CORREAS FERNÁNDEZ, Juan Francisco
[Sigüenza,
21 de agosto de 1880 / Madrid, 26 de septiembre de 1935]
Juan
Francisco Correas Fernández nació en la ciudad de Sigüenza, sede episcopal en
la provincia de Guadalajara, el día 21 de agosto de 1880 y falleció en Madrid el 26
de septiembre de 1935. Tuvo dos hermanos: Paulino y Dionisio, que fue maestro y
un destacado militante socialista.
Cursó
sus estudios de sacerdote en el seminario conciliar de su ciudad natal, donde
recibió clases de los canónigos Hilario Yaben Yaben y Raimundo Andrés Relaño,
dos pioneros del catolicismo social que impulsaron con fuerza en la diócesis
seguntina, que por entonces se extendía por distintas comarcas de las
provincias de Guadalajara, Zaragoza, Soria y Segovia, y cuyo entusiasmo
transmitieron a Francisco Correas y a otros seminaristas compañeros suyos como
Conceso Alario o Luis Llausás.
Pudo
realizar sus estudios eclesiásticos sin interrupción, pues sabemos que pagó
1.500 pesetas para ser eximido del sorteo para el Servicio Militar, que le
fueron devueltas por resultar excedente de cupo. Durante su estancia en el
Seminario seguntino fue protagonista involuntario de un triste suceso: jugando
a la barra con sus condiscípulos, la lanzó con tan mala fortuna que se la clavó
en el cráneo a su compañero Manuel Calvo, que no pudo sobrevivir a las graves
heridas sufridas.
En la archidiócesis de Toledo
Recibió
las órdenes sacerdotales en 1904 y fue destinado como párroco a la localidad
madrileña de Fuentidueña de Tajo, donde permaneció por espacio de casi seis
años, ejerciendo el sacerdocio con tanto acierto que fue nombrado Hijo Adoptivo
del pueblo. Muy pronto se vinculó a la Asociación Nacional Católica de Jóvenes
Propagandistas, fundada en 1910 por el que sería cardenal Ángel Herrera Oria, y
se interesó por el sindicalismo confesional agrario, que conocía de su período
de formación en el Seminario seguntino.
El
16 de octubre de 1914 se dirigió a la Junta para la Ampliación de Estudios
porque aspiraba a ocupar una plaza, reservada a sacerdotes, en la Escuela de la
Fundación González Allende en la localidad zamorana de Toro, una entidad
privada que, desde 1911, estaba bajo el protectorado del Ministerio de
Instrucción Pública, que había establecido una escuela unitaria para niños
pobres y un centro para el aprendizaje de distintos oficios. A pesar de los
numerosos méritos que presentó en su solicitud, entre los que destacaba la
supuesta fundación de Escuelas de Experimentación Agrícola, no obtuvo la plaza en el
citado concurso.
Este
fracasó reorientó la biografía vital de Juan Francisco Correas, pues aunque en
octubre de 1914 ya manifestaba haber fundado “cientos de sindicatos agrícolas
en distintas provincias españolas”, lo cierto es que su labor como
propagandista del catolicismo social agrario comenzó a finales de ese mismo año
de la mano de los cardenales Francesco Ragonessi, nuncio apostólico en Madrid,
y Victoriano Guisasola Menéndez, que ocupaba por entonces la sede episcopal
toledana. En 1915 se constituyó en Toledo, a instancias del cardenal primado,
el Secretariado Nacional Católico Agrario, del que Juan Francisco Correas fue
nombrado director de Propaganda, en una Junta Directiva en la que participaban
el duque de Bailén, el duque de la Vega, el conde de Casal y el vizconde de Val
de Erro, entre otros conocidos aristócratas y terratenientes. Ese mismo año ya recorrió distintas localidades de la provincia de Ciudad Real impartiendo charlas y organizando sindicatos (Puertollano, Tomelloso, Valdepeñas, Herencia, etc.).
Al año siguiente, en una de las primeras campañas de propaganda de este Secretariado
Nacional Católico Agrario, Juan Francisco Correas recorrió las provincias de
Madrid y Cuenca organizando distintos Sindicatos Católicos Agrarios locales que
constituyeron sendas Federaciones Provinciales. Ese mismo año viajó a Huelva en
compañía de Antonio Monedero, propietario agrícola palentino y conocido
divulgador del catolicismo social, fundando algunos pequeños sindicatos
confesionales; gira de propaganda que repitió en 1918.
Fruto
de esta labor divulgativa fue la fundación, en 1917, de la Confederación
Nacional Católico-Agraria, una entidad que nació entre agrias discusiones y
sordos enfrentamientos, en los que Juan Francisco Correas tuvo un reconocido
protagonismo; el jesuita Sisinio Nevares sostenía que "no quieren que se haga la Confederación sino a medida de sus ambiciones rastreras y de su capricho. Y vale más y puede más el capricho de tres hombres (Aznar, Morán y Correas) que halagan al cardenal, que la voluntad expresa de las mismas Federaciones que quieren libremente y conforme a su derecho hacer la Confederación". Baste como prueba del encono de estos desencuentros que los
sindicatos de la diócesis de Sigüenza, con cuyos fundadores él tanto había
tenido que ver, nunca se integraron en la citada Confederación.
Ese
mismo año de 1917, en compañía de Conceso Alario con el que había coincidido en el
seminario seguntino, recorrió algunas comarcas meridionales de Guadalajara que
pertenecían a la diócesis de Toledo y poco después, y por invitación expresa
del marqués de Comillas, se desplazó a la provincia de Cáceres, a fin de
desactivar la creciente influencia anarquista en esa zona. Eran tierras, las
alcarreñas y sobre todo las extremeñas, en las que la propiedad estaba
concentrada en pocas manos y donde el sindicalismo católico encontraba muchas
dificultades. A pesar de todo, el padre Correas constituyó Sindicatos Agrarios
en un puñado de localidades, aunque, en la mayoría de los casos, se disolvían
tras su marcha.
A
partir de 1918 recorrió otras provincias andaluzas, como Jaén o Sevilla, en las
que prosiguió sus trabajos de organización y en agosto de
1919 firmó el manifiesto fundacional del grupo de la Democracia Cristiana en nombre
de la Acción Social de Jaén. Ese año participó en una gira de
propaganda por toda Andalucía, con el objetivo expreso de frenar la alta
conflictividad de esos años y frenar la hegemonía del anarquismo entre los
jornaleros de la Baja Andalucía, porque, como escribía en la Hoja Parroquial de Álora, "España no debe sufrir la afrenta de su injustificada pobreza, mientras quede un Sacerdote español que pueda remediarla en medio de la suya, ni deben continuar las angustiosas preocupaciones de tantos hombres que buscan el pan para sus hijos, sin acordarse de Dios Nuestro Señor en medio de su turbación". Finalmente, en 1922 se asentó en Andalucía pues fue nombrado canónigo de
la catedral de Granada.
Aunque
pertenecía al clero secular, estaba identificado con la orientación y tutela
que el marqués de Comillas y los jesuitas imprimían al sindicalismo católico, y
colaboró muy activamente con la Asociación Católica Nacional de Propagandistas
(ACN de P). Sin embargo, su labor como divulgador fue tan plural como
incansable y siempre acudió allí donde le reclamaban para extender el
catolicismo social; tan pronto daba una charla en un círculo tradicionalista
como intervenía en el reparto
de las tierras, recién adquiridas, del marqués de Campotéjar en la provincia
granadina.
En
diciembre de 1922 le encontramos entre los promotores del Partido Social
Popular, un pequeño grupo que es considerado el embrión de la democracia
cristiana en España pero que tuvo una vida muy breve, pues en 1923 la Dictadura del
general Miguel Primo de Rivera fracturó al PSP entre los que se oponían al
nuevo régimen, como su secretario general Ángel Ossorio y Gallardo, y los que
lo apoyaban con entusiasmo, entre los que estaba Juan Francisco Correas.
Durante
el período primorriverista Juan Francisco Correas se implicó en la política del
régimen dictatorial. Así, por ejemplo, fue nombrado delegado
especial de la emigración española a Argentina, país que visitó en 1926 y fruto
del cual elaboró un interesante informe, o presidente de la comisión encargada de
resolver los litigios de propiedad pública de los montes de la Sierra de
Segura… En 1926 el dictador Primo de Rivera le nombró miembro de la Asamblea
Nacional, un simulacro de parlamento corporativo, y desde 1927 era vocal de la
Junta Central del Crédito Agrícola, publicando en 1929, junto con Esteban Serrano Rodríguez, un librito titulado precisamente La Dictadura y el crédito agrícola.
El
establecimiento de la dictadura militar de Primo de Rivera y la consiguiente agitación
social, radicalizaron las opiniones políticas de Juan Francisco Correas; si el
catolicismo social siempre tuvo un componente reaccionario, pues nacía como
reacción al auge del obrerismo marxista y anarquista, al principio lo
compensaba con una sincera preocupación por la suerte de los trabajadores; con
la Dictadura, algunos católicos sociales optaron por las clases desfavorecidas,
como José Torrubiano del que fue amigo, y otros creyeron que con el
autoritarismo podrían prescindir del sindicalismo en su conjunto, tanto
del católico como del aconfesional, para contener las reivindicaciones obreras.
Durante la Segunda República
Durante la Segunda República
Desde
el momento en que se proclamó la Segunda República, Juan Francisco Correas se mostró como un activo opositor del
nuevo régimen democrático. En septiembre de 1931 se celebraron algunas
reuniones de sacerdotes, organizadas por el partido derechista de Acción
Nacional, embrión de la CEDA, con el propósito de formar distintas comisiones
encargadas de asesorar y cooperar con los diputados de este partido en las
Cortes Constituyentes, figurando Juan Francisco Correas entre los elegidos para
la comisión de Economía, Prensa y Gestión, encargada de “trabajos oficiales y
extraoficiales y de índole reservada”, eufemismo que encerraba actividades
secretas e ilegales que no parecían propias de un sacerdote. Y cuando el nuevo
ministro de Hacienda, Jaume Carner, anunció que en los Presupuestos del Estado
para 1932 el capítulo destinado al clero se reduciría a la mitad, fue uno de
los elegidos para participar en reuniones y visitas destinadas a impedir o
aminorar esa rebaja,
firmando con los dos diputados sacerdotes de esas Cortes Constituyentes un
informe dirigido a todos los obispos y cabildos catedralicios españoles.
Fue
autor de varios libros destinados a fomentar la teoría y la práctica de la
doctrina social de la Iglesia, entre los que destaca Para fundar y dirigir los Sindicatos Agrícolas que se abría con un
prólogo de Severino Aznar y, sobre todo, La
Reconstitución Nacional por los Sindicatos Agrícolas. Su fundación y dirección,
que se imprimió en 1918 en los talleres de Gráficas Excelsior de Madrid. En la
misma línea divulgativa publicó Como se funda una caja rural. Su fundación y
dirección y ¿Cómo debemos laborar nuestras tierras? Campos de experimentación o modo de fertilizarlas, que
se editó en Madrid en 1917. También publicó en 1918 el librito El bolchevismo en España, una obra de
propaganda anticomunista que incluía el texto completo de la nueva constitución
soviética.
Participó
en el Curso Internacional de Agricultura celebrado con motivo de la Exposición
Universal de Barcelona de 1929, cuyas actas fueron publicadas en un libro por
el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, y en el mismo año intervino, con una charla sobre crédito agrícola, en el
Curso de Ciudadanía que impartieron en el Alcázar de Toledo destacados
intelectuales en apoyo de la Dictadura: José Calvo Sotelo, José Yangüas Mesía,
José Pemartín... Los textos se publicaron en un libro con prólogo del general
Miguel Primo de Rivera por el Depósito Geográfico e Histórico del Ejército.
Además de sus libros, escribió innumerables artículos en la prensa católica de
su época, llegando a dirigir en Jaén el periódico Tierra Andaluza.
Mantuvo
en todo momento sus lazos con el ámbito pedagógico, temporalmente frustrado por
su fracaso al optar a la plaza de la Escuela de la Fundación González Allende, y
en sus últimos años impartió clase en el Colegio Goya, establecido en un
hotelito del número 39 de la madrileña calle de Castelló, centro educativo del
que llegó a ser director.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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