BOLAÑOS SANZ, Benigno
[Establés,
1865 / Madrid, 13 de julio de 1909]
Benigno Bolaños Sanz, que se hizo popular con el
seudónimo de Eneas, fue uno de los periodistas más notables de la provincia de
Guadalajara durante los años de la Restauración y el único que dirigió un
diario nacional en el siglo XIX: El
Correo Español de Madrid.
Nació en el pueblo molinés de Establés en 1865 y
contrajo matrimonio con Bernardina Alcocer, que falleció en febrero de 1892 de
sobreparto de su hija Ana Bolaños
Alcocer, sin que antes hubiesen tenido otros hijos. El 13 de julio de 1909, después de
una larga y penosa enfermedad, falleció en su domicilio de la madrileña Colonia
de Carabanchel y al día siguiente fue enterrado, acompañado de nutrido séquito,
en el madrileño cementerio de la Sacramental de San Justo. Su única hija, Ana, se
casó en 1916 con Pablo Megino,
con el que tuvo una hija Paula Megino Bolaños, que el 21 de mayo de 1943 contrajo
matrimonio con Eladio Herrero Marco, teniendo también una única hija, Pilar Herrero
Megino, que falleció en el año 1991
Estudió Benigno Bolaños en el Seminario de San Bartolomé de
Sigüenza, pero antes de cantar misa abandonó la carrera eclesiástica, habiendo
obtenido el título de Bachiller, y se trasladó a Zaragoza, donde alcanzó el
grado de doctor en Filosofía y Letras. Más adelante, obtuvo la licenciatura en
Derecho en la Universidad Central de Madrid, después de solicitar en 1887 una
pensión de la Diputación Provincial de Guadalajara, que también
disfrutó ese mismo año Juan Catalina García.
Carlista probado y de espíritu polemista y luchador,
desde muy joven colaboró con la prensa de su partido. A los dieciocho años
publicó sus primeros artículos en La Ilustración
Católica, la revista que entonces dirigía y de la que era propietario el
carlista seguntino Manuel Pérez Villamil. Trasladado por estudios a Zaragoza,
formó parte del núcleo fundador de El
Pilar, una revista que dirigía su correligionario Manuel S. Pastor y
Pellicer, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad zaragozana,
y después pasó a colaborar con El
Intransigente, periódico tradicionalista que había nacido bajo el impulso
de Francisco Cavero y Álvarez de Toledo, un rico propietario agrícola y
aristocrático general de las tropas del pretendiente Carlos de Borbón y
Austria-Este en la última guerra carlista.
En 1888, ampliadas significativamente las libertades
de asociación y de imprenta, decidieron los carlistas contar con un órgano de
prensa central que se publicase en la capital del reino, y desde el principio
se sumó al proyecto Benigno Bolaños, que por entonces ya residía y estudiaba en
Madrid. A este periódico, que nació bajo la cabecera de El Correo Español, dedicó su tiempo y muchos de sus escritos,
primero como redactor y luego como su director. Pocos meses después de su
muerte, la empresa editora adquirió un nuevo edificio para redacción y talleres
en el número 74 de la calle Pizarro, y moderna maquinaria tipográfica que le
permitía tirar hasta 20.000 ejemplares por hora; mejoras trascendentales que en
muy buena medida se debieron a su acertada dirección. De él se llegó a decir
que “era el primer periodista de
su partido; otros dicen que de toda la prensa española”.
Pero su dedicación a El Correo Español no colmaba su actividad periodística, que se
completaba con la dirección de la prensa satírica carlista de Madrid que,
recogiendo la herencia de El Padre Cobos,
sacó sucesivamente tres cabeceras: La
Escoba, primero, La Estaca,
después, y finalmente El Fusil, que
publicó su primer número en 1898 y que tuvo una vida más larga. Las tres
revistas tuvieron a Benigno Bolaños como su director, aunque nunca figurase
como tal y firmase sus textos con su habitual sobrenombre de Eneas. Fueron
periódicos de combate político, de carácter provocador y que buscaban el
enfrentamiento dialéctico directo, sobre todo con el anticlerical El Motín, de José Nakens, por lo que fue
denunciado en varias ocasiones y en 1900 estuvo El Fusil temporalmente suspendido por la autoridad gubernativa.
Además, prodigaba sus escritos en toda la prensa
afín a sus ideas. Podemos leer artículos suyos en La Lectura Dominical, órgano del Apostolado de la Prensa, donde
tenía una sección propia, “Fuego graneado”, que firmaba con el seudónimo de
Mediocris, en La Biblioteca Popular
Carlista, La Voz de Valencia, El Correo de Andalucía, La Independencia de Almería, El Propagador de la Devoción a San José,
revista religiosa barcelonesa en la que firmaba como Ezequiel, y tantas otras
publicaciones. No dejó obra escrita más allá de sus colaboraciones
periodísticas, si exceptuamos su participación en el Álbum del homenaje a las
minorías parlamentarias de la Comunión Tradicionalista,
que editó en Madrid
el diario El Correo Español en el año
1907. Siempre mostró un ánimo
combativo en la defensa férrea de sus posiciones, tanto contra sus rivales
políticos como entre sus correligionarios.
En 1891 se presentó a las elecciones legislativas,
las primeras de la Restauración convocadas con sufragio universal, por la
circunscripción de Molina de Aragón frente al republicano Calixto Rodríguez
García, que ganó el escaño, y el liberal Santos López-Pelegrín. Los carlistas
acusaron, seguramente con razón, al diputado republicano de emplear métodos
caciquiles para ganar el acta de diputado, aunque es dudoso que Benigno Bolaños
hubiese ganado en buena lid el escaño. No por eso se olvidó
de la comarca molinesa, y en septiembre de 1906 inició desde las páginas de El Correo Español una campaña para que
se diese cumplimiento a un acuerdo tomado el 9 de julio de 1812 por las Cortes
de Cádiz para que se erigiese en Molina de Aragón un monumento que recordase la
resistencia de sus habitantes a la ocupación francesa y el incendio que sufrió
el 2 de noviembre de 1810 a manos de las tropas napoleónicas.
Oculto bajo diversos seudónimos, su personalidad
estuvo velada para el gran público y no se dio a conocer abiertamente hasta la segunda
Asamblea de la Buena Prensa, una actividad de los periodistas y publicistas
católicos, que se celebró en 1908 en Zaragoza, donde fue muy comentado y
elogiado su discurso titulado “¡Favoreced a la prensa!”. No por casualidad,
Ramón Oyarzun en su Historia del Carlismo
dice de él: “Nadie dijo nunca entre los periodistas católicos cosas más
enjundiosas ni más hábilmente dichas que el famosísimo Eneas, que unía una modestia sin límites a un valor que nunca fue
lo suficientemente apreciado por el partido”.
JUAN PABLO CALERO DELSO
JUAN PABLO CALERO DELSO
Su primera esposa no falleció en febrero de 1892, si no el 20 de enero de 1892, de sobreparto de su hija Ana Bolaños Alcocer, que en 1916 casó con Pablo Megino, teniendo una hija Paula Megino Bolaños, que casó igualmente el 21 de mayo de 1943 con Eladio Herrero Marco, teniendo una hija, Pilar, que falleció en 1991.
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