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viernes, 18 de abril de 2014

URBANO MÍNGUEZ SENÉN

MÍNGUEZ SENÉN, Urbano
[Guadalajara, 1803 / 10 de marzo de 1868]
Urbano Mínguez Senén nació en 1803 en Guadalajara, ciudad en la que residió casi toda su vida en su domicilio del número 3 de la calle Mercado Nuevo, hoy de Luis Pizaño, para cuya ampliación y alineamiento el Ayuntamiento arriacense le cedió en 1849 una parte de la callejuela cerrada anexa a su vivienda. Era hijo de Urbano Mínguez y Gregoria Senén.
Tuvo un hermano, José Ignacio Mínguez Senén, que contrajo matrimonio con Victoria Ranz Ruiz, y que falleció en 1880. Empleado de la Comisión Superior de Instrucción Primaria de Guadalajara, ascendió hasta Oficial de Primera Clase del Ministerio de Hacienda y estuvo muchos años destinado en Madrid.

Su labor docente
Ejerció como maestro en la capital alcarreña y en 1833 se dio a conocer al remitir un larguísimo texto a La Revista Española, cuya redacción reconocía que no podía insertarlo por su extensión pero que, por su interés, publicó un resumen de las líneas maestras del artículo, que estaba dedicado a la reforma de la enseñanza, y que se basaba en tres puntos: refuerzo de la ortografía, reformas en el gobierno de las escuelas y pago puntual y suficiente de los salarios para que al magisterio acudan personas instruidas.
En el Boletín Legislativo, Agrícola, Industrial y Mercantil de Guadalajara del 29 de noviembre de ese año se publicó un artículo sin firma, pero en términos muy parecidos, que suponemos que había sido escrito por Urbano Mínguez. Y el 13 de diciembre apareció con su firma un artículo sobre aspectos pedagógicos, y merece la pena resaltar que es el único texto con autor conocido que salió en ese periódico, lo que deja en evidencia el afán de protagonismo que siempre tuvo su autor.
Decidido a proseguir estudios de magisterio, fue becado por la Comisión Superior de Instrucción Primaria de la Provincia de Guadalajara para que los cursase en la Escuela Normal Central de Madrid, que abrió sus puertas en 1834, bajo el impulso reformista de los liberales. Concluidos sus estudios volvió a Guadalajara, donde fue profesor de su Escuela Normal desde el momento de su fundación en el año 1841, una sucesión profesional lógica pues el objetivo de la Escuela Central madrileña era formar a maestros que divulgasen por las provincias los métodos y enseñanzas que allí habían aprendido.
En la prensa de Guadalajara, y muy significativamente en El Buen Deseo, publicó diversos artículos sobre educación que ponían de relieve sus conocimientos pedagógicos; entre todos destacamos los que dedicó en ese semanario a la importancia de la educación física de los niños, asunto en el que fue un auténtico adelantado en la provincia, pero también podemos leer otros trabajos sobre higiene infantil y de la madre, que tampoco eran muy comunes.
Durante la llamada Década Moderada se mantuvo ininterrumpidamente al frente de la Escuela Normal de Guadalajara, y apoyó al gobierno del general Ramón María de Narváez, como manifestó públicamente al adherirse al Manifiesto dirigido a la reina para felicitarla por abortar la algarada revolucionaria de la primavera de 1848, eco de la oleada insurreccional que sacudía a Europa, y que firmó con otros alcarreños como Antonio Orfila Rotger, Bruno de la Peña, Cayetano de la Brena, Agustín García Plaza o Pedro de Navascués.
Durante el breve paréntesis del Bienio Progresista, fue cesado a causa de sus evidentes simpatías por el régimen moderado y porque políticamente era tenido por reaccionario. El concejo arriacense surgido de la revolución de 1854 le acusó de ser cruel, altivo, intolerante, generoso en el castigo físico a los alumnos y usurero en su actividad particular de prestamista.
Su hermano José Ignacio también fue removido de su empleo como secretario de la Comisión de Instrucción Primaria alcarreña; según explicó en sede parlamentaria el diputado Diego García Martínez, “aparte de tener opiniones contrarias á la situación actual, y de haber sido de los que más se habían ensañado con el partido liberal, reunía la circunstancia de ser secretario de la junta de escuelas, é influía de un modo extraordinario. Lástima da el saber, que una provincia que paga dos millones de reales tiene 70 u 80 maestros que no saben leer. En este caso se encuentra el de Aldeanueva, que ha sido separado por no saber escribir ni leer. No he podido menos de tomar la palabra para manifestarlo así, como individuo que he tenido la honra de ser de la junta de que se trata”. Es difícil ofrecer una prueba más tangible del deplorable estado en que Urbano Mínguez al frente de la Escuela Normal y la Inspección y su hermano José Ignacio como secretario de la Comisión, mantenían la enseñanza primaria en la provincia de Guadalajara.
En 1856, tras la caída del general Baldomero Espartero y la vuelta de los moderados al poder, aunque fuese brevemente, movió sus influencias políticas para ser nombrado Inspector de Instrucción Primaria de Guadalajara, desplazando al que lo había sido durante el Bienio Progresista, con aprovechamiento, Rafael Sánchez Cumplido, que fue desplazado a Cáceres. No volvió a la dirección de la Escuela Normal pero permaneció al frente de la Inspección educativa hasta diciembre de 1866, cuando se le concedió la jubilación como Inspector de Primera Enseñanza de Guadalajara a causa de su “imposibilidad física” para ejercer el puesto.
Fue autor de una obrita de sólo 48 páginas, Elementos de Gramática española, publicada en 1841 en la Imprenta madrileña de Antonio Mateis Muñoz y que conoció en 1845 una nueva edición reeditada en el taller tipográfico de Gregorio Salcedo, y de un Compendio de gramática castellana, que su publicó en 1853 en la Imprenta de José González de Madrid.
También probó fortuna durante la fiebre minera de Hiendelaencina, y llegó a solicitar y obtener permiso para una explotación minera en esa localidad, recibiendo autorización gubernativa para marcar los límites de su demarcación en noviembre de 1854, aunque no parece que las prospecciones diesen los resultados apetecidos.

Las Sociedades de Socorros Mutuos
En 1842 se inscribió como socio, con el número 119, en la Sociedad General de Socorros Mutuos entre Profesores de Instrucción Pública, una de las primeras que se constituyeron con ámbito nacional a raíz de la legislación que las permitía en 1839 y del impulso que les dio la regencia progresista a partir de 1840. Mantuvo su cotización durante veinticinco años y en diciembre de 1866 solicitó la pensión que le concedían los Estatutos de la citada Sociedad.
En la primavera de 1846 apareció en Guadalajara un proyecto periodístico bajo la cabecera de El Buen Deseo, un semanario en el que colaboraban José García Sanz, Urbano Mínguez, Juan Jimeno y Gaspar Serrano, entre otros colaboradores como Ubaldo Pasarón Lastra. Se editaba en la Imprenta de Ruiz y en sus páginas se recogían numerosos artículos de opinión y de divulgación agrícola, económica y cultural, pero escasas noticias de actualidad de la provincia.
Es en El Buen Deseo donde encontramos artículos de Urbano Mínguez sobre la necesidad de la higiene entre los trabajadores y sobre las Sociedades de Socorros Mutuos. Reconocía el conflicto social que se insinuaba en Guadalajara y sostenía que “la lucha entre el más y menos se mantendrá viva, mientras no se establezcan medios que la neutralicen; y no estará demás decir que el pobre se contenta con poco: digásele cómo se lo ha de proporcionar, y aún socórrasele”. Frente a la lucha social, proponía la cooperación y la solidaridad como mejor medio para solucionar los problemas sociales, pues “el autor de la naturaleza ha querido que el hombre nazca débil e incapaz de favorecerse durante muchos años, y hasta imposibilitado de pedir por algún tiempo lo que necesita, para que la sociedad le sea necesario. Mal han pensado aquellos filósofos, que han sostenido que los hombres establecieron la sociedad tan solo para ponerse al abrigo de las violencias de los que pudieran atentar contra la conservación de la especie”. Por el contrario, alegaba que “si la sociedad es inherente al hombre porque así lo quiso el Criador ¿qué medio más propio para formar la pública felicidad que crear asociaciones? Y si la asociación es necesaria en todo tiempo ¿cuánto más lo será, cuando la pobreza, por las calamidades que venimos sintiendo de medio siglo a esta parte, crece?”. Estas asociaciones nacidas al calor de la crisis social, debían de ser tuteladas por la burguesía, pues para Urbano Mínguez, “los ricos” debían “fomentar toda asociación cuyo objeto sea aliviar la suerte de los menos afortunados” porque “la religión les obliga a ello” y porque “los menesterosos”, sin su dirección “¿qué harían solos?, ¿quién los guardaría?, ¿a qué no estarían expuestos?”.
Pasando de las palabras a los hechos, y en ese mismo año de 1846, consiguió fundar una Sociedades de Socorros Mutuos, de ámbito provincial y con carácter católico, antes de que acabase el siglo se fundaron otras ocho asociaciones confesionales, de la que no tenemos muchas noticias, lo que nos permite deducir que ni sumó muchas adhesiones ni se consolidó más allá de sus primeros años de vida.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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