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jueves, 1 de mayo de 2014

BALDOMERO HUETOS HERNÁNDEZ

HUETOS HERNÁNDEZ, Baldomero
[Guadalajara, ¿? / ]

Baldomero Huetos Hernández nació en Guadalajara a mediados de la década de 1860, hijo de Esteban Huetos y de Felipa Hernández, ambos también naturales de esa ciudad. Tuvo un hermano con igual nombre, Baldomero, que falleció el 4 de octubre de 1862 a los cuatro años. Otro de sus hermanos, Emilio, murió el 28 de septiembre de 1861 con sólo año y medio de edad, y una tercera, Juana, falleció el 2 de agosto de 1866 pocos meses después de nacer en la vecina Yunquera de Henares.
Siendo aún muy joven, entró como aprendiz de cajista en la Imprenta Provincial alcarreña, donde permaneció hasta que a finales del año 1884 marchó a Madrid con sus padres. Aunque en junio de 1884 le encontremos entre los alcarreños que se sumaron a una proposición de la Juventud Federal de Guadalajara para enviar dinero a las familias de los militares fusilados en Gerona por sumarse a un pronunciamiento republicano, el contacto con Julián Fernández Alonso y el resto de tipógrafos marxistas del establecimiento tipográfico de la Diputación le convirtió, desde su más temprana juventud, en un firme militante del PSOE y la UGT.
Nada más llegar a Madrid entró como auxiliar de la Junta Directiva de la Asociación del Arte de Imprimir, donde se convirtió en un colaborador insustituible, hasta convertirse en el más íntimo y constante colaborador de Pablo Iglesias en la confección material de El Socialista, semanario que sacó su primer número en 1886, sin faltar ninguna semana. La relación entre el joven tipógrafo alcarreño y el líder socialista llegó a ser tan estrecha que un invierno muy crudo, Huetos inició una suscripción entre los amigos para comprarle a aquél una capa con la que abrigarse. Según su amigo Morato, en la Asociación del Arte de Imprimir, “extendía recibos, llevaba cuentas, realizaba como auxiliar todas las faenas que requerían paciencia y destreza de pluma y en asunto de cuentas”. Ni siquiera mientras estuvo en el Servicio Militar dejó de acudir puntualmente a componer las galeradas para El Socialista.
En la capital del reino fue, además, secretario, primero, y presidente, después, de la Asociación del Arte de Imprimir y perteneció a la Junta Directiva del Montepío de Tipógrafos de Madrid. Presid el Centro de Sociedades Obreras de orientación marxista, organismo que reunió a todos los sindicatos socialistas madrileños hasta la inauguración, en el año 1908, de la primera Casa del Pueblo, situada en el número 2 de la madrileña calle de Piamonte. Como presidente de las Sociedades Obreras madrileñas se recordaba su decidida intervención, que solucionó satisfactoriamente para los trabajadores la huelga de panaderos de 1900, y su frecuente participación como orador en numerosos mítines obreros.
También ocupó cargos orgánicos de ámbito nacional, y fue elegido vicetesorero de la Ejecutiva nacional de la UGT surgida del VI Congreso hasta que fue sustituido, ni más ni menos, que por Francisco Largo Caballero. Como líder de la UGT madrileña, presidió en 1890 la primera celebración del 1º de Mayo en España, que se desarrolló pacíficamente en Madrid, y estuvo en la mesa presidencial en años sucesivos.
Sin embargo, poco después abandonó su militancia socialista porque fue duramente criticado a causa de un robo en los fondos de la UGT de Madrid, en el que él no había participado pero que, según se dijo, no había evitado con la debida diligencia por su desidia en el control interno del sindicato. Fue por ello públicamente censurado y, ofendido, renunció a todos sus cargos en el partido y el sindicato.
No era Baldomero Huetos persona que aceptase con mansedumbre las críticas; en el mes de enero de 1901 recibió una carta insultante de otro tipógrafo socialista, llamado Rafael García, y como cuando fue a pedirle explicaciones, éste no sólo se ratificó en lo escrito sino que intentó agredirle, Huetos sacó una pequeña navaja y le asestó dos navajazos que hirieron de pronóstico reservado al autor de las posibles injurias.
Aunque residente en Madrid, volvió ocasionalmente a Guadalajara para participar en distintas actividades promovidas por la UGT arriacense en la que había empezado su militancia proletaria, y así en 1902 intervino en el mitin que la Federación de Sociedades Obreras de Guadalajara organizó, por segunda vez en la provincia, para conmemorar el 1º de Mayo.
JUAN PABLO CALERO DELSO

martes, 29 de abril de 2014

MARÍA VISITACIÓN PUERTAS LATORRE

PUERTAS LATORRE, María Visitación
[Torrelapaja, ¿1878? / Madrid, 31 de mayo de 1968]

Nació en la localidad zaragozana de Torrelapaja y falleció en Madrid el 31 de mayo de 1968, a los noventa años de edad. Nunca contrajo matrimonio.
Realizó estudios de Magisterio y en septiembre de 1899 opositó por primera vez a una plaza de maestra, en su caso con el programa de Labores. En el año 1902 fue destinada como Auxiliar de las Escuelas Prácticas graduadas en la de Pamplona, y en 1905 concursó para ocupar, como titular, una plaza en una Escuela de niñas y párvulos de superior categoría, siendo destinada a la ciudad de Sevilla, aunque ese mismo año ya concursó para obtener un puesto similar en Madrid. Después, obtuvo por concurso una plaza como maestra nacional en Santa Cruz de Tenerife, pero nunca debió de abandonar la Península pues se le permitió tomar posesión desde la capital del reino; en cualquier caso, en enero de 1914 ya la encontramos ejerciendo el magisterio en La Coruña. Desde 1906 fue elegida para formar parte de los tribunales de oposición para las escuelas de niñas y párvulos y de Inspectores de primera enseñanza.
En 1909 fue una de las aspirantes a ingresar en la Sección de Ciencias de la madrileña Escuela Superior de Magisterio, aprobando el curso pero sin obtener plaza, por haberse cubierto con otras alumnas con mejores notas el cupo de aspirantes a maestras superiores en ese año; aunque finalmente consiguió ingresar y alcanzar en 1912 la titulación para ejercer como maestra superior.

Profesora en la Escuela Normal de Guadalajara
En 1915 ganó la plaza de Profesora de Matemáticas en la Escuela de Magisterio de Guadalajara, donde impartió clases hasta 1938, cuando logró la Cátedra de la misma materia en la Normal de Cuenca. Desde 1924 fue socia de la Asociación Española para el Progreso de las Matemáticas, junto a Pilar Blasco y María del Carmen Oña, también profesoras de la Normal de Guadalajara.
En 1932 ocupaba la dirección de la Escuela de Magisterio de Guadalajara. Al terminar la Guerra Civil se le abrió el obligado expediente de depuración, que fue cerrado el 20 de junio de 1940 decretando su traslado forzoso a la Escuela de Magisterio de Teruel, un castigo leve si tenemos en cuenta que Julio Juan y Blanquer, que fue director del Instituto de Guadalajara durante la República, fue encarcelado y excluido de cualquier actividad profesional.
Durante sus muchos años de estancia en tierras alcarreñas, mostró una gran preocupación por la mejora profesional de los maestros, y por eso en 1917 fue elegida para formar parte de la Junta de la Asociación Nacional de Profesores de Escuelas Normales, ocupando en 1922 el cargo de vicepresidenta, como miembro del grupo de profesores de Guadalajara que, con Modesto Bargalló al frente, impulsó y sostuvo esta asociación, su Boletín y su Revista; en 1932 era elegida como presidenta de esa Asociación. En repetidas ocasiones, colaboró con sus artículos tanto en el Boletín de Escuelas Normales como en la Revista de la misma asociación. También perteneció a la Comisión organizadora de un Congreso Hispanoamericano de Educación, que estaba previsto celebrar en 1923 pero que nunca se pudo llevar a cabo.
Esta preocupación por la capacitación didáctica de los maestros la animó a solicitar en 1914 una beca a la Junta para la Ampliación de Estudios; primero para el análisis en Europa de lecturas, cantos y juegos infantiles, que le fue denegada. No cejó en su pretensión y en repetidas ocasiones fue demandante de una de estas becas. Más adelante, después de incorporarse al cuadro de profesores de la Escuela de Magisterio alcarreña, la pedía para conocer “la enseñanza de las Matemáticas en las Escuelas Normales y en las de 1ª y 2ª enseñanza”, pero tampoco entonces la obtuvo. Seguramente, fue la falta de un currículum con suficiente peso específico estuvo detrás del rechazo repetido a concederle esta ayuda.
En 1926 se le concedió finalmente la beca para “visitar las Escuelas Normales de Francia y estudiar en ellas como se atiende al desenvolvimiento del sentido profesional del futuro magisterio”. Entre marzo y mayo de 1927, en compañía de Inocencia Giménez y Teresa de Pablo Colimorio, viajó Francia y Bélgica, donde fueron magníficamente atendidas por su condición de becadas por la JAE, como reconoció esta última en su informe. Visitación Puertas visitó en el país vecino la Universidad de París, las Escuelas Normales de Burdeos y Fontenay-aux-Roses, junto a París, y diversos liceos y escuelas primarias y de párvulos y en Bélgica conoció la Universidad de Bruselas y las Escuelas Normales de Amberes y Bruselas, además de algunos centros de enseñanza primaria.
Fue, además, firme partidaria de la profesionalización de la tarea docente, según el modelo francés que se extendió desde la Escuela Normal de Saint Cloud, que incluyó en el itinerario propuesto en la petición de alguna de sus becas. Y, en esta misma línea, en 1922 fue una de las firmantes de un manifiesto público a favor de la libertad de cátedra, que se había visto amenazada por la denuncia del obsipo de la diócesis contra una profesora de la Escuela Normal de Lérida, documento que encabezaban Santiago Ramón y Cajal, Ramón Menéndez Pidal y Miguel de Unamuno. En 1932 pudo desarrollar sus propuestas de profesionalización del magisterio cuando fue elegida para formar parte de la Comisión encargada por el Ministerio de redactar un nuevo Estatuto del Magisterio, a la que también pertenecían los alcarreños Jorge Moya de la Torre y Dionisio Correas Fernández.
JUAN PABLO CALERO DELSO

viernes, 25 de abril de 2014

DIEGO GARCÍA MARTÍNEZ

GARCÍA MARTÍNEZ, Diego
[Guadalajara, 14 de julio de 1813 / 27 de julio de 1898]
Diego García Martínez nació en Guadalajara el 14 de julio de 1813 y falleció en la misma ciudad el 27 de julio de 1898.
Cursó estudios de leyes en las Universidades de Alcalá de Henares y Central de Madrid y, aunque heredó el bufete de su padre, raramente se dedicó al ejercicio libre de la abogacía, ni fue esta actividad profesional a la que le dedicó más tiempo en su larga vida.

Su entorno familiar
Era hijo de Gregorio García Tabernero y de Andrea Martínez Gutiérrez, heredero de una estirpe que dirigía política y económicamente la ciudad y la provincia alcarreña desde las últimas décadas del siglo XVIII. Su bisabuelo, Mateo Tabernero, su abuelo Diego García, su padre, Gregorio García Tabernero, su hermano, Gregorio García Martínez, y su yerno, Ángel Campos García, fueron, como él, alcaldes de la capital alcarreña.
En 1838 se casó con Casilda Gamboa González, que había nacido en Madrid en 1818 y falleció en Guadalajara el 16 de noviembre de 1888, y que era hija de José Fernando Gamboa Vigil de Quiñones y de Casilda González, con quien casó su padre en primeras nupcias; contrayendo posteriormente matrimonio con Inés Calvo Calvo con la que tuvo otros cuatro hijos: Eugenio, José, Antonio y Jacoba Gamboa Calvo. La boda de Casilda Gamboa y Diego García permitió enlazar a las principales familias de la Campiña y de la Sierra de Guadalajara, y traspasar un enorme patrimonio económico y político a sus cuatro hijos: Diego, Eduardo, Casilda y Luisa García Gamboa.
De este modo, la familia de Diego García, que ya había emparentado con los Tabernero, los Hita, los Estúñiga y los Guzmán, estableció lazos familiares con los Gamboa y los Calvo; poco después lo haría también con los Montesoro, poniendo de manifiesto la fuerte endogamia de la elite progresista de Guadalajara, que utilizó el matrimonio como instrumento de fortalecer su posición social dominante.

Su acción política
En 1836 comenzó su carrera política en las filas del liberalismo más avanzado, y siendo aún estudiante se inscribió en la Milicia Nacional, alcanzando el grado de capitán a pesar de su juventud. Este activismo político muy pronto se tradujo en una presencia institucional de la mano de su padre, que en 1840 formaba parte de la Juta Revolucionaria que entonces se formó en Guadalajara, siendo nombrado Diego García Martínez asesor de la Intendencia Provincial alcarreña. En 1841 fue elegido alcalde constitucional de Guadalajara y miembro de la Junta Municipal de Beneficencia de la capital, además de comandante de la sección de Caballería de la Milicia Nacional.
En 1843 fue elegido diputado provincial por el partido judicial de Atienza, aunque no pudo tomar posesión de su cargo por la inestabilidad política de aquel año, y formó parte de la Junta Provisional de Gobierno de la Provincia que se estableció para poner punto final a la Regencia de Espartero; sinceramente progresista, en esta ocasión se mostró contrario al régimen establecido por el duque de la Victoria, lo que no le impidió formar parte de la delegación parlamentaria que en 1870 fue a Logroño a ofrecerle la Corona de España. Como otros liberales avanzados que eran miembros de la Junta Revolucionaria de Guadalajara, cuando los moderados se hicieron definitivamente con las riendas del poder, se opuso frontalmente al nuevo régimen del general Ramón María de Narváez.
Durante la Década Moderada, y a pesar de su indudable protagonismo en el pronunciamiento de 1843, sufrió el más severo ostracismo por parte de las nuevas autoridades, por lo que se instaló en Madrid y se dedicó a cuidar y acrecentar su rico patrimonio personal. Sólo volvió a la primera fila de la política provincial para presidir en 1853 una Junta Provincial encargada del establecimiento y construcción de una Casa de Expósitos por iniciativa del gobernador civil y a cargo de la Diputación Provincial, manteniéndose como director del establecimiento durante varios años.
Pero ni el largo régimen moderado consiguió alejarle de la política, y en 1854 le encontramos en la Junta de Gobierno de la Provincia que se formó para apoyar al pronunciamiento de los generales Leopoldo O’Donnell y Baldomero Espartero, junto a José María Medrano, José Domingo de Udaeta, Casimiro López Chavarri, Joaquín Sancho, José Serrano, José Martínez, Cayetano de la Brena y León López Espila.
Durante el Bienio Progresista ocupó la Delegación de Hacienda de la provincia alcarreña y perteneció a las Juntas de enseñanza primaria y de Sanidad. Ganó el escaño por la circunscripción de Guadalajara en las Cortes Constituyentes de 1854, elegido en una candidatura acordada por la junta de electores progresistas de la provincia que componía con José María Medrano, Ramón Ugarte y José Guzmán y Manrique Ruiz. En las sesiones intervino en varios asuntos relacionados con la provincia de Guadalajara, como el estado de la enseñanza primaria en tierras alcarreñas, la devolución a Sigüenza de la capitalidad de un partido administrativo o la agitación social en la capital y algunos pueblos.
Pero al terminar en 1856 el período de gobierno de su partido no desapareció de la política provincial. Ese mismo año fue designado vocal de la Junta Nacional de examen de tarifas y legislación de la contribución industrial, siguió formando parte de la Junta de Sanidad Provincial y en 1860 volvió a la política activa, sin renunciar a sus ideas, al aceptar pertenecer a la Junta Provincial de Agricultura junto a otros notables progresistas como Joaquín Sancho Garrido y ser elegido diputado provincial por el distrito de Guadalajara desde el 1 de abril de 1862.
En 1863 de nuevo sus paisanos le eligieron como su representante en el Congreso, en esta ocasión por el distrito de Sigüenza, donde la familia de su mujer tenía tanta influencia. Las elecciones se celebraron el 11 de octubre de 1863 y en la provincia de Guadalajara resultaron elegidos Isidoro Ternero por el distrito de Guadalajara, con 311 votos sobre 312 emitidos; por Pastrana, Domingo Benito Guillén con 398 votos de 399 emitidos; por Brihuega, Justo Hernández Pareja, con 203 votos de 326 emitidos; por Molina, Mateo Alcocer con 125 votos de 235 sufragios emitidos, y por Sigüenza, Diego García Martínez, con 149 votos de 275; ocupó el escaño muy brevemente, desde el 21 de noviembre de 1863 hasta el 23 de junio de 1864.
En esos mismos años, su cuñado, José Gamboa Calvo, fue diputado provincial por Atienza y su primo Camilo García Estúñiga representaba al de Guadalajara, prueba de su control político sobre el norte de la provincia de Guadalajara. Cuando en 1858 pensó en presentarse a diputado a Cortes por Sigüenza y Atienza, se le criticó en la prensa nacional por su supuesto carácter cunero, lo que fue desmentido por Santiago Gil, Santos Cardenal y Andrés Rodrigálvarez que sostuvieron que tenía propiedades en veintidós pueblos de esos partidos judiciales, además de recordar que su suegro, José Fernando Gamboa, ya había sido diputado provincial por Sigüenza durante la minoría de edad de Isabel II.
Pero hostil a la deriva autoritaria del régimen moderado en los últimos años del reinado de Isabel II, en septiembre de 1868 le volvemos a encontrar en la Junta Revolucionaria que se constituyó en Guadalajara con motivo del pronunciamiento de Cádiz, y desde el 8 de octubre fue Presidente de la Diputación Provincial interina, junto a Melitón Gil, José Guzmán y Manrique, Santiago Gil y José Verdugo, y más tarde ocupó el mismo cargo en la que se estableció orgánicamente, siendo el primero elegido democráticamente. Del mismo modo, entró a formar parte de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio de la provincia como Vicepresidente, según nombramiento de la Junta de Gobierno de Guadalajara del 17 de octubre de 1868.
Al comenzar el año 1869 de nuevo llegó al parlamento con el mandato del distrito de Guadalajara, al que representó en esas Cortes constituyentes, con un amplio apoyo popular: casi 50.000 votos. En esta legislatura se integró en la Comisión de Presupuestos y presidió la de Fomento, una responsabilidad muy adecuada para quien se había destacado por su interés en las obras públicas en la provincia, peleando hasta conseguir una modificación en el trazado de la línea férrea de Madrid a Zaragoza para que se aproximase a Sigüenza y negociando en 1861 un empréstito de dos millones de reales para la aportación de la Diputación a un ambicioso plan de carreteras sufragado parcialmente por el Estado. A partir de 1871 fue senador electivo por Guadalajara, renunciando a cualquier cargo de responsabilidad constitucional desde la proclamación de la Primera República el 11 de febrero de 1873.
Ya en la Restauración, fue senador electivo por Guadalajara, ocupando desde 1886 con carácter vitalicio un escaño en la Cámara Alta. Mantuvo su presencia institucional hasta casi el final de su vida, y todavía en octubre de 1897, pocos meses antes de morir, fue designado presidente de la Junta Provincial de Socorros a inútiles de guerra, de la que formaba parte su yerno, Ángel Campos. Durante los años del reinado de Alfonso XII y la posterior regencia, formó parte de casi todos los organismos públicos de la provincia: consejeros de la sucursal en Guadalajara del Banco de España, presidente de la Junta Provincial de Beneficencia, Comisario regio de la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio...
Heredó de su padre el liderazgo del liberalismo progresista provincial, del que fue figura indiscutible durante casi medio siglo, y acabó su carrera política siendo jefe de filas del Partido Fusionista Liberal en Guadalajara, siempre al frente de una imbatible red caciquil que, por haber fallecido tempranamente sus hijos Diego y Eduardo García Gamboa, traspasó a Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, su heredero político en la ciudad arriacense y en toda la provincia.
Fue sobre todo un importante propietario agrícola, que adquirió numerosas fincas desamortizadas que sumó a las que recibió en herencia de su padre; durante muchos años fue uno de los diez mayores contribuyentes de la provincia por imposición territorial. Tenía bodegas propias en Guadalajara, obteniendo sus vinos un diploma de honor en 1877, también abrió un puesto de venta en la capital alcarreña para los productos de sus fincas y fue presidente de la Sociedad Minera Santa Casilda, empresa propietaria de alguna mina de importancia muy secundaria.
La defensa de estos intereses económicos agrarios se reflejó en su actividad parlamentaria relacionada con la provincia alcarreña; así podemos destacar su intervención el 1 de julio de 1856, con motivo de unos motines de trabajadores en Sigüenza y Guadalajara en los que pidió al gobierno mano dura y el envío de tropas, y la que tuvo en 1883 en el Senado con motivo del debate sobre la Mano Negra, que fue duramente contestado desde la prensa provincial.

Su actividad social
Junto a su faceta institucional y política, Diego García Martínez desempeñó un papel destacado en la sociedad alcarreña de su época; fue el promotor y primer presidente del Casino de Guadalajara, fundado en 1868, y vicepresidente del Círculo Liberal de Madrid, que presidía Práxedes Mateo Sagasta. Además era miembro de la Junta Directiva nacional de la Liga Agraria y falleció siendo vicepresidente primero de la Asociación General de Agricultores de España
Fue socio del Ateneo Científico, Literario y Artístico que se organizó en Guadalajara en los primeros años de la Restauración, impartiendo varias conferencias como “Examen histórico-crítico del sistema tributario en España” o “Las huelgas: causas que las producen y medios que pueden adoptarse para evitarlas”. En sus últimos años se mantuvo como socio del Ateneo Escolar Caracense.
Estaba en posesión de las Reales Órdenes de Carlos II y de Isabel la Católica y había sido nombrado Hijo Adoptivo de la villa de Alcocer.
JUAN PABLO CALERO DELSO