BARGALLÓ ARDEVOL, Modesto
[Sabadell,
1894 / Ciudad de México, 1981]
Modesto
Bargalló Ardevol nació en Sabadell 1894 y falleció en su exilio de la Ciudad de
México en 1981. Contrajo matrimonio con Luisa Porrera Llopis y en Guadalajara
residieron en el número 29 de la calle popularmente llamada del Museo, frente
al Palacio de la Cotilla; su hermano Miguel vivía en su mismo piso y su amigo
Marcelino Martín lo hacía en otra vivienda del mismo edificio.
Hijo de
maestro, se educó en el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza y en 1911
obtuvo el título de Magisterio. Por Real Orden de 25 de junio de 1915 fue
nombrado, a la temprana edad de veintiún años, profesor numerario de Física,
Química, Historia Natural y Agricultura en la Escuela Normal de Maestros de
Guadalajara, al mismo tiempo que su hermano Miguel obtenía la plaza de profesor
de Historia en el mismo centro educativo.
Su vivo
interés científico le animó a continuar sus estudios. En 1928 solicitó a la
Junta para la Ampliación de Estudios una beca para residir ocho meses en París
con objeto de “redactar una monografía sobre la génesis de la doctrina
atómico-molecular”. No la obtuvo, pero no por eso dejó de aprovechar sus
vacaciones para visitar París y Londres y profundizar en sus conocimientos
facultativos, pues conocía el francés, el alemán y el italiano y, en menor
medida, el inglés. En 1929 siguió el curso de
Psicología experimental en la Universidad Central con el profesor Rodrigo Lavín
y en 1931 alcanzó el grado de doctor en
Ciencias Naturales, mientras colaboraba con Ignacio Bolívar Urrutia, que
dirigía el Jardín Botánico y el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, además
de presidir la Junta para la Ampliación de Estudios y la Sociedad Española de
Historia Natural.
La
labor científica y pedagógica desarrollada por Modesto Bargalló durante los
veinte años que residió en Guadalajara fue excepcional. En la Escuela Normal,
además de las clases dispuestas en el programa oficial, abrió un taller en el
que, con los alumnos, construía los aparatos necesarios para realizar
experimentos de Física. También fue reuniendo diversos materiales para un Museo
escolar. Esta inquietud científica se hizo patente
desde sus primeros días en tierras alcarreñas y ya en el mes de mayo de 1917
acudió a Sevilla, en compañía de los profesores Juan Dantín y Alberto Blanco,
para participar en el VI Congreso Nacional de Ciencias.
Fue
constante su preocupación por la formación integral de sus alumnos y de los
maestros. Si en 1925 le encontramos en Humanes de Mohernando impartiendo
conferencias sobre didáctica de las Ciencias Naturales a los maestros de la
comarca, en febrero de 1932 colaboraba con las Misiones Pedagógicas en su
visita a los pueblos alcarreños de Valdepeñas de la Sierra; La Mierla,
Tamajón... Y si en 1929 impulsaba a un grupo de alumnos a publicar El Bachiller Arriacense, en 1933 firmaba
un artículo en el primer número de FAE,
el órgano periodístico de la Federación Alcarreña de
Estudiantes. No por casualidad fue miembro de
la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Guadalajara, pues fue tenaz
colaborador en publicaciones como Avante,
órgano del PSOE alcarreño, o Abril,
portavoz de las izquierdas. Además, en 1928 fundó
Faraday, una publicación dedicada a
la didáctica de las Ciencias Naturales.
Su afán
de divulgación se puso de manifiesto en la Revista de Escuelas Normales,
portavoz de Asociación Nacional del Profesorado Numerario de Escuelas Normales.
Esta sociedad, nacida en 1921, decidió en su congreso fundacional dotarse de
una revista dedicada a profesores y alumnos de las Escuelas Normales, y fijó en
Guadalajara su redacción, de la que se hicieron cargo Modesto y Miguel
Bargalló, junto a un selecto grupos de profesores: Daniel Carretero Riosalido,
director de la Normal alcarreña, Carmen Oña y Visitación Poblete.
Desde
1923 hasta 1927, durante la Dictadura del general Primo de Rivera, permaneció
en su plaza de profesor y dirigió la Revista
de Escuelas Normales, ocupándose de recopilar el
material que llegaba desde las demás Escuelas Normales y de confeccionar la revista, en la que se debatieron las bases ideológicas de
una tan profunda como necesaria reforma pedagógica.
En
1927, Modesto Bargalló renunció a seguir al frente de la Revista, “con el dolor de quien ve
partir un hijo; pero con el confortamiento de haberle dado pies para sostenerse
y alas para volar noblemente”, y al año siguiente la redacción pasó a Cuenca,
bajo la dirección de su amigo Rodolfo Llopis, catedrático de la Escuela Normal
conquense, donde estuvo hasta que en 1930 volvió a Guadalajara, para ser de
nuevo conducida por él. Este grupo de profesores normalistas alcarreños estuvo
detrás de la reforma de la primera enseñanza que emprendió la Segunda República
durante su primer bienio, con Rodolfo Llopis al frente de la Dirección General
de Enseñanza Primaria y Jorge Moya de la Torre como su secretario particular.
Aunque
no tuvo la destacada militancia partidista de su hermano Miguel, que fue
diputado por Guadalajara en las Cortes Constituyentes en la candidatura de la
conjunción republicano-socialista y ocupó la vicepresidencia de la Comisión
Gestora que se hizo cargo de la Diputación Provincial alcarreña en abril de
1931, es evidente que participó en la política educativa implantada por la
Segunda República desde la plataforma que le ofrecía la Revista de Escuelas Normales y que lo hizo en un sentido netamente
socialista.
En
general, fueron años en los que la ciencia conoció en
Guadalajara un desarrollo extraordinario; Tomás de la Rica en la Escuela de
Artes y Oficios, Marcelino Martín González del Arco en el Instituto de
Bachillerato, Modesto Bargalló en la Escuela Normal de Maestros, José Cubillo
Fluiters, Emilio Herrera y Mariano Barberán en la Academia de Ingenieros… En
Guadalajara nació la aerostación nacional y se escribieron las primeras páginas
de la aviación española, se diseñaron motores y aviones, se renovó la pedagogía
y se publicaron admirables libros de texto para las materias científicas.
En este
último campo destacó con Marcelino Martín, con el que escribió un Manual de Química editado por Ediciones Sardá
en Reus y Guadalajara, que a partir de 1919 conoció cinco ediciones y que
ilustró con sus propias fotografías. Otras obras fueron Ciencias físico-químicas para primer grado, del año 1918, Cómo se enseñan las ciencias fisicoquímicas,
con varias ediciones desde 1923, un Manual
de Física, de 1919 y que conoció al menos otra edición en 1925, La vida de las plantas. Experiencias
sencillas de fisiología vegetal, publicado en 1932, Metodología de las Ciencias Naturales y la Agricultura, del mismo
año, Paseos y excursiones escolares,
editado en Guadalajara en 1934, y Problemas
de Física y Química y Elementos de
Física y Química, los dos impresos en Guadalajara en 1936.
Modesto Bargalló en México
Derrotado
en la Guerra Civil, en 1939 huyó a Francia desde Cataluña con su familia, en la
que sólo sería la primera etapa de su exilio en México. Confesaba que “el 24 de mayo embarcábamos en Cette, en el paquebot
Sinaia, con mi esposa, mis hijos y mi hermano, integrantes de la primera
expedición patrocinada por un comité británico de auxilio y que había de conducir
a México a 1.800 refugiados españoles, entre ellos mujeres y niños. Salió al
día siguiente. Al pasar el Sinaia frente a las costas de la tierra
catalana en que nací y en la que dormían el sueño eterno mis amados padres,
tomaban fuerza real las estrofas de “L´emigrant” del excelso Verdaguer y al
dejar el Sinaia a su popa en lontananza, las últimas costas españolas
del Estrecho, me invadieron escalofríos de emoción y se humedecieron
copiosamente mis ojos”.
En
la mañana del 13 de junio de 1939 el Sinaia
arribaba al puerto mexicano de Veracruz; Modesto Bargalló iniciaba una nueva
etapa en su vida, aún más intensa y fructífera que la que había vivido en
Guadalajara. Desde 1940 fue profesor
universitario en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto
Politécnico Nacional de México, y activo colaborador de prestigiosas
publicaciones como la Revista de la
Sociedad Química de Méjico y Ciencia.
En 1964 fundó la Sociedad Mejicana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.
Mientras en España sus libros de texto eran
prohibidos para uso escolar por un Decreto firmado por el primer ministro de
Educación Nacional franquista, Pedro Sainz Rodríguez, en México escribía
algunas obras fundamentales en la reciente historia de la ciencia mexicana,
entre las que destacan La minería y la metalurgia española durante la época
colonial y su Tratado de Química Inorgánica. A pesar de su largo exilio, en sus
últimos años aún seguía reconociéndose como “un viejo maestro español”; de
hecho, pertenecía a la Unión de Profesores Universitarios Españoles en México.
JUAN
PABLO CALERO DELSO
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