GONZÁLEZ HIERRO, Manuel
[Guadalajara,
10 de junio de 1825 / 27 de marzo de 1896]
Pedro Manuel González Hierro
nació en Guadalajara el 10 de junio de 1825,
en la llamada casa de la Botillería, y falleció en la misma ciudad el 27 de
marzo de 1896. Era hijo de Antonio González y de Marta Hierro y contrajo
matrimonio con Juana Melgar Chicharro, con la que no tuvo hijos.
Fue
concejal de la capital alcarreña, diputado provincial y diputado en el Congreso
por la circunscripción de Guadalajara, siempre militando en las filas del
Partido Republicano Federal del que fue su líder más
destacado en toda la provincia durante la segunda mitad del siglo XIX, además
de uno de los médicos más queridos en la provincia y de ser redactor y director
de diversas publicaciones.
Se instruyó en la ciudad de
Guadalajara hasta que en 1842 marchó a Madrid para cursar la carrera de
Medicina. Para costearse sus estudios, desde su segundo curso universitario
simultaneó su aprendizaje en las aulas con su trabajo como practicante
en el Hospital de San Carlos. Acabados con provecho sus estudios, regresó a
Guadalajara, residiendo en el número 21y 23 de la Calle Mayor Alta semiesquina
con el Jardinillo de San Nicolás, en donde años después estuvo el Casino de la
ciudad.
En
la ciudad arriacense ejerció la medicina durante casi medio siglo, destacando
por su espíritu filantrópico, que le llevaba a atender a los más necesitados de
forma gratuita y, en muchas ocasiones, a pagar de su bolsillo los gastos de
cuidados y medicinas, un comportamiento que le hizo ganarse el cariño y la
gratitud de las clases populares arriacenses. Además, se prestó voluntariamente
para atender a los enfermos afectados por la epidemia de cólera de Loranca de
Tajuña y la de viruela de Molina de Aragón, siendo condecorado por ello con la
cruz de Isabel la Católica y la placa de la Orden de Carlos III, honores que
rechazó por coherencia republicana.
Su acción política
Desde
su paso por las aulas universitarias destacó por su adhesión a las ideas
democráticas, consiguiendo ganarse la confianza y amistad particular de José
María Orense y, sobre todo, de Francisco Pi y Margall, al que siempre fue leal
en las filas del republicanismo federal. Participó activamente desde las
barricadas en las frustradas jornadas revolucionarias de 1848 y, veinte años
después, fue miembro de la Junta Revolucionaria alcarreña nacida de la
Revolución Gloriosa de septiembre de 1868. Reorganizada la Milicia Nacional en
1869, fue elegido jefe de los Voluntarios de la Libertad de Guadalajara y no
dudó en salir a combatir personalmente la reacción carlista en defensa de la
República.
Durante
el Sexenio Revolucionario presidió la Junta Provincial Republicana, en la que
le acompañaban Inocente Fernández Abás como vicepresidente, Benito Manzano y
Eduardo Calamita como secretarios, Cesáreo Cana, Fidel López Cortijo, Tomás
Guijarro, Julián Baños, Federico Bru y Cesáreo Jimeno como vocales, y Juan
Paniagua como tesorero. El Comité Local de la capital alcarreña lo componían
Hilarión Guerra Preciado, Gregorio Herráinz, Emilio Carrasco, Vicente García
Ron, Crispín Ortega, Agapito Gutiérrez y Fernando Artega. Así pues, con la
proclamación de la Primera República pasó al primer plano de la actividad
política alcarreña, siendo elegido diputado por Guadalajara en las elecciones a
Cortes Constituyentes republicanas del 10 de mayo de 1873, con una amplísima
mayoría, aunque la rápida disolución de la Cámara le impidió destacar en la
acción parlamentaria.
Durante
la Restauración siguió militando activamente en las filas del republicanismo
federal, presentándose con éxito a los comicios para diputado provincial, en
1883 como candidato republicano y en 1886 en una candidatura pactada con los
liberales, permaneciendo varios años en la Diputación provincial. No fue elegido
concejal en las elecciones municipales convocadas en 1891, las primeras que se
celebraron con sufragio universal masculino, pero gano el acta para el concejo
arriacense en los comicios celebrados dos años después. No hay mejor prueba de
su prestigio y del eco que encontraban sus ideas entre los guadalajareños que
esta declaración de Juan Diges Antón: “solamente D. Manuel González Hierro
puede presentar lucida hueste [entre los partidos políticos], pues él solo
capitanea 300 federales, aumentados todos los días con nuevos adeptos”.
Hasta
el final de sus días, siguió siendo el más destacado dirigente del Partido
Republicano Federal en la provincia alcarreña, y uno de los más destacados
militantes republicanos. Ya en mayo de 1886 participó, con Miguel Mayoral, en
los actos celebrados en Madrid para ratificar la coalición republicana que ese
año firmaron, entre otros, Nicolás Salmerón, Francisco Pi y Margall o Laureano
Figuerola. Siempre fiel a ese espíritu unitario, en 1893 formó parte de la
Junta Directiva del Círculo Republicano de Guadalajara, que agrupaba a todas
las tendencias republicanas, junto a personalidades como Miguel Mayoral Medina,
Manuel Diges Antón o Ángel Campos García.
Su labor cultural
Activo
propagandista, siempre difundiendo su ideario federal, tuvo una destacada
actividad periodística. En el Sexenio Revolucionario fue director de La Voz de la Alcarria, que
seguramente fue el periódico político más antiguo de la provincia, y que supuso
un cambio significativo en la prensa provincial, que se convirtió desde entonces
en altavoz de ideas políticas, abandonando una supuesta neutralidad ideológica.
Después siguió escribiendo en la prensa progresista de Guadalajara y fue
redactor de La Verdad, un semanario
republicano fundado en 1880 por el tipógrafo Tomás Gómez y que dirigía el
diputado Calixto Rodríguez, colaborador de Flores
y Abejas, etc.
Pero,
sobre todo, en 1892 y 1893 fue director de El
Atalaya de Guadalajara, periódico fundado por Ángel Campos que durante esos
años actuó como portavoz de los republicanos en la provincia alcarreña. No hay
mejor prueba de su honestidad y de su respeto a la libertad de prensa que la
dimisión de su cargo de director de El
Atalaya de Guadalajara desde que fue elegido concejal en esta ciudad, con
el propósito de evitar que su labor política en el Ayuntamiento interfiriera en
la objetividad con la que el periódico debía tratar los asuntos municipales.
Como
orador participó en numerosos mítines y actos por toda la provincia hasta su
muerte, ganándose el reconocimiento público por sus virtudes humanas, su
generosidad como médico y su defensa de los intereses de la provincia, como se
puso de manifiesto a su muerte, acordando el pleno municipal poner su nombre a
una de las plazas del centro urbano.
También
fue presidente del Casino de la capital y en 1892 fundó y presidió la
Asociación Médico-Farmacéutica de Guadalajara, que fue la primera agrupación
corporativa del personal sanitario de la provincia, y que tuvo al periódico El Atalaya de Guadalajara como su
portavoz; bajo su presidencia, reunió a todos los médicos de la provincia con
la única excepción de cinco facultativos del partido judicial de Cogolludo y a
todos los farmacéuticos, excepto dos. En esos años también fue vocal de la
Junta Provincial de Sanidad.
JUAN PABLO CALERO DELSO
JUAN PABLO CALERO DELSO
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