GARCÍA MOLINA-MARTELL,
Manuel
[Madrid,
18 de noviembre de 1848 / ]
Nació
en Madrid el 18 de noviembre de 1848, pero muy pronto se trasladó con su
familia a Valladolid, donde residió buena parte de una vida trashumante, que le
llevó a recorrer casi todo el país.
En
la ciudad vallisoletana obtuvo el grado de Bachiller en Ciencias y en 1867 se
matriculó en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Madrid,
alcanzando en 1871 el título de licenciado en Ciencias Exactas.
De
vuelta a la capital castellana se dedicó a los negocios, y así en el Anuario del comercio,
de la industria, de la magistratura y de la administración correspondiente
al año 1884 figura como comisionista o representante con domicilio en el número 1 de la
calle Chancillería de Valladolid.
Su actividad profesional
En
los primeros años de la Restauración fue nombrado catedrático supernumerario de
Instituto, una figura administrativa creada por el gobierno conservador a
partir de 1877 que permitía el acceso a las cátedras no por estricta oposición,
sino por elección del poder político entre la terna de candidatos propuesta por
el tribunal que juzgaba el acceso a esas cátedras. Como no siempre los
candidatos conservadores quedaban entre los tres mejor calificados que
componían la terna, a veces tuvieron que nombrar catedráticos supernumerarios
que eran de orientación política opuesta, como fue el caso de Manuel García
Molina-Martell.
Esta
situación personal le llevó a interesarse por las condiciones laborales del
profesorado, publicando el 18 de diciembre de 1886 en Las Dominicales del Libre Pensamiento un artículo en el que solicitaba
acabar con esa injusta división administrativa entre catedráticos numerarios y
supernumerarios que sólo respondía a una voluntad política. Decía, con
meridiana claridad, “¿Es ilegal la situación de auxiliares y supernumerarios? Pues expúlseles del
profesorado francamente, en unión de los compañeros suyos, que ya son
numerarios, que son, a no dudarlo, los que más aprovecharon la ilegalidad y los
únicos que pudieron tomar parte en esas permutas escandalosas que la prensa
profesional tan acertadamente ha titulado endoses de cátedras? ¿Se cree imposible la expulsión
total? Pues revísense escrupulosamente todos los expedientes de los numerarios,
supernumerarios y auxiliares á quienes afecta el decreto de 1877; allí donde se
halle un abuso, castíguese, pero hágase justicia, allí también donde se
encuentre una injustificada postergación”. No era un interés reciente, pues ya
en 1883 había dado a la imprenta un folleto de una veintena de páginas titulado
El
profesorado público. Ligeras indicaciones a propósito de un proyecto de ley de
Instrucción Pública, que se tiró en el
establecimiento tipográfico de Agapito Zapatero, en Valladolid.
En
cualquier caso, en el curso 1884-1885 ya era catedrático del Instituto de
Segunda Enseñanza de Valladolid, como demuestra firmando el 26 de noviembre de
1884, junto a otros profesores del mismo centro y de la Universidad
vallisoletana, una carta en la que protestan del trato que el gobierno
conservador ha dispensado al republicano Miguel Morayta Sagrario, catedrático
de Historia en la Universidad Central, con motivo del discurso que pronunció en
la apertura de ese curso académico.
Con
fecha del 5 de octubre de 1888 se incorporó definitivamente al escalafón de
catedráticos numerarios de Instituto de Segunda Enseñanza, obteniendo su primer
destino en el de Valladolid, donde ya ejercía la docencia como supernumerario.
El 28 de febrero de 1889 la Reina Regente firmó una Real Orden por la que se le
trasladaba a la cátedra de Historia Natural del Instituto de Cabra, en la provincia de
Córdoba, con un sueldo anual de 3.000 pesetas.
En
diciembre de 1890 se convocó un concurso para las cátedras de Matemáticas del
Instituto Jovellanos de Gijón y finalizado el plazo concedido, sólo Manuel
García Molina-Martell se había presentado como aspirante a esta cátedra de una
asignatura que estaba más en concordancia con sus estudios universitarios. Y
aunque solicitó y obtuvo una prórroga para incorporarse a su nuevo destino,
finalmente marchó al Instituto gijonés, y en octubre de ese año ya le encontramos
remitiendo desde la ciudad asturiana la recaudación de una cuestación pública
en favor de las víctimas de unas recientes inundaciones.
Durante
su estancia en tierras asturianas mantuvo su inclinación por la enseñanza,
publicando en 1891 un folleto titulado Jovellanos
y la Pública Instrucción, que apenas era una muy breve aproximación al
asunto, que fue editado en la Imprenta de El
Comercio de Gijón. Y al año siguiente se inscribió para participar en el
congreso pedagógico hispano-portugués-americano de 1892.
En
enero de 1897 se presentó a la oposición para cubrir la cátedra de Matemáticas
en los Institutos Cardenal Cisneros de Madrid y de Cuenca y, al no conseguirlo,
en 1898 concursó para ocupar la cátedra de Matemáticas del Instituto de Segunda
Enseñanza de Soria, petición que le fue concedida mediante una Real Orden con
fecha del día 9 de abril. No debió encontrarse muy a gusto en esta capital
castellana, pues en la primavera de 1900 participó en el concurso para proveer
la misma cátedra en el Instituto de Reus, en la provincia de Tarragona. Aunque
compitió con otros tres catedráticos, el día 1 de diciembre de ese año se hizo
pública una Real Orden concediéndole el traslado a Cataluña con un sueldo anual
de 4.000 pesetas, pero por motivos que no conocemos antes de incorporarse al
Instituto de Reus renunció a su nuevo destino y permaneció en Soria.
Otra
Real Orden del 19 de abril de 1902 le concedió la cátedra en el Instituto de
Castellón de la Plana, donde tampoco llegó a incorporarse, pues el 16 de
septiembre de 1902 el catedrático de Matemáticas del Instituto de Guadalajara,
Luis Catalá Jimeno, obtuvo el traslado a Cádiz, siendo sustituido en la capital
alcarreña por Manuel García Molina-Martell, que hasta entonces había
permanecido destinado en la vecina ciudad de Soria. Apenas, estuvo unos meses
en Guadalajara, pues el 11 de agosto de 1903 permutó su plaza con Antonio
Romero Rubira, que era catedrático de Matemáticas en Reus, un destino que aquél
ya había obtenido y al que había renunciado.
Residió
en Reus durante varios años, y sabemos que en 1908 aún estaba allí destinado
cuando se le ascendió por antigüedad en el escalafón profesional, pero en el
momento de su jubilación, en noviembre de 1918, ocupaba la cátedra de matemáticas
en el Instituto de Baeza, siendo en marzo de ese año el único miembro del
claustro de ese centro, junto con Antonio Machado, que firmó una suscripción
del profesorado en favor del profesor Julián Besteiro, con motivo de su
encarcelamiento por formar parte del Comité de UGT en la Huelga General del
verano de 1917.
Su acción política
Manuel
García Molina-Martell participó muy activamente en las luchas políticas de su
tiempo, siempre en las filas del republicanismo, y más concretamente del
federal que tenía como referencia a Francisco Pi y Margall, y se mostró como un
firme librepensador, aunque no tenemos constancia de que ingresase en la
masonería, como muchos de sus correligionarios.
En
Valladolid figuraba como uno de los más destacados militantes federales desde
1887, conocido y relacionado con los republicanos del resto de España. Tan
pronto le encontramos hablando en el cementerio vallisoletano en el entierro
civil de un compañero librepensador, como interviniendo en la apertura del
nuevo curso en la escuela que sostenían el Centro de instrucción laica y el grupo Luz de
Castilla, o siendo elegido representante
de los republicanos vallisoletanos en la velada en honor a Estanislao Figueras,
el primer presidente de la República en España, que organizó en Madrid el
guadalajareño Anselmo Arenas.
En
octubre de 1887 formaba parte del reducido comité organizador de un acto de
unidad y afirmación republicana que se convocó para el día 13 de ese mismo mes
y año en el Teatro Romea de la capital castellana. El acto se celebró y supuso
un éxito absoluto, reafirmándose los presentes en su apoyo a una coalición
republicana en cuyo comité ejecutivo para la provincia de Valladolid estaba
Manuel García, que presidió la citada asamblea. Esta voluntad de unidad
política de todos los sectores antimonárquicos fue una constante en su vida, y
lo demostró con posterioridad en varias ocasiones.
Cuando
se trasladó al Instituto de Cabra mantuvo su actividad política en las filas
del republicanismo y se convirtió en corresponsal en esa localidad cordobesa
del diario El País. Fue elegido
presidente del comité de Cabra de la organización de la coalición republicana,
que el 29 de diciembre de 1889 hizo público un manifiesto que recogió el
periódico La
República de Madrid.
Destinado
en Gijón, mantuvo su actividad política y también en Asturias ocupó un lugar
destacado en las filas del republicanismo federal. En julio de 1894 ya formaba
parte del comité del partido en Gijón, y en el mes de octubre de ese año fue
elegido como uno de los dos presidentes efectivos de la organización federal
gijonesa, apareciendo de nuevo entre los firmantes de un manifiesto de la
corriente pimargalliana del republicanismo en diciembre de 1897.
Buena
prueba del reconocimiento a su actividad y capacidad, en diciembre de 1896 se
convocó una Asamblea nacional del partido republicano federal que se celebraría
en Madrid y que debía ratificar la opción por el retraimiento electoral y la
acción revolucionaria, acudiendo a ese comicio Manuel García Molina-Martell como
delegado de los federales vizcaínos junto con Celestino N. Jiménez; los
delegados de Guadalajara a esa asamblea fueron Manuel Diges y Damián Castillo.
Su estancia en Guadalajara
Quizás
fuese en esa asamblea federal donde entabló sus primeros contactos con los
republicanos federales alcarreños, que ya por entonces lideraba Manuel Diges
Antón. Sabemos que al comenzar el curso de 1902-1903, ya se encontraba
residiendo en Guadalajara, y que desde la ciudad arriacense envió artículos y
notas a la prensa republicana de Madrid.
También
a orillas del Henares demostró su inteligencia y su compromiso, y en los pocos
meses que estuvo en Guadalajara fue director desde enero de 1903 del semanario El Republicano, la primera cabecera que
los republicanos, y las fuerzas progresistas en general, sostuvieron en la
provincia alcarreña en el siglo XX. No era ningún advenedizo ni un recién
llegado a las labores periodísticas, pues el primer número de El País, que vio la luz el 22 de junio
de 1887, se abría con una relación de los redactores de este nuevo periódico,
que se titulaba “Diario republicano progresista”, entre los que se encontraba
Manuel García Molina-Martell.
Su estancia, aunque corta, fue muy intensa pues
desde la dirección de El Republicano
animó la labor política de los federales alcarreños, que en esos años del
cambio de siglo conocieron una indudable hegemonía política en la capital de la
provincia y en algunos pueblos destacados, como lo prueba que Manuel Diges
llegase a ser el alcalde de Guadalajara. Haciéndose eco de ese protagonismo
político se podía leer en la prensa nacional: “Medio Guadalajara va a
trasladarse á Madrid, con su alcalde republicano Sr. Diges y el director de su
periódico Sr. García Molina-Martell honorable catedrático, a la cabeza, a una asamblea
federal”.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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