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domingo, 28 de abril de 2019

SIXTO PRIMO DE RIVERA SOBREMONTE

PRIMO DE RIVERA SOBREMONTE, Sixto
[ / Sevilla, enero de 1904]

Sixto Primo de Rivera y Sobremonte nació en los últimos años del reinado de Fernando VII, y falleció en Sevilla, ciudad a la que estaba muy unido, en los primeros días de enero de 1904. Era hijo del algecireño José Primo de Rivera Ortiz de Pinedo, que fue teniente general de la Armada y ministro de Marina, y de Juana María Sobremonte Larrazábal, que había nacido en la ciudad argentina de Córdoba, y contrajeron matrimonio en Buenos Aires el día 11 de noviembre de 1809 cuando ella sólo contaba con trece años de edad y era casi veinte años más joven que su marido; fueron sus abuelos Joaquín Primo de Rivera Pérez de Acal y Antonia Eulalia Ortiz de Pinedo Muñoz-Anuncibay, los paternos, y Rafael Sobremonte Núñez del Castillo y Juana María de Larrazábal Quintana, los maternos.
Fue hermano, entre otros siete, de Fernando Primo de Rivera Sobremonte, capitán general y primer marqués de Estella por concesión de Alfonso XII como consecuencia de los méritos adquiridos en la conquista de esa ciudad navarra durante la Tercera Guerra Carlista, y como consecuencia tío de Miguel Primo de Rivera Orbaneja, capitán general y dictador entre 1923 y 1930 y tío abuelo de José Antonio Primo de Rivera Sáenz de Heredia, líder de Falange Española, el principal partido fascista español.
A pesar de haber nacido en una familia con una fuerte inclinación por el ejercicio de las armas, Sixto Primo de Rivera optó por ser funcionario de la Administración Civil del Estado. En el verano de 1861 fue propuesto para ocupar la plaza de Corredor de Comercio en La Habana, que estaba vacante por fallecimiento del que la ejercía, considerándose que a pesar de su juventud reunía “la aptitud, conocimientos y demás requisitos que previene el Código de Comercio”; y aunque renunció a este primer nombramiento en 1864, muy pronto obtuvo destino en la isla caribeña como Administrador del municipio de Cienfuegos, que en diciembre de 1865 permutó por el de Cárdenas, para ser posteriormente nombrado Administrador de la Aduana de Santiago de Cuba, hasta su cese mediante un Real Decreto del Ministerio de Ultramar fechado el 13 de noviembre de 1866; no por eso abandonó la isla, pues dos años después, con la Revolución Gloriosa, fue designado visitador del papel sellado de Cuba.
Retornado a la Península, ocupó durante algunos años cargos de responsabilidad política, hasta que con la monarquía de Alfonso XII retomó su carrera administrativa y en La Correspondencia de España del 26 de febrero de 1875 se anunciaba su nombramiento como director de Rentas y Estadística de Cuba, un puesto que dependía del Ministerio de Hacienda, aunque parece probable que no llegase a ocuparlo. En diciembre de 1877 fue nombrado, en comisión de servicios, jefe de administración de segunda clase del Ministerio de Gobernación, ejerciendo como jefe de orden público en Madrid hasta que en 1879 presentó su dimisión ante el ministro Francisco Silvela a causa de su delicada salud. Como culminación a su carrera administrativa, en el mes de noviembre de 1879 llegó a ser nombrado por sus méritos particulares Jefe Superior de la Administración, la máxima categoría de los funcionarios civiles del Estado, que muy pocos alcanzaban.

Gobernador Civil de Guadalajara
Como era frecuente entre los altos funcionarios de su época, Sixto Primo de Rivera también participó activamente en la vida política. En 1853 ya le encontramos como regidor del Ayuntamiento de Sevilla entre los asistentes a varias reuniones públicas del partido moderado, y en 1857 ya figura como uno de sus más destacados dirigentes en la capital andaluza. Aunque poco después fue destinado como funcionario a la isla de Cuba, cesando en su actividad política, en el año 1871 ya estaba de vuelta en la Península, a caballo entre Sevilla, con domicilio en el número 7 de la calle de Santa María de Gracia, y Madrid, donde dirigía un periódico político, del que además era propietario, que se llamaba La Paz.
En el mes de febrero de 1874 fue nombrado gobernador civil de Guipúzcoa, una provincia entonces agitada por la Tercera Guerra Carlista en la que, en muchos momentos, la autoridad de la República apenas se extendía más allá de la ciudad de San Sebastián. Aunque algunos alabaron su templanza, su paso por el gobierno civil fue muy criticado por los guipuzcoanos; se sabe que en una ocasión abandonó la provincia en momentos delicados y se trasladó al pueblo cántabro de Castro Urdiales para atender la salud de uno de sus hermanos. Aficionado al teatro, y a la literatura en general, siendo gobernador civil en Guipúzcoa publicó un bando oficial que terminaba con los versos de un terceto de su autoría.
A comienzos de noviembre de 1874 estuvo en Madrid con licencia y una semana después, seguramente como fruto de sus gestiones, se le nombró para el Gobierno Civil de Guadalajara por el gabinete de Práxedes Mateo Sagasta. Allí su comportamiento no dejó de ser peculiar; al tener noticias del pronunciamiento en Sagunto del general Arsenio Martínez Campos a favor de la restauración monárquica el 30 de diciembre de 1874, Sixto Primo de Rivera no sólo no defendió la República a la que servía, sino que envió un telegrama de felicitación a las nuevas autoridades apoyando “el fausto suceso”, de tal manera que aún siguió al frente de la provincia tras la coronación del nuevo monarca. Su actitud no podía sorprender a nadie, pues era conocida la simpatía que su hermano Fernando, entonces Capitán General de Castilla la Nueva, manifestaba hacia el futuro rey Alfonso XII.
Porque su carrera política y administrativa estuvo siempre a la sombra de su hermano Fernando, como se reconocía públicamente con gracejo: “Además del general Primo de Rivera, cuyo nombramiento para la capitanía general de Filipinas se da como cosa hecha, anuncia un periódico que en breve aparecerá en la Gaceta el decreto nombrando jefe económico de Manila al señor Primo de Rivera (don Sixto). A ver si queda por ahí otro Primo para el cargo de gobernador civil de aquella remota capital, y así podrá decirse pronto que la alta administración del Archipiélago filipino es una completa Primada”,
A pesar de lo cual en 1878 vio frustrados sus deseos de ser nuevamente nombrado gobernador civil de Granada, pero no fue porque no lo intentase, como describía humorísticamente la prensa de la época, haciendo referencia al ministro de Gobernación Francisco Romero Robledo: “Nadie tan bien servido, / como lo fue el gran Romero / cuando de Antequera vino. / Cruzada cuidaba de él. / Primo de Rivera (Sixto) / se lastimó el espinazo / de tanto y tanto cumplido; / D. Lope volvió de Murcia / y aún prosigue á su servicio; / y Villalba, el buen Villalba, / pronto saldrá de presidios”.
Con tan alto valedor y tan pocos escrúpulos, no es de extrañar que durante los primeros años de la Restauración continuase su carrera política, mostrando tan notable capacidad de adaptación a los vaivenes partidistas que fue objeto de crítica por los republicanos que, con motivo de su nombramiento como subdirector de la Compañía de Tabacos de Filipinas en enero de 1882, le reprochaban públicamente que la familia Primo de Rivera “con la república sagastina de 1874 ocuparon elevados puestos y con el canovismo hicieron valer los provechos de la Capitanía General de Castilla la Nueva; y hoy en plena situación fusionista, si no hay cargos vacantes para ellos se improvisan”.  En 1885 ya estaba de vuelta en la Península después de su período en Filipinas, residiendo en el número 41 de la madrileña calle de la Montera.
También se dedicó a los negocios privados, y sabemos que tenía alguna finca rústica en el municipio madrileño de Robledo de Chavela. Además, siempre mantuvo, como toda su familia, fuertes lazos con las colonias americanas, formando parte en los años 1873 y 1874 de la Junta Directiva del Centro Hispano-Ultramarino.
JUAN PABLO CALERO DELSO

viernes, 19 de abril de 2019

NARCISO RIAZA GARCÍA

RIAZA GARCÍA, Narciso
[Brihuega, 29 de octubre de 1811 / 5 de septiembre de 1885]

Narciso Riaza García nació en Brihuega (Guadalajara) el 29 de octubre de 1811 y falleció en la misma localidad el 5 de septiembre de 1885. Casó con Francisca Grimaud y Vázquez, natural de Madrid, y tuvieron al menos un hijo, Narciso Riaza Grimaud, que se graduó como licenciado en Derecho y siguió la carrera judicial, y que a su vez fue padre de Narciso Riaza Mateo que también fue un prestigioso jurisconsulto.
A la temprana edad de nueve años ingresó en el seminario diocesano de San Bartolomé de Sigüenza, donde destacó por su inteligencia y constancia, para seguir la carrera eclesiástica. Pero antes de recibir el orden sacerdotal abandonó el Seminario y se trasladó a Madrid para estudiar Leyes. Desde entonces, simultaneó su residencia en la capital del reino y en su pueblo natal, cuando los destinos de la carrera judicial no le llevaban a otras localidades de la provincia alcarreña, como Cifuentes y Sigüenza, o de fuera de ella, como Almansa, Almazán y Toledo. Entre los años 1842 y 1862 fue, temporalmente, Registrador de la Propiedad y en 1845 abrió su despacho de abogado en Guadalajara.
Su carrera judicial sufrió continuos sobresaltos por la intromisión de cuestiones políticas; los gobiernos de uno y otro signo tendían a favorecer o cesar a los jueces y magistrados que les eran afines, y Narciso Riaza se vio sometido a esos vaivenes. Durante el Bienio Progresista ocupó el juzgado de Cifuentes hasta que fue destituido en 1856 cuando el régimen progresista de Baldomero Espartero fue sustituido por el gobierno de la Unión Liberal de Leopoldo O’Donnell. Pasó por distintos puestos y destinos y en el año 1861, continuando aún sin destino como juez cesante, fue nombrado Registrador de la Propiedad del partido judicial de Brihuega.
Cuando se produjo la Revolución Gloriosa, en el mes de septiembre de 1868, era juez del partido judicial de la localidad soriana de Almazán, siendo llamado por la Junta Revolucionaria de Guadalajara que, en una de sus primeras disposiciones, le encargó que se hiciese cargo de nuevo del juzgado de Cifuentes. Fue distinguido con el nombramiento de caballero de la Orden de Carlos III.

Su actividad social
Hombre polifacético, los asuntos de Leyes no fueron su único horizonte intelectual. Cultivó la poesía y amó la ciencia, de tal manera que el 1 de abril de 1842 fue nombrado académico de la Real Academia de Ciencias Naturales de Madrid, institución que desapareció en 1847 para dar paso a la actual Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Con motivo de su elección como diputado provincial, durante la Regencia de Baldomero Espartero, se ocupó de asuntos educativos y en 1841 formó parte de una comisión de la Junta de Instrucción de la provincia, junto con Juan Manuel García Flores y Urbano Mínguez Senén, siendo nombrado al año siguiente miembro de la Junta de Inspección del Instituto de Segunda Enseñanza de la capital alcarreña, centro en cuyo claustro de profesores se integró cuando fue encargado de impartir clase de las asignaturas de Filosofía, Moral y Lógica.
También fue hombre de negocios, y aprovechando la legislación desamortizadora, en 1851 compró a Casimiro López Chávarri una serie de fincas rústicas que éste le había cedido en 1844 y que siete años después pasaron a ser de su plena posesión. Fueron 57 fincas del Convento de Monjas Jerónimas de San Román en Medinaceli y 83 de las religiosas Franciscanas de Santiago en Sigüenza, todas situadas en la localidad de Anguita (Guadalajara).
Nunca perdió el contacto con su pueblo, y a él se debió la iniciativa de un grupo de vecinos de Brihuega que, en el mes de mayo de 1852, enviaron al arzobispo de Toledo, a cuya archidiócesis pertenecían, unos nuevos estatutos para la Cofradía de la Virgen de la Peña, que fueron aprobados por el cardenal Juan José Bonel y Orbe el 7 de julio de ese año y que permitieron revitalizar la antigua cofradía y mantener el culto a esta advocación de la Virgen. En este mismo sentido, entabló un pleito para que no se viesen afectados por la desamortización eclesiástica los bienes con que había sido dotada una capellanía en la iglesia de Santa María de la Peña que había sido fundada por Juan Álvarez del Castillo.
Su actividad política
Políticamente fue hombre de ideas progresistas y muy activo, lo que le valió para estar presente en las principales instituciones políticas del recién creado Estado liberal. Fue diputado provincial por el partido judicial de Brihuega durante la Regencia del general Baldomero Espartero, concluyendo su mandato en 1843.
Se presentó entonces como candidato a las elecciones legislativas del 27 de febrero de ese mismo año por la circunscripción alcarreña junto con Mariano Delgrás y Vicente Peiró, una terna progresista que contaba con el apoyo de la Diputación Provincial. Pero a causa de las disensiones que aquejaban a los progresistas en Guadalajara y en toda España, al reunirse la Junta de Escrutinio el 10 de marzo se comprobó que de los más de 5.000 inscritos en el censo electoral, sólo 3.319 habían ejercido su derecho al sufragio y ninguno de los candidatos había conseguido superar el 50% de los votos, por lo que fue necesario convocar nuevos comicios. Celebrados éstos en el mes de abril, los tres candidatos superaron el número de votos exigido y pudieron ocupar sus escaños en el Congreso de los Diputados.
No acabaron aquí los problemas para el nuevo diputado, pues Manuel María Cortijo, vecino de Madrid, remitió una carta a las Cortes en la que acusaba a Vicente Peiró y Narciso Riaza, diputados progresistas por Guadalajara, de haber cometido un delito de apropiación indebida y de ocultación de bienes en relación con unas fincas eclesiásticas desamortizadas que habían sido propiedad de un convento de Ávila.
A pesar de todo, el 26 de abril de 1843 las Cortes dieron por válidos los resultados y el día 30 de ese mismo mes Narciso Riaza García juró su cargo. Ingresó en las secciones Primera, donde actuó como vicesecretario. Pero los acontecimientos políticos que provocaron el final de la Regencia del general Baldomero Espartero, trajeron como consecuencia la clausura de las Cortes el día 20 de mayo de ese mismo año, por lo que su primera estancia en el Congreso sólo duró tres semanas, aunque le dio tiempo para ser uno de los firmantes de un manifiesto, encabezado por Salustiano de Olózaga, en el que pedía al entonces regente que se mantuviese en el puesto hasta la mayoría de edad de Isabel II.
En la convocatoria de septiembre de 1843, volvió a ser elegido diputado a Cortes por la circunscripción de Guadalajara, pero con unos resultados electorales aún más menguados. En esta ocasión, de los casi 6.000 inscritos, sólo 3.097 ejercieron su derecho al sufragio activo y Narciso Riaza consiguió 1.931 votos, más del cincuenta por ciento de los emitidos, pero menos de un tercio del censo electoral.
En esta legislatura, el Congreso de los Diputados celebró su sesión inaugural el 15 de octubre de 1843; pero la legislatura se vio interrumpida por la convocatoria a Cortes Constituyentes del nuevo gabinete moderado, por lo que cesó como parlamentario el día 10 de julio de 1844. En su primera participación en las Cortes se integró en la Primera Sección como vicesecretario y en su segunda legislatura lo hizo en las secciones Sexta y Séptima, aunque no consta en el Diario de Sesiones ninguna intervención suya en el Pleno.
JUAN PABLO CALERO DELSO

lunes, 8 de abril de 2019

JUAN MENÉNDEZ PIDAL

MENÉNDEZ PIDAL, Juan
[Madrid, 31 de mayo de 1858 / 28 de diciembre de 1915]

Nació en Madrid el 31 de mayo de 1858 y falleció en la misma ciudad el 28 de diciembre de 1915, aunque siempre consideró a Asturias como su patria chica, pues sus padres, Juan Menéndez Fernández-Cordero y Ramona Pidal Lando, habían nacido en Pajares y Villaviciosa, respectivamente. A causa de los traslados de su padre residió temporalmente en La Coruña, donde inició sus estudios de Bachillerato, y en Oviedo, donde los completó el 20 de junio de 1873.
Para continuar la tradición familiar, su padre y su hermano mayor fueron magistrados, se trasladó a Valladolid donde cursó la licenciatura en Leyes hasta 1878, doctorándose en 1881 en la Universidad Central con una Tesis sobre “Reglas equitativas para trazar la línea divisoria entre ambas potestades, creada entre derechos e intereses de la Iglesia y el Estado”, un tema que mostraba sus inclinaciones políticas y que se publicó con el título de Dios y el César. Aunque no mostró vocación por el Derecho, en 1891 se presentó sin éxito a las oposiciones para la Cátedra de Derecho Natural de la Universidad de La Habana.
Desde muy pronto, sus intereses se orientaron hacia otros ámbitos. Se inició en la literatura en 1880 publicando El conde Muñazán y Don Nuño de Rondaliegos, obras que señalaban las líneas maestras de su producción poética, dedicada a rescatar la tradición oral de Asturias con la recuperación de viejos romances o con la autoría de nuevos poemas inspirados en ese legado popular. En 1885 dio a la imprenta Poesía popular. Colección de los viejos romances que se cantan por los asturianos en la danza prima, esfoyazas y filandones, que influyó decisivamente en la vocación filológica de su hermano pequeño, Ramón Menéndez Pidal, que continuó con más profundidad su tarea de preservar la tradición del romancero. Su obra poética se completa con El pendón negro, que salió de imprenta en 1893.
Como periodista, en 1883 fundó la revista satírica El trasgo, donde su hermano Luis colaboró como ilustrador, y más tarde dirigió algunos periódicos de carácter político y marcado acento conservador, como La Lealtad de Córdoba, en 1886, y La Unión Católica de Madrid, en 1895. Más tarde fue redactor jefe de la Revista de Archivos, bibliotecas y museos, una publicación de evidente índole profesional, y a su muerte pertenecía a la redacción del diario católico El Universo de Madrid, que por entonces dirigía el alcarreño Rufino Blanco Sánchez.
Pero su actividad profesional fue la Historia. Prestaba servicio en la Biblioteca del Instituto Jovellanos de Gijón, cuando en febrero de 1896 esta institución fue incorporada a la red pública, ingresando por este medio en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios como Oficial administrativo de segundo grado. En 1897 se trasladó al Archivo Histórico Nacional, siendo adscrito a la Sección de Sigilografía, motivo por el cual recorrió buena parte de la geografía española acumulando una erudita información que se publicó, póstumamente, en su libro Sellos españoles de la Edad Media. En 1911 perteneció a la junta encargada de la adquisición de obras para las Bibliotecas y la Hemeroteca Nacional.
En 1908 fue nombrado director del Archivo Histórico Nacional, cuando ya era Secretario de la Junta Facultativa del Cuerpo, y en 1914 fue elegido para ocupar el sillón A de la Real Academia Española de la Lengua, en sustitución de su primo Luis Pidal y Mon, tomando posesión el 24 de enero de 1915 con un discurso sobre Luis de Zapata que fue contestado por el académico Francisco Rodríguez Marín. En ambos nombramientos, como en otros anteriores, se vio arropado por la poderosa influencia de su familia, por su primo Luis Pidal y Mon en el primer caso y por su hermano Ramón en el segundo. En general, fue repetidamente acusado de conseguir por nepotismo lo que no siempre merecía por derecho.
Publicó otras obras literarias, como el libro de poesías Alalá, en 1890, Leyendas del último rey godo, en 1905, y Poesías, en 1913; y de carácter histórico, como Leyendas del último rey godo. Notas e investigaciones, en 1906, o San Pedro de Cardeña: restos y memorias del antiguo monasterio, en 1908. También se editó su discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua en 1915 titulado Don Luis de Zapata y su Miscelánea.

Gobernador Civil en Guadalajara
Cuando el 8 de diciembre de 1902 Juan Menéndez Pidal llegó a Guadalajara para asumir el Gobierno Civil tenía una amplia experiencia política. En las elecciones de febrero de 1891 ganó el escaño al Congreso por la circunscripción lucense de Ribadeo, limítrofe con Asturias. El 7 de marzo de 1899 ya había sido designado gobernador civil de Pontevedra, donde cesó el 10 de marzo de 1901.
Estuvo al mando de la provincia alcarreña hasta el 21 de diciembre de 1903, cuando fue destinado al Gobierno Civil de Ciudad Real, aunque no llegó a tomar posesión y cinco días después se le encargó la misma responsabilidad en Burgos. En esta provincia castellana cesó el 9 de diciembre de 1904 a petición propia, pues según informó su hermano Ramón a Antonio Maura en una entrevista particular, necesitaba reingresar en el Cuerpo Facultativo de Archivos y Bibliotecas. El 25 de diciembre de 1907 volvió a ser elegido para el Gobierno Civil de Ciudad Real, pero tampoco se incorporó en esta ocasión, siendo cesado el 28 de enero de 1907.
En su nombramiento para el Gobierno Civil de Guadalajara, influyó su hermano Faustino, que era Magistrado de esa Audiencia Provincial. No entró con buen pie en tierras alcarreñas, pues al poco tiempo de llegar enfermó su esposa, pero desde el principio se mostró como un gobernador activo e inflexible: multas por blasfemar en la vía pública, por abrir las tabernas a deshora… También fue acusado de presionar a alcaldes y electores con el objetivo, frustrado, de quebrar en la provincia la hegemonía de los liberales leales al conde de Romanones.
JUAN PABLO CALERO DELSO