CREUS MANSO, Juan
[Guadalajara, 1 de marzo de 1828 / Granada, 1 de junio
de 1897]
Nació en Guadalajara el 1 de marzo de 1828, hijo de
Juan Creus y Francisca Manso; su padre estaba empleado en las oficinas de la
Real Fábrica de Paños establecida en la capital alcarreña, pero desde que 1821
cerraron sus puertas estas manufacturas reales quedó sin ocupación, falleciendo
en 1835 y dejando sin recursos económicos suficientes a una familia que ya
conocía las privaciones.
Juan Creus Manso contrajo matrimonio con Juliana
García Herranz, que falleció en julio de 1888, y con la que tuvo tres hijos:
Juan, Félix y Dolores Creus García. Su hija se casó con Anastasio Malo, un
oficial del arma de ingenieros e hijo del Señorío de Molina que fue profesor de
la Academia de Guadalajara y ayudante de campo del Presidente del Consejo de
Guerra y Marina. En 1908 se presentó como candidato, con el aval del Partido
Conservador, para ganar el escaño al Congreso por el distrito molinés, aunque
fue derrotado por el republicano Calixto Rodríguez. Hombre también
profundamente religioso, a él se debió la fundación de la Caja Rural Católica
de Campillo de Dueñas.
Sólo gracias al sacrificio de su madre, pudo Juan
Creus cursar sus primeros estudios en Guadalajara y completarlos en el
Seminario de Sigüenza, revalidando en 1846 el grado de Bachiller en la
Universidad eclesiástica de Toledo. Mientras estudiaba, y para ser menos
gravoso a su madre, colaboró en el Diccionario Enciclopédico de la Lengua
Castellana de Gaspar y Roig, cuya primera edición salió de imprenta en 1853.
Ingresó en la Universidad de Madrid, alcanzando en
1852 el título de licenciado en Medicina y Cirugía después de completar sus
prácticas en el Hospital de San Carlos de la madrileña calle de Atocha. Ese
mismo año obtuvo el grado de doctor con una tesis titulada “Del valor en el
médico”, que trataba de la moralidad exigida a los médicos, analizada desde una
perspectiva religiosa. En atención a sus méritos, fue el encargado de pronunciar
el discurso en el acto con que la Academia Quirúrgica Matritense conmemoraba su
séptimo aniversario ese mismo año de 1852.
En noviembre de 1890, y a causa de su delicado estado
de salud, solicitó su jubilación de su cátedra madrileña, retiro que se hizo
efectivo el 31 de diciembre de ese mismo año. Dejó entonces Madrid y volvió a
residir en la ciudad de Granada, donde falleció el 1 de junio de 1897 como
consecuencia de una apoplejía, habiendo padecido una hemiplejia en octubre de
1894. En el momento de su fallecimiento estaba en posesión de la Gran Cruz de
Isabel la Católica, que se le había concedido en septiembre de 1885.
Profesor
universitario
Al año siguiente de obtener la licenciatura, opositó
para ocupar la Cátedra de Anatomía General y Descriptiva de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela, que no obtuvo. Pero ese
mismo año ganó por oposición la Cátedra de Patología Quirúrgica de Granada,
donde formó a numerosos y destacados discípulos. En esa provincia andaluza fue
propietario de un amplio cortijo y de una casa en la calle Recogidas de la
capital, además de otra vivienda en Albolote y de varias fincas agrícolas, en
las que cultivó muy tempranamente la remolacha azucarera, siendo uno de los
primeros que lo hizo en España, fundando una empresa, Creus y Compañía, que
abrió con el nombre de Santa Juliana una fábrica que fue pionera en para la
obtención de azúcar.
En 1876 se
presentó a la oposición y fue propuesto por el tribunal para que ocupase la
Cátedra de Patología Quirúrgica de Madrid, y dos años después, para el curso
1878-1879, fue propuesto para la de Clínica Quirúrgica de la misma Universidad,
pasando a residir en su domicilio madrileño en el piso principal del número 13
de la calle de Barquillo. Era por entonces, según descripción de quien fue su
discípulo, el periodista José Francos Rodríguez, de “regular talla, mirada
expresiva, rostro animadísimo, encuadrado por patillas grises y empaque
general, del que se desprendía atracción simpática y autoridad, no de la
concedida, sino de la conquistada á fuerza de méritos”.
En 1884 fue
nombrado rector de la Universidad Central madrileña, que estaba vacante por la
dimisión de Francisco de la Pisa Pajares, que abandonó el cargo como protesta
por la actuación policial a consecuencia de unas sonoras algaradas
estudiantiles. Como nadie quería aceptar ese cargo, el ministro Alejandro Pidal
y Mon acudió a su antiguo compañero de la Unión Católica.
Se mostró Juan
Creus en su primera alocución como máxima autoridad del distrito universitario
madrileño como un rector paternalista, pero estricto amante de ese orden de
“todos y cada uno, según el puesto en que la Providencia le ha colocado”,
animando a los estudiantes a evitar las “excitaciones subversivas”. Su
nombramiento fue muy contestado y si el periódico integrista El Siglo Futuro le calificaba como
“rector inverosímil, rechazado por el plebiscito universitario”, el
anticlerical Las Dominicales del Libre
Pensamiento decía de él que era “excelente cirujano, nulidad absoluta como
hombre de ciencia y mestizo [católico que aceptaba el liberalismo] fanático”;
una hostilidad que no se vio precisamente atemperada por su decisión de
permitir que la fuerza pública ocupase el interior de los edificios
universitarios. En cualquier caso, este nombramiento llevaba asociado el de
miembro del Consejo de Instrucción Pública, que también asumió.
Su labor científica
Ejerció su
magisterio más allá de las aulas universitarias y ya en 1854 fue elegido
académico de número de la Real Academia de Medicina de Madrid, aunque hasta el
7 de mayo de 1882 no leyó su discurso de ingreso, que fue contestado por el
académico José Calvo Martín. Fue uno de los principales promotores y
vicepresidente ejecutivo del Congreso Médico Andaluz que se celebró en Sevilla
en 1875, y durante el que practicó a dos cadáveres operaciones "de talla
perineal […] a presencia de varios profesores de la Escuela, de numerosos
estudiantes y de cuantas personas llenaban el anfiteatro del hospital Central”
sevillano. También formó parte en repetidas ocasiones de tribunales de
oposición para la provisión de cátedras en varias Facultades de Medicina.
Además, publicó varias obras científicas, entre las
que destacaba su muy conocido Tratado elemental de Anatomía
médico-quirúrgica, cuya primera edición salió de imprenta en 1861 y se
decretó que fuese libro de texto en las Facultades de Medicina, y su traducción
y revisión en 1871 de La ciencia y el
arte de la Cirugía o Patología y Clínica Quirúrgica, una voluminosa obra en
ocho tomos que había sido escrita por John Eric Erichsen.
Durante su estancia en Madrid, y por encontrarse
presente en el acto religioso, fue el encargado de atender en primer lugar y
extraer las balas que hirieron de muerte al molinés Narciso Martínez Izquierdo,
primer obispo de Madrid, que sufrió un atentado a manos de un sacerdote en
abril de 1886. Nada pudo hacer por salvar su vida, a pesar del parentesco que
los unía y de ser un experto en esas heridas, como demostró publicando en 1881
unos Estudios sobre las heridas de armas
de fuego.
Otras obras
suyas notables fueron Ensayo teórico
práctico sobre las resecciones subperiósticas, un tema que volvió a tratar
referido solamente a las extremidades superiores en la Memoria que presentó al
Congreso Médico Andaluz, Apuntes para el
estudio de una especie de tumores de los huesos que pueden llamarse mielomas,
Noticia acerca del agua mineral del
manantial de San José de la Aliseda, Una
página para la historia de los pólipos naso-faríngeos… También fue autor de
diversos artículos publicados en la prensa científica de su tiempo.
Por otra parte,
y según recogía la prensa de su tiempo, “La ciencia le es deudora también de
varios procederes operatorios de su invención, referentes los unos á las
resecciones de los huesos maxilares, otro para la talla perineal, otro para la
extirpación de los pólipos naso-faríngeos, otro para el pterigión, algunos más
para diversos afectos quirúrgicos. Distínguese también el Sr. Creus por su
artística manera de hacer y de disponer las curas y los apósitos, habiendo
inventado algunos de éstos, como el que usa especialmente para las fracturas de
los miembros”. A cambio, y seguramente por motivaciones religiosas, se opuso
públicamente a la incineración de cadáveres, un asunto sobre el que publicó un
artículo en La Ciencia Cristiana.
Su actividad política
Fue Juan Creus Manso un activo y destacado militante
del catolicismo más intransigente. Esta adscripción ideológica al
tradicionalismo político y al integrismo católico se manifestó muy
tempranamente; ya en 1857 se hizo público que se había negado a aportar un
donativo para erigir un monumento al poeta José Quintana, considerado un héroe
del patriotismo liberal, porque alguna de sus composiciones eran impías.
Durante los primeros años de la Restauración fue vicepresidente de la
Asociación de Católicos de Granada, que acogía a los carlistas cuyo partido
había sido puesto fuera de la ley.
En 1879 ocupó un
escaño en el Senado, en representación de la Universidad de Granada que, como
los otros nueve distritos universitarios, tenía el derecho de enviar un
delegado suyo a la Cámara Alta, siendo él el elegido a pesar de que ya estaba
destinado en la Universidad Central; fue una votación muy reñida, porque el
doctor Creus representaba sin tapujos “al partido carlista más intransigente”.
Fue admitido en la sesión del 4 de junio de 1879, ocupando su escaño en las
legislaturas de 1879-1880 y de 1880-1881. En esos períodos de sesiones presentó
al Senado una proposición de ley sobre
“la fundación de un hospital modelo dedicado á la enseñanza práctica de la
medicina”. En 1884 volvió a ser elegido para ocupar de nuevo en el Senado el
escaño correspondiente al distrito universitario de Granada.
En 1881, siendo
aún senador, fue uno de los firmantes, con los guadalajareños Manuel Pérez
Villamil y Juan Catalina García, del documento que sentaba las bases de la
Unión Católica, un nuevo partido confesional cuyos adheridos sacrificaban su
antigua defensa de la legitimidad de la dinastía carlista para centrarse en la
defensa del integrismo católico. En 1882 fue elegido presidente de la Sección
de Educación y enseñanza de la Junta Superior Directiva del citado partido
político y en mayo de 1883 formó parte de una comisión de este partido que
redactó un proyecto para la creación de un centro de estudios católicos.
La Unión
Católica terminó por integrarse en el Partido Conservador de Antonio Cánovas
del Castillo, lo que enemistó a Creus y a sus correligionarios con los
carlistas y los integristas católicos. Aunque políticamente pasó a militar en
la órbita del liberalismo conservador, no abandonó su conocido catolicismo
intransigente, que le enfrentó con otro guadalajareño: el molinés Anselmo
Arenas.
En diciembre de
1893, se hizo pública una carta firmada por un grupo de padres de alumnos de
Granada, en la que se ratificaban las denuncias que el arzobispo de esa
diócesis había realizado contra este profesor del Instituto de segunda
enseñanza, sosteniendo que “ha convertido su cátedra en centro de propaganda
de ideas anticatólicas y antipatrióticas, expuestas sin guardar respeto ni aún
a las leyes del pudor cultural que en países protestantes todavía se guarda”.
Este escrito reflejaba con exactitud la cuestión doctrinal que se estaba
dilucidando, al reconocer que “hay gran distancia de la tolerancia a la
libertad de cultos”, es decir, se consentía que Anselmo Arenas pensase
libremente, pero se le prohibía expresar públicamente su ideario y se pedía que
el Estado actuase como brazo ejecutor de la Iglesia Católica para impedir que
se cuestionase abiertamente la doctrina católica: integrismo católico
químicamente puro que mostraba con rotunda claridad que detrás de esta Junta de
Padres de Familia de Granada se encontraba el doctor Juan Creus Manso, que
hacía muchos años que no tenía hijos en edad escolar.
Juan
Creus y Guadalajara
Aunque Juan Creus abandonó Guadalajara en su juventud,
siempre permaneció sentimentalmente unido a la capital alcarreña. El doctor
Benito Hernando, compañero suyo en el claustro de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Granada, recordaba como “brillaban sus ojos, se llenaba de
alegría su cara morenota, encogía los hombros, metía los diez dedos entre su
espesa cabellera, se agarraba después las patillas, se levantaba deprisa del
asiento, andaba con viveza de un lado para otro en la sala de catedráticos,
refiriendo Creus la ilusión con que recordaba los Apóstoles de la procesión del
Corpus de su Guadalajara, las ramas de árboles de la Alaminilla con que vestían
por el año 1834 las columnas del pórtico de Santa María y el cantueso que
echaban los alcarreños para rendir homenaje al Señor”. Esta evocación nos
muestra la profunda religiosidad del doctor Creus que, al morir, dejaba en su
testamento 250 pesetas para el Santuario de la Virgen de la Antigua de Guadalajara.
Si él no olvido a Guadalajara, la capital alcarreña
tampoco le olvidó a él, y en el año 1905, con el conservador Juan Miranda Olave
al frente del consistorio arriacense, se acordó poner el nombre del doctor
Creus a la calle de Budierca, en la que había nacido casi un siglo atrás “en la
casa del ciprés, antiguo edificio de dos plantas, con un gran balcón, sobre el
cual se ve un escudo nobiliario”, según recordaba el periodista Luis Cordavias.
JUAN PABLO CALERO DELSO
JUAN PABLO CALERO DELSO
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