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domingo, 30 de diciembre de 2018

JOAQUÍN SANCHO GARRIDO

SANCHO GARRIDO, Joaquín
[Taracena, 24 de septiembre de 1815 / Guadalajara, 17 de octubre de 1873]

Joaquín Sancho Garrido nació en Taracena, pueblo muy próximo a Guadalajara, el día 24 de septiembre de 1815; era hijo de Francisco de Paula Sancho y de María Garrido, una familia de acomodados propietarios agrícolas. Falleció en Guadalajara el 17 de octubre de 1873.
Contrajo matrimonio con Tomasa Cañas, con la que tuvo un hijo, Tomás, que fue un eminente jurista y político alcarreño, director del semanario republicano La Verdad en Guadalajara, alcalde de la capital alcarreña en 1885 y Fiscal de la Audiencia Territorial de Puerto Rico, y una hija, RIcardina, cuya belleza fue muy comentada en su juventud y que contrajo matrimonio con el joven oficial del Cuerpo de Ingenieros José Casamitjana Cubero.

Actividad profesional
Quedó huérfano de padre a la temprana edad de doce años, a pesar de lo cual abandonó su pueblo natal con el propósito de obtener la licenciatura en Derecho, residiendo primero en Alcalá de Henares y, desde 1836, en Madrid, a causa del traslado de la Universidad Complutense a la capital del reino. En 1841, al alcanzar la mayoría de edad, se habilitó para actuar como abogado ante los tribunales del reino.
Ese mismo año estableció su residencia en Guadalajara, donde comenzó el ejercicio libre de su profesión. A partir de 1848 trabajó como fiscal del tribunal especial para el Cuerpo de Ingenieros militares emplazado en la capital alcarreña, donde estaba la Academia de esta arma del ejército, y por su celosa actividad en el desempeño de este puesto mereció ser condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica. Además, en 1841 se constituyó en Madrid la Sociedad de Socorros Mutuos de los Jurisconsultos, que en 1849 abrió delegaciones en varias provincias, nombrando a Joaquín Sancho Garrido como su representante en la de Guadalajara.
También fue uno de los fundadores en 1868 del Casino de Guadalajara, que era la sociedad recreativa más característica de la burguesía en el siglo XIX. A pesar de su carácter festivo, este Casino alcarreño no dejó de ser un instrumento político de la élite liberal; en su primera Junta Directiva le encontramos junto a Diego García Martínez y Cirilo López, que coincidieron con él en la Junta Revolucionaria de ese mismo año, y Manuel Pujol, José Manuel Suárez de la Vega, Juan V. Bethencourt y José F. De Musquiz.
Acción política
Al mismo tiempo, participó en las luchas políticas de su época, siempre dentro de las filas del liberalismo progresista. En un primer momento, formó parte de la Junta Revolucionaria antiesparterista de Guadalajara de 1843, junto con algún otro progresista como Diego García Martínez, pero al comprobar que el objetivo último del pronunciamiento era la entrega del gobierno al partido moderado, la abandonó y quedó al margen de la política institucional durante esos años.
En 1854, con la vuelta al gobierno de los progresistas, retornó al primer plano de la política provincial. Estuvo en la Junta de Gobierno de Guadalajara con José María Medrano, José Domingo de Udaeta, José Serrano, José Martínez, León López Espila, Diego García Martínez, Casimiro López Chávarri y Cayetano de la Brena. Fue elegido alcalde de Guadalajara y comandante del batallón de la Milicia Nacional de la ciudad. Pero, depuesto el general Baldomero Espartero en 1856, se retrajo una vez más de la política institucional, aunque durante el período de gobierno de la Unión Liberal fue brevemente alcalde de Guadalajara. En 1860 pertenecía a la Junta Provincial de Agricultura y en 1861 ocupaba un puesto de consejero provincial.
Cuando la crisis política y económica de la nación hizo insoportable el régimen moderado de Isabel II, se distanció de las instituciones de la monarquía isabelina; en 1864, como representante de Guadalajara en el Comité Central progresista, apoyó el retraimiento electoral ante la falta de garantías, y fue elegido vicepresidente del comité provincial en la asamblea que el partido progresista celebró en Guadalajara el 13 de agosto de 1865. Poco más tarde se incorporó a la conspiración que preparó el pronunciamiento de septiembre de 1868, siendo elegido para representar al progresismo alcarreño en el comité central revolucionario.
Cuando se tuvieron noticias del triunfo definitivo del alzamiento militar en Cádiz, fue uno de los que tomaron posesión del Ayuntamiento arriacense como vicepresidente de la Junta Revolucionaria alcarreña, de la que formaban parte Cirilo López, Manuel del Vado, Manuel González Hierro, José Gambra Belinchón, Gregorio García Martínez, Ramón Corrido, Simón García y José Ruiz de la Fuente.
De cara a las elecciones a Cortes Constituyentes de enero de 1869 fue miembro del comité electoral del bloque político revolucionario, junto a Manuel del Vado, Cirilo López, Manuel González Hierro, Diego y Gregorio García Martínez, Ramón Corrido, Simón García, José Ruiz de la Fuente, Luciano Lanza, Melitón Gil, Joaquín Verdugo, Santiago Gil, Camilo Estúñiga y José Guzmán y Manrique Ruiz, es decir, la plana mayor del liberalismo y del republicanismo alcarreño. En esos comicios formó parte de la candidatura unitaria del bloque político dominante (demócratas, progresistas y Unión Liberal), obteniendo más de 26.000 votos sobre un total de 42.000 papeletas. En el siguiente proceso electoral celebrado en marzo de 1871, con Amadeo I de Saboya ocupando el trono, volvió a ser elegido diputado por el distrito de Guadalajara, aunque con un respaldo electoral significativamente menor; se incorporó a su escaño en el mes de mayo y cesó, coincidiendo con el fin de esa legislatura, en enero de 1872.
En noviembre de 1871, con motivo del nombramiento en septiembre de un nuevo gobierno nacional presidido por José Malcampo Monge, fue nombrado gobernador civil de Guadalajara, puesto en el que cesó en febrero de 1872, cuando se levantaban en tierras alcarreñas las primeras partidas guerrilleras que desencadenaron la Tercera Guerra Carlista. Durante los cuatro meses que estuvo al frente del Gobierno Civil disfrutó de uno de los períodos más tranquilos del Sexenio, con la monarquía de Amadeo I consolidada y sin la revuelta constante de carlistas y republicanos. Según la prensa de la época, el motivo de su dimisión fue su elección como presidente del comité provincial del partido gubernamental, “en cuyo puesto se promete prestar más eficaz apoyo á sus amigos”, pero falleció al año siguiente.
JUAN PABLO CALERO DELSO

domingo, 23 de diciembre de 2018

JUAN FELIPE SENDÍN GARCÍA-HIDALGO

SENDÍN GARCÍA-HIDALGO, Juan Felipe
[Alcocer, 1847 / Madrid, 1912]

Nació en 1847 en la villa de Alcocer, localidad de la provincia de Guadalajara limítrofe con la de Cuenca, enclavada en la comarca de la Baja Alcarria que en ese entorno se extiende por ambas provincias. Era hijo del matrimonio formado por José Sendín Carabaño y María Dolores García-Hidalgo, que falleció en mayo de 1895. Se casó con Trinidad Olarte Sandoval, que había nacido en el pueblo conquense de Gascueña, hija de Eusebio Olarte y Juana Sandoval, pero que residía en la vecina localidad de Huete. Tuvieron tres hijos: Gregorio, Ángeles y Manuel Sendín Olarte.
La fecha de su muerte es confusa; El País informaba, en su edición del 29 de diciembre de 1906, del fallecimiento de Juan Felipe Sendín, pero El Siglo Futuro daba cuenta el 21 de junio de 1907 de la salida en automóvil hacia Alcocer de Juan Felipe Sendín y su familia, y no puede haber error de identidad pues meses después se publicó una esquela de María Joaquina Sandoval y Jarabo, fallecida el 14 de enero de 1908, en la que se le mencionaba expresamente entre sus familiares. La familia Sendín afirma que la fecha correcta de su fallecimiento fue 1912.

Su actividad profesional
Heredó por su madre, Dolores García-Hidalgo, la tradicional influencia que su familia ejercía en la Baja Alcarria, una comarca a caballo entre las provincias de Cuenca y Guadalajara. Ya en el Catastro de Ensenada, que se emprendió en 1749, encontramos a Marcelo García-Hidalgo con el oficio de “obligado de carnes de Alcocer y Valdeolivas”, y en 1767 presentaron pruebas de nobleza para ingresar en la Orden de Santiago tanto Antonio García-Hidalgo García-Hidalgo, capitán graduado de Infantería y ayudante mayor del Regimiento de Milicias de Sigüenza, como Nicolás Francisco García-Hidalgo García-Hidalgo, capitán de Milicias y Teniente del Regimiento de Infantería de Zamora; los dos eran naturales de Alcocer. En época más reciente, Atanasio García Hidalgo fue diputado provincial en 1836.
Realizó estudios de Leyes en la madrileña Universidad Central y en 1862 se habilitó para actuar como abogado ante los tribunales y, a partir de ese momento, desarrolló buena parte de su carrera profesional en el ámbito del Derecho. En octubre de 1883 era Juez Municipal interino de Primera Instancia del distrito Centro de Madrid y en 1886 ya era Juez Municipal titular del distrito de La Latina, en la capital de España.
Además, era un rico propietario. En Alcocer poseía fincas urbanas, como la casa familiar en el número 79 de su calle Mayor, y rústicas, como “Los Cabezos” y otras más en número aproximado a las sesenta, y en Madrid tenía el edificio del número 31 de la calle de Valverde, donde residía. Fue miembro del Consejo de Administración del Banco Agrícola Español, una sociedad anónima domiciliada en Madrid que ejercía como compañía de seguros de cosechas, de ganados y de incendios y que también se dedicaba al préstamo a los agricultores.
Su acción política
Gracias al prestigio familiar y a su adhesión personal al liberalismo progresista, representó al conquense distrito electoral de Huete en varias legislaturas; fue diputado en las Cortes amadeístas de abril de 1872 cuando sólo tenía veinticinco años, por haberse anulado el acta del primer diputado electo, Isidro Fernández de Luz, así que no ocupó su escaño hasta el día 1 de junio, cuando se declaró nulo el primer escrutinio.
Convocados nuevos comicios para el 24 de agosto de ese mismo año, el día 10 de ese mismo mes una reunión de electores del Partido Radical designó por unanimidad a Juan Felipe Sendín como su candidato para esas elecciones. Fue reelegido con una amplia mayoría, y en septiembre se reintegró al Congreso para esta nueva legislatura, que finalizó en marzo de 1873 después de que fuese proclamada la Primera República española, con su voto favorable como diputado. En esta ocasión fue elegido para formar parte de la Comisión Permanente de Actas del Congreso de los Diputados y ya instaurada la República, firmó una proposición para que la Milicia Nacional encuadrase a todos los ciudadanos obligatoriamente, y no de forma voluntaria como hasta entonces.
Durante los primeros años de la Restauración se mantuvo leal a la República, y el 1 de abril de 1880 fue uno de los firmantes del manifiesto republicano promovido por Manuel Ruiz Zorrilla y Cristino Martos. Y aunque no tuvo reparos en presentarse a la Junta Directiva del Colegio de Abogados de Madrid en una candidatura que encabezaba el entonces liberal Antonio Maura, en 1881 se presentó como candidato al Congreso por el distrito de Huete en las filas del republicanismo radical, pero en esta ocasión no fue elegido.
En 1884 siguió a Cristino Martos en su evolución política y se reintegró a las filas del liberalismo de Sagasta, volvió a representar a Huete en las legislaturas de 1886, a la que se incorporó en enero de 1889 en sustitución de Juan José Jaramillo Ruiz de Alarcón que había sido nombrado gobernador civil de Castellón, y de 1893, siempre en las filas del Partido Fusionista Liberal. Además, en los comicios de abril de 1898 fue elegido Senador por la provincia de Cuenca por una amplia mayoría, después de que el 7 de diciembre de 1888 se celebrase en Huete una nutrida asamblea de afiliados del Partido Liberal, que le propuso por aclamación como su candidato para los próximos comicios.
A pesar de ser parlamentario por la provincia de Cuenca, siempre residió en Madrid, y en la capital del reino formó parte de la Junta Municipal de Instrucción Pública de Madrid, como representante de los padres de alumnos, y fue vicepresidente del Comité del Distrito del Hospicio del Partido Liberal de Madrid. Sin embargo, en 1901, a causa de sus problemas de salud, renunció a presentarse a la reelección. Ni siquiera entonces abandonó su actividad política, y siguió militando en el Partido Liberal, y en sus pugnas internas apoyó al conde de Romanones frente al liderazgo de Montero Ríos, Segismundo Moret o del marqués de la Vega de Armijo.
Su paso por el Gobierno Civil de Guadalajara fue muy breve. El golpe de Estado del general Manuel Pavía, que disolvió la República democrática el día 2 de enero de 1874, nombró provisionalmente al que era gobernador militar de Guadalajara, Rafael Clavijo, como primera autoridad civil en la provincia, hasta que el 7 de febrero de 1874 Juan Felipe Sendín fue nombrado gobernador en su tierra natal, puesto del que dimitió el 16 de mayo de ese año.
JUAN PABLO CALERO DELSO

domingo, 16 de diciembre de 2018

MANUEL SANZ BENITO

SANZ BENITO, Manuel
[Madrid, 15 de febrero de 1860 / 12 de julio de 1911]

Manuel Sanz Benito nació en Madrid el 15 de febrero de 1860 y falleció tempranamente en la misma ciudad el 12 de julio de 1911. Su padre, Santiago Sanz, pertenecía al Cuerpo de Topógrafos del Instituto Geográfico y Estadístico, y su familia le acompañó en sus diferentes destinos: pueblos de Segovia y Cuenca, Alcalá de Henares, donde Manuel estudió los dos primeros cursos del Bachillerato, y de vuelta a Madrid, al piso Principal Derecha del número 24 de la céntrica calle de San Vicente Ferrer, muy cerca del caserón universitario de la calle de San Bernardo. Sabemos que contrajo matrimonio y que no tuvo hijos.
Completó su Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid y cursó estudios en la Universidad Central madrileña; tanto en la Facultad de Ciencias como en la de Filosofía y Letras, alcanzando en 1881 el grado de doctor con una Tesis titulada "Importancia del estudio de la colonización en la historia humana", que obtuvo por unanimidad el Premio Extraordinario. Durante su juventud en Madrid trabajó como tipógrafo, llegando a ser suplente en el Senado, y fue profesor y director de estudios del Fomento de las Artes, una asociación popular y progresista que “era el punto de reunión de los elementos liberales ilustrados de Madrid. Todo liberal de la categoría de burgués de poco pelo o trabajador, capaz de sustraerse a la sugestiva y predominante influencia de la taberna, era socio del Fomento”, según testimonio de Anselmo Lorenzo. Completó su formación en la Escuela Diplomática madrileña.
Una vez concluidos sus estudios, en el mes de diciembre de 1880 fue nombrado catedrático sustituto de Historia y civilización de las posesiones inglesas y holandesas en Asia y Oceanía de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, sustituyendo a Eduardo Infante, con un sueldo de 2.000 pesetas anuales. Pero en febrero de 1881 el titular de la cátedra, Joaquín Maldonado Macanaz, regresó al aula, cesando Manuel Sanz Benito en sus funciones. A pesar de la brevedad de este primer paso por la Universidad Central, con el tiempo será uno de los intelectuales más destacados en la España del cambio de siglo. Influido por el krausismo, fue también un destacado seguidor del espiritismo, considerando, como dijo Manuel González Soriano, que “el espiritismo es la filosofía”. Políticamente, se adhirió al Partido Republicano Centralista de Nicolás Salmerón.

Manuel Sanz Benito en Guadalajara
En el año 1882 se presentó a la oposición para la cátedra de Psicología, Lógica y Ética en el Instituto de Lugo, aprobando y ocupando la plaza de catedrático en 1883, residiendo en la ciudad lucense durante tres años. En noviembre de 1886 el profesor Luis Rodríguez Miguel cesó en el Instituto de Guadalajara, siendo sustituido en la cátedra por el profesor Manuel Sanz Benito, que la ocupó hasta que, en marzo de 1893, consiguió por oposición la cátedra de Metafísica de la Universidad de Barcelona.
En los siete años que estuvo en tierras alcarreñas Sanz Benito desarrolló una actividad cultural que dejó huella en nuestra ciudad; no por casualidad había sido director de estudios del Fomento de las Artes madrileño y miembro de la Junta Directiva de la Liga madrileña contra la ignorancia. Fue socio destacado del Ateneo Caracense, siendo elegido presidente de su Segunda Sección en 1899 y llegando a presidir la institución en 1891, inaugurando ese curso con una conferencia sobre “La libertad y el determinismo”, y fue director de la Revista del Ateneo Escolar, la publicación que, con distintas cabeceras, difundió el espíritu y las actividades de los ateneístas alcarreños hasta la desaparición del centro, absorbido por el Ateneo Instructivo del Obrero. También, como nos cuenta Juan Diges Antón, concurría a la tertulia volapukista que se reunía en la rebotica de la farmacia de Francisco Fernández Iparraguirre y fue colaborador habitual de su revista El Volapük. En 1892, y por ser director del Ateneo Caracense, perteneció a la Junta promotora de la tienda-sailo, nacida por iniciativa del Ayuntamiento de la capital alcarreña.
Además, fue el promotor de La Caridad Escolar, una sociedad benéfica fundada en 1889 en el despacho del entonces gobernador civil de la provincia, Gregorio de Mijares Sobrino, por iniciativa de Sanz Benito, que fue su primer vicepresidente, ocupando la presidencia Julián Jimeno, director de la Escuela Normal de Magisterio. Cada socio pagaba una cuota mensual que oscilaba entre uno y cuatro reales, a excepción de la condesa de la Vega del Pozo que realizaba una aportación mensual de quince pesetas, y también disponía de cajas para recolectar limosnas en todas las escuelas de la ciudad excitando la caridad en los niños, a los que se les pedía que aportasen 5 ó 10 céntimos para ayudar a sus compañeros necesitados, y en contadas ocasiones obtenía fondos por medio de alguna función teatral benéfica.
El objetivo de La Caridad Escolar era proporcionar vestido y calzado a los alumnos de las escuelas de Guadalajara que fuesen hijos de familias trabajadoras de la ciudad y que se distinguiesen por su aplicación al estudio y su conducta ejemplar. El número de niños asistidos por esta sociedad caritativa osciló entre 20 y 60 durante la última década del siglo XIX, aunque los años en los que descendía la cifra de vecinos auxiliados se debía a la entrega más abundante de bonos de pan. Manuel Sanz Benito sostenía, en El Eco de Guadalajara del 30 de junio de 1889, que se debería procurar que “la caridad descendiese un poco del alto pedestal en que, como virtud, se la había puesto, para colocarla en la modesta categoría del deber, haciendo comprender al niño la obligación moral que tiene de socorrer en lo posible a sus compañeros”.
Catedrático krausista y espiritista
Aunque su primer artículo, titulado "El cielo", lo publicó en el diario El Globo en 1877, fue durante los años que estuvo en Guadalajara cuando se convirtió en uno de los principales defensores del espiritismo en España, asistiendo a sus congresos, publicando distintos textos y colaborando estrechamente en El Criterio Espiritista y la Revista de Estudios Psicológicos con Enrique Pastor Bedoya, tan relacionado con la provincia de Guadalajara. En 1888 fue secretario del Congreso Espiritista Internacional celebrado en Barcelona con motivo de la Exposición Universal de ese año y en 1889 asistió al congreso Espiritista Internacional que se celebró en París con idéntico motivo, impartiendo una conferencia con el título “Le spiritualisme philosophique”, que más tarde fue impresa en Valladolid en francés, idioma del que había sido profesor. En 1892 participó asimismo en el Congreso Espiritista de Madrid.
Su orientación krausista y espiritista, y su participación en algún mitin republicano, le granjeó la oposición de la Iglesia Católica y de los estudiantes carlistas de la Universidad de Barcelona, que hicieron todo lo posible por impedirle que ocupase su cátedra o por sustraerle el mayor número posible de alumnos. A su llegada se produjeron graves disturbios en los que los estudiantes liberales, que eran mayoría en la Universidad barcelonesa, salieron en su apoyo, hasta que carlistas armados ajenos al centro docente y seminaristas católicos asaltaron los edificios universitarios; gravísimos acontecimientos que limitaban por la fuerza la libertad de cátedra que poco antes se negaba en las leyes y que ahora los sectores más integristas del catolicismo querían impedir con la violencia.
Sin el apoyo de la mayoría del claustro docente universitario y acosado por los católicos, en enero de 1894 el profesor Sanz Benito permutó su cátedra barcelonesa por la que disfrutaba en Valladolid el también catedrático José Daurella Rull, mucho más complaciente con el integrismo católico, renunciando a una plaza de superior categoría, víctima de la intolerancia católica. En la Universidad vallisoletana fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras y rector interino. El 9 de noviembre de 1903 fue nombrado en comisión de servicios para ampliar estudios en el extranjero, publicando sus conclusiones en la Gaceta de Madrid en 1905.
Durante sus años en Valladolid dio a la imprenta su libro La Psiquis, en el año 1900, y varios textos y conferencias que aún tenía inéditos, como la conferencia “Filosofía popular”, pronunciada en el Fomento de las Artes de Madrid, la ya citada del Ateneo Caracense o “Propedéutica lógica”, entre otras. También dio a la imprenta innumerables artículos en revistas espiritistas (La Irradiación...) y culturales a lo largo de más de cuatro décadas de colaboraciones periodísticas.
En 1909 obtuvo la Cátedra de Metafísica en la Universidad Central de Madrid y en febrero de 1910 accedió a la de Lógica Fundamental en la misma universidad, pero falleció al año siguiente y fue enterrado en el Cementerio Civil de la capital del reino. Julián Besteiro tomó su relevo en la cátedra universitaria de Lógica.
Fue delegado en el Congreso Internacional de la Paz de Roma en 1891en representación de la Liga Internacional de la Paz y Fraternidad de los Pueblos de Barcelona, vocal por Guadalajara en la Exposición de Artes Industriales de Barcelona de 1892 y participó en distintos congresos de carácter cultural y pedagógico. 
JUAN PABLO CALERO DELSO

domingo, 9 de diciembre de 2018

JOSÉ DOMINGO DE UDAETA FERRO

UDAETA FERRO, José Domingo de
[Guadalajara, 11 de mayo de 1803 / Madrid, 4 de diciembre de 1887]

José Domingo de Udaeta Ferro nació en la ciudad de Guadalajara el 11 de mayo de 1803. Fue bautizado, dos días después, en la Iglesia Parroquial del Arcángel San Miguel, siendo su madrina Josefa de Estúñiga, que pertenecía a una de las más relevantes familias de la ciudad. Falleció en Madrid el 4 de diciembre de 1887.
Realizó estudios de derecho en la Universidad de Alcalá de Henares y el 9 de mayo de 1826 obtuvo la licenciatura en leyes y el día 13 del mismo mes y año fue investido con el grado de Doctor. En junio de 1828, después de haber cumplido veinticinco años de edad y satisfaciendo los demás requisitos legales, fue autorizado para ejercer como abogado en los Reales Consejos, aunque posteriormente no destacó en el ejercicio profesional del Derecho, pues estuvo más dedicado a sus negocios particulares.
En 1843 fue propuesto para ser condecorado con la Cruz de Carlos III por haber ejercido el cargo de Jefe Político, o Gobernador Civil, y presidente de la Diputación Provincial sin recibir remuneración ninguna, pero la reina no firmó el preceptivo decreto hasta el 13 de abril de 1851, siendo entonces nombrado Comendador de la Orden de Carlos III.
Su entorno familiar
Era hijo de Antonio Pablo de Udaeta, natural de Respaldiza, que en la actualidad es un barrio de la localidad alavesa de Ayala, y de María Josefa Ferro, nacida en la ciudad de Guadalajara. Sus abuelos paternos fueron Lorenzo de Udaeta y Teresa de Ibarrola, ambos nacidos en Respaldiza, y sus abuelos maternos eran Antonio Ferro y María Peregrini que eran oriundos de la República de Génova, en Italia, aunque habían vivido y fallecieron en Guadalajara.
José Domingo de Udaeta Ferro pertenecía a una de las familias más distinguidas de la élite progresista de la Guadalajara del siglo XIX. En las postrimerías del siglo XVIII llegó hasta la capital alcarreña, desde su Álava natal, Juan Francisco de Udaeta Ibarrola, un comerciante que en 1793 se casó con Josefa Molero, hija de un rico vendedor de paños alcarreño. La fortuna de la pareja no era exigua, pues la esposa aportó como dote casi 300.000 reales y en 1794 hipotecaron una casa de nueva construcción valorada en más de un millón de reales que les rentaba unos 30.000 al año.
Pero Juan Francisco de Udaeta Ibarrola tenía mucho interés en formar parte del gobierno municipal y a tal fin, en 1792 y 1794 presentó su carta de hidalguía en el Ayuntamiento de Guadalajara y acabó por comprar el puesto de regidor, aunque los demás regidores de la ciudad no lo acogieron con simpatía por desempeñar el oficio de comerciante, una ocupación que les estaba vedada, pues esos cargos concejiles estaban reservados para nobles o hidalgos de sangre.
Para evitar suspicacias, a pesar del dictamen favorable que emitió el Consejo de Castilla en 1794, cedió ante notario a su hermano Antonio Pablo de Udaeta Ibarrola géneros y efectos de comercio por la cantidad de 250.000 reales, aunque todo indica que siguió ejerciendo la actividad mercantil en la sombra. No tenemos noticia del cumplimiento de sus obligaciones municipales, pero sabemos que Juan Francisco de Udaeta Ibarrola fue acusado por su esposa en 1797 de despilfarrar su dote y en 1804 de haberse ausentado a Indias, por lo que Josefa Molero solicitó su separación matrimonial.
Por su parte, Antonio Pablo de Udaeta Ibarrola se casó secretamente en 1795 con María Josefa Ferro, hija de Antonio Ferro que era otro acaudalado comerciante de Guadalajara y que había sido varios años Síndico Personero de su ayuntamiento, cargo que ocupaba al comenzar la Guerra de la Independencia, por lo que participó en la elección de Juan Nepomuceno de Rosales como delegado de la ciudad de Guadalajara en la asamblea que el rey José I Bonaparte había convocado Bayona en 1808 para conocer la realidad española y sentar las bases de su reinado, encuentro al que finalmente no acudió Juan Nepomuceno de Rosales y en la que se aprobó el llamado Estatuto de Bayona.
Si Antonio Pablo de Udaeta Ibarrola había recibido 250.000 reales de su hermano para que continuase con los negocios familiares, su mujer aportó al matrimonio una dote de 130.000 reales; no era una escasa fortuna para formar una familia, aunque inferior a la que disfrutaba su hermano Juan Francisco, a quien en 1794 se le calculaba una fortuna superior a un millón de reales. Gracias a su experiencia institucional y a su fortuna económica, esta familia se incorporó en el siglo XIX a la élite burguesa liberal ocupando diferentes cargos políticos: Antonio Pablo de Udaeta Ibarrola fue concejal en 1813 y alcalde en 1822 y su hijo Antonio de Udaeta Ferro ocupó el mismo cargo en 1843 y 1863. Este último, contrajo matrimonio con Tomasa de la Brena y falleció en Madrid el 20 de febrero de 1864.
A edad madura, José Domingo de Udaeta Ferro contrajo matrimonio con Inés Romo Bedoya, que pertenecía a dos familias con título de hidalguía que habían ocupado cargos municipales en el siglo XVIII: los Romo en Sigüenza y los Bedoya en Hita, de donde era originaria la familia, y en Guadalajara, donde Vicente de Bedoya compró un primer puesto de regidor en 1709.
Inés Romo Bedoya había contraído un primer matrimonio con José de Torres y Tovar, Marqués de Villamejor. Los Torres debían su título nobiliario al Archiduque Carlos de Austria, pretendiente al trono español durante la Guerra de Sucesión (1701-1714). Desde entonces habían acumulado un cuantioso patrimonio y había ocupado cargos concejiles en Guadalajara; pero la desaparición del Régimen señorial y la supresión de los mayorazgos tuvieron efectos desastrosos para el Marquesado de Villamejor. Cuando José de Torres y Tovar falleció en Romanones (Guadalajara) el 30 de noviembre de 1836, no solo carecía de extensas propiedades, sino que prácticamente se encontraba en quiebra. Su viuda se vio forzada a declinar el Marquesado de Villamejor y conservar únicamente el vizcondado de Irueste como dote para su hija en un matrimonio ventajoso. En esa situación de severos apuros económicos, se casó con José Domingo de Udaeta Ferro, que era una de las más grandes fortunas de la provincia alcarreña.
Inés Romo Bedoya murió en Guadalajara el día 2 de diciembre de 1892, y en los últimos años dedicó sus recursos y su influencia entre la élite progresista alcarreña a favorecer la candidatura al Congreso de los Diputados de su nieto Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, que gracias a la intermediación de su abuela recabó los apoyos suficientes para derrotar a su propio hermano en los comicios de 1891 y convertir a Guadalajara en su feudo político particular.
José Domingo de Udaeta Ferro e Inés Romo Gamboa no tuvieron hijos propios, pero aquél fue nombrado curador de Ana de Torres y Romo, y en su nombre pleiteó repetidamente para conseguir que la reina Isabel II diese por nula la venta del Marquesado de Villamejor a favor de doña María de las Nieves de Zuazo de Rendón. En un primer momento, 26 de agosto de 1849, la Cancillería del Ministerio de Gracia y Justicia rechazó su pretensión, pero insistió José Domingo de Udaeta en abril de 1851, consiguiendo que el 14 de enero de 1853 la reina firmase la rehabilitación del título de Marquesa de Villamejor para Ana de Torres y Romo, que para entonces ya había contraído matrimonio con Ignacio de Figueroa y Mendieta.

Su actividad profesional
La enorme fortuna acumulada por los Udaeta durante los años de transición del siglo XVIII al siglo XIX se vio sensiblemente incrementada a raíz de los procesos desamortizadores emprendidos por los liberales en 1836 y 1855. La compra de fincas, tanto urbanas como rústicas, aumentó significativamente el patrimonio familiar de los Udaeta, aunque tuvo como consecuencia que el eje de sus negocios e intereses se trasladase de la industria y el comercio, con el que habían fraguado su fortuna particular, hacia la agricultura y la ganadería, renunciando de ese modo a impulsar el proceso de modernización económica en la provincia de Guadalajara.
Sólo José Domingo de Udaeta Ferro adquirió en tierras alcarreñas 1.361 lotes de los que fueron desamortizados a partir del año 1836 en Guadalajara; la familia de hidalgos que se había visto comprometida en el Antiguo Régimen por su espíritu emprendedor se convertía con el sistema liberal en parte de una burguesía terrateniente y rentista, que imitaba modos y maneras de la antigua nobleza. Este poder económico estaba entrelazado con el poder político; así mientras adquirían nuevas fincas agrarias, José Ramón de Udaeta era el Comisionado principal de la empresa arrendataria del suministro de aguardientes a Guadalajara y su comarca.
El enriquecimiento personal de José Domingo de Udaeta Ferro fue notable; en 1856 pagaba una cuota por contribución de bienes inmuebles y subsidio industrial y de comercio en la capital provincial que ascendía a 2.620 reales, y que sólo era superada por Mariano Téllez-Girón, Duque de Osuna y del Infantado, y por Gregorio García Tabernero. El segundo proceso desamortizador, abierto por iniciativa del ministro Pascual Madoz durante el Bienio Progresista, le permitió adquirir nuevos bienes e incrementar significativamente su hacienda. En esa ocasión, compró terrenos en distintas localidades de la provincia que sumaban más de 5.500 fanegas, además de un molino aceitero en Yebes y un molino harinero en Campillo de Ranas.
En la propia ciudad de Guadalajara acumulaba varias fincas urbanas, entre las que destaca la llamada Huerta de Clavero, en la Carretera de Madrid, para la que solicitó permiso para ampliarla en 1866, las casas del número 4 de la calle de Bardales, que reformó en 1877, y del número 12 de la Plaza de San Gil, que reformó en 1883, y los edificios de los números 9 y 11 de la calle Carbonería. También era propietario de una casa y un obrador, con patio en la calle paralela posterior, en la carretera de Zaragoza, que le fue expropiada para ampliar su tránsito por la ciudad.
Como resultado de estos incrementos patrimoniales, en el año 1868 era el decimosexto mayor contribuyente por cuota territorial de toda la provincia alcarreña.
Acción política
En su juventud, durante el reinado de Fernando VII, José Domingo de Udaeta Ferro se mostró ferviente partidario de la monarquía absoluta o, por lo menos, no destacó en la defensa del régimen constitucional. En 1828 declaró públicamente que ni siquiera durante el Trienio Liberal formó parte de ninguna de las asociaciones ciudadanas que se consideraban instrumentos del liberalismo: Milicia Nacional, Sociedades Patrióticas, logias secretas o clubs políticos, insistiendo en todo momento en su pertenencia al estamento nobiliario; y si bien es cierto que esa declaración era imprescindible para ser habilitado como abogado ante los Reales Consejos, la relación de testigos hace pensar que esa declaración es veraz.
Con la muerte del monarca absoluto, su ideario conoció profundas transformaciones. Ya en julio de 1833 fue nombrado asesor del Intendente de la provincia y formó parte de las Juntas provinciales de Caridad, y en octubre de ese año de la de Sanidad, ésta última constituida para afrontar la epidemia de cólera, mientras su hermano Antonio pertenecía a la Diputación del Comercio de la ciudad de Guadalajara.
En las elecciones celebradas en 1837 para cubrir los cargos concejiles, José Domingo de Udaeta fue elegido alcalde segundo, lo que sería una primera prueba de su adscripción al liberalismo progresista. En diciembre de 1839 fue de nuevo elegido, en esta ocasión como alcalde primero para el año 1840, pero no pudo cumplir su mandato pues la Diputación Provincial, presidida por Patricio de la Escosura, declaró nula su elección y la de Gregorio García Tabernero, una arbitrariedad de los moderados que despojaba de su cargo a dos reconocidos progresistas que habían ganado la confianza de sus conciudadanos. En su lugar, fueron designados Gabino García Plaza y Pedro Villapecellín, pero ellos tampoco pudieron completar su mandato ya que, antes de que acabase ese año, una revolución progresista puso brusco final a los gobiernos moderados y a la regencia de María Cristina de Borbón.
En 1840 fue elegido diputado a Cortes por la circunscripción de Guadalajara, pero se distanció del régimen esparterista, pues en 1843 perteneció a la Junta Revolucionaria provincial que, presidida por Antonio Sánchez Osorio, se constituyó en Guadalajara con motivo del pronunciamiento militar que desalojó al general Baldomero Espartero de la Regencia. Disuelta la Junta y consolidado el nuevo régimen, el gobierno ratificó el nombramiento de la junta provincial, que había designado Jefe Político y presidente de la Diputación de Guadalajara a José Domingo de Udaeta, cargos que ejerció desde el 2 de agosto hasta el 7 de diciembre de 1843, cuando fue sustituido por Rafael de Navascués, ofreciéndosele en ese momento una plaza de Ministro de la Audiencia de Valladolid.
Durante la Década Moderada estuvo alejado de la política gubernamental y sufrió el ostracismo que padecieron los progresistas en la provincia alcarreña. No por eso renunció a sus ideas y a su compromiso político, porque en julio de 1854 le vemos de nuevo formando parte de la Junta de Gobierno de la Provincia, constituida el 21 de julio de 1854, junta revolucionaria de carácter progresista que presidía José María Medrano y al que acompañaban José Domingo de Udaeta Ferro, José Serrano, José Martínez, León López Espila, Diego García Martínez, Joaquín Sancho Garrido, Casimiro López Chávarri y Cayetano de la Brena.
Con motivo de las elecciones a Cortes Constituyentes de 1854 hizo público su deseo de no presentarse a los comicios, a pesar de que había recibido peticiones en ese sentido, y avisando que, en caso de ser elegido, renunciaría por motivos personales. Al mismo tiempo, manifestaba su apoyo a cualquier candidatura liberal, y no tuvo reparo en asistir a una reunión convocada por él y los progresistas más destacados de la provincia para fijar una candidatura para las próximas elecciones a Cortes Constituyentes.
Con el final del Bienio Progresista en 1856, que dio paso a los gobiernos centristas de la Unión Liberal, José Domingo de Udaeta volvió a revelarse como un político atento a los cambios dentro del liberalismo progresista. En agosto de 1856, derribado el gobierno de Espartero, se nombró una nueva Diputación Provincial de la que formaba parte, aunque fue destituida en octubre por una nueva lista de diputados que ya no le incluía. También fue designado es nombrado vocal de la Junta de Beneficencia, de la Comisión Superior de Instrucción Primaria y de la Junta Inspectora del Instituto de Segunda enseñanza de la capital.
Más tarde, con los últimos gabinetes moderados, José Domingo de Udaeta Ferro volvió al retraimiento político de años atrás, aunque ejerció como juez de primera instancia en Guadalajara, hasta que la conspiración puesta en marcha para derrocar a Isabel II le devolvió al primer plano de la escena institucional.
El triunfo de la Revolución de septiembre de 1868 llevó a una Junta Revolucionaria a asumir el gobierno de la provincia; en esta ocasión José Domingo de Udaeta Ferro no se encontraba entre sus miembros, a pesar de lo cual el 13 de octubre de ese mismo año volvió a ser designado, como ya lo había sido en el año 1843, Gobernador Civil de la provincia de Guadalajara por una decisión del Gobierno Provisional que firmó el general Francisco Serrano. Ocupó este cargo hasta que presentó su dimisión, el 24 de septiembre de 1869. En los primeros momentos, todavía esta jefatura llevaba asociada la presidencia de la Diputación Provincial, aunque muy pronto este último cargo pasó a ser de elección directa por los diputados. Fue, por eso mismo, el primer Gobernador Civil de la provincia que disfrutó de las nuevas atribuciones y capacidades que se mantuvieron, casi sin cambios, hasta 1997.

Elección y actividad parlamentaria
José Domingo de Udaeta Ferro fue elegido diputado suplente a Cortes en las elecciones que se celebraron el 19 de enero de 1840. En primera instancia ganaron los escaños titulares Santos López-Pelegrín Zabala, José Muñoz Maldonado, conde de Fabraquer, y Manuel Montes de Oca. Este último ya había sido diputado por Cádiz en 1834 y 1837 y que en los comicios de 1840 ganó otra vez el acta por Cádiz y, además, por las circunscripciones de Baleares y Guadalajara, optando por renunciar a su escaño por el distrito alcarreño.
Así que el 14 de abril de ese mismo año José Domingo de Udaeta fue llamado para sustituirle, jurando su cargo nueve días después. Su paso por el Congreso apenas duró dos meses, pues en junio se suspendieron las sesiones a causa del clima de inestabilidad política que vivía el país. Finalmente, el día 11 de octubre de 1840 el Congreso fue disuelto como consecuencia de la Revolución que llevó al general Baldomero Espartero a la Regencia y al gobierno de la nación.
Durante su paso por el Congreso se integró en la Sección Séptima. Intervino muy frecuentemente en los debates parlamentarios y fue un diputado muy activo, sobre todo en los asuntos económicos, participando en las discusiones sobre los presupuestos de ingresos y gastos del Estado y de los Ministerios de Hacienda y de Gracia y Justicia. Interviene también cuando la Cámara trata los asuntos que más preocupaban a los progresistas en aquellos años: la Ley de Ayuntamientos, peticiones de la Milicia Nacional, dotaciones de culto y clero y pagos a metálico de los compradores de bienes nacionales, una cuestión en la que tenía un interés particular por haber sido uno de los principales adquirientes de estos bienes en la provincia de Guadalajara. También participa en diversos dictámenes como los de las Actas electorales de la provincia de León, una petición del Ayuntamiento de Llerena (Badajoz) o sobre militares retirados de Pontevedra.
A pesar de que esas elecciones fueron ganadas por los moderados, entre acusaciones generalizadas de fraude, y de que los otros tres candidatos por Guadalajara se identificaban con la corriente más conservadora del liberalismo, es difícil incluir a José Domingo de Udaeta dentro del partido moderado, como pone de manifiesto la anulación gubernamental de su cargo de alcalde de Guadalajara para 1840, a la que ya hemos hecho referencia, y el conjunto de su trayectoria política. En todo caso, como su compañero de representación Santos López-Pelegrín Zabala, asumiría una posición intermedia entre las dos alas del liberalismo.
También fue senador en las legislaturas de 1871 y 1872, después de más de treinta años y en circunstancias muy diferentes. Si en el Congreso de 1840 era un progresista que se situaba entre las filas de los más avanzados de la nación, accedió al Senado como representante del mismo partido político, pero cuando éste estaba siendo desbordado por otras fuerzas revolucionarias que, como los demócratas, participaban de la coalición electoral que le había llevado al Senado. Se mantuvo fiel a la línea oficial del progresismo y apoyó la solución monárquica para España.
Intervino preguntando al Ministro de Fomento sobre la legislación de montes, sobre las obligaciones de las corporaciones civiles y sobre el Reglamento interior del Senado.
Formó parte de numerosas comisiones: General de Presupuestos, de Amnistía, de Empleados públicos, de Peticiones al Senado… y perteneció a la Comisión del Senado que asistió a las honras fúnebres del general Juan Prim.
JUAN PABLO CALERO DELSO