PEDROMINGO DE LA RIVA, Vicente
[Viñuelas,
1873 / Guadalajara, 7 de julio de 1943]
Vicente
Pedromingo fue un conocido impresor, político y escritor de Guadalajara. Nació
en la localidad alcarreña de Viñuelas en 1873, hijo de Francisco y de Filomena,
y falleció en Guadalajara a los 69 años de edad el día 7 de julio de 1943. Se
casó con Catalina Cotayna Concha, que murió en 1951, con la que tuvo cuatro
hijos: José, Filomena, Cándida y Mario.
Una
boda que le emparentó con el impresor Antero Concha, tío de Catalina y dueño de
una imprenta y papelería situada en el número 2 de la Plaza de San Esteban de
Guadalajara, un enlace matrimonial que determinó su actividad profesional, pues
en la citada imprenta trabajó la mayor parte de su vida. Si bien ya había sido
regente en el establecimiento tipográfico de Felipe Pérez Cerrada, cuando
Antero Concha falleció el 7 de abril de 1917, legó su negocio tipográfico y el
edificio en el que estaba instalado, el antiguo palacio del vizconde de
Palazuelos, a sus sobrinos, Catalina Cotayna y sus hermanos Francisco, Elicio,
Petra y Manuel; desde entonces un rótulo que rezaba “La Aurora. Sucesores de
Antero Concha” presidió el caserón y Pedromingo se convirtió en el
administrador de la imprenta y papelería. Aunque se decía que no por eso dejó
de vestir la blusa para seguir componiendo galeradas y corregir pruebas, sin
más recreo que “una hora de billar en el Casino, a la caída de la tarde, cuando
se cierra el taller”, lo cierto es que amasó una notable fortuna, como se puso
de manifiesto al terminar la Guerra Civil y reclamar los bonos y valores
perdidos durante la contienda. Como empresario de artes gráficas, fue vocal de
la Cámara Oficial de Comercio e Industria en los últimos años de la
Restauración.
Su acción política
Vicente
Pedromingo fue, también, un destacado activista político. A pesar de su empleo
de tipógrafo, y del protagonismo de los trabajadores de artes gráficas en el
desarrollo del movimiento obrero alcarreño, se adhirió al Partido Fusionista
Liberal, aunque con el paso de los años sufrió una notable evolución ideológica
que estuvo marcada por la familia de su mujer, extremadamente religiosa.
Como
hemos señalado, en sus primeros años militó en liberalismo dinástico, que en la
provincia de Guadalajara lideraba con mano firme el conde de Romanones. En
noviembre de 1907 formó parte de una comisión municipal establecida para
gestionar la Tienda-Asilo arriacense, a la que pertenecían algunos concejales y
otros ciudadanos ajenos a la corporación municipal entre los que se encontraba
la que muy pronto sería la plana mayor del romanonismo local: Antonio Vicenti,
Miguel Fluiters y Vicente Pedromingo.
En
las elecciones municipales celebradas el 2 de mayo de 1909 salió elegido
concejal por el Tercer Colegio de la capital con el apoyo del partido liberal,
y se convirtió en un fiel colaborador del nuevo alcalde, el también romanonista
Miguel Fluiters Contera. Reelegido en sucesivos comicios, fue nombrado Regidor
Síndico y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Guadalajara, mientras ocupaba
distintos cargos municipales; así, por ejemplo, le encontramos como vocal de la
Junta Provincial de Instrucción Pública.
Alcalde de Guadalajara
Finalmente,
el 18 de octubre de 1918 se convirtió en alcalde de la ciudad. En el mes de
agosto de ese año se vivió en la capital alcarreña el conflicto social más
grave del último siglo. La falta de trigo provocó un aumento de los precios del
pan que sacó a las calles a las mujeres de las clases populares; cuando los
obreros se declararon en huelga en solidaridad con ellas, el gobernador civil,
el granadino Diego Trevilla Paniza, envió al ejército y a las fuerzas bajo su
mando, que dispararon sobre la multitud desarmada, causando un muerto y varios
heridos graves. Durante esas jornadas decisivas, el alcalde Miguel Fluiters no
estaba en la ciudad, y Vicente Pedromingo le sustituyó, interviniendo en las
negociaciones con las mujeres. Calmados los ánimos, Miguel Fluiters dimitió, un
año después de que lo hubiese hecho por primera vez aunque, en esa primera
ocasión, el clamor popular le impidió consumar el abandono, y Vicente
Pedromingo le sustituyó al frente del concejo arriácense.
De
su paso por el municipio guadalajareño, merece destacarse su preocupación por
la educación primaria, solicitando la apertura de nuevas escuelas, adecentando
las ya establecidas, consiguiendo subvenciones para ampliar su material
pedagógico, o promoviendo iniciativas más novedosas como la fundación de La
Cantina Escolar, las sesiones cinematográficas educativas para la infancia o el
proyecto de llevar niños enfermos a colonias veraniegas.
En
1920 dejó de ser la primera autoridad de la ciudad y tres años después el
régimen constitucional fue violentamente desplazado por la Dictadura del
general Miguel Primo de Rivera. El conde de Romanones se opuso activamente al
dictador y con él lo hicieron la práctica totalidad de los liberales de
Guadalajara, siendo Vicente Pedromingo uno de los pocos romanonistas que se
adhirió al nuevo régimen. Ocupó de nuevo una concejalía y, como demostración de
su integrismo católico, en 1928 formó parte de la comisión encargada de
supervisar la Escuela Laica con la intención, frustrada, de forzar su clausura.
Fue
elegido presidente de la Cámara de Comercio, cargo del que dimitió en 1931, y
como consecuencia fue nombrado diputado provincial en los últimos años del
reinado de Alfonso XIII, cuando la Diputación era elegida por sufragio
corporativo y se reservaba un escaño al presidente de la citada Cámara, estando
Antonio Bernal Algora como presidente de la corporación provincial. Después de
la Guerra Civil, tan trágica para él y su familia, volvió a hacerse cargo del
establecimiento tipográfico familiar y de otros negocios, pero abandonó toda
actividad política.
Participó
muy activamente en el Ateneo Instructivo del Obrero. En los primeros años del
siglo XX fue uno de los socios más activos y comprometidos, como demuestra la
obra de teatro El primer ensayo que
escribió con el maestro Manuel Rueda a propósito para el grupo de teatro del
Ateneo; en esos años también actuó en alguna función como actor aficionado. Más
adelante, en el año 1917, fue elegido su presidente, precisamente en una Junta
Directiva en la que los trabajadores desplazaron a la burguesía y tomaron
definitivamente el control del Ateneo.
Escritor y periodista
Como
tantos tipógrafos de su tiempo, escribió a menudo en la prensa y sintió la
llamada de la literatura. Además de la obra teatral que comentamos, dio a la
imprenta una recopilación de sus artículos, publicada en 1905 bajo el título de
Esbozos literarios. Artículos suyos
se pueden encontrar en El Atalaya de
Guadalajara, en cuyo cuadro de redactores aparecía, La Colmena, de la que fue redactor desde su primer número el 5 de
febrero de 1899 bajo la dirección de José María Aragón y que acabó dirigiendo,
en Flores y Abejas desde 1896, en La Orientación, un semanario profesional
para maestros del que acabó siendo propietario, imponiendo un rígido y creciente sectarismo, y en cuya dirección fue
precedido precisamente por su amigo Manuel Rueda, en La Alcarria Ilustrada, El
Republicano, La Palanca y en
otras cabeceras periodísticas de fuera de la provincia, pues fue corresponsal
en Guadalajara de prestigiosos periódicos nacionales, como El Liberal; después de la Guerra Civil colaboró con Nueva Alcarria. Con tanta actividad, no
es de extrañar que perteneciese varios años a la Junta Directiva de la
Asociación de la Prensa de Guadalajara, sociedad que se constituyó en la
segunda década del siglo XX.
También
publicó un anuario, la Guía Pedromingo de
Guadalajara y su provincia, cuyo primer número, que creemos fue el único,
salió en 1917, un poco en la línea de los almanaques de Juan Gómez Crespo y de
lo que había sido el Anuario-Guía de
Tomás Bravo y Lecea. También fue autor del libro Un viaje a Roma, editado en 1926 en su propia imprenta.
En
1940 publicó una nueva obra titulada Escenas
del tiempo rojo, que con el subtítulo de “Notas de mi cartera” ofrecía una
imagen muy personal del más reciente período histórico de España. Vicente
Pedromingo y su hijo José, jesuita, fueron detenidos en julio de 1936 en el
pueblecito de Romancos, donde pasaban sus vacaciones estivales; al mismo
tiempo, su hijo Mario era detenido en Brihuega. A mediados del mes de noviembre
se puso en libertad a Vicente Pedromingo, pero sus hijos corrieron peor suerte:
Mario fue fusilado el 4 de agosto de 1936 y José murió después del asalto a la
cárcel de Guadalajara, el 6 de diciembre de 1936.
JUAN
PABLO CALERO DELSO
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