URRÍES BUCARELLI, Fernando
[Zaragoza,
12 de agosto de 1800 / Tarbes, 9 de febrero de 1873]
Fernando
Urríes y Bucarelli nació en Zaragoza el día 12 de agosto de 1800 y falleció en
la ciudad francesa de Tarbes, muy próxima al Pirineo aragonés, el 9 de febrero
de 1873.
Era
hijo de Pedro María Jordán de Urríes Fombuena, que había nacido en Zaragoza el
13 de octubre de 1770 y que ostentaba el marquesado de Ayerbe y la baronía de
Sánchez-Torrelas, y de María Juana Bucarelli Bucarelli, nacida en Málaga el 5
de septiembre de 1784 y fallecida en Zaragoza el 24 de agosto de 1836, que era
hija de los marqueses de Valle Hermoso. Tuvieron dos hijos: Fernando y Rafael,
que nació en Madrid el 25 de octubre de 1801 y murió en Zaragoza el 23 de
noviembre de 1850, habiendo contraído matrimonio con Joaquina de Tomás y
Alcaine.
Fernando
Urríes se caso con María del Carmen Josefa Arias y Fernández de Moros, que
había nacido en la localidad aragonesa de Calatayud el 5 de febrero de 1803, y con
la que tuvo dos hijos: Juan de Dios Jordán de Urríes Arias, nacido en 1825, y
Carlota de Urríes Arias, que vino al mundo en Molina de Aragón el 4 de
noviembre de 1826.
Como
tantos hidalgos empobrecidos o segundones de familias nobiliarias de su tiempo,
siguió la carrera de las armas, ingresando en el Real Cuerpo de Guardias de
Corps, en el que su padre había ocupado destinos muy destacados y del que
también formaba parte su hermano Pedro Ignacio, que era hijo de un primer
matrimonio de su padre con María Nicolasa de Palafox y Silva y que había heredado
los marquesados de Ayerbe y Lierta. Ascendió en el Ejército y en 1833 era el
Primer Comandante del Batallón de Molina de Aragón, adscrito a la Quinta
Brigada, que estaba desplegada en la provincia de Guadalajara y en la vecina
comarca de Medinaceli.
Pedro María Jordán de Urríes Fombuena
Hacia
1845 ya le encontramos licenciado del ejército y dando los primeros pasos en su
fructífera carrera política. En 1848 fue elegido diputado a Cortes por el
distrito electoral de Molina de Aragón, en sustitución de Bonifacio Fernández
de Córdoba, que cesó después de ser nombrado Gobernador general de Galicia. En
los comicios de 1850 concurrieron los dos diputados que habían ocupado el
escaño en la anterior legislatura, Fernando Urríes y Bonifacio Fernández de
Córdoba, saliendo elegido el segundo, victoria que repitió en la siguiente
convocatoria electoral.
A
pesar de esas derrotas, en muy poco tiempo se hizo con una notable influencia
entre los molineses, hasta el punto que Benito Pérez Galdós en su novela Narváez, que forma parte de sus Episodios Nacionales, le cita como un
“antagonista tan formidable” frente a sus oponentes políticos en la
circunscripción del Señorío molinés. Lo demostró en los comicios de 1853
conquistando el escaño, aunque por un ajustado margen de votos: noventa y uno
de los ciento ochenta electores inscritos. Y en 1857, tras el paréntesis del
Bienio Progresista, volvió a ganar las elecciones en el Señorío, en esa ocasión
en pugna con Víctor Tomás Muro, y se sentó en el Congreso durante esa breve
legislatura, que sólo duró un año.
Ideológicamente
siempre perteneció al partido moderado, y se identificó con la facción de los
neocatólicos. Fue acusado públicamente de ser uno de los diputados políticamente más próximos al
conde de San Luis y a su gobierno impopular y corrupto que en 1854 fue
derribado por los generales O’Donnell y Espartero, dando paso al Bienio
Progresista.
Terminado
en 1856 el gobierno del general Baldomero Espartero demostró esta sintonía con
los moderados en junio de 1857 firmando con otros 61 diputados una moción de
este sesgo ideológico durante la discusión parlamentaria de la Ley de
Instrucción Pública. Su afinidad con los sectores más reaccionarios del
moderantismo tenía raíces familiares; su padre había formado parte de la
camarilla de Fernando VII y estuvo implicado en la conjura de El Escorial,
acompañando al rey a Bayona y Valençay, y uno de sus hermanos, Alberto de
Urríes y Bucarelli, fue uno de los carlistas aragoneses más activos en la
Primera Guerra y en las conspiraciones y levantamientos carlistas posteriores.
Además,
se convirtió en un rico propietario agrario, que entre 1855 y 1858 formaba
parte de la junta directiva de la Asociación de Ganaderos del Reino, en la que
se agrupaban los principales propietarios del país. Y aprovechó su presencia en
el Parlamento para defender los intereses ganaderos, como se puso de manifiesto
en la enmienda que presentó el 1 de abril de 1853 con un
grupo de diputados, solicitando incorporar a un proyecto de ley el siguiente
artículo: “Desde 1º de Junio del corriente año se dará a los dueños de ganados
la sal que necesiten para el consumo de estos en las fábricas y alfolíes a 20
rs. vn. la fanega, mezclando con la misma una sustancia que, sin ser
perjudicial para los ganados, la inutilice para los usos domésticos”.
También
fue propietario de distintas fincas urbanas, entre ellas una en la ciudad de
Guadalajara en terrenos que pertenecieron al antiguo convento de la Concepción
y que la Diputación Provincial alcarreña compró en el año 1879 a su viuda por
27.500 pesetas para levantar sobre ella el Palacio provincial, que sigue siendo
la sede de esta corporación.
Pero su
principal afición fue el teatro; como lo demuestra el retrato que se hizo de él
en la Semblanza
de los diputados de la legislatura de 1849 y 1850, donde se afirmaba que si en el mundo de la farándula
era destacado protagonista, en el ámbito parlamentario su labor era sólo de
comparsa. En
1849 fue nombrado vocal de la Junta consultiva de Teatros junto a los más
destacados autores dramáticos del país: Mesonero Romanos, Hartzenbusch,
Fernando Corradi o Hilarión Eslava.
Y,
sobre todo, durante largos años fue el gerente del Teatro Real de Madrid, una
responsabilidad que le ocasionó muchas preocupaciones y le hizo viajar
repetidamente al extranjero para traer las mejores voces de su tiempo a la
capital de España y que, lejos de darle dinero, le arruinó. En aquellos años,
era reconocido como uno de los hombres de teatro más entendidos del país, y
además siempre al tanto de lo que sucedía fuera de nuestras fronteras; a él se
debe, en buena medida, la importancia que adquirió el Teatro Real madrileño.
En
1815 fue nombrado caballero de la Orden de Calatrava con la Encomienda de
Carrión. También fue uno de los Directores del Casino del Príncipe de Madrid.
JUAN
PABLO CALERO DELSO
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