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martes, 20 de mayo de 2025

MANUEL DEL VADO CALVO

VADO CALVO, Manuel del

[Marchamalo, 14 de septiembre de 1810 / Marchamalo, 25 de abril de 1901]

Manuel de la Cruz José María del Vado Calvo nació el 14 de septiembre de 1810 en el pueblo de Marchamalo, situado a escasos kilómetros de la capital de la provincia, siendo bautizado en su iglesia parroquial de la Santa Cruz una semana después. Era hijo de Ramón del Vado García, nacido en la localidad de Fuentelsaz, en el extremo nordeste del Señorío de Molina, y de Rafaela Calvo Calvo, natural de Marchamalo. Tuvo dos hermanos: Rafaela y José. Sus padres fallecieron antes de que alcanzase la mayoría de edad, pues en 1829 fue preciso nombrar un curador ad litem, siendo Tomás Caspueñas el designado, para que pudiese pleitear al no haber cumplido los 25 años de edad.

Fueron sus abuelos paternos Jacinto del Vado, que había nacido en Hita, y Sebastiana García Rubio, de Fuentelsaz, y los maternos Rafael Antonio Calvo, también natural de Marchamalo, y Ceferina Calvo, que había nacido en Cartagena. El origen de esta rama de la familia del Vado está en el pueblo alcarreño de Hita, donde encontramos varios de sus antepasados: en 1740 un Manuel del Vado alcalde mayor de la villa, otro Manuel del Vado que había nacido allí el día 5 de marzo de 1747 y que era hijo de Agustín del Vado, nacido también en Hita en 1722, y de Ana Villares…

Manuel del Vado contrajo matrimonio con Mariana Rosado y Cruz, con la que vivió casi siempre en Marchamalo, aunque algunas temporadas residieron en otros pueblos de la Campiña de Guadalajara, como Alovera, y con la que tuvo dos hijos: Antonina, fallecida en Aranzuque en julio de 1897, y Eusebio del Vado, que les sobrevivió.

Manuel del Vado Calvo falleció en su pueblo natal de Marchamalo el día 25 de abril de 1901, a los 90 años de edad, una extraordinaria longevidad para su época, y fue enterrado en el panteón familiar del cementerio de esa localidad, con asistencia de representantes de las instituciones provinciales, encabezadas por una comisión de la Diputación formada por Félix Alvira, José María Solano, Juan Zabía y Victoriano Celada, y del partido liberal, pues siempre militó en las filas de su corriente progresista.

Aunque entre 1824 y 1828 cursó estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, profesionalmente, se dedicó a la administración de su rico patrimonio agrario. La legislación desamortizadora, promovida por Juan Álvarez Mendizábal y Pascual Madoz, permitió a la burguesía provincial adquirir a bajo precio numerosas fincas rústicas; concretamente Manuel del Vado obtuvo, solo en el proceso iniciado en 1835, 112 lotes de tierras de cultivo, incrementando su hacienda hasta convertirse en uno de los principales contribuyentes de la provincia. Pasaba así a formar parte de la elite liberal de la provincia, posición que se vio favorecida porque su tía María Josefa, hija también de Jacinto del Vado y Sebastiana García, había contraído matrimonio con José María Medrano López-Soldado, vástago de una de las más distinguidas familias del patriciado provincial.

De su actividad agraria, destacó la producción de aceite, que mereció una medalla de plata en la Exposición Provincial de Guadalajara de 1876 y una medalla de bronce en la Exposición Internacional de Amsterdam de 1883.

Su acción política

Manuel del Vado Calvo tuvo un temprano y marcado protagonismo en la política provincial, siempre en las filas del liberalismo progresista. Si en 1836, recién alcanzada la mayoría de edad, ya figuraba como uno de los ciudadanos que depositó su voto en las elecciones legislativas de ese año, en los comicios celebrados en 1837 recibió el apoyo de doce electores y, aunque sonaba como probable diputado, solo obtuvo uno más en las de 1839, un respaldo testimonial pero que demostraba su temprana vocación política, que se vio frustrada a lo largo de la Década Moderada.

Su primer cargo, durante el Bienio Progresista, fue el de Visitador Principal en la provincia de Guadalajara de la Asociación General de Ganaderos, una organización corporativa al servicio de los ricos hacendados agrarios, como lo demostraba el nombramiento simultáneo de Valentín Fernández Manrique como visitador del distrito occidental de Atienza o José Batanero Huertas para el de Cifuentes. Poco después, fue elegido vocal de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio provincial.

En 1863 concurrió por primera vez en unas elecciones, enfrentándose a Román Atienza para ocupar el puesto de diputado provincial por el partido judicial de Guadalajara, saliendo vencedor en el proceso electoral y ejerciendo esa representación hasta octubre de 1865. Para entonces ya era el presidente del Comité Progresista de Guadalajara, y por ese motivo en 1864 acusó públicamente a Román Atienza de sostener ideas absolutistas, más próximas al tradicionalismo de Nocedal y Aparisi y Guijarro que a las del auténtico liberalismo conservador, declarando que su recién estrenado cargo de alcalde de Guadalajara se lo debía a la intervención de Isidro Ternero, jefe de filas del carlismo provincial.

Pero fue durante el Sexenio Revolucionario cuando su figura política destacó más especialmente. Así el 29 de septiembre de 1868 fue uno de los dirigentes políticos que entraron en las Casas Consistoriales de la capital alcarreña para proclamar la caída de la reina Isabel II y salió de allí presidiendo la Junta Revolucionaria de Guadalajara que, provisionalmente, se hizo cargo del gobierno de la capital, desalojando a Román Atienza del Ayuntamiento, y en buena medida de toda la provincia.

Asentado el nuevo régimen, y de cara a las elecciones a Cortes Constituyentes de enero de 1869, fue nombrado miembro del comité electoral del bloque político revolucionario, junto a Diego y Gregorio García Martínez, Cirilo López, Manuel González Hierro, Ramón Corrido, Simón García, José Ruiz de la Fuente, Luciano Lanza, Melitón Gil, Joaquín Verdugo, Santiago Gil, Camilo Estúñiga y José Guzmán y Manrique-Ruiz, es decir, la plana mayor del liberalismo y del republicanismo alcarreño, que presentó a esos comicios una candidatura unitaria de Concordia Liberal, con personas que apoyaban el proceso revolucionarios y “que cuentan con grandes simpatías”.

Celebradas las elecciones a Cortes Constituyentes el 15 de enero de 1869, en la provincia de Guadalajara fueron elegidos los diputados Diego García Martínez, José Guzmán y Manrique-Ruiz, Manuel Ortiz de Pinedo, Joaquín Sancho Garrido y, con más de 24.000 votos, Manuel del Vado Calvo, que vio aprobada su acta electoral y fue admitido en el Congreso de los Diputados el día 16 de enero de 1869, cesando el 2 de enero de 1871, al iniciarse el reinado de Amadeo I de Saboya.

Durante su paso por la cámara fue uno de los primeros firmantes de la Proposición de Ley que instituyó el Registro Civil en España, secularizando la inscripción del nacimiento y fallecimiento de todos sus habitantes, o de una enmienda que reconocía que el Estado se obligaba a mantener el culto y los ministros de la religión católica, pero prohibiendo expresamente que los religiosos cobrasen a los fieles por la administración de los Sacramentos, entre otras intervenciones. Aunque apoyó la candidatura del general Baldomero Espartero para el trono de España, mantuvo su apoyo el nuevo régimen tras la coronación de Amadeo I de Saboya.

Disueltas las primeras Cortes amadeístas, ocupó un escaño en el Senado por la provincia de Guadalajara, tanto en la legislatura de 1871 como en la del año 1872. El 25 de marzo de 1871 se celebró en Guadalajara la reunión de compromisarios para elegir los cuatro senadores que debían representar a la provincia en la Cámara Alta, obteniendo mayor respaldo Diego García Martínez, con 237 votos, Manuel del Vado Calvo, con 235 papeletas, Manuel Ortiz de Pinedo con 217 y José Domingo de Udaeta con 211; es significativo reseñar que el candidato conservador con más apoyo fue el obispo de Sigüenza que solo sumó 147 compromisarios.

El 15 de abril de 1872 se convocó nueva reunión de delegados para elegir los cuatro senadores por la provincia de Guadalajara, obteniendo una mayoría absoluta de votos Manuel del Vado Calvo, Diego García Martínez, Manuel García Alcobendas, nacido en Albares, y Marcelino Junquera, mariscal de campo del ejército que había sido profesor ayudante en la Academia de Ingenieros de la capital alcarreña.

Durante estos años, en un primer momento se adhirió al Partido Radical que lideraba Manuel Ruiz Zorrilla, aunque más adelante formó parte de un llamado Comité Progresista Democrático Histórico de Guadalajara, junto a la mayoría de la élite burguesa de la provincia, que nombró a Práxedes Mateo Sagasta presidente honorario del citado Comité, lo que es prueba de su adscripción al Partido Constitucional.

El abrupto final del Sexenio y el retorno de los conservadores al poder no enfriaron su vocación política. A la reunión celebrada en Madrid el 7 de noviembre de 1875, encabezada por Práxedes Mateo Sagasta, para sentar las bases de lo que será en adelante el Partido Fusionista Liberal, asistieron por Guadalajara Manuel del Vado Calvo, Diego García Martínez, Manuel Ortiz de Pinedo y el senador Manuel García, además de Manuel Abeleira por los liberales de Sigüenza. Una vez constituido el nuevo partido, Manuel del Vado ocupó distintos cargos de responsabilidad, como el de Vicepresidente honorario en 1885, siendo en varias ocasiones el primer firmante de escritos y manifiestos liberales de la provincia, como con motivo de las elecciones a Cortes de 1879.

En las elecciones para diputados provinciales celebradas en diciembre de 1882 en el distrito de Guadalajara, con Sagasta y los liberales en el gobierno, se presentó una candidatura de coalición republicana, con Manuel González Hierro, Cesáreo Gimeno y Pedro González, y otra de filiación liberal formada por Román Atienza, Manuel Cañamares y Manuel del Vado. La retirada, en plena campaña electoral, del último de los candidatos liberales sólo puede explicarse por la existencia de un pacto entre ambas listas para repartirse los cuatro escaños en juego, como realmente sucedió, obteniendo el puesto Manuel González Hierro, Cesáreo Gimeno, Román Atienza y Manuel Cañamares, prueba más que suficiente de la alianza tácita entre fusionistas y republicanos alcarreños.

En el mes de noviembre de 1890, el líder liberal, Práxedes Mateo Sagasta, visitó la provincia de Guadalajara con motivo de la inminente campaña electoral; en la capital “comenzaron a salir comisiones para saludarle; el senador don Diego García, con otros importantes liberales de dicha ciudad, subieron al salón; entre ellos venía D. Manuel del Vado, un veterano progresista que lleva sus ochenta años con un vigor admirable, y que trabaja ahora con tanto entusiasmo por la libertad, como en los tiempos de su juventud. El Sr. Sagasta, que lo conocía de antiguo, lo abrazó cariñosamente y recordó con él otros tiempos y otras campañas”, añadiendo Manuel del Vado “Yo acabo de recorrer el distrito y su espíritu es excelente. ¿Y cómo hace usted sus excursiones?, le preguntó el Sr. Sagasta. Pues a caballo [le contestó]. ¿Y no le pesan a usted mucho sus ochenta años?” y aquel le respondió: “Cuando se trabaja con gusto, todo se olvida. Además, los que hemos trabajado en otras épocas, y hemos sido presos y hemos estado en capilla, tenemos estas campañas de hoy por muy fáciles”.

Todavía en 1895, con ochenta y cinco años de edad, fue elegido vocal de una Asociación de Agricultores de la provincia, surgida de una iniciativa del periódico El Atalaya de Guadalajara y de su director Ángel Campos, que contó con el respaldo de Diego García Martínez y Manuel del Vado. Y en el año 1898 fue nombrado, por su condición de mayor contribuyente, vocal de la Comisión permanente de Pósitos de la provincia.

JUAN PABLO CALERO DELSO

jueves, 24 de octubre de 2024

JUAN RAMOS PAZOS

RAMOS PAZOS, Juan

[Balconete, 1908 / Guadalajara, 30 de mayo de 1992]

Juan Ramos Pazos, popularmente conocido como Juanito Ramos, nació en el pueblo de Balconete, próximo a Brihuega, en 1908 y falleció el sábado 30 de mayo de 1992 en la Residencia Beata Teresa de Jesús Jornet de Guadalajara. Contrajo matrimonio y tuvo una hija, residiendo en el número 7 de la calle Francisco Cuesta de Guadalajara.

En 1915 emigró con sus padres a la capital provincial en busca de una vida mejor, “aprender un oficio, instruirme”. Estuvo empleado como guarnicionero en la Maestranza de Ingenieros de Guadalajara y en La Hispano, mostrándose orgulloso de su condición de trabajador: “quiero ser un buen obrero, puesto que de ello me siento capaz”, declaraba en una entrevista publicada el 9 de marzo de 1930. No por casualidad entre sus primeros equipos estaban la Sociedad Deportiva Obrera, vinculada a la Federación de Sociedades Obreras de Guadalajara, y la Agrupación Deportiva Ferroviaria.

En el mismo reportaje relataba cómo empezó su relación con el atletismo: “vi una carrera [en Guadalajara]; me interesó el espectáculo mucho. Vestido como estaba, les seguí, fui animándoles y… entré en el tercer lugar después de recorrer el mismo trayecto que ellos. Fue, sin serlo, mi debut y mi primer éxito”. Ese carácter autodidacta le acompañó durante toda su carrera deportiva; se preparaba sin entrenador y aunque en 1930 figuraba como afiliado al Racing madrileño, como su trabajo y su familia estaban en Guadalajara, se veía obligado a practicar solo en la capital alcarreña, “después de dejar el trabajo, a las cinco de la tarde”. 


A pesar de tantas dificultades, la suya fue una carrera triunfal. En 1925, en las filas de la Deportiva Arriacense, ganó dos carreras de aficionados; al año siguiente, con la Deportiva Obrera de Guadalajara, empezó a competir fuera de la provincia: tercero en 5.000 y 10.000 metros en el Campeonato de Castilla y medalla de bronce en el Campeonato de España de 10.000 metros. En 1926 se adhirió a la Agrupación Deportiva Ferroviaria, que había sido fundada en Madrid en 1918, y pudo afirmar que “en cuantas pruebas se celebraron por diferentes Sociedades deportivas en Madrid, tomé parte, clasificándome en su mayoría en 1º o 2º puesto”.

En 1928 se interrumpió su carrera deportiva porque debía hacer el Servicio Militar y, como el mismo confesaba, “fue un alto forzoso en la marcha, porque apenas si pude hacer nada durante el tiempo que estuve en el Ejército. Por ello no pude participar en algunas pruebas”. En 1930 había ganado en catorce ocasiones el título de campeón de Castilla en pista y campo a través cuando se presentó al Campeonato de España de campo a través, celebrado en Vigo el 23 de febrero de ese mismo año, carrera que ganó con autoridad destacado sobre sus competidores. Sin solución de continuidad, pasó a correr en la carrera Las Arenas-Bilbao convocada por el diario deportivo Excelsior, que ganó: a viajar a Londres para participar en el Cross de las Diez Naciones, del que tuvo que retirarse por enfermedad, y a competir en París en una carrera organizada por el periódico Le Petit Parisien en la quedó quinto de entre mil seiscientos atletas. De vuelta a España, participó en la Vuelta a la Región Valenciana, un prueba por etapas que sumaba 420 kilómetros, en la que también resulto vencedor.

Pero el 18 de octubre de ese año de 1930 Juanito Ramos fue retado a un duelo atlético que se celebró en la Plaza de Toros de Guadalajara; el ganador, que naturalmente fue él, recibía una modesta compensación económica, por lo que fue denunciado a la Federación Española de Atletismo que le sancionó prohibiéndole participar en carreras oficiales, supuestamente reservadas para corredores amateurs. Sin tener en cuenta sus circunstancias particulares y sin una investigación exhaustiva, según el propio Juanito Ramos denunciaba, fue excluido de las competiciones atléticas y empujado, según un periódico guipuzcoano, a “carreras en los pueblos, como un número más de la feria, optando a premios en calderilla, exhibiciones en plazas de toros, competencias con los tradicionales korrikolaris vascos, en carreras organizadas con el atractivo principal de la apuesta”.

Finalmente, en 1936 se le levantó la sanción y se le permitió competir en el Campeonato de Castilla de carrera campo a través celebrado el 16 de febrero, ganando el título con autoridad. Y el 8 de marzo, también en Madrid, volvió a ganar el título de campeón de España de la especialidad. Habrá que esperar a 1957 para que un alcarreño vuelva a ganar un campeonato de España deportivo individual; en esa ocasión de motociclismo con Antonio Hernando.


Durante la Guerra Civil estuvo destinado como guarnicionero de las Milicias de Guadalajara, llegando a ser entrevistado en el periódico UHP, portavoz de las citadas milicias, del 26 de agosto de 1936, donde declaró que auguraba un gran desarrollo del deporte en la España revolucionaria, “suprimido el favoritismo o el empresario de finalidad crematística, el deporte volverá a su primitivo origen: exaltación del hombre, alegría del músculo, belleza de la fuerza”. Alcanzó el grado de teniente en el Ejército Popular, lo que supuso que, al terminar la Guerra Civil, se le abriese un expediente por el Juzgado Militar Permanente de Guadalajara que el 31 de octubre de 1940 le condenó a tres años de prisión menor tras el correspondiente Consejo de Guerra.

Sin embargo, no llegó a cumplir su condena pues el 21 de abril de ese mismo año volvía a competir en Sevilla, ahora representando al sindicato vertical de Guadalajara y volvió a hacerlo en una exhibición en Sigüenza el 6 de julio de 1941. La primera vez que tenemos constancia que volvió a competir en la ciudad de Guadalajara fue en 1944, en una carrera de 5.000 metros que ganó exaequo con Teófilo Moratilla cruzando la meta ambos corredores cogidos del brazo. A pesar de sus victorias, fueron años de penurias para el atletismo y para el y su familia, como demuestra este suelto periodístico: “Juanito Ramos no corrió en la Copa Informaciones porque todavía no le han entregado el premio del año pasado”. Laboralmente, abandonó su oficio de guarnicionero y pasó a trabajar en Madrid como sereno, viéndose forzado a dejar Guadalajara.

De pequeña estatura y poco peso, sin una complexión atlética ni una preparación de alto nivel, sus cualidades naturales le llevaron a triunfar tanto en campo a través como en pista de atletismo o en carretera, y lo mismo en los 5.000 metros que en distancias mayores, incluso en la maratón, compitiendo en más de cuatrocientas pruebas en su larga carrera deportiva. Con un estilo innato pero “magnífico, ligero y, sobre todo, fácil. Zancada larga, armoniosa, de rendimiento…”.

Fue Juanito Ramos un personaje popular en Guadalajara que recibió diversos homenajes a lo largo de los años, aunque estuviese dolido, con razón, "por haber estado desamparado toda la vida, pero por el contrario me siento orgulloso de ser alcarreño". El jueves 28 de junio de 1973 se celebró, en el salón de actos del Colegio Santa Ana, una gala deportiva organizada por la Junta de Educación Física, en la que se le homenajeó, entre otros atletas de la provincia. Durante su discurso, el delegado provincial de Deportes, Salvador Toquero Cortés, resaltó la procedencia de las filas del Frente de Juventudes de Francisco Aritmendi que también estaba presente pero, por razones evidentes, obvió la filiación de los primeros equipos de Juan Ramos, de quien resaltó su carácter de ejemplo para el resto de deportistas alcarreños. Con ese motivo, durante ese verano el semanario Nueva Alcarria le dedicó una amplia y elogiosa serie de reportajes firmados por su redactor deportivo, Bernabé Relaño. Desde 2018 se celebra en su Balconete natal el Trail Memorial Juan Ramos Pazos.

JUAN PABLO CALERO DELSO

miércoles, 19 de junio de 2024

SUCESO PORTALES CASAMAR

PORTALES CASAMAR, Suceso

[Zahínos, 4 de marzo de 1904 / Sevilla, 23 de enero de 1999]

Suceso Portales Casamar nació el 4 de marzo de 1904 en el pueblo de Zahínos, situado en el suroeste de la provincia de Badajoz y próximo a la frontera portuguesa. Era hija de Luisa Casamar Portales y Francisco Portales Sirgado, que estaban lejanamente emparentados. El matrimonio, según declaraba el padre, tuvo dieciséis hijos, aunque solo seis llegaron a la edad adulta: Francisco, Luis, Juan, Suceso, Luisa y Hortensia; extraordinaria fecundidad que Suceso, que era neomalthusiana como la mayoría de los anarquistas, criticaba en sus padres. Ella, por su parte, formó pareja con José Molina Ortega, militante del Sindicato de Construcción de la CNT de Madrid que usaba el seudónimo de Acracio Ruiz, con el que solo tuvo una hija, llamada Hortensia.

Suceso y sus hermanos se criaron en el seno de una familia anarquista. En su juventud, y a lo largo de varias legislaturas, su padre fue alcalde y concejal de Zahínos como candidato del Partido Republicano Federal, lo que no excluye su militancia libertaria como demuestra que en 1905 Francisco Portales figurase como suscriptor de La Revista Blanca y en 1907 de Tierra y Libertad y de Humanidad Nueva de Valencia. Como fue común durante la Restauración, muchos anarquistas optaban por desarrollar discretamente su activismo en asociaciones que no eran específicamente libertarias; en su caso, siendo cofundador en 1902 de la Sociedad El Progreso, que gestionaba los bienes comunales de Zahínos o, más tarde, formando parte de la Confederación Nacional de Maestros en Guadalajara.

Al mismo tiempo, ejercía como maestro elemental en Zahínos, hasta que en 1919 solicitó una escuela fuera de Badajoz, quizás influido por el proceso que se le abrió en 1914 denunciado por un cacique; primero fue destinado al municipio de Santas Martas, en la provincia de León, y en 1922 se trasladó a Sesnández de Tábara, hoy en el Ayuntamiento zamorano de Ferreruela. Finalmente, en 1927 se le adjudicó escuela en la provincia de Guadalajara, tal y como solicitó en 1919; concretamente la de Carrascosa de Henares, una pequeña localidad que por entonces rondaba los 250 habitantes a pesar de contar con estación de ferrocarril. Posteriormente, se trasladó a Yélamos de Arriba, otro pequeño pueblo de la Alcarria situado a unos cuarenta kilómetros en línea recta del anterior, donde vivió hasta 1939, impartiendo también clase para adultos en el vecino Yélamos de Abajo.

Al terminar la guerra, Francisco Portales fue preso en Guadalajara y encausado. En su expediente de depuración del Magisterio se recogen los testimonios del párroco, Pedro del Río, del jefe del puesto de la Guardia Civil, Valeriano Vinuesa, y del alcalde, Galo Asenjo, entre otros, que denuncian su filiación anarquista desde que llegó a Yélamos. Fue expulsado de la carrera docente, y en junio de 1940 fue condenado por un Consejo de Guerra a 20 años de prisión. En su traslado al presidio de la isla de San Simón, hizo parada en la cárcel de Valladolid donde fue torturado hasta morir el día 18 de marzo de 1941.

Suceso Portales Casamar en la Guerra Civil

Estas consideraciones previas sobre Francisco Portales Sirgado, aunque extensas, son necesarias para enmarcar la biografía militante de su hija Suceso, a la que erróneamente se le reconoce como activista libertaria solo a partir de 1934 y, además, se señala que llegó a tierras alcarreñas solo una vez iniciada la Guerra Civil. Por el contrario, podemos asegurar que tanto la ideología anarquista –que compartía con sus padres y sus hermanos Luis y Juan- como su presencia en tierras alcarreñas son muy anteriores. A cambio, no sabemos nada de ella hasta que en 1934 la encontramos trabajando como modista en Madrid y afiliada a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT); aunque es inverosímil que una mujer de las clases populares no estudiase –su hermana menor. Hortensia. era maestra- o comenzase a trabajar hasta los treinta años. Suponemos que hasta entonces viviría en el hogar familiar y, desde 1927, en la provincia de Guadalajara.

Al llegar a Madrid entró en contacto con un grupo de jóvenes anarquistas que vivían en la capital de la República, como la doctora Amparo Poch Gascón que llegó desde Zaragoza ese mismo año, la escritora Lucía Sánchez Saornil y la abogada Mercedes Comaposada Guillén, que consideraban que, por más que el anarquismo ofrecía la emancipación de todo el género humano, era necesario un instrumento específico para la liberación de la mujer, idea que no compartían otras militantes anarquistas como Federica Montseny. Este grupo decidió publicar una revista con la cabecera de Mujeres Libres cuyo primer número apareció en mayo de 1936, el segundo salió el 15 de junio de ese año y el tercero vio la luz al mismo tiempo que estallaba la Guerra Civil, prosiguiendo su publicación hasta alcanzar los trece números.

En septiembre de 1936 este grupo anarquista organizado en Madrid en torno a la revista se unió con el Grupo Cultural Femenino de Barcelona también nutrido por mujeres anarquistas como Felisa de Castro, Concha Liaño, Soledad Estorach o Maruja Boadas, para formar la Agrupación de Mujeres Libres, que desde el primer momento constituyó una de las ramas del movimiento libertario español, junto a la CNT, la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL). La nueva organización se extendió por el territorio republicano hasta celebrar su primer congreso en agosto de 1937, al que acudieron representantes de noventa secciones locales, número que siguió creciendo hasta agrupar a 20.000 afiliadas.

A lo largo de este período, Suceso Portales desarrolló una doble actividad. Como una de las militantes más destacadas de Mujeres Libres en el ámbito nacional, a partir de 1936 fue articulista y editorialista de la revista, en 1937 participó en el congreso fundacional de la organización y en 1938 fue elegida Subsecretaria de su Comité Nacional, además de llevar la representación de la asociación en distintas ocasiones como, por ejemplo, en el congreso de las Juventudes Libertarias del Centro en 1937 o en el decisivo Pleno Nacional del Movimiento Libertario celebrado en Barcelona del 16 al 30 de octubre de 1938, donde presentó el informe de Mujeres Libres con Pura Pérez.

Por otro lado, en julio de 1936 regresó a la provincia de Guadalajara, donde impulsó Mujeres Libres, constituyendo secciones locales en Yélamos de Arriba, naturalmente, y en Albares, Guadalajara, Horche, Mazuecos, Mondéjar, Tendilla, Yebra y Yélamos de Abajo y acudiendo al congreso fundacional de Mujeres Libres como delegada de la provincia alcarreña. Pero como, según declaró ella misma, se sintió incapaz de matar a nadie, su actividad en Guadalajara durante el conflicto bélico se centró en la alfabetización de las mujeres, sobre todo en el medio rural, y en solucionar los problemas de abastecimiento, que también sufrían en primer lugar las mujeres. Así, la revista Mujeres Libres anunciaba en su número 8 que  “Por esta Agrupación [de Guadalajara] se ha intensificado la confección de prendas para el frente de la provincia. Nos anuncia la instalación de unos hogares escuelas y nos dan cuenta de una intensa labor de orientación y propaganda entre los campesinos, a cargo principalmente de la activa compañera Suceso Portales”.

En 1937 fue elegida concejala de la capital provincial, por designación del movimiento libertario de Guadalajara, siendo así la segunda mujer que llegaba a ese cargo en la ciudad, tras Elena Sánchez de Arrojo que había ocupado una concejalía durante la Dictadura de Primo de Rivera. Al empezar la Guerra Civil, las corporaciones municipales republicanas habían sido sustituidas por Consejos Municipales, con presencia paritaria de las distintas organizaciones antifascistas y en Guadalajara fueron designadas Concepción de la Torre Waldermeer, del Partido Comunista de España, y Adelaida Díaz Esteban, de las Juventudes Socialistas Unificadas, pero no hay constancia de que tomasen posesión del cargo ni que asistiesen, ni mucho menos interviniesen, en ningún pleno municipal, por lo que su nombramiento no se hizo efectivo. Sin embargo, sí que sabemos que Suceso Portales fue nombrada para el consejo municipal que se constituyo el día 29 de marzo de 1937 y que acudió y participó en la vida municipal.

Suceso Portales Casamar en el exilio

Cuando la derrota de la República fue inevitable, Suceso Portales se dirigió a Gandía, donde consiguió embarcar en el buque HMS Galatea, un cruzado ligero enviado por el gobierno británico y que estaba fondeado frente a la bocana del puerto gandiense. Gracias a las gestiones del cónsul del Reino Unido en Alicante cerca de doscientas personas, entre ellas el diputado socialista Wenceslao Carrillo, pudieron salvar su vida y desembarcar en Londres. En la capital inglesa, Suceso Portales y los suyos contaron con la protección de la familia de la bailarina Peggy Spencer, mientras la dictadura franquista la procesaba por su actividad política.

En el Reino Unido, donde vivió desde 1939 hasta 1972, siguió militando activamente a través de la CNT en las filas del exilio libertario que, a pesar de su reducido número en ese país, publicó su propia prensa, bajo la cabecera de Reconstrucción; a partir de abril de 1962 editaron un nuevo boletín, España fuera de España, dirigido a los emigrantes españoles que llegaban al Reino Unido huyendo de la miseria de la España franquista. Su compañero Acracio Ruiz acudió como delegado de los anarquistas exiliados en suelo británico a la II Conferencia Internacional del Movimiento Libertario Español en 1949, y a los congresos celebrados en 1960 y 1961 (Limoges), 1963 (Toulouse) y 1965 (Montpellier).

Solo en 1962, tras la celebración en el verano de 1961 en Limoges del Congreso de la CNT en el exilio que selló la unificación temporal del movimiento libertario roto desde 1945, Suceso Portales decidió retomar el contacto con sus compañeras de Mujeres Libres exiliadas en Francia y, como fruto de esa reactivación, en noviembre de 1964 apareció en Londres el primer número de la nueva etapa de la revista Mujeres Libres, en edición trilingüe –castellano, francés e inglés- que reflejaba la realidad de la diáspora del anarquismo hispano. En el año 1972, como la avanzada edad de Sara Berenguer la impedía seguir haciéndose cargo de la revista Mujeres Libres en el exilio, Suceso Portales y Acracio Ruiz se trasladaron a Montpellier, muy cerca de Montady donde aquella residía, para poder continuar con su publicación, que se prolongó hasta 1976.

Tras la muerte del general Francisco Franco, Suceso Portales y su familia retornaron a España, estableciendo su residencia en la localidad alicantina de Novelda, aunque pocos años más tarde se trasladaron a Móstoles, donde vivió junto a su hija. Allí falleció el 3 de enero de 1994 su compañero de toda una vida, José Molina Ortega, y algún tiempo después Suceso Portales se trasladó a Sevilla, donde murió el día 23 de enero de 1999.

A su regreso, con más de 70 años de edad, retomó en parte su activismo libertario y su protagonismo en la reconstruida organización de Mujeres Libres. El 27 de marzo de 1977 la CNT convocó en San Sebastián de los Reyes un mitin multitudinario que no fue el primero, pero sí el que dio señales inequívocas de su vitalidad tras la dictadura franquista, y en su tribuna de oradores se encontraba Suceso Portales aunque, en contra de lo que tantas veces se ha dicho, no intervino en el acto. Tampoco es cierto, aunque suele repetirse, que colaborase en la reconstrucción del movimiento libertario en la provincia de Guadalajara, como sí hizo Saturnino Mauricio a la vuelta de su exilio.

Su presencia fue reclamada en diferentes actos a los que acudía a dar su testimonio; así en 1996 estuvo en la conmemoración del sesenta aniversario de Mujeres Libres y en el de la Revolución Social en Guadalajara; además en 1989 participó en el documental De toda la vida, dirigido por Lisa Berger, que analizaba la labor de las mujeres anarquistas durante la Revolución Social española, en el que declaraba “nosotras no luchamos contra el fascismo como se lucha en una guerra, un poder contra otro. Luchábamos por crear una sociedad más justa y más humana”.

JUAN PABLO CALERO DELSO

viernes, 7 de junio de 2024

ANTONIA BRONCHALO LOPESINO

 BRONCHALO LOPESINO, Antonia

[Sayatón, 6 de marzo de 1917 / Madrid, 13 de septiembre de 1959]

Antonia Bronchalo Lopesino, conocida popular y artísticamente como Lupe Sino, nació el día 6 de marzo de 1917 en Sayatón, un pequeño pueblo de la Alcarria, y falleció en Madrid el 13 de septiembre de 1959, a causa de una rápida y cruel enfermedad. Sus padres, el jornalero Nicomedes Bronchalo Sánchez y Eugenia Lopesino Burgos, habían formado una familia tan humilde como numerosa en la que Antonia era la segunda de nueve hermanos, de los cuales siete eran mujeres.

Hacia el año 1931 Antonia y su hermana Visitación se trasladaron a Madrid para “ganarse la vida”, como tantísimas adolescentes alcarreñas. Pero, aunque se empleó muy brevemente en el servicio doméstico, labor a la que parecían destinadas todas las jóvenes menesterosas que llegaban a la gran ciudad, ella quiso convertirse en actriz. En la capital de la República asistió a clases de canto y baile y todo parece indicar que antes de 1936 Antonia ya actuó en salas de fiestas y cabarets. Esta vocación artística sirvió para cimentar su leyenda negra con insinuaciones de que se había dedicado a actividades lucrativas pero deshonrosas, como sostenía un informe de la policía franquista: “ha llevado una vida poco moral, tal vez porque desde que tenía quince o dieciséis años tuvo que ganarse la vida por sus propios medios, sin que nadie la frenara, ya que sus padres, gentes sin escrúpulos, se lucraban con sus ganancias”.

Ni siquiera su matrimonio alejó las maledicencias sobre su vida privada. En el mes de octubre de 1937, en pleno fragor de la Guerra Civil, contrajo enlace civil en el frente de Guadalajara con Antonio Verardini Díez de Ferretti, un joven ingeniero que, como oficial de las milicias confederales de la CNT, llegó a ser Jefe del Estado mayor del IV Cuerpo de Ejército, actuando como padrino el general José Miaja y firmando como testigos, entre otros, los dirigentes milicianos Cipriano Mera, anarquista y amigo particular del novio, y Valentín González el Campesino, comunista.

Por el contrario, su boda acrecentó esa leyenda negra sobre Antonia Bronchalo que la acompañó hasta el fin de sus días, convirtiéndola en el prototipo de la femme fatale, de la vividora sin escrúpulos que usa a los hombres en su exclusivo beneficio. La policía franquista informaba en 1942 que ella y Antonio Verardini “vivían en un hotel en [el Paseo de] la Castellana, con dos coches de gran lujo igualmente requisados, haciendo ostentación de pieles y alhajas, al parecer robadas”, aunque tenían informes discordantes sobre esa vida regalada, además del testimonio del propietario del chalé, Emilio González Llamas, que confirmó que cuando acabó la contienda Antonia Bronchalo le llamó para hacerle entrega de la casa y aclarar qué muebles no eran de su propiedad.

El 30 de junio de 1939 fue detenida por la policía franquista y presentada ante el Juzgado Permanente Militar número 4 de Madrid, mientras su padre cumplía una condena de doce años en el Penal de Ocaña por sus actividades políticas. Ante las declaraciones contradictorias sobre su actividad particular durante el período bélico y los testimonios sobre su supuesta orientación política derechista, no llegó a ser juzgada y se levantaron todas las medidas preventivas. En una Nota Informativa de la Brigada Político Social de Madrid, fechada el 4 de abril de 1942, se decía que de los informes recogidos se deducía “que es persona de buenos sentimientos y que su conducta durante la guerra debe ser considerada como de persona afecta al Movimiento Nacional”, lo que permitía deducir que su matrimonio con Antonio Verardini solo estuvo dictado por el interés económico a pesar de la supuesta enemistad ideológica entre ambos, obviando que el padre de Antonia era preso político y que uno de sus hermanos actuaba como enlace en el IV Cuerpo de Ejército y sería, posiblemente, el que presentó a la pareja.

Su carrera como actriz

Al finalizar la Guerra Civil su vocación artística seguía intacta y pudo canalizarla a través del cine, gracias al visto bueno que sobre su conducta política recibió el Sindicato de Espectáculos Públicos de la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Parece ser que en 1941 participó con un pequeño papel en Tierra y cielo de Eusebio Fernández Ardavín, basada en la adaptación de una obra de los hermanos Álvarez Quintero con Armando Calvo y Maruchi Fresno como protagonistas, aunque su nombre no aparece en los títulos de crédito.

Su primera y única película como protagonista fue La famosa Luz María, que dirigía Fernando Mignoni, un italiano que durante la Guerra Civil había rodado Nuestro culpable producida por la CNT, y que coprotagonizaba Manolo Morán. Durante el rodaje la prensa ya se hacía eco del debut como protagonista de “una muchacha de dieciocho años que será un descubrimiento sensacional”, aunque ya tenía veinticuatro. Se estrenó en el Palacio de la Música de Madrid el 23 de marzo de 1942.

Dos años después se rodó El testamento del virrey, dirigida por Ladislao Vadja y con Lupe Sino, Irene Caba y José Isbert, entre otros, en un reparto que encabezaban Mercedes Vecino y Manolo Luna. Solo tuvo un papel secundario en esta producción a la que tampoco acompañó el éxito ni de crítica ni de público, lo que no ayudó a sostener la brillante carrera de actriz que prometía su iniciación en La famosa Luz María.

Tras la muerte de Manolete recibió varias propuestas para llevar a la gran pantalla su historia de amor con el torero, pero ella las rechazó todas. En 1948 participó, con un pequeño papel, en la película El marqués de Salamanca, una cinta de tono biográfico que dirigió Edgar Neville con guión suyo y de Tomás Borrás y que protagonizaron Alfredo Mayo y Conchita Montes. A pesar de ser premiada por el Sindicato Nacional del Espectáculo y de ofrecer una imagen romántica y edulcorada del Madrid de mediados del siglo XIX, tampoco esta producción se convirtió en un gran éxito.

Y en enero de 1950, se estrenó en México Un corazón en el ruedo o La dama torera, que narraba el drama de un torero enredado en un triángulo amoroso y que estaba dirigida por Miguel Morayta, un militar español exiliado que desarrolló una intensa actividad cinematográfica en su país de acogida. A pesar del morbo que podía despertar la presencia de Lupe Sino en el film, cuando no hacía ni tres años de la muerte de Manolete, tampoco fue ella la protagonista y se tuvo que conformar con un nuevo papel secundario, aunque en esta ocasión su nombre aparecía en el cartel de la película. Esta fue la última aparición de Antonia Bronchalo Lopesino en el cine, una carrera breve y de poco brillo a pesar de trabajar con algunos de los más conocidos directores y actores españoles de la época.

Su relación con Manolete

En cualquier caso, el 27 de octubre de 1943 y con motivo de una comida en el bar Chicote de la Gran Vía para homenajear a Manolete, el torero y la actriz se conocieron y, de inmediato, comenzó su relación. Esas Navidades, por primera vez, Manuel Rodríguez no la pasó con los suyos en Córdoba porque se quedó en Madrid con Antonia Bronchalo. Al año siguiente, la pareja convivía en el mismo domicilio, en el número 28 de la calle Hilarión Eslava de la capital, para escándalo de muchos, lo que puso sordina pública a su relación en esos primeros meses, presentándola Manolete en septiembre de 1946 como “mi secretaria […] encargada de llevar la contabilidad, despacho de correspondencia, etc.”.

En junio Antonia Bronchalo había solicitado que se le expidiese un pasaporte para acompañar a Manolete a América, pero la policía rechazó la petición alegando la relación que durante la Guerra Civil había tenido con el comunista Enrique Líster que, sin embargo, no había podido ser íntima ni frecuente, a causa de la rivalidad entre anarquistas y comunistas. Ante esta disposición, el torero escribió personalmente al Director General de Seguridad avalando la conducta política de Lupe Sino basándose en que “durante dos años, he tenido un conocimiento constante de sus actividades y modo de pensar”.

Se le concedió el permiso y al comenzar en octubre esa gira de Manolete en Perú, la prensa ya se hizo eco de la presencia junto al torero de la actriz Lupe Sino, a quien pronto calificaron como su novia. Al hacer escala en Nueva York el propio Manuel Rodríguez aseguró que, aunque era soltero, “posiblemente contraería matrimonio con la artista Lupe Sino”. No era una simple estratagema para acallar las críticas de sectores católicos a su convivencia irregular pues, según cuenta el periodista Antonio Bellón Uriarte que viajó con Manolete en el coche hasta Linares, el diestro le confesó que pensaba casarse con Lupe Sino el 18 de octubre de ese mismo año de 1947, a pesar de la rotunda oposición de la madre del torero, Angustias Sánchez. Mientras tanto, pasaban temporadas en el pueblo alcarreño de Fuentelencina, donde vivía una de las hermanas de Antonia, lejos de presiones y comentarios maledicentes.

Pero el 28 de agosto de 1947 el toro Islero, de la ganadería de Miura, corneó a Manolete en la plaza de toros de Linares. A la gravedad de la herida se le sumaron las pésimas condiciones sanitarias de la enfermería del coso y la extrema precariedad de la España de aquellos años. Fue operado de urgencia por el médico de la plaza, Fernando Garrido, y atendido después por el doctor Luis Jiménez Guinea, cirujano jefe de la madrileña plaza de toros de Las Ventas, que se desplazó hasta Linares al saber lo ocurrido con una bolsa de plasma en mal estado que, según parece, provocó su muerte.

Mientras Manuel Rodríguez Sánchez luchaba entre la vida y la muerte, a las puertas de la enfermería se desarrollaba una pugna por la herencia de Manolete. Lupe Sino, que se encontraba en el balneario de Lanjarón, acudió apresuradamente al ser informada de la cogida. Su deseo era entrar en la enfermería para acompañar al torero, pero su apoderado, José Flores Camará, y Álvaro Domecq se lo impidieron, por el temor de que Manolete quisiese casarse con Lupe Sino in articulo mortis y le dejase a ella su cuantiosa herencia, valorada en unos treinta millones de pesetas. Solo cuando el diestro ya había fallecido se le franqueó el paso a la enfermería.

La muerte de Manolete en la plaza de Linares avivó el odio y la inquina contra Lupe Sino, hasta el punto que el ministro falangista José Antonio Girón de Velasco afirmaba en sus memorias “yo siempre he pensado que a Manuel Rodríguez Manolete le mató Antoñita Bronchalo Lupesino [sic]”, recordando una conversación con el torero en el que éste le decía: “Esta hija de puta me va a matar. No puedo vivir sin ella”. Muerto Manuel Rodríguez Sánchez no había sitio para ella a la sombra de Manolete: se le llegó a recomendar que no acudiese al entierro del diestro.

Sus últimos años

Bien fuese por ese clima irrespirable que la rodeaba en todo momento o por romper amarras con un pasado doloroso, lo cierto es que en 1949 Antonia Bronchalo marchó a México para formar parte de la película Un corazón en el ruedo en respuesta a la llamada de Miguel Morayta. Y al año siguiente se casó, en un enlace religioso, con José Rodríguez Aguado, un acaudalado empresario mexicano con el que vivió en la capital. Y quien, según algunas fuentes, ejercía un férreo control sobre ella, que había sido siempre un espíritu libre.

El matrimonio no funcionó y en 1952 Antonia Bronchalo Lopesino volvió a su Madrid. Y allí sufrió un accidente de automóvil el 7 de septiembre de 1959; no parecía ser nada serio y el conductor, su amigo el actor Arturo Fernández que por entonces era un desconocido doce años menor que ella, salió ileso. Pero seis días después del percance, Antonia Bronchalo moría como consecuencia de una embolia cerebral, producida por un coágulo resultado del accidente de coche.

Tenía 42 años y había vivido libre en una sociedad que, a partir de 1939, la había querido sometida y encerrada como a todas las mujeres españolas. Su belleza y su pasión le permitieron disfrutar de esa libertad enfrentándose a quienes cuchicheaban que era una prostituta de lujo o la acusaban abiertamente de ser una buscavidas y una cazafortunas. Para unos una roja, para otros una superviviente, Antonia Bronchalo Lopesino vivió su vida en libertad cuando muy pocas mujeres podían hacerlo.

JUAN PABLO CALERO DELSO