ARBEIG, Antonio
[Zaragoza,
1847 / ]
Antonio Arbeig fue un obrero
chocolatero, pionero del proletariado militante y primer difusor de las ideas
anarquistas en la provincia de Guadalajara. En ocasiones, encontramos su
apellido escrito como Arbeg, como Arberg o, más raramente, como Albert, por lo
que no es fácil rastrear sus datos biográficos y distinguir la información que
se refiere a él de la que corresponde a otras personas. Hemos optado por
identificarle como Arbeig porque es la forma que más comúnmente hemos
encontrado escrito su apellido durante su paso por la provincia alcarreña.
Aunque
no sabemos su fecha exacta de nacimiento, suponemos que nació hacia 1847, pues
una crónica periodística escrita en 1892 afirmaba que tenía más de cuarenta y
cuatro años de edad. Tampoco hemos encontrado datos ciertos de su lugar de
nacimiento, pero tenemos motivos para afirmar que vino al mundo en la ciudad de
Zaragoza, donde residió la mayor parte de su vida y donde hemos encontrado a un
Melchor Arbeg, que seguramente sería su padre, firmando el día 6 de febrero de
1864 una carta de apoyo a los demócratas catalanes suscrita por los miembros
del partido demócrata de la capital aragonesa.
En
Zaragoza debió de aprender el oficio de chocolatero y hacia 1869 ya residía en
Brihuega, trabajando en alguna de las fábricas de chocolate que en aquellos años
estaban abiertas en esa localidad alcarreña. Y ya para entonces debía de
militar en el Partido Republicano Federal de Francisco Pi y Margall, que se
había escindido del Partido Demócrata ese mismo año, cuando la facción
mayoritaria de éste optó por respaldar la opción monárquica tras la caída de
Isabel II. Esta prematura vinculación con el nuevo partido y en alguien tan
joven como él, se entendería por su relación familiar con el citado Melchor
Alberg.
Y
sólo esa militancia federal podría explicar que en los primeros días de 1870
convocase a los trabajadores de Brihuega a una asamblea con el propósito de
constituir una Sociedad obrera que se adhiriese a la sección española de la
Internacional obrera. En el acto, celebrado el 2 de febrero de 1870, además de
las intervenciones de varios asistentes, se leyó el Manifiesto que los
internacionalistas madrileños habían dirigido al proletariado hispano, y que se
hizo público en diciembre de 1869, y otro manifiesto elaborado por el propio Antonio
Arbeig.
Este
texto fue remitido a la prensa internacionalista española, concretamente a La Solidaridad de Madrid y La Federación, de Barcelona, que dieron
cuenta del acto y del discurso de Arbeig, “que no
publicamos por falta de espacio, [y] en el cual, después de hacer una breve
reseña del deplorable estado en que se encuentra la clase trabajadora, les
indica su afiliación á la Internacional, á fin de realizar cuanto antes su completa
emancipación, tras de la cual imperará en el mundo para no desaparecer nunca el
gran principio de justicia”. Sin embargo, la revista La Justicia Social, de tendencia republicana, lo publicó en su
número correspondiente al mes de marzo de ese mismo año; nada insólito pues
pocos meses antes ya había publicado alguno de los primeros textos de Mijaíl
Bakunin que se conocieron en España.
Como
resultado de la reunión de febrero de 1870, se fundó en Brihuega una Sociedad
de Socorros e Instrucción Mutua y, más adelante, una Sociedad Obrera, que acabó
convirtiéndose en una de las primeras Federaciones Locales de la Federación
Regional Española de la Internacional y que se mantuvo activa, por lo menos,
hasta el Congreso clandestino celebrado por la FRE en el verano de 1874. Además,
colaboró con la constitución de una Sociedad Obrera de Guadalajara, también
adherida a la FRE, y alentó la formación de una Federación regional de obreros
chocolateros mediante la publicación del llamamiento "A los obreros y
operarios en la fabricación de chocolate", que apareció, sin firma pero
que sólo a él puede atribuirse, en La
Federación el 19 de septiembre de 1871.
Con
motivo de los enfrentamientos entre marxistas y anarquistas que sacudieron la
Internacional desde 1871, la federación local de Brihuega se identificó con los
postulados ácratas, como repetidamente se puso de manifiesto, seguramente por
la influencia de Antonio Arbeig, que acudió, como delegado de la sección
briocense al Congreso que la FRE celebró en Zaragoza en el mes de abril de 1872.
Al Congreso Obrero del verano de 1870 asistió un delegado llamado Antonio
Albert, pero no debe ser confundido con Antonio Arbeig, pues aquel habló en
nombre de los ebanistas de Barcelona, y no parece posible que una misma persona
cambiase de oficio y de ciudad en tan corto espacio de tiempo, siendo con poco
más de veinte años oficial de ebanistería, tal y como consta en las actas del
citado encuentro. Nos inclinamos por eso a creer que el ebanista barcelonés
Antonio Albert concurrió como delegado al comicio de 1870 y que el chocolatero
Antonio Arbeig lo hizo al de Zaragoza de 1872.
Todo
parece indicar que, una vez clausurado el Congreso, no volvió a Brihuega y
quedó residiendo en su Zaragoza natal. Allí siguió fiel al ideario bakuninista,
porque su nombre no aparece en la relación de catorce internacionalistas
zaragozanos que el 20 de julio de 1872 firmaron una nota en la que se adherían
al núcleo marxista organizado por la Nueva Federación Madrileña, que se publicó
en La Emancipación.
No
sabemos qué fue de él durante los años de represión y clandestinidad del
movimiento obrero organizado que se extendieron entre 1873 y 1881, pero el 13 de marzo de 1881 un grupo de zaragozanos “demócratas
históricos, sin arrogarnos una autoridad que no tenemos, sin otros títulos que
nuestra probada adhesión al partido en que de antiguo militamos y sin otro
propósito que el de facilitar á éste la ocasión de discutir ampliamente y
decidir por el procedimiento del sufragio universal, tradicional entre
nosotros, las bases de su organización, hemos acordado, ya que alguien había de
tomar la iniciativa, convocar á los demócratas-federales de esta provincia, á
una reunión que, con el objeto expresado, habrá de celebrarse en esta ciudad el
domingo 20 del actual”, recogiéndose el nombre de Antonio Arbeig entre los
firmantes.
Esta
declaración pública de antigua y probada militancia federal, podría
interpretarse como prueba de su alejamiento del anarquismo obrerista en el que
se integró durante el Sexenio Revolucionario, pero esa posibilidad queda
desmentida por su temprana afiliación a la Federación local de Zaragoza de la
Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), la organización
sindical libertaria fundada en 1881 para recoger la herencia de la vieja FRE.
No sabemos cuándo se afilió a la nueva federación sindical, pero en abril de
1883 no sólo fue expulsado sino que se acordó “que jamás pudiera ingresar en ella, publicándose sus actos y su nombre en
todos los periódicos socialistas del Universo”. El motivo fue la formación por
Antonio Arbeig y otros tres molenderos de la Federación local zaragozana de la
FRTE de una Sociedad cooperativa para elaborar turrones que se disolvió por la
denuncia de los otros tres cooperativistas sobre las cuentas de la sociedad. Y
aunque aquél protestó de su inocencia, el acuerdo se ejecutó sin más.
Su
expulsión de la FTRE y la propia crisis de esta federación sindical, acosada
por la represión policial y judicial y hostigada por la intransigencia
patronal, no impidieron que Antonio Arbeig encontrase otros campos en los que
desarrollar su militancia política y su compromiso social. Por un lado, siguió
afiliado al Partido Republicano Federal, como se puso de manifiesto en 1889
cuando firmó, junto con otros “federales antiguos agenos á todo desfallecimiento y á prueba de
quebrantos”, una carta dirigida a Enrique Pérez de Guzmán, marqués de Santa
Marta, apoyando su propuesta de coalición y entendimiento de toda la prensa
republicana; de hecho, en el mes de febrero de 1891 le encontramos formando
parte del Comité Local federal de la capital aragonesa.
Y,
por otra parte, se implicó abiertamente en la corriente laicista de su tiempo,
que luchaba tanto por una auténtica separación entre la Iglesia y el Estado
como por el fomento de una enseñanza que cambiase la tradicional influencia
religiosa por el paradigma científico. Y le encontramos tanto denunciando al
juez municipal de Zaragoza por rechazar la inscripción en el Registro Civil de
niños cuyo nombre no figurase en el santoral católico, como formando parte de
la Junta Zaragoza de protectores de la enseñanza laica.
Pero,
demostrando que la línea que separaba al republicanismo federal pimargalliano y
el anarquismo obrerista era tan irregular como difusa, en esos mismos años
Antonio Arbeig pasó a convertirse en el más destacado militante del
sindicalismo de orientación libertaria en una ciudad como Zaragoza, en la que
el anarquismo tenía tan hondas raíces. Así lo reconocía un periodista del
diario La Correspondencia de España,
que publicaba que “de mis conferencias con
los que se suponen los principales anarquistas, he deducido que entre ellos
existen recelos y desconfianzas. No obedecen á instrucciones de la colectividad
porque ésta no existe; individualmente cada cual obra con arreglo á sus propias
inspiraciones. De aquí que no se puede precisar cuál es el directorio ó quién
es el jefe. Sin embargo, por la superioridad de conocimientos científicos sobre
los demás, tienese por jefe ó consultor á un honrado obrero molendero de
chocolate, llamado Antonio Arbeg, de más de 44 años de edad. Es persona
generalmente apreciada”.
La
última década del siglo XIX fue un período de intensa actividad para los
trabajadores anarquistas de Zaragoza, que se abrió con los preparativos para la
conmemoración del 1º de Mayo de 1891 en la capital aragonesa. A un primer
mitin, le siguió un segundo acto celebrado el 27 de abril de 1891 en el zaragozano
Teatro Novedades en el que tomó parte principal Antonio Arbeig, que también fue
uno de los oradores del mitin que se celebró el 1º de Mayo en la plaza de toros
de Zaragoza. En noviembre de 1892 participó en otra reunión pública sobre los
mártires de Chicago, ganándose las críticas de los socialistas del PSOE que no
encontraban en Zaragoza el eco esperado a causa de la probada influencia
libertaria, y al mes siguiente llegó a Zaragoza, en su gira por España, el
anarquista italiano Errico Malatesta, que ofreció un mitin en esa ciudad en el
que también intervino Antonio Arbeig.
Toda
esta frenética actividad inquietó a las autoridades políticas, que en 1893
denunciaron al periódico anarquista zaragozano El Rebelde, encausando a Antonio Arbeig junto a Luis Martínez, Nicolás Gutiérrez, Manuel Bellón, Pascual
Benabarre, Nicasio Domingo y Joaquín Ejarque; los tres primeros consiguieron
huir, pero los otros cuatro fueron detenidos, acusados todos ellos de un delito
de “provocación á la rebelión por medio de la prensa y de propaganda sediciosa
anárquica”. Todos reconocían su militancia anarquista pero se declararon ajenos
a la violencia insurreccional que sacudía el país.
Esta
represión contra el anarquismo organizado zaragozano se convirtió en una cruel
y sangrienta represión en Barcelona y sus contornos después del estallido de
una bomba en la calle Cambios Nuevos de la Ciudad Condal. Centenares de presos
fueron encerrados y torturados en el castillo de Montjuich, para abrir un
proceso general al anarquismo que se volvió contra el Estado a causa de lo
arbitrario de las sanciones y de una amplia campaña de solidaridad que llegó a
la capital aragonesa, donde se organizó el 6 de febrero de 1898 un mitin
público en el que se pidió la revisión de las sentencias del proceso de
Montjuich y en el que intervino, una vez más, Antonio Arbeig, que aplaudió la
campaña del periódico El Progreso del
republicano Alejandro Lerroux. Y su firma al pie de un artículo en esa misma
cabecera en el año 1900 es el último rastro que hemos encontrado de él.
JUAN PABLO CALERO DELSO
JUAN PABLO CALERO DELSO
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