GOMIS MESTRE, Celso
[Reus,
6 de enero de 1841 / Barcelona, 13 de junio de 1915]
Celso Gomis Mestre
nació en Reus el 6 de enero de 1841 y, siendo aún un niño, marchó con sus
padres a Madrid, cursando estudios de Ingeniería en la capital del reino. En 1862 regresó a tierras catalanas para participar
en la construcción del ferrocarril que unía su localidad natal y la vecina población de Montblanc, uno de los primeros tramos de una
línea férrea más ambiciosa que uniría
Lérida con
Tarragona, cuya explotación se concedió a la Compañía del
Ferrocarril de Lérida a Reus y Tarragona, según un Real Decreto del 12 de
Noviembre de 1862. Las obras se encargaron a los reusenses Eduardo Bové y
Joaquin Borrás y comenzaron el 12 de febrero de 1863.
De vuelta a su Cataluña natal, Celso Gomis mostró temprana inclinación por las luchas
políticas y sociales de su tiempo, participando
activamente en la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868. Desde febrero de 1869 destacó como miembro del Comité local de Barcelona del Partido Republicano Federal y escribió
por entonces sus primeros artículos en El
Estado Catalán, portavoz de los federales más intransigentes de la Ciudad
Condal. Parece ser que, también en esos años, dirigió el Ateneo Catalán de la
Clase Obrera.
Su evolución ideológica
Colaboró muy
activamente en la sublevación radical del otoño de 1869 y, fracasado el
levantamiento, se exilió. El 22 de enero de 1870 se encontraba en Ginebra,
ingresando en la Alianza de la Democracia Socialista de Mijaíl Bakunin,
siendo el último ciudadano español que se incorporó a esta organización secreta
libertaria animada por el pensador anarquista ruso. A pesar de su profesión de ingeniero, marcadamente burguesa, por entonces ya era un personaje con prestigio entre los
círculos proletarios hispanos, donde era
considerado un militante “honrado,
serio e inteligente, [que] en
todos los trabajos en que colaboró, demostró ser un hombre íntegro”.
En marzo de ese mismo año retornó a España, y por
motivos laborales recaló en un primer momento en la villa vasca de Zumárraga, desde donde colaboró en la creación o el desarrollo de distintas Federaciones Locales de la Primera Internacional en el norte peninsular,
entre las que cabe citar la de esa villa guipuzcoana; no fue algo
excepcional, pues trasladado a Amposta, en marzo de 1873, la Comisión Federal
hispana de la Internacional obrera le escribió con la confianza de que “hará
todo lo posible por fundar [allí] la Federación Local”. Entre uno y otro
destino, residió en Madrid,
donde fue elegido secretario de la comisión de propaganda de la federación
local de la AIT y miembro del consejo de redacción del semanario La Solidaridad, el primer órgano
periodístico de los internacionalistas en nuestro país.
Terminada la experiencia republicana, en 1876 regresó a Barcelona, desde donde siguió fiel a su ideal
libertario, colaborando en diversas publicaciones anarquistas catalanas
como Acracia,
que apareció en su localidad natal de Reus entre 1886 y 1888, El Productor, que se editó en la capital catalana entre 1887 y 1893,
y La Tramontana, publicada en
Barcelona entre 1891 y 1896 con el inequívoco subtítulo de “Periódico rojo”. No
volvió, sin embargo, a jugar un papel destacado en las sociedades obreras anarquistas
de la época, a pesar de que tomó partido por la corriente favorable a la
organización de los libertarios frente a las tendencias individualistas o
espontaneístas. Los debates entre anarco-comunistas y anarco-colectivistas o
las diferencias estratégicas entre los partidarios del anarquismo obrerista y
los defensores de la propaganda por el hecho, provocaron el alejamiento
temporal de la lucha social de algunos destacados libertarios de primera hora
que residían en Barcelona, como Anselmo Lorenzo, Gaspar Sentiñón o el propio
Celso Gomis.
Su
abandono de la primera línea del anarquismo militante, le fue acercando, poco a
poco, a la corriente catalanista más progresista, nacida bajo la influencia del
federalismo de Francisco Pi y Margall con el que Gomis se había identificado en
su primera juventud, y aunque no llegó a integrarse plenamente en el movimiento político
nacionalista participó en distintas organizaciones culturales de
Cataluña, entre las que sobresale la Biblioteca Arús, a cuya Junta se incorporó
en 1894 y de la que recopiló su primer catálogo con el también
internacionalista Eudald Canibell.
En
1902 tradujo al castellano Lo Catalanisme,
la obra cumbre de su amigo Valentí Almirall, que también había sido militante
del Partido Republicano Federal y que fue el pionero del moderno nacionalismo
catalán desde la fundación en 1879 del Diari
Catalá; la obra se editó acompañada de un interesante prólogo del propio
Celso Gomis. El
historiador Antoni Jutglar nos dice que por entonces éste era “una especie de
enlace entre republicanos federales, catalanistas y grupos ilustrados y
enciclopedistas de carácter más o menos ácrata”, y su nieto, Joaquín Gomis, nos
recuerda que entre sus amistades se contaban Jacinto Verdaguer, Apeles Mestres,
o Antonio Gaudí, lista a la que podemos añadir el poeta Joaquín Bartrina o el
sindicalista libertario José Llunas.
No por eso rompió con el ideal anarquista de su
juventud, y en 1900 escribía estas palabras a Ginesta Punset: “No
se piense que soy enemigo de la autonomía de Catalunya, antes al contrario: la
quiero tan amplia que a buen seguro que hasta se sobresaltarían los que luchan
en las filas más avanzadas del catalanismo. Pero soy de la opinión que se ha de
empezar por conseguir la autonomía individual dentro de cada pueblo, la de cada
pueblo dentro de cada región o país, y acabar por la de cada país dentro de
cada nación. Para substituir Barcelona por Madrid y la mugre de aquí por la de
allí, no merece la pena cambiar el orden de cosas actual”.
Celso
Gomis perdió un brazo accidentalmente en 1909 y abandonó su profesión habitual
de ingeniero de Caminos, trabajando desde entonces como director literario de
una editorial catalana, la Enciclopedia Ilustrada Seguí, donde fue responsable
de la redacción de los artículos de Historia, y así figura en el cuadro de
colaboradores de la Enciclopedia.
Murió
en la Ciudad Condal el día 13 de junio de 1915, a la edad de setenta y cuatro
años. El 30 de marzo de 1874 se casó con la madrileña Dolores Perales Pascual,
que le sobrevivió hasta su muerte el 2 de octubre de 1932. Del matrimonio
nacieron siete hijos: José Antonio, Dolores, Celso, fallecido en enero de 1919,
Matilde y Carolina; otros dos, Enrique y Luis, murieron a muy temprana edad.
Celso
Gomis fue autor prolífico y de muy diversos intereses. Destacó por escribir
numerosas obras de divulgación científica, entre las que resaltan las
biografías de Copérnico, Galileo,
Descartes, Newton, Franklin, Watt, Herscheld, Montgolfier, Fulton, Stephenson, Morse, Daguerre,
Niepce y Edisson, pertenecientes a una más amplia
“Biblioteca infantil histórico-biográfica”, publicada en 1885 por los hermanos
Bastinos en Barcelona. También fue autor de la serie Zoología popular, Botánica
popular y Meteorología popular,
editadas en la “Biblioteca Popular” de la Asociación de Excursiones Catalana,
una colección de la que fue el principal animador.
En
esta misma línea pedagógica, se dedicó a escribir numerosos libros dedicados a
la juventud y material didáctico para las escuelas. De todos ellos, sobresale La Tierra (1881), libro que tiene su
origen en las aportaciones de Celso Gomis a la Enciclopedia para la juventud (1877), un proyecto de los editores
barceloneses Juan y Antonio Bastinos en el que a través de varios libritos se
ofrecía a los jóvenes, de forma amena y a precio asequible, un conocimiento
científico de la naturaleza y el hombre. Cayetano Vidal Valenciano escribió la
serie sobre astronomía, Joaquín María Saldaña se encargó de la zoología, Carlos
Ronquillo inició la parte que se llamó “Primeras necesidades del hombre” y
Celso Gomis fue el autor de “La Tierra”, una colección formada por los libritos
Primeros tiempos de la Tierra, Las Aguas, Los Valles y las Montañas, Los
Tesoros de la Tierra y La Atmósfera,
de factura excelente e ilustrada con numerosos grabados. Agrupados en un solo
tomo de más de 300 páginas, La Tierra
fue reimpresa desde 1892 en sucesivas ediciones en rústica y en tela.
Más
adelante dio a la imprenta Álbum
pintoresco de historia natural para instrucción de los niños (1880) y un
manual de Geografía Elemental de España,
publicado hacia 1900 por el editor barcelonés Luis Tasso. A él se deben también
Rudimentos de agricultura española
(1900), que conoció varias ediciones, los Cuadernos
de la Naturaleza, que era un manual con grandes láminas para uso escolar
también editado por Bastinos en 1901, Biblioteca
de Primera Enseñanza (1902) y Elementos
de Geografía general y particular (1903). Aunque quizás su obra escolar más
popular fueron sus Lecturas Instructivas, una obra que reunía lecturas y modelos para copiar y desarrollar la
escritura y que figuraba como Segundo Libro de Lectura para las Escuelas de
Enseñanza Primaria. Lo publicó en Barcelona la Casa Editorial de Luis Tasso y en
1933 salió su undécima edición.
También
corrigió y mejoró en 1886 el manual escolar Lecturas
populares para los niños sobre ciencias, artes y agricultura de Luis Nata
Gayoso, y en 1877 hizo lo mismo con Las
ciencias naturales al alcance de los niños: programa de historia natural,
física y química, escrito por Luis Nata Gayoso y Juan Pla Villalonga, y
cuya primera edición era de 1872.
No
está acreditada la relación de Gomis con la Escuela Moderna que en 1901 abrió
en Barcelona el pedagogo libertario Francisco Ferrer Guardia, pero algunas de
las obras instructivas y divulgativas que hemos citado fueron utilizadas en
varias escuelas laicas y racionalistas, entre las que sobresale la Escuela
Natura de Juan Puig Elías, un maestro que en 1936 fue presidente del Consejo de
la Escuela Nueva Unificada (CENU) y en 1938 fue subsecretario de Instrucción
Pública con el ministro cenetista Segundo Blanco; no resulta extraordinario que
sus manuales fuesen recomendados desde de La
Revista Blanca en una fecha tan tardía como 1930. No fueron tan abundantes
sus publicaciones de propaganda anarquista: A
las madres (1887), El catolicismo y
la cuestión social (1886)…
Como
folklorista publicó numerosos trabajos, entre los que reseñamos Cantars y dictats tópics de Catalunya i de
la resta d’Espanya (1900), Cantares
(1906), La lluna segon lo poble, Dites i tradicions populars referentes a les
plantes y La Bruixa Catalana, que
dejó inédito a su muerte y de la que Rosendo Serra Pagés decía que “resulta tan
interesante como fiel reflejo del cúmulo de creencias de épocas pretéritas,
avalorándola especialmente una serie de confrontaciones con las prácticas
supersticiosas de la antigüedad y de los diferentes pueblos, ya que por todas
partes han sido y están extendidas”, por lo que fue editada póstumamente. A él
se debe igualmente el primer tomo de Folklore
catalá, titulado Lo llarap i els
temperáis, impreso en 1884 en la barcelonesa Estampa de L. Obradors.
Fue
autor de otras muy diversas obras entre las que citamos el tomo correspondiente
a La Provincia de Barcelona, que formaba
parte de la Geografía general de
Catalunya dirigida por Francesc Carreras Candi, y el Diccionari de llengua catalana en el que participó como redactor
desde el año 1912. Asimismo tradujo El
río de oro. Viajes y aventuras de Lucien Biart y el Álgebra superior de Charles Briot, además de algunos textos y
manifiestos internacionalistas entre 1870 y 1874.
A
estos trabajos bibliográficos hay que sumar su constante labor periodística,
que se vio recogida, además de en las cabeceras anarquistas que ya hemos
citado, en el Diari Catalá, cabecera
pionera del catalanismo dirigida por su amigo Almirall, en L’Avens, que desde 1891 tomó su nombre definitivo de L’Avenç, o en Cataluña, una revista quincenal ilustrada que fundó y dirigió el
propio Gomis desde el 1 de octubre de 1907 hasta el 15 de septiembre de 1908.
Pero
su actividad periodística más prolongada y de más envergadura se desarrolló en
la prensa específica de las organizaciones excursionistas catalanas, que
jugaron un papel muy destacado en la investigación y vulgarización científica
española desde el último cuarto del siglo XIX. Sus colaboraciones se
recogieron, primero, en el Butlletí y
en el Anuari de la Asociación de
Excursiones Catalana y, posteriormente, en el Bulletí del Centre Excursionista de Catalunya. Con razón se ha
dicho que durante casi toda su vida Gomis estuvo “vinculado estrechamente
también al movimiento excursionista catalán, [y por eso] su papel como
divulgador científico fue más que notable”.
Celso
Gomis fue uno de los fundadores de la Asociación de Excursiones Catalana, que
más tarde se fusionó con la Asociación Catalanista de Excursiones Científicas
en el reconocido Centro Excursionista de Cataluña. Mientras que la entidad
titulada catalanista centraba su atención, casi exclusivamente, en el estudio y
la descripción de las gentes y las tierras de Cataluña, la sociedad en la que
Gomis colaboraba extendía su mirada más allá del antiguo Principado y mostraba
interés por conocer otras tierras y otros pueblos, de lo que fueron buena
prueba sus artículos sobre la provincia de Guadalajara.
Con
un perfil más social y menos nacionalista y, por eso mismo, con excelentes
relaciones con entidades de muy diversa orientación y naturaleza de dentro y
fuera de nuestras fronteras, la Asociación de Excursiones Catalana tenía entre
sus fines promover el “concepto exacto del
excursionismo [...]; sustraer al joven de los vicios y pasatiempos de las
ciudades; llevarlo a respirar el aire puro y sano del campo
y de la montaña, acostumbrarlo a la fatiga, a las privaciones, a las
dificultades, incluso a los peligros; infundirle el amor a los grandes
espectáculos de la naturaleza, tal como en el extranjero se han propuesto y
practican los Clubs Alpinos, ya es mucho; más es hacerle conocer palmo a palmo
su país natal; hacerle admirar sus bellezas naturales y artísticas”.
Lamentablemente,
la Asociación de Excursiones Catalana no pudo ver hecho realidad el Museo Gomis
que tenía previsto abrir con los numerosos fósiles, minerales, rocas y otros
restos, como el de la campana de Abánades, que legó generosamente a esa
entidad; algunos de ellos hallados en tierras alcarreñas y descritos en estos
artículos. Otro socio que también viajó a la provincia de Guadalajara en esos
mismos años, José Alsina Lubian, entregó a la citada sociedad distintos
minerales obtenidos en su excursión por tierras de Molina de Aragón y en el Boletín era frecuente encontrar la
relación de los distintos restos materiales entregados por los socios para su
custodia y estudio en la Asociación.
Celso Gomis en Guadalajara
Durante el siglo XIX el progreso material y el avance
social se sustentaban sobre la industria; y de la mano de la industrialización
llegó el ferrocarril, auténtico motor de desarrollo que acortaba distancias,
comunicaba pueblos, distribuía productos, achicaba hambrunas y ensanchaba los
mercados. En el año 1880, en la provincia de Guadalajara las vías férreas se
limitaban a la que desde Madrid llegaba hasta Barcelona y la frontera francesa
atravesando Zaragoza, una línea que entraba en la
provincia en el kilómetro 41 de su trazado y salía de ella en el 155,
recorriendo poco más de cien kilómetros salpicados, en sus primeros años, por
10 estaciones, 50 pasos a nivel y 25 puentes. A pesar de su extraordinaria
importancia
para la exportación de la producción provincial, a la que no
podía bastar el estrecho mercado local, desde que en 1862 la citada línea
férrea llegó a la villa soriana de Medinaceli nada más se había hecho por
fomentar el ferrocarril en tierras de Guadalajara.
Sin
embargo, el Congreso en 1876 y el Senado en 1877 aprobaron una nueva vía férrea
de Valls a Barcelona, que fue adjudicada a la empresa Ferrocarril de Valls a Villanueva y Barcelona y, animados sus
directivos por el éxito de su primer proyecto, solicitó esta misma compañía
permiso para abrir una nueva línea entre Madrid y Barcelona a través de Molina
de Aragón, Calamocha, Teruel, Reus, Valls y Tarragona; un plan muy ventajoso
porque se calculaba que reducía el trayecto en uso en casi 100 kilómetros y
aumentaba notablemente la velocidad del convoy, por atenuar significativamente
los accidentes geográficos del primer trazado.
Pero,
sobre todo, las ventajas de acometer esta obra afectaban a la provincia
alcarreña, pues la nueva vía férrea comunicaría con el resto de España a una
extensa área de 50.000 kilómetros cuadrados del medio este peninsular, entre
los que se encontraba toda la región oriental de la provincia de Guadalajara,
la más aislada, cuya riqueza agrícola, minera, resinera y forestal se habría
visto enormemente beneficiada de haberse aprobado este programa.
Pero
surgió la oposición de quienes, como las ciudades de Guadalajara, Sigüenza y
Zaragoza, defendían los intereses creados por el antiguo ferrocarril que tantos
beneficios les había traído, por lo que pusieron innumerables trabas para que
este propósito nunca llegase a buen término, dificultades que se incrementaron
cuando la sociedad ferroviaria comenzó a realizar estudios y análisis sobre el
terreno para llevar cuanto antes a la práctica sus planes. Lamentablemente,
este ambicioso proyecto ferroviario nunca se realizó y las comarcas del este de
la provincia, aquellas que concentraban más riqueza y población, quedaron al
margen de la red ferroviaria nacional, convirtiendo a Guadalajara en una simple
provincia de paso para viajeros y mercancías que desde la capital de España se
dirigían hasta el norte del país.
En
cualquier caso, y con motivo de
estudiar el posible trazado de la nueva línea férrea entre
Madrid y Barcelona, en 1880 Celso Gomis se trasladó a
La Alcarria. Nada tiene de extraña su presencia en estas tierras, por cuanto su profesión le llevó a muchos lugares de España trabajando en la construcción de carreteras y ferrocarriles; en
1880 se sabe que exploró la Cueva de San Pedro en Oliete (Teruel), quizás en el
curso de los mismos estudios que le llevaron a La Alcarria, y que también en
esas fechas estuvo excavando yacimientos prehistóricos en Soria. Del mismo modo
estudió con detenimiento el curso del río Piedra, en Zaragoza; en 1882 estuvo
de visita en el valle oscense de Sobrarbe y en 1884 le vemos empleado como
ingeniero auxiliar en un ambicioso plan de riegos en el Ampurdán.
Pero
no sería justo terminar esta introducción sin citar a José Alsina. Durante
estos mismos años se proyectó construir otra línea férrea que enlazase Molina
de Aragón con la vía de Madrid a Barcelona y con Teruel y fue el barcelonés
José Alsina quien propuso en 1885 la construcción de este “ferrocarril de vía
estrecha, que partiendo de Sigüenza vaya a parar a Alcañiz tocando en
Maranchón, Mazarete, Molina, Cubillejo de la Sierra y La Yunta”; y aunque la
Diputación “teniendo en cuenta el beneficio que ha de reportar a la provincia”
no vaciló “en dispensar a esa empresa el apoyo oficial que merece”, este
proyecto tampoco vio nunca la luz. Sabemos que José Alsina visitó Molina y su
comarca en 1882 porque nos dejó testimonio de su visita en un extenso artículo
que, con el título de “Una excursión a Molina de Aragón”, se publicó en el
Anuario de 1882 de la Asociación de Excursiones Catalana, de la que Alsina era
socio y miembro de su Junta Directiva, y en la que ingresó de la mano de Celso
Gomis.
Del paso por tierras alcarreñas de Celso Gomis
Mestre, sólo nos ha quedado
una larga serie de artículos que, bajo el nombre genérico
de Excursiones por la provincia de
Guadalajara, se publicaron en el
Butlletí mensual de la citada
Asociación excursionista a lo largo de los años 1882, 1883 y 1884. Además, de
vuelta a Barcelona, impartió algunas conferencias en la sede del Fomento de la
Producción española, en veladas organizadas por la Asociación de Excursiones
Catalana, con el título de “Excursión por la provincia de Guadalajara”, en las
que, seguramente, hizo un relato muy similar al que se recoge en los textos que
ahora publicamos. Son dieciocho artículos repletos de información y
mostrando un buen conocimiento de la comarca, que son prueba de la profundidad
de su estudio topográfico para el trazado de la nueva línea férrea y de la
variedad de aficiones e intereses de su autor, que fueron escritos en un
catalán un tanto arcaico.
Un cuarto de siglo después, cuatro de estos textos
fueron publicados en El Briocense, seguramente
traducidos al castellano por el propio Celso Gomis, prueba de que a pesar del
paso de los años logró mantener alguna relación o contacto con sus amigos
alcarreños. Sin embargo, no hemos encontrado rastro de su actividad societaria o de su labor difusora del ideario anarquista
en la comarca, aunque se nos antoja imposible que, por ejemplo, durante su estancia en
Brihuega no entrase en contacto con la docena de antiguos militantes de la
internacionalista Federación Regional Española en una localidad que sólo acogía
a tres millares de habitantes.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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