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sábado, 1 de agosto de 2020

VICENTE PEDROMINGO DE LA RIVA

PEDROMINGO DE LA RIVA, Vicente
[Viñuelas, 1873 / Guadalajara, 7 de julio de 1943]

Vicente Pedromingo fue un conocido impresor, político y escritor de Guadalajara. Nació en la localidad alcarreña de Viñuelas en 1873, hijo de Francisco y de Filomena, y falleció en Guadalajara a los 69 años de edad el día 7 de julio de 1943. Se casó con Catalina Cotayna Concha, que murió en 1951, con la que tuvo cuatro hijos: José, Filomena, Cándida y Mario.
Una boda que le emparentó con el impresor Antero Concha, tío de Catalina y dueño de una imprenta y papelería situada en el número 2 de la Plaza de San Esteban de Guadalajara, un enlace matrimonial que determinó su actividad profesional, pues en la citada imprenta trabajó la mayor parte de su vida. Si bien ya había sido regente en el establecimiento tipográfico de Felipe Pérez Cerrada, cuando Antero Concha falleció el 7 de abril de 1917, legó su negocio tipográfico y el edificio en el que estaba instalado, el antiguo palacio del vizconde de Palazuelos, a sus sobrinos, Catalina Cotayna y sus hermanos Francisco, Elicio, Petra y Manuel; desde entonces un rótulo que rezaba “La Aurora. Sucesores de Antero Concha” presidió el caserón y Pedromingo se convirtió en el administrador de la imprenta y papelería. Aunque se decía que no por eso dejó de vestir la blusa para seguir componiendo galeradas y corregir pruebas, sin más recreo que “una hora de billar en el Casino, a la caída de la tarde, cuando se cierra el taller”, lo cierto es que amasó una notable fortuna, como se puso de manifiesto al terminar la Guerra Civil y reclamar los bonos y valores perdidos durante la contienda. Como empresario de artes gráficas, fue vocal de la Cámara Oficial de Comercio e Industria en los últimos años de la Restauración.

Su acción política
Vicente Pedromingo fue, también, un destacado activista político. A pesar de su empleo de tipógrafo, y del protagonismo de los trabajadores de artes gráficas en el desarrollo del movimiento obrero alcarreño, se adhirió al Partido Fusionista Liberal, aunque con el paso de los años sufrió una notable evolución ideológica que estuvo marcada por la familia de su mujer, extremadamente religiosa.
Como hemos señalado, en sus primeros años militó en liberalismo dinástico, que en la provincia de Guadalajara lideraba con mano firme el conde de Romanones. En noviembre de 1907 formó parte de una comisión municipal establecida para gestionar la Tienda-Asilo arriacense, a la que pertenecían algunos concejales y otros ciudadanos ajenos a la corporación municipal entre los que se encontraba la que muy pronto sería la plana mayor del romanonismo local: Antonio Vicenti, Miguel Fluiters y Vicente Pedromingo.
En las elecciones municipales celebradas el 2 de mayo de 1909 salió elegido concejal por el Tercer Colegio de la capital con el apoyo del partido liberal, y se convirtió en un fiel colaborador del nuevo alcalde, el también romanonista Miguel Fluiters Contera. Reelegido en sucesivos comicios, fue nombrado Regidor Síndico y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Guadalajara, mientras ocupaba distintos cargos municipales; así, por ejemplo, le encontramos como vocal de la Junta Provincial de Instrucción Pública.
Alcalde de Guadalajara
Finalmente, el 18 de octubre de 1918 se convirtió en alcalde de la ciudad. En el mes de agosto de ese año se vivió en la capital alcarreña el conflicto social más grave del último siglo. La falta de trigo provocó un aumento de los precios del pan que sacó a las calles a las mujeres de las clases populares; cuando los obreros se declararon en huelga en solidaridad con ellas, el gobernador civil, el granadino Diego Trevilla Paniza, envió al ejército y a las fuerzas bajo su mando, que dispararon sobre la multitud desarmada, causando un muerto y varios heridos graves. Durante esas jornadas decisivas, el alcalde Miguel Fluiters no estaba en la ciudad, y Vicente Pedromingo le sustituyó, interviniendo en las negociaciones con las mujeres. Calmados los ánimos, Miguel Fluiters dimitió, un año después de que lo hubiese hecho por primera vez aunque, en esa primera ocasión, el clamor popular le impidió consumar el abandono, y Vicente Pedromingo le sustituyó al frente del concejo arriácense.
De su paso por el municipio guadalajareño, merece destacarse su preocupación por la educación primaria, solicitando la apertura de nuevas escuelas, adecentando las ya establecidas, consiguiendo subvenciones para ampliar su material pedagógico, o promoviendo iniciativas más novedosas como la fundación de La Cantina Escolar, las sesiones cinematográficas educativas para la infancia o el proyecto de llevar niños enfermos a colonias veraniegas.
En 1920 dejó de ser la primera autoridad de la ciudad y tres años después el régimen constitucional fue violentamente desplazado por la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera. El conde de Romanones se opuso activamente al dictador y con él lo hicieron la práctica totalidad de los liberales de Guadalajara, siendo Vicente Pedromingo uno de los pocos romanonistas que se adhirió al nuevo régimen. Ocupó de nuevo una concejalía y, como demostración de su integrismo católico, en 1928 formó parte de la comisión encargada de supervisar la Escuela Laica con la intención, frustrada, de forzar su clausura.
Fue elegido presidente de la Cámara de Comercio, cargo del que dimitió en 1931, y como consecuencia fue nombrado diputado provincial en los últimos años del reinado de Alfonso XIII, cuando la Diputación era elegida por sufragio corporativo y se reservaba un escaño al presidente de la citada Cámara, estando Antonio Bernal Algora como presidente de la corporación provincial. Después de la Guerra Civil, tan trágica para él y su familia, volvió a hacerse cargo del establecimiento tipográfico familiar y de otros negocios, pero abandonó toda actividad política.
Participó muy activamente en el Ateneo Instructivo del Obrero. En los primeros años del siglo XX fue uno de los socios más activos y comprometidos, como demuestra la obra de teatro El primer ensayo que escribió con el maestro Manuel Rueda a propósito para el grupo de teatro del Ateneo; en esos años también actuó en alguna función como actor aficionado. Más adelante, en el año 1917, fue elegido su presidente, precisamente en una Junta Directiva en la que los trabajadores desplazaron a la burguesía y tomaron definitivamente el control del Ateneo.

Escritor y periodista
Como tantos tipógrafos de su tiempo, escribió a menudo en la prensa y sintió la llamada de la literatura. Además de la obra teatral que comentamos, dio a la imprenta una recopilación de sus artículos, publicada en 1905 bajo el título de Esbozos literarios. Artículos suyos se pueden encontrar en El Atalaya de Guadalajara, en cuyo cuadro de redactores aparecía, La Colmena, de la que fue redactor desde su primer número el 5 de febrero de 1899 bajo la dirección de José María Aragón y que acabó dirigiendo, en Flores y Abejas desde 1896, en La Orientación, un semanario profesional para maestros del que acabó siendo propietario, imponiendo un rígido y creciente sectarismo, y en cuya dirección fue precedido precisamente por su amigo Manuel Rueda, en La Alcarria Ilustrada, El Republicano, La Palanca y en otras cabeceras periodísticas de fuera de la provincia, pues fue corresponsal en Guadalajara de prestigiosos periódicos nacionales, como El Liberal; después de la Guerra Civil colaboró con Nueva Alcarria. Con tanta actividad, no es de extrañar que perteneciese varios años a la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Guadalajara, sociedad que se constituyó en la segunda década del siglo XX.
También publicó un anuario, la Guía Pedromingo de Guadalajara y su provincia, cuyo primer número, que creemos fue el único, salió en 1917, un poco en la línea de los almanaques de Juan Gómez Crespo y de lo que había sido el Anuario-Guía de Tomás Bravo y Lecea. También fue autor del libro Un viaje a Roma, editado en 1926 en su propia imprenta.
En 1940 publicó una nueva obra titulada Escenas del tiempo rojo, que con el subtítulo de “Notas de mi cartera” ofrecía una imagen muy personal del más reciente período histórico de España. Vicente Pedromingo y su hijo José, jesuita, fueron detenidos en julio de 1936 en el pueblecito de Romancos, donde pasaban sus vacaciones estivales; al mismo tiempo, su hijo Mario era detenido en Brihuega. A mediados del mes de noviembre se puso en libertad a Vicente Pedromingo, pero sus hijos corrieron peor suerte: Mario fue fusilado el 4 de agosto de 1936 y José murió después del asalto a la cárcel de Guadalajara, el 6 de diciembre de 1936.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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