VADO CALVO, Manuel del
[Marchamalo, 14 de septiembre de 1810 / Marchamalo, 25 de abril de 1901]
Manuel de la Cruz José María del Vado Calvo nació el 14 de septiembre de 1810 en el pueblo de Marchamalo, situado a escasos kilómetros de la capital de la provincia, siendo bautizado en su iglesia parroquial de la Santa Cruz una semana después. Era hijo de Ramón del Vado García, nacido en la localidad de Fuentelsaz, en el extremo nordeste del Señorío de Molina, y de Rafaela Calvo Calvo, natural de Marchamalo. Tuvo dos hermanos: Rafaela y José. Sus padres fallecieron antes de que alcanzase la mayoría de edad, pues en 1829 fue preciso nombrar un curador ad litem, siendo Tomás Caspueñas el designado, para que pudiese pleitear al no haber cumplido los 25 años de edad.
Fueron sus abuelos paternos Jacinto del Vado, que había nacido en Hita, y Sebastiana García Rubio, de Fuentelsaz, y los maternos Rafael Antonio Calvo, también natural de Marchamalo, y Ceferina Calvo, que había nacido en Cartagena. El origen de esta rama de la familia del Vado está en el pueblo alcarreño de Hita, donde encontramos varios de sus antepasados: en 1740 un Manuel del Vado alcalde mayor de la villa, otro Manuel del Vado que había nacido allí el día 5 de marzo de 1747 y que era hijo de Agustín del Vado, nacido también en Hita en 1722, y de Ana Villares…
Manuel del Vado contrajo matrimonio con Mariana Rosado y Cruz, con la que vivió casi siempre en Marchamalo, aunque algunas temporadas residieron en otros pueblos de la Campiña de Guadalajara, como Alovera, y con la que tuvo dos hijos: Antonina, fallecida en Aranzuque en julio de 1897, y Eusebio del Vado, que les sobrevivió.
Manuel del Vado Calvo falleció en su pueblo natal de Marchamalo el día 25 de abril de 1901, a los 90 años de edad, una extraordinaria longevidad para su época, y fue enterrado en el panteón familiar del cementerio de esa localidad, con asistencia de representantes de las instituciones provinciales, encabezadas por una comisión de la Diputación formada por Félix Alvira, José María Solano, Juan Zabía y Victoriano Celada, y del partido liberal, pues siempre militó en las filas de su corriente progresista.
Aunque entre 1824 y 1828 cursó estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, profesionalmente, se dedicó a la administración de su rico patrimonio agrario. La legislación desamortizadora, promovida por Juan Álvarez Mendizábal y Pascual Madoz, permitió a la burguesía provincial adquirir a bajo precio numerosas fincas rústicas; concretamente Manuel del Vado obtuvo, solo en el proceso iniciado en 1835, 112 lotes de tierras de cultivo, incrementando su hacienda hasta convertirse en uno de los principales contribuyentes de la provincia. Pasaba así a formar parte de la elite liberal de la provincia, posición que se vio favorecida porque su tía María Josefa, hija también de Jacinto del Vado y Sebastiana García, había contraído matrimonio con José María Medrano López-Soldado, vástago de una de las más distinguidas familias del patriciado provincial.
De su actividad agraria, destacó la producción de aceite, que mereció una medalla de plata en la Exposición Provincial de Guadalajara de 1876 y una medalla de bronce en la Exposición Internacional de Amsterdam de 1883.
Su acción política
Manuel del Vado Calvo tuvo un temprano y marcado protagonismo en la política provincial, siempre en las filas del liberalismo progresista. Si en 1836, recién alcanzada la mayoría de edad, ya figuraba como uno de los ciudadanos que depositó su voto en las elecciones legislativas de ese año, en los comicios celebrados en 1837 recibió el apoyo de doce electores y, aunque sonaba como probable diputado, solo obtuvo uno más en las de 1839, un respaldo testimonial pero que demostraba su temprana vocación política, que se vio frustrada a lo largo de la Década Moderada.
Su primer cargo, durante el Bienio Progresista, fue el de Visitador Principal en la provincia de Guadalajara de la Asociación General de Ganaderos, una organización corporativa al servicio de los ricos hacendados agrarios, como lo demostraba el nombramiento simultáneo de Valentín Fernández Manrique como visitador del distrito occidental de Atienza o José Batanero Huertas para el de Cifuentes. Poco después, fue elegido vocal de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio provincial.
En 1863 concurrió por primera vez en unas elecciones, enfrentándose a Román Atienza para ocupar el puesto de diputado provincial por el partido judicial de Guadalajara, saliendo vencedor en el proceso electoral y ejerciendo esa representación hasta octubre de 1865. Para entonces ya era el presidente del Comité Progresista de Guadalajara, y por ese motivo en 1864 acusó públicamente a Román Atienza de sostener ideas absolutistas, más próximas al tradicionalismo de Nocedal y Aparisi y Guijarro que a las del auténtico liberalismo conservador, declarando que su recién estrenado cargo de alcalde de Guadalajara se lo debía a la intervención de Isidro Ternero, jefe de filas del carlismo provincial.
Pero fue durante el Sexenio Revolucionario cuando su figura política destacó más especialmente. Así el 29 de septiembre de 1868 fue uno de los dirigentes políticos que entraron en las Casas Consistoriales de la capital alcarreña para proclamar la caída de la reina Isabel II y salió de allí presidiendo la Junta Revolucionaria de Guadalajara que, provisionalmente, se hizo cargo del gobierno de la capital, desalojando a Román Atienza del Ayuntamiento, y en buena medida de toda la provincia.
Asentado el nuevo régimen, y de cara a las elecciones a Cortes Constituyentes de enero de 1869, fue nombrado miembro del comité electoral del bloque político revolucionario, junto a Diego y Gregorio García Martínez, Cirilo López, Manuel González Hierro, Ramón Corrido, Simón García, José Ruiz de la Fuente, Luciano Lanza, Melitón Gil, Joaquín Verdugo, Santiago Gil, Camilo Estúñiga y José Guzmán y Manrique-Ruiz, es decir, la plana mayor del liberalismo y del republicanismo alcarreño, que presentó a esos comicios una candidatura unitaria de Concordia Liberal, con personas que apoyaban el proceso revolucionarios y “que cuentan con grandes simpatías”.
Celebradas las elecciones a Cortes Constituyentes el 15 de enero de 1869, en la provincia de Guadalajara fueron elegidos los diputados Diego García Martínez, José Guzmán y Manrique-Ruiz, Manuel Ortiz de Pinedo, Joaquín Sancho Garrido y, con más de 24.000 votos, Manuel del Vado Calvo, que vio aprobada su acta electoral y fue admitido en el Congreso de los Diputados el día 16 de enero de 1869, cesando el 2 de enero de 1871, al iniciarse el reinado de Amadeo I de Saboya.
Durante su paso por la cámara fue uno de los primeros firmantes de la Proposición de Ley que instituyó el Registro Civil en España, secularizando la inscripción del nacimiento y fallecimiento de todos sus habitantes, o de una enmienda que reconocía que el Estado se obligaba a mantener el culto y los ministros de la religión católica, pero prohibiendo expresamente que los religiosos cobrasen a los fieles por la administración de los Sacramentos, entre otras intervenciones. Aunque apoyó la candidatura del general Baldomero Espartero para el trono de España, mantuvo su apoyo el nuevo régimen tras la coronación de Amadeo I de Saboya.
Disueltas las primeras Cortes amadeístas, ocupó un escaño en el Senado por la provincia de Guadalajara, tanto en la legislatura de 1871 como en la del año 1872. El 25 de marzo de 1871 se celebró en Guadalajara la reunión de compromisarios para elegir los cuatro senadores que debían representar a la provincia en la Cámara Alta, obteniendo mayor respaldo Diego García Martínez, con 237 votos, Manuel del Vado Calvo, con 235 papeletas, Manuel Ortiz de Pinedo con 217 y José Domingo de Udaeta con 211; es significativo reseñar que el candidato conservador con más apoyo fue el obispo de Sigüenza que solo sumó 147 compromisarios.
El 15 de abril de 1872 se convocó nueva reunión de delegados para elegir los cuatro senadores por la provincia de Guadalajara, obteniendo una mayoría absoluta de votos Manuel del Vado Calvo, Diego García Martínez, Manuel García Alcobendas, nacido en Albares, y Marcelino Junquera, mariscal de campo del ejército que había sido profesor ayudante en la Academia de Ingenieros de la capital alcarreña.
Durante estos años, en un primer momento se adhirió al Partido Radical que lideraba Manuel Ruiz Zorrilla, aunque más adelante formó parte de un llamado Comité Progresista Democrático Histórico de Guadalajara, junto a la mayoría de la élite burguesa de la provincia, que nombró a Práxedes Mateo Sagasta presidente honorario del citado Comité, lo que es prueba de su adscripción al Partido Constitucional.
El abrupto final del Sexenio y el retorno de los conservadores al poder no enfriaron su vocación política. A la reunión celebrada en Madrid el 7 de noviembre de 1875, encabezada por Práxedes Mateo Sagasta, para sentar las bases de lo que será en adelante el Partido Fusionista Liberal, asistieron por Guadalajara Manuel del Vado Calvo, Diego García Martínez, Manuel Ortiz de Pinedo y el senador Manuel García, además de Manuel Abeleira por los liberales de Sigüenza. Una vez constituido el nuevo partido, Manuel del Vado ocupó distintos cargos de responsabilidad, como el de Vicepresidente honorario en 1885, siendo en varias ocasiones el primer firmante de escritos y manifiestos liberales de la provincia, como con motivo de las elecciones a Cortes de 1879.
En las elecciones para diputados provinciales celebradas en diciembre de 1882 en el distrito de Guadalajara, con Sagasta y los liberales en el gobierno, se presentó una candidatura de coalición republicana, con Manuel González Hierro, Cesáreo Gimeno y Pedro González, y otra de filiación liberal formada por Román Atienza, Manuel Cañamares y Manuel del Vado. La retirada, en plena campaña electoral, del último de los candidatos liberales sólo puede explicarse por la existencia de un pacto entre ambas listas para repartirse los cuatro escaños en juego, como realmente sucedió, obteniendo el puesto Manuel González Hierro, Cesáreo Gimeno, Román Atienza y Manuel Cañamares, prueba más que suficiente de la alianza tácita entre fusionistas y republicanos alcarreños.
En el mes de noviembre de 1890, el líder liberal, Práxedes Mateo Sagasta, visitó la provincia de Guadalajara con motivo de la inminente campaña electoral; en la capital “comenzaron a salir comisiones para saludarle; el senador don Diego García, con otros importantes liberales de dicha ciudad, subieron al salón; entre ellos venía D. Manuel del Vado, un veterano progresista que lleva sus ochenta años con un vigor admirable, y que trabaja ahora con tanto entusiasmo por la libertad, como en los tiempos de su juventud. El Sr. Sagasta, que lo conocía de antiguo, lo abrazó cariñosamente y recordó con él otros tiempos y otras campañas”, añadiendo Manuel del Vado “Yo acabo de recorrer el distrito y su espíritu es excelente. ¿Y cómo hace usted sus excursiones?, le preguntó el Sr. Sagasta. Pues a caballo [le contestó]. ¿Y no le pesan a usted mucho sus ochenta años?” y aquel le respondió: “Cuando se trabaja con gusto, todo se olvida. Además, los que hemos trabajado en otras épocas, y hemos sido presos y hemos estado en capilla, tenemos estas campañas de hoy por muy fáciles”.
Todavía en 1895, con ochenta y cinco años de edad, fue elegido vocal de una Asociación de Agricultores de la provincia, surgida de una iniciativa del periódico El Atalaya de Guadalajara y de su director Ángel Campos, que contó con el respaldo de Diego García Martínez y Manuel del Vado. Y en el año 1898 fue nombrado, por su condición de mayor contribuyente, vocal de la Comisión permanente de Pósitos de la provincia.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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