GARCÍA MARTÍNEZ, Diego
[Guadalajara,
14 de julio de 1813 / 27 de julio de 1898]
Diego
García Martínez nació en Guadalajara el 14 de julio de 1813 y falleció en la
misma ciudad el 27 de julio de 1898.
Cursó
estudios de leyes en las Universidades de Alcalá de Henares y Central de Madrid
y, aunque heredó el bufete de su padre, raramente se dedicó al ejercicio libre
de la abogacía, ni fue esta actividad profesional a la que le dedicó más tiempo
en su larga vida.
Su entorno familiar
Era
hijo de Gregorio García Tabernero y de Andrea Martínez Gutiérrez, heredero de
una estirpe que dirigía política y económicamente la ciudad y la provincia
alcarreña desde las últimas décadas del siglo XVIII. Su bisabuelo, Mateo
Tabernero, su abuelo Diego García, su padre, Gregorio García Tabernero, su hermano,
Gregorio García Martínez, y su yerno, Ángel Campos García, fueron, como él,
alcaldes de la capital alcarreña.
En
1838 se casó con Casilda Gamboa González, que había nacido en Madrid en 1818 y
falleció en Guadalajara el 16 de noviembre de 1888, y que era hija de José
Fernando Gamboa Vigil de Quiñones y de Casilda González, con quien casó su
padre en primeras nupcias; contrayendo posteriormente matrimonio con Inés Calvo
Calvo con la que tuvo otros cuatro hijos: Eugenio, José, Antonio y Jacoba
Gamboa Calvo. La boda de Casilda Gamboa y Diego García permitió enlazar a las
principales familias de la Campiña y de la Sierra de Guadalajara, y traspasar
un enorme patrimonio económico y político a sus cuatro hijos: Diego, Eduardo,
Casilda y Luisa García Gamboa.
De
este modo, la familia de Diego García, que ya había emparentado con los
Tabernero, los Hita, los Estúñiga y los Guzmán, estableció lazos familiares con
los Gamboa y los Calvo; poco después lo haría también con los Montesoro,
poniendo de manifiesto la fuerte endogamia de la elite progresista de
Guadalajara, que utilizó el matrimonio como instrumento de fortalecer su
posición social dominante.
Su acción política
En
1836 comenzó su carrera política en las filas del liberalismo más avanzado, y
siendo aún estudiante se inscribió en la Milicia Nacional, alcanzando el grado
de capitán a pesar de su juventud. Este activismo político muy pronto se
tradujo en una presencia institucional de la mano de su padre, que en 1840
formaba parte de la Juta Revolucionaria que entonces se formó en Guadalajara,
siendo nombrado Diego García Martínez asesor de la Intendencia Provincial
alcarreña. En 1841 fue elegido alcalde constitucional de Guadalajara y miembro
de la Junta Municipal de Beneficencia de la capital, además de comandante de la
sección de Caballería de la Milicia Nacional.
En
1843 fue elegido diputado provincial por el partido judicial de Atienza, aunque
no pudo tomar posesión de su cargo por la inestabilidad política de aquel año,
y formó parte de la Junta Provisional de Gobierno de la Provincia que se
estableció para poner punto final a la Regencia de Espartero; sinceramente
progresista, en esta ocasión se mostró contrario al régimen establecido por el
duque de la Victoria, lo que no le impidió formar parte de la delegación
parlamentaria que en 1870 fue a Logroño a ofrecerle la Corona de España. Como
otros liberales avanzados que eran miembros de la Junta Revolucionaria de
Guadalajara, cuando los moderados se hicieron definitivamente con las riendas
del poder, se opuso frontalmente al nuevo régimen del general Ramón María de
Narváez.
Durante
la Década Moderada, y a pesar de su indudable protagonismo en el
pronunciamiento de 1843, sufrió el más severo ostracismo por parte de las
nuevas autoridades, por lo que se instaló en Madrid y se dedicó a cuidar y
acrecentar su rico patrimonio personal. Sólo volvió a la primera fila de la
política provincial para presidir en 1853 una Junta Provincial encargada del
establecimiento y construcción de una Casa de Expósitos por iniciativa del
gobernador civil y a cargo de la Diputación Provincial, manteniéndose como
director del establecimiento durante varios años.
Pero
ni el largo régimen moderado consiguió alejarle de la política, y en 1854 le
encontramos en la Junta de Gobierno de la Provincia que se formó para apoyar al
pronunciamiento de los generales Leopoldo O’Donnell y Baldomero Espartero,
junto a José María Medrano, José Domingo
de Udaeta, Casimiro López Chavarri, Joaquín Sancho, José Serrano, José
Martínez, Cayetano de la Brena y León López Espila.
Durante
el Bienio Progresista ocupó la Delegación de Hacienda de la provincia alcarreña
y perteneció a las Juntas de enseñanza primaria y de Sanidad. Ganó el escaño
por la circunscripción de Guadalajara en las Cortes Constituyentes de 1854,
elegido en una candidatura acordada por la junta de electores progresistas de
la provincia que componía con José María Medrano, Ramón Ugarte y José Guzmán y Manrique Ruiz.
En las sesiones intervino en varios asuntos relacionados con la provincia de
Guadalajara, como el estado de la enseñanza primaria en tierras alcarreñas, la
devolución a Sigüenza de la capitalidad de un partido administrativo o la
agitación social en la capital y algunos pueblos.
Pero
al terminar en 1856 el período de gobierno de su partido no desapareció de la
política provincial. Ese mismo año fue designado vocal de la Junta Nacional de
examen de tarifas y legislación de la contribución industrial, siguió formando
parte de la Junta de Sanidad Provincial y en 1860 volvió a la política activa,
sin renunciar a sus ideas, al aceptar pertenecer a la Junta Provincial de
Agricultura junto a otros notables progresistas como Joaquín Sancho Garrido y ser
elegido diputado provincial por el distrito de Guadalajara desde el 1 de abril
de 1862.
En
1863 de nuevo sus paisanos le eligieron como su representante en el Congreso,
en esta ocasión por el distrito de Sigüenza, donde la familia de su mujer tenía
tanta influencia. Las elecciones se celebraron el 11 de octubre de 1863 y en la
provincia de Guadalajara resultaron elegidos Isidoro Ternero por el distrito de
Guadalajara, con 311 votos sobre 312 emitidos; por Pastrana, Domingo Benito
Guillén con 398 votos de 399 emitidos; por Brihuega, Justo Hernández Pareja,
con 203 votos de 326 emitidos; por Molina, Mateo Alcocer con 125 votos de 235
sufragios emitidos, y por Sigüenza, Diego García Martínez, con 149 votos de 275;
ocupó el escaño muy brevemente, desde el 21 de noviembre de 1863 hasta el 23 de
junio de 1864.
En
esos mismos años, su cuñado, José Gamboa Calvo, fue diputado provincial por
Atienza y su primo Camilo García Estúñiga representaba al de Guadalajara,
prueba de su control político sobre el norte de la provincia de Guadalajara.
Cuando en 1858 pensó en presentarse a diputado a Cortes por Sigüenza y Atienza,
se le criticó en la prensa nacional por su supuesto carácter cunero, lo que fue
desmentido por Santiago Gil, Santos Cardenal y Andrés Rodrigálvarez que
sostuvieron que tenía propiedades en veintidós pueblos de esos partidos
judiciales, además de recordar que su suegro, José Fernando Gamboa, ya había
sido diputado provincial por Sigüenza durante la minoría de edad de Isabel II.
Pero
hostil a la deriva autoritaria del régimen moderado en los últimos años del
reinado de Isabel II, en septiembre de 1868 le volvemos a encontrar en la Junta
Revolucionaria que se constituyó en Guadalajara con motivo del pronunciamiento
de Cádiz, y desde el 8 de octubre fue Presidente de la Diputación Provincial
interina, junto a Melitón Gil, José Guzmán y Manrique, Santiago Gil y José
Verdugo, y más tarde ocupó el mismo cargo en la que se estableció
orgánicamente, siendo el primero elegido democráticamente. Del mismo modo,
entró a formar parte de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio de la
provincia como Vicepresidente, según nombramiento de la Junta de Gobierno de
Guadalajara del 17 de octubre de 1868.
Al
comenzar el año 1869 de nuevo llegó al parlamento con el mandato del distrito
de Guadalajara, al que representó en esas Cortes constituyentes, con un amplio
apoyo popular: casi 50.000 votos. En esta legislatura se integró en la Comisión
de Presupuestos y presidió la de Fomento, una responsabilidad muy adecuada para
quien se había destacado por su interés en las obras públicas en la provincia,
peleando hasta conseguir una modificación en el trazado de la línea férrea de
Madrid a Zaragoza para que se aproximase a Sigüenza y negociando en 1861 un
empréstito de dos millones de reales para la aportación de la Diputación a un
ambicioso plan de carreteras sufragado parcialmente por el Estado. A partir de
1871 fue senador electivo por Guadalajara, renunciando a cualquier cargo de
responsabilidad constitucional desde la proclamación de la Primera República el
11 de febrero de 1873.
Ya
en la Restauración, fue senador electivo por Guadalajara, ocupando desde 1886
con carácter vitalicio un escaño en la Cámara Alta. Mantuvo su presencia
institucional hasta casi el final de su vida, y todavía en octubre de 1897,
pocos meses antes de morir, fue designado presidente de la Junta Provincial de
Socorros a inútiles de guerra, de la que formaba parte su yerno, Ángel Campos.
Durante los años del reinado de Alfonso XII y la posterior regencia, formó
parte de casi todos los organismos públicos de la provincia: consejeros de la
sucursal en Guadalajara del Banco de España, presidente de la Junta Provincial
de Beneficencia, Comisario regio de la Junta Provincial de Agricultura,
Industria y Comercio...
Heredó
de su padre el liderazgo del liberalismo progresista provincial, del que fue
figura indiscutible durante casi medio siglo, y acabó su carrera política
siendo jefe de filas del Partido Fusionista Liberal en Guadalajara, siempre al
frente de una imbatible red caciquil que, por haber fallecido tempranamente sus
hijos Diego y Eduardo García Gamboa, traspasó a Álvaro de Figueroa y Torres,
conde de Romanones, su heredero político en la ciudad arriacense y en toda la
provincia.
Fue
sobre todo un importante propietario agrícola, que adquirió numerosas fincas
desamortizadas que sumó a las que recibió en herencia de su padre; durante
muchos años fue uno de los diez mayores contribuyentes de la provincia por
imposición territorial. Tenía bodegas propias en Guadalajara, obteniendo sus
vinos un diploma de honor en 1877, también abrió un puesto de venta en la
capital alcarreña para los productos de sus fincas y fue presidente de la
Sociedad Minera Santa Casilda, empresa propietaria de alguna mina de
importancia muy secundaria.
La
defensa de estos intereses económicos agrarios se reflejó en su actividad
parlamentaria relacionada con la provincia alcarreña; así podemos destacar su
intervención el 1 de julio de 1856, con motivo de unos motines de trabajadores
en Sigüenza y Guadalajara en los que pidió al gobierno mano dura y el envío de
tropas, y la que tuvo en 1883 en el Senado con motivo del debate sobre la Mano
Negra, que fue duramente contestado desde la prensa provincial.
Su actividad social
Junto
a su faceta institucional y política, Diego García Martínez desempeñó un papel
destacado en la sociedad alcarreña de su época; fue el promotor y primer
presidente del Casino de Guadalajara, fundado en 1868, y vicepresidente del
Círculo Liberal de Madrid, que presidía Práxedes Mateo Sagasta. Además era
miembro de la Junta Directiva nacional de la Liga Agraria y falleció siendo
vicepresidente primero de la Asociación General de Agricultores de España
Fue
socio del Ateneo Científico, Literario y Artístico que se organizó en
Guadalajara en los primeros años de la Restauración, impartiendo varias
conferencias como “Examen histórico-crítico del sistema tributario en España” o
“Las huelgas: causas que las producen y medios que pueden adoptarse para
evitarlas”. En sus últimos años se mantuvo como socio del Ateneo Escolar
Caracense.
Estaba en posesión de las Reales Órdenes de Carlos II y de Isabel la Católica y había sido nombrado Hijo Adoptivo de la villa de Alcocer.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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