CAMPOS GARCÍA, Ángel
[Trillo,
2 de agosto de 1850 / Guadalajara, 13 de mayo de 1916]
Ángel Campos García nació
en el pueblo de Trillo, en la provincia de Guadalajara, el día 2 de agosto de 1850
y falleció en la capital alcarreña el 13 de mayo de 1916 en su domicilio del
número 4 de la Plaza de Moreno. Era hijo de Manuel Campos Delgado y de
Marcelina García Delgado, que murió en Trillo el 3 de febrero de 1896. Después
de un primer y breve matrimonio, se casó en segundas nupcias con Luisa García
Gamboa, con la que no tuvo hijos y cuyo deceso se produjo el día 2 de julio de
1923.
Estudió
en la madrileña Facultad de Medicina de San Carlos hasta completar sus estudios de licenciatura y ganar el doctorado con una tesis doctoral, leída en junio de 1881, dedicada a la "Importancia de la higiene y en especial de la profilaxis sifilítica; noción de los problemas que con esta se relacionan", aunque parece ser que también inició estudios de Farmacia en la misma Universidad Central. Al terminar su formación retornó a la Alcarria y durante muy poco tiempo
ejerció como médico en Albares y en algún otro pueblo de la provincia.
Pero una vez que contrajo matrimonio con Luisa García Gamboa se dedicó, primero desde Madrid y, a partir de 1891 en Guadalajara, a la administración de las fincas agrícolas que el matrimonio había heredado y que habían convertido a su familia política en una de las más ricas de la provincia; si los vinos de su suegro ya habían sido galardonados, él mereció algún premio en exposiciones nacionales de ganado lanar. Además, en la capital alcarreña tenía otros negocios como un molino de aceite y una fábrica de cal.
Como propietario agrario impulsó la asociación de los campesinos alcarreños; en 1893 renovó el Cabildo de Hacendados y Labradores de Guadalajara, una entidad medieval circunscrita a la capital alcarreña y que bajo su dirección se convirtió en una importante asociación corporativa y en el mejor antecedente de la Cámara Agraria Provincial, y en 1898 fue miembro del Consejo de la Asociación de Agricultores de España, en la que su suegro, Diego García Martínez, había ocupado señalados cargos directivos, Sin embargo, en 1904 vio frustrado el proyecto de establecer en Guadalajara una Asociación Provincial de Labradores, a cuya asamblea fundacional estaba convocada la plana mayor del caciquismo romanonista. y en 1909 firmó con Rafael Pajares y Fernando Güici la convocatoria para constituir una Federación Agraria de Castilla-La Nueva, a cuya junta interina pertenecían.
Pero una vez que contrajo matrimonio con Luisa García Gamboa se dedicó, primero desde Madrid y, a partir de 1891 en Guadalajara, a la administración de las fincas agrícolas que el matrimonio había heredado y que habían convertido a su familia política en una de las más ricas de la provincia; si los vinos de su suegro ya habían sido galardonados, él mereció algún premio en exposiciones nacionales de ganado lanar. Además, en la capital alcarreña tenía otros negocios como un molino de aceite y una fábrica de cal.
Como propietario agrario impulsó la asociación de los campesinos alcarreños; en 1893 renovó el Cabildo de Hacendados y Labradores de Guadalajara, una entidad medieval circunscrita a la capital alcarreña y que bajo su dirección se convirtió en una importante asociación corporativa y en el mejor antecedente de la Cámara Agraria Provincial, y en 1898 fue miembro del Consejo de la Asociación de Agricultores de España, en la que su suegro, Diego García Martínez, había ocupado señalados cargos directivos, Sin embargo, en 1904 vio frustrado el proyecto de establecer en Guadalajara una Asociación Provincial de Labradores, a cuya asamblea fundacional estaba convocada la plana mayor del caciquismo romanonista. y en 1909 firmó con Rafael Pajares y Fernando Güici la convocatoria para constituir una Federación Agraria de Castilla-La Nueva, a cuya junta interina pertenecían.
Su acción política
Pero
Ángel Campos se dedicó principalmente a la política, no sólo ocupando distintos cargos
institucionales, sino también ejerciendo un activo periodismo político. Entró
en la política provincial dentro de las filas del liberalismo dinástico, que
dirigía su suegro Diego García Martínez, máximo dirigente de la élite
provincial y cabeza de una familia que gobernaba la provincia desde la Guerra
de la Independencia. Después de la muerte de su cuñado, Diego García Gamboa,
todo parecía indicar que iba a ser él quien recogiese de aquél el testigo como
próximo líder de la burguesía liberal alcarreña, puesto para el que no le
faltaba vocación ni capacidad y que su familia política ocupaba desde hacía
casi un siglo. Sin embargo, la irrupción en 1886 de Álvaro de Figueroa y
Torres, conde de Romanones, en el panorama político provincial desde las filas
del Partido Fusionista Liberal le privó de cualquier opción para ponerse al
frente de la hegemónica corriente progresista de Guadalajara.
Desairado, en
1891 abandonó el liberalismo progresista y se integró en las huestes del
republicanismo, dando repetidas muestras públicas de animosidad contra el conde
de Romanones, al que se enfrentó en las elecciones legislativas de 1893,
sufriendo una severa derrota y obteniendo un resultado poco más que testimonial.
En 1893 ya pertenecía a la Junta Directiva del Círculo Republicano de
Guadalajara, junto a personalidades como Manuel González Hierro, Miguel Mayoral
Medina o Manuel Diges Antón, y en 1896 fue elegido presidente del Comité
Republicano Progresista de Guadalajara.
Durante esos años desplegó una actividad tan continua como encomiable, fundando El Atalaya de Guadalajara, semanario del que fue director desde que vio la luz, el 11 de agosto de 1889, hasta enero de 1897, en que fue destituido por romper con los partidos republicanos que sostenían la publicación, siendo sustituido al frente del semanario por Felipe Pérez Cerrada; quedó en sus páginas el recuerdo de sus muchos editoriales y artículos escritos y rubricados con su nombre, con algún seudónimo o incluso sin firma. Fue El Atalaya de Guadalajara un semanario de confección muy atractiva, con colaboraciones de prestigio y calidad y abierto a las nuevas realidades sociales; con Flores y Abejas, cuya orientación política era menos evidente, renovó profundamente la prensa alcarreña y la preparó para afrontar los retos del siglo XX. Mientras tanto, colaboró con otras publicaciones alcarreñas, como Flores y Abejas o La Alcarria Ilustrada; en su nota necrológica, Flores y Abejas destacaba que “era un escritor notable y en diferentes publicaciones dejó el fruto de su privilegiado entendimiento”.
También fue redactor de La Legislación Sanitaria, revista profesional en defensa de los intereses médico-farmacéuticos que dirigía Joaquín García Plaza y que sacó su primer número el día 1 de marzo de 1898, sustituyendo como portavoz de los profesionales sanitarios de la provincia a El Atalaya de Guadalajara, que había sido elegido órgano de la Asociación Médico-farmacéutica,
una sociedad que él personalmente promovió junto a otros colegas de profesión e ideales republicanos, como Manuel González Hierro o José López Cortijo, y a la que se sumó la práctica totalidad de los profesionales sanitarios guadalajareños. Fue secretario de la citada Asociación en 1892 y uno de sus principales dirigentes hasta su disolución.
Durante esos años desplegó una actividad tan continua como encomiable, fundando El Atalaya de Guadalajara, semanario del que fue director desde que vio la luz, el 11 de agosto de 1889, hasta enero de 1897, en que fue destituido por romper con los partidos republicanos que sostenían la publicación, siendo sustituido al frente del semanario por Felipe Pérez Cerrada; quedó en sus páginas el recuerdo de sus muchos editoriales y artículos escritos y rubricados con su nombre, con algún seudónimo o incluso sin firma. Fue El Atalaya de Guadalajara un semanario de confección muy atractiva, con colaboraciones de prestigio y calidad y abierto a las nuevas realidades sociales; con Flores y Abejas, cuya orientación política era menos evidente, renovó profundamente la prensa alcarreña y la preparó para afrontar los retos del siglo XX. Mientras tanto, colaboró con otras publicaciones alcarreñas, como Flores y Abejas o La Alcarria Ilustrada; en su nota necrológica, Flores y Abejas destacaba que “era un escritor notable y en diferentes publicaciones dejó el fruto de su privilegiado entendimiento”.
También fue redactor de La Legislación Sanitaria, revista profesional en defensa de los intereses médico-farmacéuticos que dirigía Joaquín García Plaza y que sacó su primer número el día 1 de marzo de 1898, sustituyendo como portavoz de los profesionales sanitarios de la provincia a El Atalaya de Guadalajara, que había sido elegido órgano de la Asociación Médico-farmacéutica,
una sociedad que él personalmente promovió junto a otros colegas de profesión e ideales republicanos, como Manuel González Hierro o José López Cortijo, y a la que se sumó la práctica totalidad de los profesionales sanitarios guadalajareños. Fue secretario de la citada Asociación en 1892 y uno de sus principales dirigentes hasta su disolución.
Frustrada
su carrera política en las filas republicanas por la hegemonía romanonista, se
reintegró al liberalismo dinástico y aceptó el liderazgo del conde de
Romanones, lo que le permitió entrar en las instituciones provinciales, aunque
nunca pudo acceder a cargos de ámbito nacional, seguramente por el veto
personal de Álvaro de Figueroa. En 1898 fue elegido diputado provincial por el
distrito de Sigüenza y Atienza y ocupó el cargo de secretario de la corporación
alcarreña. En 1901 se le propuso que se presentase como candidato a concejal en
la lista del Partido Liberal, pero no aceptó por motivos de salud, accediendo a
acudir en los siguientes comicios con el respaldo del liberalismo romanonista,
llegando a convertirse en alcalde de la capital alcarreña entre el 21 de
octubre de 1905 y el 8 de febrero de 1907; el 25 de diciembre de 1908 renunció
a su acta de concejal, junto con los ediles Aurelio Oliver y Juan Alejandre,
porque no se tomó en consideración una moción suya relativa a la traída de
aguas a la ciudad.
De
su labor como alcalde cabe destacar el arreglo del Jardinillo de San Nicolás,
aunque se criticó que bautizase a la plaza con el nombre de su suegro Diego
García, la conclusión de las obras de las Casas Consistoriales, cuyo retraso
había sido usado por el conde de Romanones para inhabilitar a la mayoría
republicana del concejo, y los primeros trabajos para traer a la ciudad
arriacense las aguas de Torija.
Desplegó
una actividad social muy intensa, como lo demuestra la dura crítica que
recibió desde las páginas del semanario Flores y
Abejas durante su período al frente de la alcaldía arriacense: “Es tan
bondadoso, tan sumamente bondadoso, nuestro Alcalde Sr. Campos, que aún a
trueque de arrostrar los más grandes contratiempos y de sufrir las mayores
amarguras, es incapaz de desatender los requerimientos de la amistad, a la que
siempre rindió fervorosísimo culto. De poco tiempo a esta parte, nuestro
distinguido amigo el Alcalde viene siendo una especie de padrino universal. […]
Un día acompaña hasta las gradas del altar a dos enamorados que concertaron
unirse en matrimonio; otro sostiene ante la pila del bautismo a una que otra
angelical criatura, en tanto que el sacerdote derrama sobre la cabecita del
catecúmeno las redentoras aguas del Jordán”.
De su infatigable labor social destacamos que en 1891 fue Bibliotecario en la primera Junta Directiva del recién nacido Ateneo Instructivo del Obrero, en cuya fundación colaboró activamente con otros jóvenes republicanos, y que en 1895 era socio del Ateneo Escolar Caracense. Si en 1891 ocupó una vocalía en la Junta Directiva de la primera Cámara de Comercio de Guadalajara, en 1897 era elegido presidente del Casino de Guadalajara, que su suegro había fundado casi treinta años atrás. Formó parte de la Junta Directiva de la sección provincial de la Unión Iberoamericana, junto a conocidos republicanos, o de la directiva de la Tienda Asilo arriacense, a cuya junta promotora había pertenecido en 1892 como director de El Atalaya de Guadalajara.
Además en octubre de 1897 perteneció a la Junta Provincial de Socorros a inútiles de guerra, establecida a raíz del recrudecimiento del conflicto colonial ultramarino, y que presidía su suegro, Diego García Martínez. y durante varios años fue delegado provincial de la Cruz Roja, cuya Junta provincial presidía en el momento de su muerte y en la que le acompañaban Manuel María Valles, Telesforo Aurelio Olivier y Luis Cordavias. En premio a sus desvelos, en el año 1909 se le concedió la Placa de la Cruz Roja, la máxima distinción que otorgaba la Asamblea General de esta sociedad. Aunque Luis Cordavias le acusó, después de que hubiese fallecido, de haber pertenecido a la masonería, no hemos encontrado rastro de su actividad en las logias alcarreñas, y más bien nos parece un falso rumor fruto del rencor personal.
De su infatigable labor social destacamos que en 1891 fue Bibliotecario en la primera Junta Directiva del recién nacido Ateneo Instructivo del Obrero, en cuya fundación colaboró activamente con otros jóvenes republicanos, y que en 1895 era socio del Ateneo Escolar Caracense. Si en 1891 ocupó una vocalía en la Junta Directiva de la primera Cámara de Comercio de Guadalajara, en 1897 era elegido presidente del Casino de Guadalajara, que su suegro había fundado casi treinta años atrás. Formó parte de la Junta Directiva de la sección provincial de la Unión Iberoamericana, junto a conocidos republicanos, o de la directiva de la Tienda Asilo arriacense, a cuya junta promotora había pertenecido en 1892 como director de El Atalaya de Guadalajara.
Además en octubre de 1897 perteneció a la Junta Provincial de Socorros a inútiles de guerra, establecida a raíz del recrudecimiento del conflicto colonial ultramarino, y que presidía su suegro, Diego García Martínez. y durante varios años fue delegado provincial de la Cruz Roja, cuya Junta provincial presidía en el momento de su muerte y en la que le acompañaban Manuel María Valles, Telesforo Aurelio Olivier y Luis Cordavias. En premio a sus desvelos, en el año 1909 se le concedió la Placa de la Cruz Roja, la máxima distinción que otorgaba la Asamblea General de esta sociedad. Aunque Luis Cordavias le acusó, después de que hubiese fallecido, de haber pertenecido a la masonería, no hemos encontrado rastro de su actividad en las logias alcarreñas, y más bien nos parece un falso rumor fruto del rencor personal.
A
su muerte, su viuda donó, como era voluntad del fallecido, su biblioteca
personal, que sumaba aproximadamente medio millar de volúmenes, al Instituto
General y Técnico de Guadalajara, por consejo del profesor Aurelio Olivier,
según recogía el profesor Juan Dantín Cereceda en un hermoso artículo
laudatorio publicado en Flores y Abejas
el 22 de octubre de 1916.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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