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sábado, 30 de diciembre de 2017

CELSO GOMIS MESTRE

GOMIS MESTRE, Celso
[Reus, 6 de enero de 1841 / Barcelona, 13 de junio de 1915]

Celso Gomis Mestre nació en Reus el 6 de enero de 1841 y, siendo aún un niño, marchó con sus padres a Madrid, cursando estudios de Ingeniería en la capital del reino. En 1862 regresó a tierras catalanas para participar en la construcción del ferrocarril que unía su localidad natal y la vecina población de Montblanc, uno de los primeros tramos de una línea férrea más ambiciosa que uniría Lérida con Tarragona, cuya explotación se concedió a la Compañía del Ferrocarril de Lérida a Reus y Tarragona, según un Real Decreto del 12 de Noviembre de 1862. Las obras se encargaron a los reusenses Eduardo Bové y Joaquin Borrás y comenzaron el 12 de febrero de 1863.
De vuelta a su Cataluña natal, Celso Gomis mostró temprana inclinación por las luchas políticas y sociales de su tiempo, participando activamente en la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868. Desde febrero de 1869 destacó como miembro del Comité local de Barcelona del Partido Republicano Federal y escribió por entonces sus primeros artículos en El Estado Catalán, portavoz de los federales más intransigentes de la Ciudad Condal. Parece ser que, también en esos años, dirigió el Ateneo Catalán de la Clase Obrera.

Su evolución ideológica
Colaboró muy activamente en la sublevación radical del otoño de 1869 y, fracasado el levantamiento, se exilió. El 22 de enero de 1870 se encontraba en Ginebra, ingresando en la Alianza de la Democracia Socialista de Mijaíl Bakunin, siendo el último ciudadano español que se incorporó a esta organización secreta libertaria animada por el pensador anarquista ruso. A pesar de su profesión de ingeniero, marcadamente burguesa, por entonces ya era un personaje con prestigio entre los círculos proletarios hispanos, donde era considerado un militantehonrado, serio e inteligente, [que] en todos los trabajos en que colaboró, demostró ser un hombre íntegro.
En marzo de ese mismo año retornó a España, y por motivos laborales recaló en un primer momento en la villa vasca de Zumárraga, desde donde colaboró en la creación o el desarrollo de distintas Federaciones Locales de la Primera Internacional en el norte peninsular, entre las que cabe citar la de esa villa guipuzcoana; no fue algo excepcional, pues trasladado a Amposta, en marzo de 1873, la Comisión Federal hispana de la Internacional obrera le escribió con la confianza de que “hará todo lo posible por fundar [allí] la Federación Local”. Entre uno y otro destino, residió en Madrid, donde fue elegido secretario de la comisión de propaganda de la federación local de la AIT y miembro del consejo de redacción del semanario La Solidaridad, el primer órgano periodístico de los internacionalistas en nuestro país.
Terminada la experiencia republicana, en 1876 regresó a Barcelona, desde donde siguió fiel a su ideal libertario, colaborando en diversas publicaciones anarquistas catalanas como Acracia, que apareció en su localidad natal de Reus entre 1886 y 1888, El Productor, que se editó en la capital catalana entre 1887 y 1893, y La Tramontana, publicada en Barcelona entre 1891 y 1896 con el inequívoco subtítulo de “Periódico rojo”. No volvió, sin embargo, a jugar un papel destacado en las sociedades obreras anarquistas de la época, a pesar de que tomó partido por la corriente favorable a la organización de los libertarios frente a las tendencias individualistas o espontaneístas. Los debates entre anarco-comunistas y anarco-colectivistas o las diferencias estratégicas entre los partidarios del anarquismo obrerista y los defensores de la propaganda por el hecho, provocaron el alejamiento temporal de la lucha social de algunos destacados libertarios de primera hora que residían en Barcelona, como Anselmo Lorenzo, Gaspar Sentiñón o el propio Celso Gomis.
Su abandono de la primera línea del anarquismo militante, le fue acercando, poco a poco, a la corriente catalanista más progresista, nacida bajo la influencia del federalismo de Francisco Pi y Margall con el que Gomis se había identificado en su primera juventud, y aunque no llegó a integrarse plenamente en el movimiento político nacionalista participó en distintas organizaciones culturales de Cataluña, entre las que sobresale la Biblioteca Arús, a cuya Junta se incorporó en 1894 y de la que recopiló su primer catálogo con el también internacionalista Eudald Canibell.
En 1902 tradujo al castellano Lo Catalanisme, la obra cumbre de su amigo Valentí Almirall, que también había sido militante del Partido Republicano Federal y que fue el pionero del moderno nacionalismo catalán desde la fundación en 1879 del Diari Catalá; la obra se editó acompañada de un interesante prólogo del propio Celso Gomis. El historiador Antoni Jutglar nos dice que por entonces éste era “una especie de enlace entre republicanos federales, catalanistas y grupos ilustrados y enciclopedistas de carácter más o menos ácrata”, y su nieto, Joaquín Gomis, nos recuerda que entre sus amistades se contaban Jacinto Verdaguer, Apeles Mestres, o Antonio Gaudí, lista a la que podemos añadir el poeta Joaquín Bartrina o el sindicalista libertario José Llunas.
No por eso rompió con el ideal anarquista de su juventud, y en 1900 escribía estas palabras a Ginesta Punset: “No se piense que soy enemigo de la autonomía de Catalunya, antes al contrario: la quiero tan amplia que a buen seguro que hasta se sobresaltarían los que luchan en las filas más avanzadas del catalanismo. Pero soy de la opinión que se ha de empezar por conseguir la autonomía individual dentro de cada pueblo, la de cada pueblo dentro de cada región o país, y acabar por la de cada país dentro de cada nación. Para substituir Barcelona por Madrid y la mugre de aquí por la de allí, no merece la pena cambiar el orden de cosas actual”.
Celso Gomis perdió un brazo accidentalmente en 1909 y abandonó su profesión habitual de ingeniero de Caminos, trabajando desde entonces como director literario de una editorial catalana, la Enciclopedia Ilustrada Seguí, donde fue responsable de la redacción de los artículos de Historia, y así figura en el cuadro de colaboradores de la Enciclopedia.
Murió en la Ciudad Condal el día 13 de junio de 1915, a la edad de setenta y cuatro años. El 30 de marzo de 1874 se casó con la madrileña Dolores Perales Pascual, que le sobrevivió hasta su muerte el 2 de octubre de 1932. Del matrimonio nacieron siete hijos: José Antonio, Dolores, Celso, fallecido en enero de 1919, Matilde y Carolina; otros dos, Enrique y Luis, murieron a muy temprana edad.
Escritor y periodista
Celso Gomis fue autor prolífico y de muy diversos intereses. Destacó por escribir numerosas obras de divulgación científica, entre las que resaltan las biografías de Copérnico, Galileo, Descartes, Newton, Franklin, Watt, Herscheld, Montgolfier, Fulton, Stephenson, Morse, Daguerre, Niepce y Edisson, pertenecientes a una más amplia “Biblioteca infantil histórico-biográfica”, publicada en 1885 por los hermanos Bastinos en Barcelona. También fue autor de la serie Zoología popular, Botánica popular y Meteorología popular, editadas en la “Biblioteca Popular” de la Asociación de Excursiones Catalana, una colección de la que fue el principal animador.
En esta misma línea pedagógica, se dedicó a escribir numerosos libros dedicados a la juventud y material didáctico para las escuelas. De todos ellos, sobresale La Tierra (1881), libro que tiene su origen en las aportaciones de Celso Gomis a la Enciclopedia para la juventud (1877), un proyecto de los editores barceloneses Juan y Antonio Bastinos en el que a través de varios libritos se ofrecía a los jóvenes, de forma amena y a precio asequible, un conocimiento científico de la naturaleza y el hombre. Cayetano Vidal Valenciano escribió la serie sobre astronomía, Joaquín María Saldaña se encargó de la zoología, Carlos Ronquillo inició la parte que se llamó “Primeras necesidades del hombre” y Celso Gomis fue el autor de “La Tierra”, una colección formada por los libritos Primeros tiempos de la Tierra, Las Aguas, Los Valles y las Montañas, Los Tesoros de la Tierra y La Atmósfera, de factura excelente e ilustrada con numerosos grabados. Agrupados en un solo tomo de más de 300 páginas, La Tierra fue reimpresa desde 1892 en sucesivas ediciones en rústica y en tela.
Más adelante dio a la imprenta Álbum pintoresco de historia natural para instrucción de los niños (1880) y un manual de Geografía Elemental de España, publicado hacia 1900 por el editor barcelonés Luis Tasso. A él se deben también Rudimentos de agricultura española (1900), que conoció varias ediciones, los Cuadernos de la Naturaleza, que era un manual con grandes láminas para uso escolar también editado por Bastinos en 1901, Biblioteca de Primera Enseñanza (1902) y Elementos de Geografía general y particular (1903). Aunque quizás su obra escolar más popular fueron sus Lecturas Instructivas, una obra que reunía lecturas y modelos para copiar y desarrollar la escritura y que figuraba como Segundo Libro de Lectura para las Escuelas de Enseñanza Primaria. Lo publicó en Barcelona la Casa Editorial de Luis Tasso y en 1933 salió su undécima edición.
También corrigió y mejoró en 1886 el manual escolar Lecturas populares para los niños sobre ciencias, artes y agricultura de Luis Nata Gayoso, y en 1877 hizo lo mismo con Las ciencias naturales al alcance de los niños: programa de historia natural, física y química, escrito por Luis Nata Gayoso y Juan Pla Villalonga, y cuya primera edición era de 1872.
No está acreditada la relación de Gomis con la Escuela Moderna que en 1901 abrió en Barcelona el pedagogo libertario Francisco Ferrer Guardia, pero algunas de las obras instructivas y divulgativas que hemos citado fueron utilizadas en varias escuelas laicas y racionalistas, entre las que sobresale la Escuela Natura de Juan Puig Elías, un maestro que en 1936 fue presidente del Consejo de la Escuela Nueva Unificada (CENU) y en 1938 fue subsecretario de Instrucción Pública con el ministro cenetista Segundo Blanco; no resulta extraordinario que sus manuales fuesen recomendados desde de La Revista Blanca en una fecha tan tardía como 1930. No fueron tan abundantes sus publicaciones de propaganda anarquista: A las madres (1887), El catolicismo y la cuestión social (1886)…
Como folklorista publicó numerosos trabajos, entre los que reseñamos Cantars y dictats tópics de Catalunya i de la resta d’Espanya (1900), Cantares (1906), La lluna segon lo poble, Dites i tradicions populars referentes a les plantes y La Bruixa Catalana, que dejó inédito a su muerte y de la que Rosendo Serra Pagés decía que “resulta tan interesante como fiel reflejo del cúmulo de creencias de épocas pretéritas, avalorándola especialmente una serie de confrontaciones con las prácticas supersticiosas de la antigüedad y de los diferentes pueblos, ya que por todas partes han sido y están extendidas”, por lo que fue editada póstumamente. A él se debe igualmente el primer tomo de Folklore catalá, titulado Lo llarap i els temperáis, impreso en 1884 en la barcelonesa Estampa de L. Obradors.
Fue autor de otras muy diversas obras entre las que citamos el tomo correspondiente a La Provincia de Barcelona, que formaba parte de la Geografía general de Catalunya dirigida por Francesc Carreras Candi, y el Diccionari de llengua catalana en el que participó como redactor desde el año 1912. Asimismo tradujo El río de oro. Viajes y aventuras de Lucien Biart y el Álgebra superior de Charles Briot, además de algunos textos y manifiestos internacionalistas entre 1870 y 1874.
A estos trabajos bibliográficos hay que sumar su constante labor periodística, que se vio recogida, además de en las cabeceras anarquistas que ya hemos citado, en el Diari Catalá, cabecera pionera del catalanismo dirigida por su amigo Almirall, en L’Avens, que desde 1891 tomó su nombre definitivo de L’Avenç, o en Cataluña, una revista quincenal ilustrada que fundó y dirigió el propio Gomis desde el 1 de octubre de 1907 hasta el 15 de septiembre de 1908.
Celso Gomis y la Asociación de Excursiones Catalana
Pero su actividad periodística más prolongada y de más envergadura se desarrolló en la prensa específica de las organizaciones excursionistas catalanas, que jugaron un papel muy destacado en la investigación y vulgarización científica española desde el último cuarto del siglo XIX. Sus colaboraciones se recogieron, primero, en el Butlletí y en el Anuari de la Asociación de Excursiones Catalana y, posteriormente, en el Bulletí del Centre Excursionista de Catalunya. Con razón se ha dicho que durante casi toda su vida Gomis estuvo “vinculado estrechamente también al movimiento excursionista catalán, [y por eso] su papel como divulgador científico fue más que notable”.
Celso Gomis fue uno de los fundadores de la Asociación de Excursiones Catalana, que más tarde se fusionó con la Asociación Catalanista de Excursiones Científicas en el reconocido Centro Excursionista de Cataluña. Mientras que la entidad titulada catalanista centraba su atención, casi exclusivamente, en el estudio y la descripción de las gentes y las tierras de Cataluña, la sociedad en la que Gomis colaboraba extendía su mirada más allá del antiguo Principado y mostraba interés por conocer otras tierras y otros pueblos, de lo que fueron buena prueba sus artículos sobre la provincia de Guadalajara.
Con un perfil más social y menos nacionalista y, por eso mismo, con excelentes relaciones con entidades de muy diversa orientación y naturaleza de dentro y fuera de nuestras fronteras, la Asociación de Excursiones Catalana tenía entre sus fines promover el “concepto exacto del excursionismo [...]; sustraer al joven de los vicios y pasatiempos de las ciudades; llevarlo a respirar el aire puro y sano del campo y de la montaña, acostumbrarlo a la fatiga, a las privaciones, a las dificultades, incluso a los peligros; infundirle el amor a los grandes espectáculos de la naturaleza, tal como en el extranjero se han propuesto y practican los Clubs Alpinos, ya es mucho; más es hacerle conocer palmo a palmo su país natal; hacerle admirar sus bellezas naturales y artísticas”.
Lamentablemente, la Asociación de Excursiones Catalana no pudo ver hecho realidad el Museo Gomis que tenía previsto abrir con los numerosos fósiles, minerales, rocas y otros restos, como el de la campana de Abánades, que legó generosamente a esa entidad; algunos de ellos hallados en tierras alcarreñas y descritos en estos artículos. Otro socio que también viajó a la provincia de Guadalajara en esos mismos años, José Alsina Lubian, entregó a la citada sociedad distintos minerales obtenidos en su excursión por tierras de Molina de Aragón y en el Boletín era frecuente encontrar la relación de los distintos restos materiales entregados por los socios para su custodia y estudio en la Asociación.

Celso Gomis en Guadalajara
Durante el siglo XIX el progreso material y el avance social se sustentaban sobre la industria; y de la mano de la industrialización llegó el ferrocarril, auténtico motor de desarrollo que acortaba distancias, comunicaba pueblos, distribuía productos, achicaba hambrunas y ensanchaba los mercados. En el año 1880, en la provincia de Guadalajara las vías férreas se limitaban a la que desde Madrid llegaba hasta Barcelona y la frontera francesa atravesando Zaragoza, una línea que entraba en la provincia en el kilómetro 41 de su trazado y salía de ella en el 155, recorriendo poco más de cien kilómetros salpicados, en sus primeros años, por 10 estaciones, 50 pasos a nivel y 25 puentes. A pesar de su extraordinaria importancia para la exportación de la producción provincial, a la que no podía bastar el estrecho mercado local, desde que en 1862 la citada línea férrea llegó a la villa soriana de Medinaceli nada más se había hecho por fomentar el ferrocarril en tierras de Guadalajara.
Sin embargo, el Congreso en 1876 y el Senado en 1877 aprobaron una nueva vía férrea de Valls a Barcelona, que fue adjudicada a la empresa Ferrocarril de Valls a Villanueva y Barcelona y, animados sus directivos por el éxito de su primer proyecto, solicitó esta misma compañía permiso para abrir una nueva línea entre Madrid y Barcelona a través de Molina de Aragón, Calamocha, Teruel, Reus, Valls y Tarragona; un plan muy ventajoso porque se calculaba que reducía el trayecto en uso en casi 100 kilómetros y aumentaba notablemente la velocidad del convoy, por atenuar significativamente los accidentes geográficos del primer trazado.
Pero, sobre todo, las ventajas de acometer esta obra afectaban a la provincia alcarreña, pues la nueva vía férrea comunicaría con el resto de España a una extensa área de 50.000 kilómetros cuadrados del medio este peninsular, entre los que se encontraba toda la región oriental de la provincia de Guadalajara, la más aislada, cuya riqueza agrícola, minera, resinera y forestal se habría visto enormemente beneficiada de haberse aprobado este programa.
Pero surgió la oposición de quienes, como las ciudades de Guadalajara, Sigüenza y Zaragoza, defendían los intereses creados por el antiguo ferrocarril que tantos beneficios les había traído, por lo que pusieron innumerables trabas para que este propósito nunca llegase a buen término, dificultades que se incrementaron cuando la sociedad ferroviaria comenzó a realizar estudios y análisis sobre el terreno para llevar cuanto antes a la práctica sus planes. Lamentablemente, este ambicioso proyecto ferroviario nunca se realizó y las comarcas del este de la provincia, aquellas que concentraban más riqueza y población, quedaron al margen de la red ferroviaria nacional, convirtiendo a Guadalajara en una simple provincia de paso para viajeros y mercancías que desde la capital de España se dirigían hasta el norte del país.
En cualquier caso, y con motivo de estudiar el posible trazado de la nueva línea férrea entre Madrid y Barcelona, en 1880 Celso Gomis se trasladó a La Alcarria. Nada tiene de extraña su presencia en estas tierras, por cuanto su profesión le llevó a muchos lugares de España trabajando en la construcción de carreteras y ferrocarriles; en 1880 se sabe que exploró la Cueva de San Pedro en Oliete (Teruel), quizás en el curso de los mismos estudios que le llevaron a La Alcarria, y que también en esas fechas estuvo excavando yacimientos prehistóricos en Soria. Del mismo modo estudió con detenimiento el curso del río Piedra, en Zaragoza; en 1882 estuvo de visita en el valle oscense de Sobrarbe y en 1884 le vemos empleado como ingeniero auxiliar en un ambicioso plan de riegos en el Ampurdán.
Pero no sería justo terminar esta introducción sin citar a José Alsina. Durante estos mismos años se proyectó construir otra línea férrea que enlazase Molina de Aragón con la vía de Madrid a Barcelona y con Teruel y fue el barcelonés José Alsina quien propuso en 1885 la construcción de este “ferrocarril de vía estrecha, que partiendo de Sigüenza vaya a parar a Alcañiz tocando en Maranchón, Mazarete, Molina, Cubillejo de la Sierra y La Yunta”; y aunque la Diputación “teniendo en cuenta el beneficio que ha de reportar a la provincia” no vaciló “en dispensar a esa empresa el apoyo oficial que merece”, este proyecto tampoco vio nunca la luz. Sabemos que José Alsina visitó Molina y su comarca en 1882 porque nos dejó testimonio de su visita en un extenso artículo que, con el título de “Una excursión a Molina de Aragón”, se publicó en el Anuario de 1882 de la Asociación de Excursiones Catalana, de la que Alsina era socio y miembro de su Junta Directiva, y en la que ingresó de la mano de Celso Gomis.
Excursiones por la provincia de Guadalajara
Del paso por tierras alcarreñas de Celso Gomis Mestre, sólo nos ha quedado una larga serie de artículos que, bajo el nombre genérico de Excursiones por la provincia de Guadalajara, se publicaron en el Butlletí mensual de la citada Asociación excursionista a lo largo de los años 1882, 1883 y 1884. Además, de vuelta a Barcelona, impartió algunas conferencias en la sede del Fomento de la Producción española, en veladas organizadas por la Asociación de Excursiones Catalana, con el título de “Excursión por la provincia de Guadalajara”, en las que, seguramente, hizo un relato muy similar al que se recoge en los textos que ahora publicamos. Son dieciocho artículos repletos de información y mostrando un buen conocimiento de la comarca, que son prueba de la profundidad de su estudio topográfico para el trazado de la nueva línea férrea y de la variedad de aficiones e intereses de su autor, que fueron escritos en un catalán un tanto arcaico.
Un cuarto de siglo después, cuatro de estos textos fueron publicados en El Briocense, seguramente traducidos al castellano por el propio Celso Gomis, prueba de que a pesar del paso de los años logró mantener alguna relación o contacto con sus amigos alcarreños. Sin embargo, no hemos encontrado rastro de su actividad societaria o de su labor difusora del ideario anarquista en la comarca, aunque se nos antoja imposible que, por ejemplo, durante su estancia en Brihuega no entrase en contacto con la docena de antiguos militantes de la internacionalista Federación Regional Española en una localidad que sólo acogía a tres millares de habitantes.
JUAN PABLO CALERO DELSO

sábado, 23 de diciembre de 2017

JUAN FRANCISCO CORREAS FERNÁNDEZ

CORREAS FERNÁNDEZ, Juan Francisco
[Sigüenza, 21 de agosto de 1880 / Madrid, 26 de septiembre de 1935]

Juan Francisco Correas Fernández nació en la ciudad de Sigüenza, sede episcopal en la provincia de Guadalajara, el día 21 de agosto de 1880 y falleció en Madrid el 26 de septiembre de 1935. Tuvo dos hermanos: Paulino y Dionisio, que fue maestro y un destacado militante socialista.
Cursó sus estudios de sacerdote en el seminario conciliar de su ciudad natal, donde recibió clases de los canónigos Hilario Yaben Yaben y Raimundo Andrés Relaño, dos pioneros del catolicismo social que impulsaron con fuerza en la diócesis seguntina, que por entonces se extendía por distintas comarcas de las provincias de Guadalajara, Zaragoza, Soria y Segovia, y cuyo entusiasmo transmitieron a Francisco Correas y a otros seminaristas compañeros suyos como Conceso Alario o Luis Llausás.
Pudo realizar sus estudios eclesiásticos sin interrupción, pues sabemos que pagó 1.500 pesetas para ser eximido del sorteo para el Servicio Militar, que le fueron devueltas por resultar excedente de cupo. Durante su estancia en el Seminario seguntino fue protagonista involuntario de un triste suceso: jugando a la barra con sus condiscípulos, la lanzó con tan mala fortuna que se la clavó en el cráneo a su compañero Manuel Calvo, que no pudo sobrevivir a las graves heridas sufridas.

En la archidiócesis de Toledo
Recibió las órdenes sacerdotales en 1904 y fue destinado como párroco a la localidad madrileña de Fuentidueña de Tajo, donde permaneció por espacio de casi seis años, ejerciendo el sacerdocio con tanto acierto que fue nombrado Hijo Adoptivo del pueblo. Muy pronto se vinculó a la Asociación Nacional Católica de Jóvenes Propagandistas, fundada en 1910 por el que sería cardenal Ángel Herrera Oria, y se interesó por el sindicalismo confesional agrario, que conocía de su período de formación en el Seminario seguntino.
El 16 de octubre de 1914 se dirigió a la Junta para la Ampliación de Estudios porque aspiraba a ocupar una plaza, reservada a sacerdotes, en la Escuela de la Fundación González Allende en la localidad zamorana de Toro, una entidad privada que, desde 1911, estaba bajo el protectorado del Ministerio de Instrucción Pública, que había establecido una escuela unitaria para niños pobres y un centro para el aprendizaje de distintos oficios. A pesar de los numerosos méritos que presentó en su solicitud, entre los que destacaba la supuesta fundación de Escuelas de Experimentación Agrícola, no obtuvo la plaza en el citado concurso.
Este fracasó reorientó la biografía vital de Juan Francisco Correas, pues aunque en octubre de 1914 ya manifestaba haber fundado “cientos de sindicatos agrícolas en distintas provincias españolas”, lo cierto es que su labor como propagandista del catolicismo social agrario comenzó a finales de ese mismo año de la mano de los cardenales Francesco Ragonessi, nuncio apostólico en Madrid, y Victoriano Guisasola Menéndez, que ocupaba por entonces la sede episcopal toledana. En 1915 se constituyó en Toledo, a instancias del cardenal primado, el Secretariado Nacional Católico Agrario, del que Juan Francisco Correas fue nombrado director de Propaganda, en una Junta Directiva en la que participaban el duque de Bailén, el duque de la Vega, el conde de Casal y el vizconde de Val de Erro, entre otros conocidos aristócratas y terratenientes. Ese mismo año ya recorrió distintas localidades de la provincia de Ciudad Real impartiendo charlas y organizando sindicatos (Puertollano, Tomelloso, Valdepeñas, Herencia, etc.).
Al año siguiente, en una de las primeras campañas de propaganda de este Secretariado Nacional Católico Agrario, Juan Francisco Correas recorrió las provincias de Madrid y Cuenca organizando distintos Sindicatos Católicos Agrarios locales que constituyeron sendas Federaciones Provinciales. Ese mismo año viajó a Huelva en compañía de Antonio Monedero, propietario agrícola palentino y conocido divulgador del catolicismo social, fundando algunos pequeños sindicatos confesionales; gira de propaganda que repitió en 1918.
Fruto de esta labor divulgativa fue la fundación, en 1917, de la Confederación Nacional Católico-Agraria, una entidad que nació entre agrias discusiones y sordos enfrentamientos, en los que Juan Francisco Correas tuvo un reconocido protagonismo; el jesuita Sisinio Nevares sostenía que "no quieren que se haga la Confederación sino a medida de sus ambiciones rastreras y de su capricho. Y vale más y puede más el capricho de tres hombres (Aznar, Morán y Correas) que halagan al cardenal, que la voluntad expresa de las mismas Federaciones que quieren libremente y conforme a su derecho hacer la Confederación". Baste como prueba del encono de estos desencuentros que los sindicatos de la diócesis de Sigüenza, con cuyos fundadores él tanto había tenido que ver, nunca se integraron en la citada Confederación.
Ese mismo año de 1917, en compañía de Conceso Alario con el que había coincidido en el seminario seguntino, recorrió algunas comarcas meridionales de Guadalajara que pertenecían a la diócesis de Toledo y poco después, y por invitación expresa del marqués de Comillas, se desplazó a la provincia de Cáceres, a fin de desactivar la creciente influencia anarquista en esa zona. Eran tierras, las alcarreñas y sobre todo las extremeñas, en las que la propiedad estaba concentrada en pocas manos y donde el sindicalismo católico encontraba muchas dificultades. A pesar de todo, el padre Correas constituyó Sindicatos Agrarios en un puñado de localidades, aunque, en la mayoría de los casos, se disolvían tras su marcha.
En Andalucía
A partir de 1918 recorrió otras provincias andaluzas, como Jaén o Sevilla, en las que prosiguió sus trabajos de organización y en agosto de 1919 firmó el manifiesto fundacional del grupo de la Democracia Cristiana en nombre de la Acción Social de Jaén. Ese año participó en una gira de propaganda por toda Andalucía, con el objetivo expreso de frenar la alta conflictividad de esos años y frenar la hegemonía del anarquismo entre los jornaleros de la Baja Andalucía, porque, como escribía en la Hoja Parroquial de Álora, "España no debe sufrir la afrenta de su injustificada pobreza, mientras quede un Sacerdote español que pueda remediarla en medio de la suya, ni deben continuar las angustiosas preocupaciones de tantos hombres que buscan el pan para sus hijos, sin acordarse de Dios Nuestro Señor en medio de su turbación". Finalmente, en 1922 se asentó en Andalucía pues fue nombrado canónigo de la catedral de Granada.
Aunque pertenecía al clero secular, estaba identificado con la orientación y tutela que el marqués de Comillas y los jesuitas imprimían al sindicalismo católico, y colaboró muy activamente con la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACN de P). Sin embargo, su labor como divulgador fue tan plural como incansable y siempre acudió allí donde le reclamaban para extender el catolicismo social; tan pronto daba una charla en un círculo tradicionalista como intervenía en el reparto de las tierras, recién adquiridas, del marqués de Campotéjar en la provincia granadina.
En diciembre de 1922 le encontramos entre los promotores del Partido Social Popular, un pequeño grupo que es considerado el embrión de la democracia cristiana en España pero que tuvo una vida muy breve, pues en 1923 la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera fracturó al PSP entre los que se oponían al nuevo régimen, como su secretario general Ángel Ossorio y Gallardo, y los que lo apoyaban con entusiasmo, entre los que estaba Juan Francisco Correas.
Durante el período primorriverista Juan Francisco Correas se implicó en la política del régimen dictatorial. Así, por ejemplo, fue nombrado delegado especial de la emigración española a Argentina, país que visitó en 1926 y fruto del cual elaboró un interesante informe, o presidente de la comisión encargada de resolver los litigios de propiedad pública de los montes de la Sierra de Segura… En 1926 el dictador Primo de Rivera le nombró miembro de la Asamblea Nacional, un simulacro de parlamento corporativo, y desde 1927 era vocal de la Junta Central del Crédito Agrícola, publicando en 1929, junto con Esteban Serrano Rodríguez, un librito titulado precisamente La Dictadura y el crédito agrícola.
El establecimiento de la dictadura militar de Primo de Rivera y la consiguiente agitación social, radicalizaron las opiniones políticas de Juan Francisco Correas; si el catolicismo social siempre tuvo un componente reaccionario, pues nacía como reacción al auge del obrerismo marxista y anarquista, al principio lo compensaba con una sincera preocupación por la suerte de los trabajadores; con la Dictadura, algunos católicos sociales optaron por las clases desfavorecidas, como José Torrubiano del que fue amigo, y otros creyeron que con el autoritarismo podrían prescindir del sindicalismo en su conjunto, tanto del católico como del aconfesional, para contener las reivindicaciones obreras.
 Durante la Segunda República
Desde el momento en que se proclamó la Segunda República, Juan Francisco Correas se mostró como un activo opositor del nuevo régimen democrático. En septiembre de 1931 se celebraron algunas reuniones de sacerdotes, organizadas por el partido derechista de Acción Nacional, embrión de la CEDA, con el propósito de formar distintas comisiones encargadas de asesorar y cooperar con los diputados de este partido en las Cortes Constituyentes, figurando Juan Francisco Correas entre los elegidos para la comisión de Economía, Prensa y Gestión, encargada de “trabajos oficiales y extraoficiales y de índole reservada”, eufemismo que encerraba actividades secretas e ilegales que no parecían propias de un sacerdote. Y cuando el nuevo ministro de Hacienda, Jaume Carner, anunció que en los Presupuestos del Estado para 1932 el capítulo destinado al clero se reduciría a la mitad, fue uno de los elegidos para participar en reuniones y visitas destinadas a impedir o aminorar esa rebaja, firmando con los dos diputados sacerdotes de esas Cortes Constituyentes un informe dirigido a todos los obispos y cabildos catedralicios españoles.
Fue autor de varios libros destinados a fomentar la teoría y la práctica de la doctrina social de la Iglesia, entre los que destaca Para fundar y dirigir los Sindicatos Agrícolas que se abría con un prólogo de Severino Aznar y, sobre todo, La Reconstitución Nacional por los Sindicatos Agrícolas. Su fundación y dirección, que se imprimió en 1918 en los talleres de Gráficas Excelsior de Madrid. En la misma línea divulgativa publicó Como se funda una caja rural. Su fundación y dirección y ¿Cómo debemos laborar nuestras tierras? Campos de experimentación o modo de fertilizarlas, que se editó en Madrid en 1917. También publicó en 1918 el librito El bolchevismo en España, una obra de propaganda anticomunista que incluía el texto completo de la nueva constitución soviética.
Participó en el Curso Internacional de Agricultura celebrado con motivo de la Exposición Universal de Barcelona de 1929, cuyas actas fueron publicadas en un libro por el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, y en el mismo año intervino, con una charla sobre crédito agrícola, en el Curso de Ciudadanía que impartieron en el Alcázar de Toledo destacados intelectuales en apoyo de la Dictadura: José Calvo Sotelo, José Yangüas Mesía, José Pemartín... Los textos se publicaron en un libro con prólogo del general Miguel Primo de Rivera por el Depósito Geográfico e Histórico del Ejército. Además de sus libros, escribió innumerables artículos en la prensa católica de su época, llegando a dirigir en Jaén el periódico Tierra Andaluza.
Mantuvo en todo momento sus lazos con el ámbito pedagógico, temporalmente frustrado por su fracaso al optar a la plaza de la Escuela de la Fundación González Allende, y en sus últimos años impartió clase en el Colegio Goya, establecido en un hotelito del número 39 de la madrileña calle de Castelló, centro educativo del que llegó a ser director.
JUAN PABLO CALERO DELSO