DORESTE RODRÍGUEZ, Domingo
[Las
Palmas de Gran Canaria, 13 de marzo de 1868 / 14 de febrero de 1940]
Domingo Doreste Rodríguez nació en Las Palmas de Gran
Canaria el 18 de marzo de 1868 y falleció en la misma ciudad el 14 de febrero
de 1940.
En Las Palmas cursó los estudios primarios y, a partir de
1879, los de Bachillerato en el Colegio de San Agustín, pues el Instituto de
segunda enseñanza, en el que había impartido clases Anselmo Arenas, había sido
cerrado poco antes por la autoridad educativa bajo las presiones del obispo
José María Urquinaona. Alcanzó el título de bachiller en 1887.
Parece ser que la modesta posición económica de su
familia y su vocación religiosa retrasaron sus estudios de segunda enseñanza y
aún más los universitarios. En 1893 se trasladó a Salamanca con el propósito de
obtener la licenciatura en Derecho en su Universidad Civil e ingresar en la
Orden de Predicadores, los dominicos, que tenían en la capital salmantina sus
estudios teológicos en el convento de Santo Tomás.
La
inmersión en el ambiente universitario conmovió el espíritu de Domingo Doreste
que si bien mantuvo su vinculación con la congregación dominicana, pues fue
vicepresidente de la Academia de Santo Tomás salmantina y escogió el seudónimo
de Fray Lesco para firmar sus primeras colaboraciones periodísticas, decidió no
profesar en la orden de predicadores. En esta decisión pesó forzosamente su
intensa relación con Miguel de Unamuno, a cuyas clases de Griego asistía en la
Universidad y con quien años más tarde aún mantenía correspondencia.
Terminados sus estudios se presentó a las oposiciones
para escribiente del Ministerio de Gracia y Justicia, que aprobó ese mismo año.
En el Juzgado de Primera Instancia de Guadalajara había quedado una plaza
vacante por el fallecimiento del funcionario que la ocupaba, Eugenio Díez, y es
la que le fue asignada al nuevo funcionario Domingo Doreste Rodríguez. El 19 de
enero de 1900 tomó posesión de su puesto y pasó a residir en la capital
alcarreña.
Su primera estancia en Guadalajara coincidió con la
renovación del pensamiento político español, que tuvo por entonces su mejor
expresión en el regeneracionismo, bajo los efectos de las convulsiones sufridas
por la sociedad hispana como consecuencia de la derrota en las guerras
coloniales de 1898. Fue, también, un período de cambio y maduración del
pensamiento de Domingo Doreste, aún bajo los efectos del contacto con el ámbito
universitario y, muy señaladamente, con Miguel de Unamuno. Se forjó así su
carácter público, “marcado por la honestidad, la rectitud, el civismo y un
desmedido afán de justicia”, en palabras de María del Carmen García Martín.
Fue
muy breve este primer paso por Guadalajara, pues en 1901 se trasladó a la
Universidad de Bolonia para ampliar sus estudios de Derecho, aunque no está
claro que fuese becado para ingresar en el Real Colegio Mayor San Clemente de
los Españoles, pues ni siquiera María del Carmen García Martín, su principal biógrafa, ha encontrado
documentación de una estancia de la que, por otro lado, hay sobrados
testimonios, aunque cabe confusión sobre las fechas.
A la vuelta de su estancia en Italia, retornó a su tierra
natal y desde entonces colaboró con Las
Efemérides, el periódico del republicano federal canario José Franchy y
Roca al que se incorporó como redactor, y en 1904 fundó con Rafael Ramírez
Doreste La Mañana, que se subtitulaba
“Diario de reformas sociales”. Desde
ese momento, y siempre bajo el seudónimo de Fray Lesco, sus colaboraciones en
la prensa canaria fueron constantes, incluso después del cierre de La Mañana en 1915.
En 1905 aprobó las oposiciones de Secretario Judicial y
en 1906 fue destinado de nuevo a Guadalajara, donde participó en la vida cultural
de la ciudad. En febrero de 1907 impartió una charla sobre “La cuestión social”
en los salones del Ateneo Instructivo del Obrero, que fue comentada
elogiosamente en la prensa local; se convertía en el primer funcionario que se
dedicaba a teorizar sobre el sindicalismo. Según reseña La Región, afirmó que “en la gran lucha entre el capitalismo y el
trabajo, el primero tiene muchas más ventajas que aseguran su victoria, [...]
los capitalistas; mientras están en calma son enemigos entre sí, y sin embargo
cuando se ven atacados, enseguida se unen, formando esos grandes trust, que son
infranqueable barra que los defiende de las justas pretensiones del proletario.
Combatió el contrato del trabajo, llamándolo absurdo, pues para todo contrato
la ley exige que las partes se hallen en igualdad de circunstancias, cosa que
no sucede en este contrato, por existir siempre imposición por parte del
patrono y necesaria sumisión por parte del obrero. Y [...] terminó recomendando
que para lograr se nivelen esas dos grandes masas de poseedores y desheredados,
no son necesarias medidas radicalísimas, ni gritar ¡abajo el capital! pues todo
ello es contraproducente, sino paulatinamente, ir introduciendo las reformas
precisas”.
Desde la capital alcarreña fue trasladado a la localidad
cacereña de Plasencia y en 1911 conseguía el destino en un juzgado de Las
Palmas de Gran Canaria. En 1918, reintegrado una vez más a su ciudad natal,
organizó con Juan Carló, Enrique García Cañas y Nicolás Massieu Matos la
Escuela de Artes Decorativas Luján Pérez, que revolucionó la creación artística
de las Islas Canarias. Era ésta una escuela-taller en la que los alumnos no
sólo recibían instrucción teórica, que desde 1922 impartió el propio Domingo
Doreste, sino también clases prácticas en las que se fomentaba la creatividad
artística.
Cristóbal García del Rosario señala que las
características de la Escuela ya se anticipaban en un artículo de Doreste
publicado en el periódico canario La
Crónica el 5 de junio de 1917: que no sea una academia de aprendizaje
presuntuoso y estéril, que forme decoradores que cubran la demanda de
refinamiento de un nuevo urbanismo y que lo haga desde Canarias. La historia
del Arte en las islas no sería la misma sin la huella de esta Escuela de Artes
Decorativas de Las Palmas, y hay coincidencia en señalar que su influencia
permaneció durante muchos años y marcó a generaciones de artistas isleños.
Aunque destacó como periodista, cultivó otros géneros
literarios: publicó algún poema en la revista Florilegio, en 1932 escribió el libreto de una zarzuela de ambiente
canario, La zahorina, a la que puso
música su hijo, Víctor Doreste, y en 1931 publicó sus Cartas a un católico, que hace pocos años se reunieron y publicaron
en un sólo volumen.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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