con otro guadalajareño: el molinés Anselmo Arenas.
En diciembre de 1893, se hizo pública una carta firmada por un grupo de padres de alumnos de Granada, en la que se ratificaban las denuncias que el arzobispo de esa diócesis había realizado contra este profesor del Instituto de segunda enseñanza, sosteniendo que “ha convertido su cátedra en centro de propaganda de ideas anticatólicas y antipatrióticas, expuestas sin guardar respeto ni aún a las leyes del pudor cultural que en países protestantes todavía se guarda”. Este escrito reflejaba con exactitud la cuestión doctrinal que se estaba dilucidando, al reconocer que “hay gran distancia de la tolerancia a la libertad de cultos”, es decir, se consentía que Anselmo Arenas pensase libremente, pero se le prohibía expresar públicamente su ideario y se pedía que el Estado actuase como brazo ejecutor de la Iglesia Católica para impedir que se cuestionase abiertamente la doctrina católica: integrismo católico químicamente puro que mostraba con rotunda claridad que detrás de esta Junta de Padres de Familia de Granada se encontraba el doctor Juan Creus Manso, que hacía muchos años que no tenía hijos en edad escolar.
 Juan Creus y Guadalajara
Aunque Juan Creus abandonó Guadalajara en su juventud, siempre permaneció sentimentalmente unido a la capital alcarreña. El doctor Benito Hernando, compañero suyo en el claustro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, recordaba como “brillaban sus ojos, se llenaba de alegría su cara morenota, encogía los hombros, metía los diez dedos entre su espesa cabellera, se agarraba después las patillas, se levantaba deprisa del asiento, andaba con viveza de un lado para otro en la sala de catedráticos, refiriendo Creus la ilusión con que recordaba los Apóstoles de la procesión del Corpus de su Guadalajara, las ramas de árboles de la Alaminilla con que vestían por el año 1834 las columnas del pórtico de Santa María y el cantueso que echaban los alcarreños para rendir homenaje al Señor”. Esta evocación nos muestra la profunda religiosidad del doctor Creus que, al morir, dejaba en su testamento 250 pesetas para el Santuario de la Virgen de la Antigua de Guadalajara.
Si él no olvido a Guadalajara, la capital alcarreña tampoco le olvidó a él, y en el año 1905, con el conservador Juan Miranda Olave al frente del consistorio arriacense, se acordó poner el nombre del doctor Creus a la calle de Budierca, en la que había nacido casi un siglo atrás “en la casa del ciprés, antiguo edificio de dos plantas, con un gran balcón, sobre el cual se ve un escudo nobiliario”, según recordaba el periodista Luis Cordavias.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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