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viernes, 16 de febrero de 2024

IGNACIO CEREZO CEREZO

CEREZO CEREZO, Ignacio

[Torresaviñán, 1 de febrero de 1898 - Molina de Aragón, 24 de octubre de 1959]

Ignacio Cerezo Cerezo nació a las seis y media de la noche del día 1 de febrero de 1898 en el domicilio familiar del número 13 de la calle de la Travesaña de Torresaviñán, una pequeña localidad de la provincia de Guadalajara, situada a una docena de kilómetros en línea recta de Sigüenza, en la que por entonces residían poco más de un centenar de habitantes. Y murió en Molina de Aragón el día 24 de octubre de 1959.

Era hijo de Ezequiel Cerezo Casado y de Elena Cerezo García, ambos nacidos y vecinos de Torresaviñán, siendo sus abuelos paternos Antonio Cerezo y Fermina Casado y los maternos Mamerto Cerezo Guijarro y Petra García. Aunque él sostenía que “mi padre, mis hermanos, mis tíos, toda mi familia son labradores en Torresaviñán y en los pueblos limítrofes”, lo cierto es que su familia ocupaba una posición desahogada y su padre fue secretario del Ayuntamiento de Torresaviñán y asumió otras responsabilidades municipales.

Ignacio Cerezo Cerezo contrajo matrimonio con Carmen de Diego Ortega, que falleció el 20 de abril de 1985, y tuvieron cuatro hijos: Elena, Ulises –nacido en julio de 1936 en Sigüenza-, Prometeo -que vino al mundo en Almazán en 1938-, y Alfonso Cerezo de Diego, a tres de los cuales puso nombres relacionados con la cultura clásica griega de la que era declarado admirador.

 Su vida laboral

Parece ser que Ignacio Cerezo solo acudió a la escuela primaria, pues su hijo Prometeo afirma que su padre era autodidacta, y siendo joven debió de colaborar con las labores agrícolas en las fincas de la familia –“yo mismo he ido a labrar, como cualquier otro campesino de la provincia”-, aunque declara de sí mismo que a los 21 años “comprendí que tenía más aptitudes para el trabajo intelectual que para el corporal y estudié para Correos”, preparando la oposición mientras cuidaba las ovejas de su padre. En cualquier caso, fue un hombre culto que dominaba la lengua francesa y con inquietudes literarias, llegando a reunir una notable biblioteca particular.

En el año 1920 se presentó a las oposiciones para ingresar en el cuerpo de funcionarios de Correos, aprobando los ejercicios y siendo Ceuta su primer destino como Oficial de 3ª interino. Finalmente, con fecha del 16 de julio de 1923, fue destinado a la estafeta de Correos de Sigüenza, fijando su residencia en el número 3 de la calle de Santa Bárbara de esa ciudad, oficina de la que más adelante fue nombrado administrador, ocupando ese cargo hasta el final de la Guerra Civil, con breves paréntesis, en comisión de servicios, en las carterías de Alcolea del Pinar y del balneario alavés de Zuazo con motivo de las vacaciones veraniegas.

Solo abandonó ese puesto por motivos políticos. Como consecuencia de su activa oposición a la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, el 1 de diciembre de 1929 fue obligado a trasladarse a la oficina principal de Correos de Bilbao, de donde solo puedo regresar tras la caída del dictador, siendo ascendido al año siguiente a Oficial 2º con igual destino. Del mismo modo, como resultado del obligado expediente de depuración al terminar la Guerra Civil, en 1942 fue desplazado forzoso a la administración de Correos de Molina de Aragón, donde permaneció hasta su fallecimiento.

Su actividad sindical

A pesar de su empleo como funcionario de Correos, Ignacio Cerezo Cerezo fue uno de los dirigentes sindicales agrarios más destacados de la provincia de Guadalajara en los años previos a la Guerra Civil. En las comarcas septentrionales que dependían de la diócesis de Sigüenza existía desde 1902 una red sindical agraria de carácter confesional dirigida por el canónigo seguntino Hilario Yaben, que la mantenía al margen de la Confederación Nacional Católico-Agraria, mientras que en aquellos pueblos de la provincia alcarreña que dependían del arzobispado toledano se había ido construyendo desde 1917 otra red agraria católica, más débil e inestable, gracias a propagandistas como los sacerdotes Juan Francisco Correas y Conceso Alario.

Pero la mentalidad integrista de Hilario Yaben, su personalidad autoritaria y la subordinación de la acción sindical a su ideario político, que en 1918 le llevó a presentarse a las elecciones legislativas en disputa con el conde de Romanones, ya habían provocado algunas disensiones en la constitución del sindicato de Atienza. Por eso en 1926 se fundó en la ciudad mitrada una Asociación de Labradores aconfesional y apolítica que se extendió por las comarcas de Sigüenza, Atienza y Jadraque, con relaciones y simpatías en otras áreas de la provincia, y que tenía a Ignacio Cerezo como cabeza visible, como demuestra su participación en el primer Congreso Nacional Cerealista convocado en Valladolid desde el 25 de septiembre de 1927.

El extraordinario crecimiento de la Asociación permitió, entre otras iniciativas, que en 1929 se acordase crear un fondo, al que todos los socios aportarían 20 pesetas o una fanega de trigo, para conceder “crédito de abonos y granos a los labradores que lo necesiten” y comprar al por mayor cereales y ganado para ofrecerlo a mejor precio a sus socios, lo que representaba un abierto desafío a la red confesional de Hilario Yaben, que basaba parte de su éxito en las Cajas Rurales locales, con las que rivalizaba la recién nacida Caja de Ahorro y Crédito de la Asociación Mutua de Labradores.

Quizás por ese motivo el gobernador civil de la Dictadura primorriverista, Manuel Cabello Lapiedra, decidió intervenir la junta directiva de la Asociación y cubrir los cargos con miembros de la Unión Patriótica, además de desterrar a Ignacio Cerezo a Bilbao, como ya señalamos. A los pocos días del final de la Dictadura, los socios de la “Asociación a la que pertenece la mayoría de agricultores de la comarca” se enfrentaban en una asamblea con la junta designada por el último gobernador civil primorriverista, exigiendo “a grandes voces que se marchasen y entregasen los fondos de la Asociación”, a lo que respondieron los de Unión Patriótica que “a ellos les nombró el gobernador y no se marcharán en tanto no sean destituidos gubernativamente”, lo que, naturalmente, no tardó en producirse.

Como podemos suponer, su activismo sindical en un período tan convulso se tradujo en una militancia política. Seguramente, las raíces familiares de Ignacio Cerezo Cerezo eran republicanas, pues en 1903 el médico Ignacio Cerezo Contrera fue uno de los firmantes, junto a Valentín de la Peña, Julio Gordo, Cecilio Vicioso, Fidel y Lorenzo Ochoa y Carmelo Lafuente, de un manifiesto de los republicanos de Sigüenza en el que recomendaban el voto para los candidatos a diputados provinciales Ramón Martínez Conde y Salvador Rangil. Por eso mismo, no es de extrañar que fuese en las filas del republicanismo donde Ignacio Cerezo Cerezo iniciase su trayectoria política, pues durante su corta estancia en Bilbao se hizo socio del Casino Republicano de la ciudad el 14 de diciembre de 1929.

Al caer el Directorio de Primo de Rivera el 30 de enero de 1930, Ignacio Cerezo regresó a su puesto en la estafeta de Correos de Sigüenza y se afilió al PSOE, presidiendo el primer comité de la recién nacida Agrupación Socialista de Sigüenza, seguramente impulsada por él y Teodoro Torreira, y que se constituiría antes de acabar el año 1930, llegando a firmar, como los más destacados intelectuales del partido obrero, un artículo en el número extraordinario que El Socialista publicó el 1 de enero de 1931, además de otras colaboraciones en el órgano del partido socialista entre diciembre de 1924 y abril de 1931.

Además, de vuelta a su tierra natal se puso de nuevo al frente de la Asociación de labradores, que no pudo sustraerse al ambiente fuertemente politizado de aquel bienio y se orientó decididamente hacia el republicanismo, como reacción a la injerencia del régimen de Alfonso XIII, con una marcada simpatía hacia el PSOE que se ponía de manifiesto en su Boletín Agrario.

Una vez proclamada la República, el 16 de mayo de 1931 se reunió la Junta Directiva de la citada sociedad de agricultores y acordó designar a Ignacio Cerezo como su candidato para los próximos comicios a Cortes Constituyentes, decisión que también aprobó dos días después la de Jadraque. Como agrupaba a 3.300 afiliados en 84 pueblos de las comarcas septentrionales de la provincia, se decía que eso supondría el respaldo de unos 5.000 electores –cifra que se confirmó tras el escrutinio-, y se pretendía que, con ese aval, Ignacio Cerezo figurase en la candidatura común de la Conjunción republicano-socialista, cuya victoria en las elecciones municipales del 12 de abril de ese año había traído la república. Sin embargo, no fue elegido para su terna electoral, que finalmente incluyó a Marcelino Martín González del Arco, José Serrano Batanero y Eduardo Ortega y Gasset.

 Su acción política

No por eso desistieron, tanto la Asociación como su presidente, de concurrir a las elecciones. Pero, en contra de lo que se ha dicho, esta candidatura de Ignacio Cerezo Cerezo en junio de 1931 ni fue estrictamente personal ni acudió a la lucha electoral como independiente, pues formaba parte de un proyecto político de ámbito nacional, la Agrupación Social Republicana Independiente, nacida como brazo político de la Liga Nacional de Campesinos bajo el impulso del propagandista del catolicismo social Antonio Monedero Martín, que también había roto con la Confederación Nacional Católico-Agraria, y de Manuel Machimbarrena Aguirrebengoa. Su lema, “¡Adelante los pequeños!”, ya mostraba con claridad su apuesta por la defensa de los modestos propietarios, sin la tutela de los terratenientes vinculados al régimen monárquico que lastraba a la Confederación católica. Aunque mantenía su raíz confesional “invocando el precepto de la fraternidad cristiana, el más grande y noble de todos los sentimientos y el que mejor da la medida del grado de cultura de los pueblos”, se identificaba sin fisuras con la nueva República: “Igualdad, Libertad y Fraternidad bien entendidas son los tres grandes faros que han de alumbrar y vivificar la naciente república y que la Agrupación Social Republicana hace suyos”.

No parecía, a priori, que esta lista agraria republicana careciese de oportunidades para sentar a alguno de sus candidatos en el Congreso de los Diputados. Al notable respaldo que Ignacio Cerezo tenía entre los pequeños agricultores del norte de Guadalajara, se le sumaba la popularidad de Antonio Monedero entre los vecinos de los pueblos de la provincia, pues ya había hecho alguna gira de propaganda, siendo la más reciente la que le llevó en 1927 a Masegoso y Cifuentes, reuniendo en esta última localidad a 2.000 agricultores y ganaderos convocados por su Liga Nacional Campesina.

A la vista de la documentación que se conserva podemos afirmar que tampoco es fácil adscribir a Ignacio Cerezo a la derecha republicana, como prueban algunas de las propuestas de su programa electoral: “yo soy partidario de la nacionalización o socialización de los ferrocarriles, tranvías, teléfonos, etc.”, proponía que “hasta que se llegue al desarme general, los jóvenes no deben permanecer en el ejército nada más que el tiempo que tarden en aprender la instrucción: quince o treinta días” y solicitaba la gratuidad de la enseñanza secundaria y universitaria. Sin embargo, se oponía al divorcio y más tarde señaló su rechazo al sufragio femenino. En cualquier caso, la competencia electoral de esta Agrupación Social Republicana de Guadalajara con el conde de Romanones, con Hilario Yaben y con la Conjunción republicano-socialista ratifica la autonomía de esta tercera vía y nos obliga a reevaluar el panorama político y social de Guadalajara en ese momento.

Pero los resultados no acompañaron a esta opción electoral; frente a la victoria indiscutible de los tres candidatos de la Conjunción republicano-socialista –con 24.000 votos aproximadamente para José Serrano Bataneo y Marcelino Martín-, y del conde de Romanones, que con 18.000 papeletas solo se pudo imponer por menos de mil votos a Eduardo Ortega y Gasset –el candidato cunero de la Conjunción-, se constató el fracaso tanto de Hilario Yaben –que recabó 10.000 papeletas- y del resto de candidatos católicos –José Arizcun y Francisco de Paula Barrera-, como de los republicanos ajenos a la coalición gubernamental –Antonio Moscoso, Luis Casuso y Manuel Altimiras-. Por parte de Acción Social Republicana, Antonio Monedero sumó casi 7.500 papeletas, Ignacio Cerezo rozó las 6.000 y Manuel Machimbarrena solo cosechó 3.124 sufragios.

El fracaso de la candidatura y el escaso desarrollo del partido, desembocaron en la ruptura entre Antonio Monedero e Ignacio Cerezo que, en la primavera de 1936, criticó públicamente a los sindicatos de la Liga Campesina, aduciendo que “este señor y sus agentes han constituido Ligas de Campesinos en miles de pueblos, que en la inmensa mayoría de los casos han desaparecido ya o no existen más que en el papel. Los labradores no han mejorado nada con tales Ligas, pero en cambio dicho Sr. Monedero y sus agentes les sacaron a los labradores de cada uno de los pueblos de esas Ligas unos cientos de pesetas, y contra reembolso de esas pesetas les enviaban unos libros en blanco y un sello de caucho que valdrían en junto ocho o diez pesetas”.

Aunque todavía en 1935 participó en la suscripción impulsada por el diario La Libertad en favor de los huérfanos de los trabajadores insurgentes fallecidos con motivo de la Revolución de Octubre en Asturias, a lo largo del período republicano se fue alejando tanto del PSOE como del republicanismo progresista y se fue aproximando a posiciones ideológicas cada vez más moderadas. Fue públicamente calificado como trásfuga y político reaccionario, primero por Francisco Gonzalo, cartero y presidente de la Casa del Pueblo de Sigüenza, y más tarde por el dirigente comunista Vicente Relaño desde las páginas del semanario Abril en su número del 31 de agosto de 1935. Aunque él rechazó con vehemencia estas acusaciones, también dejó entrever que en las elecciones de febrero de 1936 no había votado por el Frente Popular y había apoyado al candidato centrista Luis Casuso, con el que se había enfrentado en 1931 y que tampoco en esta ocasión salió elegido diputado.

En cualquier caso, su deriva conservadora, en alianza con sus antiguos rivales en el sindicalismo agrario, se hizo evidente. En 1932 formaba parte de la Cámara Agraria Provincial, reducto habitual de los grandes propietarios, llegando a firmar un acuerdo de colaboración entre la Asociación de agricultores y la Cámara, que fue incumplida por esta última institución. Y en 1933 ya era agente para Sigüenza y Atienza de la Asociación de Agricultores de España, cuyo delegado en la provincia era Fernando Palanca Martínez-Fortún, un militar y terrateniente que había sido alcalde de la capital alcarreña durante la Dictadura de Primo de Rivera.

Pero a pesar de estos enfrentamientos políticos con destacados militantes de la izquierda provincial, durante los meses del verano de 1936 en los que Sigüenza y su comarca estuvieron bajo el control del gobierno republicano, Ignacio Cerezo no fue molestado y siguió ejerciendo como funcionario del cuerpo de Correos. En ese período, en el que la afiliación sindical era muy recomendable, se inscribió en el Sindicato Único de Telecomunicaciones de la CNT, e incluso contribuyó con 10 pesetas a la suscripción abierta por el periódico CNT de Madrid en favor de las víctimas del fascismo, como se recoge en el número correspondiente al 25 de septiembre de 1936 de esa publicación.

Tras la caída de la ciudad episcopal en manos del ejército rebelde, Ignacio Cerezo siguió viviendo en Sigüenza y trabajando, en un primer momento, como empleado de Correos en la estafeta local, según se deduce de una cuestación para la reconstrucción de la catedral seguntina que fue publicada en El Henares del 27 de diciembre de 1936, donde aparece la suscripción de “Ignacio Cerezo, oficial de Correos” con la cantidad de 15 pesetas. Durante el resto del conflicto, según reconoce su hijo Prometeo, trasladó a su familia a la vecina localidad soriana de Almazán que estaba más alejada del frente de guerra y donde residían algunos familiares del matrimonio Cerezo de Diego.

Después de pasar el preceptivo expediente de depuración de las autoridades franquistas, en su caso incoado por el Juzgado Especial de la Dirección General de Correos y Telecomunicación, fue apartado del servicio durante algún tiempo y desterrado a Molina de Aragón, hasta que en 1942, degradado en su categoría, fue asignado a la administración de Correos de Molina de Aragón, como ya señalamos, localidad a la que se trasladó con toda su familia y en la que siguió residiendo, en el número 8 de la calle Quemadales, hasta su fallecimiento, aunque visitaba Sigüenza con frecuencia.

Durante los años que estuvo suspendido de empleo y sueldo como consecuencia del expediente de depuración se ganó la vida impartiendo clases particulares en su propio domicilio y con la representación comercial de algunas compañías de seguros y de maquinaria agrícola, coadyuvando de ese modo a la modernización de la agricultura en los pueblos del Señorío, que recorría en bicicleta hasta que sufrió un accidente. También vendía máquinas de coser y, con la ayuda de su hija Elena, daba cursos para aprender a coser a máquina. 

Su actividad periodística

Estrechamente vinculada a su labor sindical estuvo su actividad periodística. En la segunda década del siglo pasado fue redactor del semanario seguntino La Defensa, y en calidad de colaborador de esa cabecera en 1925 fue admitido en la Asociación de la Prensa de Guadalajara. También publicó artículos esporádicamente, siempre sobre temas agrarios, en El Sol, Flores y Abejas, El Progreso de Lugo, El Avisador Numantino o el semanario Renovación de Jaén, entre otras publicaciones; además de colaborar con El Socialista, como ya indicamos. También es posible que fuese corresponsal del diario progresista madrileño La Libertad, a juzgar por la crónica puntual y detallada de las actividades de la sociedad de labradores seguntina que ofrecía este periódico.

Pero sobre todo destacó por su dirección del Boletín Agrícola de la mencionada Asociación de agricultores, cuya junta directiva aprobó iniciar su publicación en una reunión celebrada en Sigüenza el 12 de septiembre de 1928. Su primer número salió del taller tipográfico seguntino de Cándido Rodrigo el 10 de octubre de ese mismo año y su último número se publicó el 5 de mayo de 1936. Se distribuía gratuitamente a los afiliados al sindicato y se vendía por diez céntimos al público en general. Durante el destierro de Ignacio Cerezo en Bilbao, se interrumpió temporalmente la publicación y fue sustituido interinamente en la dirección del Boletín por su hermano José Cerezo.

Además de sus artículos periodísticos, también escribió varios cuentos y relatos y fue autor de un guión para una película de temática medieval, basado en el Libro del caballero Zifar, pero los altos costes de rodaje desanimaron a un productor cinematográfico de llevarlo a la gran pantalla.

JUAN PABLO CALERO DELSO

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