VERGARA MARTÍN, Gabriel María
[Madrid,
19 de enero de 1869 / Madrid, 21 de diciembre de 1948]
Gabriel
María Vergara Martín nació en Madrid el 19
de enero de 1869, aunque él se sentía segoviano por sus raíces familiares, y
falleció en la misma ciudad el día 21 de diciembre de 1948. Contrajo matrimonio
pero no tuvo hijos.
Aunque
durante más de cuarenta años fue catedrático del Instituto de Bachillerato de
Guadalajara, siempre residió en Madrid, en la Plaza del Dos de Mayo
concretamente, y sólo durante el curso escolar se establecía provisionalmente
en la capital alcarreña, casi siempre en el Hotel España, tan próximo al Instituto. Los vecinos de la ciudad se burlaban frecuentemente de
quien no decía sentirse a gusto entre ellos pero que ni pidió ni obtuvo otro
destino a lo largo de cuatro décadas de actividad docente, hasta convertirse en el más completo de los intelectuales
alcarreños del primer tercio del siglo XX y el mejor representante en
Guadalajara de la generación del 98.
Completados sus estudios de segunda enseñanza, fue estudiante en la Universidad Central madrileña, donde alcanzó en 1892 el grado de Doctor
en Filosofía y Letras con una tesis sobre “Colmenares y su Historia de Segovia” y en Derecho desde
1894 con su tesis “La esclavitud: sus causas y vicisitudes porque ha pasado
desde su origen hasta la actualidad”.
El 4 de diciembre de 1894 la Dirección General de Instrucción Pública daba a conocer el listado de admitidos a la oposición a Cátedra de Instituto convocada ese mismo año y a la que Gabriel Vergara se presentaba por primera vez. Sin embargo, solo en el mes de diciembre
de 1897 fue propuesto para ocupar la cátedra de Geografía e Historia del
Instituto alcarreño, a la que se incorporó el 2 de febrero de 1898 y en la que permaneció hasta su
jubilación en enero de 1939. Aunque recién ingresado opositó para obtener una
cátedra en los Institutos de Barcelona, Gerona, Burgos y León, no sólo continuó
en su cátedra de Guadalajara, sino que acabada la Guerra Civil, solicitó a las
nuevas autoridades reincorporarse a su puesto a pesar de haber superado la edad
reglamentaria para la jubilación, lo que hizo por breve tiempo tras superar el
correspondiente expediente de depuración, en el que sólo delató a Marcelino
Martín González del Arco y a José Robledano Torres, conocidos militantes
socialistas que ya estaban detenidos.
A lo
largo de estos más de cuarenta años escribió numerosos manuales de geografía e
historia, tanto española como universal, adaptados a los distintos grados y
programas de estudio; también publicó atlas, cronologías y otras obras
auxiliares para el estudio de las ciencias sociales; su Historia de España conoció varias ediciones. la última que conocemos de 1927 en la prestigiosa Editorial Hernando. También editó el
documentado librito editado en 1937 en conmemoración del primer centenario del
Instituto de Segunda Enseñanza alcarreño.
Fue
secretario del Instituto en el curso 1901-1902, y al finalizar ese curso
académico dimitió el director del centro, Luis Catalá, por encontrarse con la
oposición de la mayoría del claustro docente. Por unanimidad, los
profesores acordaron proponer al Ministerio como nuevo director a Miguel Rodríguez
de Juan, completando la terna preceptiva los profesores Juan Prat y Gabriel
María Vergara, que volvió a ser nombrado Secretario del Instituto General y
Técnico de Guadalajara. A él se debe, junto al director Miguel Rodríguez de
Juan, que en 1903 no se arruinase definitivamente la iglesia conventual anexa
al Instituto y que se perdiesen los restos de su fundadora, Doña Brianda de
Mendoza. Más adelante fue nombrado vicedirector del Instituto, cargo del que
dimitió en 1912.
Escribió
más de un centenar de obras, tanto de investigación como de divulgación, de
historia, geografía, derecho, lexicografía, folclore y etnología. Pero destacó,
sobre todo, por sus estudios sobre refranes, coplas, modismos y adivinanzas
populares relacionados con la geografía y la sociología; a esta serie
pertenecen obras como Cantares, refranes,
adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales referentes a
curas, frailes, monjas y sacristanes
(1919), que recogía los que Gonzalo Correas reunió en el siglo XVII junto a los
que él mismo pudo añadir y que primero apareció como breve folleto en 1907, Refranes
y cantares geográficos de España (1906), Refranes,
modismos y cantares geográficos empleados en España con relación a otros
pueblos (1907), Carácter y cualidades de los habitantes de las
diferentes regiones españolas según las frases populares (1915), Cosas
notables de algunas localidades españolas según los cantares (1918), Algunos cantares, refranes, adagios,
proverbios, locuciones y modismos españoles de carácter jurídico (1923), Relaciones entre las festividades de la
Iglesia y los fenómenos atmosféricos y las faenas agrícolas según las frases
populares españolas (1931) y otros muchos.
Entre lás
obras suyas que merece la pena destacar están aquellas relacionadas con la
provincia de Guadalajara como Noticias de algunos naturales de Guadalajara
que se distinguieron en América (1930), que en principio fue un folleto que
editó en 1917 el Instituto de segunda enseñanza y se repartió profusamente con
motivo del Día de la Raza y que respondía a un acuerdo del claustro del Instituto para celebrar esa fiesta pidiendo a los alumnos de la provincia que aportaran datos para su elaboración. En esta misma categoría podemos citar Algunas cosas notables y curiosas de la provincia
de Guadalajara (1931) o Cantares
populares recogidos en la provincia de Guadalajara (1932). El último de sus
trabajos publicados creemos que fue “Algunas palabras de uso corriente en la
provincia de Guadalajara que no se hallan en los diccionarios”, que se incluyó
en el número 49 de la Revista de
Dialectología y Tradiciones Populares, correspondiente al segundo semestre
del año 1946.
Otros de sus textos que sobresalieron son un Diccionario etnográfico de tribus y pueblos americanos, que presentó infructuosamente a un premio de la Real Academia de la Historia, Mil cantares populares amorosos, que vio la luz en 1921; El cante jondo: siguiriyas gitanas, soleares y soleariyas, del año 1922; o su Diccionario hispanoamericano de voces sinónimas y análogas, publicado en Madrid en 1930.
Obtuvo
diversos premios y honores por su actividad investigadora. Ganó una mención de
menor en la Exposición de Artes y Oficios de 1901 del Ateneo Instructivo del
Obrero de Guadalajara por su obra Nociones
de Historia de España y una Memoria
de la Cruz Roja en Guadalajara, y ese mismo año recibió una medalla de
plata del jurado de la Exposición Provincial de Segovia, por haber presentado
diversos trabajos de “interés para aquella provincia”, entre los que quizás pueda destacarse su libro El licenciado Diego de Colmenares y su Historia de Segovia que, con el mismo título que su tesis doctoral, publicó en 1895 en la madrileña Imprenta de G. Hernández. También dedicó a esa provincia castellana su folleto Noticias acerca de algunos naturales de la Provincia de Segovia que se distinguieron en América que se publicó en Madrid en 1918 y varios artículos y textos menores.
En 1898 fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, siendo designado también de la de Bellas Artes de San Fernando, de la Academia de la Historia en Lisboa, de la Société Néo-Latine de Carcassonne y de la Luigi Camoens de Nápoles. Fue presidente honorario de la Sociedad Dante Alighieri de Catania, socio de la Sociedad Geográfica de Madrid y de la Sociedad Económica de Amigos del País de Segovia. Y obtuvo las condecoraciones de Caballero de la Orden de Alfonso XII y del Mérito Naval.
En enero de 1917 solicitó a la Junta para Ampliación de Estudios “continuar una
colección de manifestaciones de la poesía popular de carácter geográfico e
histórico” bajo la dirección del Centro de Estudios Históricos, pidiendo
permiso para residir en Madrid “los días que no le corresponda dar clase”. Su
petición fue informada favorablemente tanto por el Director del Instituto de segunda
enseñanza alcarreño, Salvador Prado Sáinz, como por Ramón Menéndez Pidal, que
señaló la importancia e interés de la propuesta investigadora del profesor
Vergara Martín.
Colaboró
asiduamente con la prensa, en ocasiones empleando el anagrama de su apellido, Garevar,
que hemos localizado en una fecha tan temprana como 1892 en los periódicos Revista Contemporánea, donde escribió
algunas colaboraciones en verso, o La
Biografía ilustrada; más adelante, firmó con este seudónimo colaboraciones
en revistas tan diversas como España Médica.
En
Guadalajara escribió en Flores y Abejas
y en La Palanca, en La Región y El Cuarto de Hora y fundó y dirigió El Magisterio Contemporáneo, que vio la luz
entre febrero y septiembre de 1909, un periódico profesional que sostuvo agrias
polémicas con otra cabecera educativa alcarreña, La Orientación, con tal intensidad y encono que la prensa
provincial se preguntaba: “¿qué harán los chicos si andan así los maestros?”.
También colaboró más ocasionalmente con la Revista de Escuelas Normales, que
sostenía la Asociación del Profesorado de dichas escuelas y que tenía su
redacción en Guadalajara.
Una
de sus facetas menos conocidas fue la de poeta; en Flores y Abejas se pueden leer algunos de los poemas breves que
escribió, del que escogemos éste, titulado “A una morena”, que se publicó en el
número del 4 de febrero de 1900: “El día que te vi por vez primera, / el poder
de tu mágica mirada / más brillante que el sol de primavera, / dejó mi voluntad
electrizada: / desde entonces, cual hada encantadora, / veo surgir tu imagen
adorada / velando como sombra protectora / mi existencia á tu cuito consagrada.
/ En ti tan solo cifro mi alegría, / no se aparta de ti mi pensamiento, / con
tu recuerdo vivo noche y día / sin que pueda olvidarte ni un momento”.Y en 1907 colaboró con un breve poema en el libro Cancionero de los amantes de Teruel, una iniciativa del escritor turolense Domingo Gascón y Gimbao que reunió 500 poemas relacionados con la leyenda de Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla "escritos por los mejores poetas contemporáneos" y que se publicó en Madrid.
Su actividad social
Una
presencia tan constante y una actividad intelectual tan intensa en la
Guadalajara del primer tercio del siglo XX se tenían que traducir,
necesariamente, en una activa vida social. En 1899 fue uno de los más
laboriosos colaboradores en el establecimiento definitivo de la Cruz Roja en
Guadalajara y en agosto de 1900 figuraba en la Junta Directiva de la sección
provincial de la Unión Iberoamericana, que acababa de fundar junto a Ubaldo
Romero de Quiñones, Ángel Campos García y Anselmo Arenas, entre otros. En 1912
fue nombrado vocal de la Junta Local de Instrucción Pública y también
perteneció en la década siguiente a la Comisión Provincial de Monumentos, que
volvió una vez más a establecerse y reunirse, sobre todo en el período en el
que estuvo presidida por el gobernador civil Luis María Cabello Lapiedra, que
era un prestigioso arquitecto que se había encargado, entre otras, de la
restauración de la Iglesia Magistral de la vecina Alcalá de Henares.
También
le tentó la política, y al empezar el nuevo siglo ingresó en el partido de José
Canalejas, el Liberal Demócrata, de carácter progresista, que se posicionaba
más a la izquierda que el Fusionista Liberal y que sostenía postulados democráticos,
como la separación de la Iglesia y el Estado. En 1913 firmó un manifiesto
público, ampliamente respaldado, para que los maestros de Primera Enseñanza
quedasen excluidos de la obligación de impartir las clases de Religión
Católica, como hasta ese momento estaban encargados de hacer aunque violase su
conciencia.
Al
finalizar la Guerra Civil, formó de nuevo parte de la Comisión de Monumentos
que se reorganizó en Guadalajara y que tenía como finalidad evaluar y proteger
el patrimonio histórico y artístico provincial después de los desastres de la
guerra.
JUAN
PABLO CALERO DELSO
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