PRIMO DE RIVERA SOBREMONTE, Sixto
[ / Sevilla,
enero de 1904]
Sixto
Primo de Rivera y Sobremonte nació en los últimos años del reinado de Fernando
VII, y falleció en Sevilla, ciudad a la que estaba muy unido, en los primeros
días de enero de 1904. Era hijo del algecireño José Primo de Rivera Ortiz de Pinedo, que
fue teniente general de la Armada y ministro de Marina, y de Juana María
Sobremonte Larrazábal, que había nacido en la ciudad argentina de Córdoba, y contrajeron matrimonio en Buenos Aires el día 11 de
noviembre de 1809 cuando ella sólo contaba con trece años de edad y era casi
veinte años más joven que su marido; fueron sus abuelos Joaquín Primo de Rivera
Pérez de Acal y Antonia Eulalia Ortiz de Pinedo Muñoz-Anuncibay, los paternos,
y Rafael Sobremonte Núñez del Castillo y Juana María de Larrazábal Quintana, los
maternos.
Fue
hermano, entre otros siete, de Fernando Primo de Rivera Sobremonte, capitán
general y primer marqués de Estella por concesión de Alfonso XII como
consecuencia de los méritos adquiridos en la conquista de esa ciudad navarra
durante la Tercera Guerra Carlista, y como consecuencia tío de Miguel Primo de Rivera Orbaneja,
capitán general y dictador entre 1923 y 1930 y tío abuelo de José Antonio Primo
de Rivera Sáenz de Heredia, líder de Falange Española, el principal partido
fascista español.
A
pesar de haber nacido en una familia con una fuerte inclinación por el
ejercicio de las armas, Sixto Primo de Rivera optó por ser funcionario de la
Administración Civil del Estado. En el verano de 1861 fue propuesto para ocupar
la plaza de Corredor de Comercio en La Habana, que estaba vacante por
fallecimiento del que la ejercía, considerándose que a pesar de su juventud reunía “la aptitud,
conocimientos y demás requisitos que previene el Código de Comercio”; y aunque
renunció a este primer nombramiento en 1864, muy pronto obtuvo destino en la isla
caribeña como Administrador del municipio de Cienfuegos, que en diciembre de
1865 permutó por el de Cárdenas, para ser posteriormente nombrado Administrador
de la Aduana de Santiago de Cuba, hasta su cese mediante un Real Decreto del
Ministerio de Ultramar fechado el 13 de noviembre de 1866; no por eso abandonó
la isla, pues dos años después, con la Revolución Gloriosa, fue designado visitador
del papel sellado de Cuba.
Retornado
a la Península, ocupó durante algunos años cargos de responsabilidad política,
hasta que con la monarquía de Alfonso XII retomó su carrera administrativa y en
La Correspondencia de España del 26
de febrero de 1875 se anunciaba su nombramiento como director de Rentas y
Estadística de Cuba, un puesto que dependía del Ministerio de Hacienda, aunque
parece probable que no llegase a ocuparlo. En diciembre de 1877 fue nombrado, en
comisión de servicios, jefe de administración de segunda clase del Ministerio
de Gobernación, ejerciendo como jefe de orden público en Madrid hasta que en
1879 presentó su dimisión ante el ministro Francisco Silvela a causa de su
delicada salud. Como culminación a su carrera administrativa, en el mes de
noviembre de 1879 llegó a ser nombrado por sus méritos particulares Jefe
Superior de la Administración, la máxima categoría de los funcionarios civiles del
Estado, que muy pocos alcanzaban.
Gobernador Civil de Guadalajara
Como
era frecuente entre los altos funcionarios de su época, Sixto Primo de Rivera
también participó activamente en la vida política. En 1853 ya le encontramos como
regidor del Ayuntamiento de Sevilla entre los asistentes a varias reuniones públicas
del partido moderado, y en 1857 ya figura como uno de sus más destacados
dirigentes en la capital andaluza. Aunque poco después fue destinado como
funcionario a la isla de Cuba, cesando en su actividad política, en el año 1871
ya estaba de vuelta en la Península, a caballo entre Sevilla, con domicilio en
el número 7 de la calle de Santa María de Gracia, y Madrid, donde dirigía un
periódico político, del que además era propietario, que se llamaba La Paz.
En
el mes de febrero de 1874 fue nombrado gobernador civil de Guipúzcoa, una
provincia entonces agitada por la Tercera Guerra Carlista en la que, en muchos
momentos, la autoridad de la República apenas se extendía más allá de la ciudad
de San Sebastián. Aunque algunos alabaron su templanza, su paso por el
gobierno civil fue muy criticado por los guipuzcoanos; se sabe que en una
ocasión abandonó la provincia en momentos delicados y se trasladó al pueblo
cántabro de Castro Urdiales para atender la salud de uno de sus hermanos. Aficionado
al teatro, y a la literatura en general, siendo gobernador civil en Guipúzcoa
publicó un bando oficial que terminaba con los versos de un terceto de su autoría.
A
comienzos de noviembre de 1874 estuvo en Madrid con licencia y una semana
después, seguramente como fruto de sus gestiones, se le nombró para el Gobierno
Civil de Guadalajara por el gabinete de Práxedes Mateo Sagasta. Allí su comportamiento
no dejó de ser peculiar; al tener noticias del pronunciamiento en Sagunto del
general Arsenio Martínez Campos a favor de la restauración monárquica el 30 de
diciembre de 1874, Sixto Primo de Rivera no sólo no defendió la República a la
que servía, sino que envió un telegrama de felicitación a las nuevas
autoridades apoyando “el fausto suceso”, de tal manera que aún siguió al frente
de la provincia tras la coronación del nuevo monarca. Su actitud no podía sorprender
a nadie, pues era conocida la simpatía que su hermano Fernando, entonces
Capitán General de Castilla la Nueva, manifestaba hacia el futuro rey Alfonso
XII.
Porque
su carrera política y administrativa estuvo siempre a la sombra de su hermano
Fernando, como se reconocía públicamente con gracejo: “Además del general Primo
de Rivera, cuyo nombramiento para la capitanía general de Filipinas se da como
cosa hecha, anuncia un periódico que en breve aparecerá en la Gaceta el decreto
nombrando jefe económico de Manila al señor Primo de Rivera (don Sixto). A ver
si queda por ahí otro Primo para el cargo de gobernador civil de aquella remota
capital, y así podrá decirse pronto que la alta administración del Archipiélago
filipino es una completa Primada”,
A
pesar de lo cual en 1878 vio frustrados sus deseos de ser nuevamente nombrado
gobernador civil de Granada, pero no fue porque no lo intentase, como describía
humorísticamente la prensa de la época, haciendo referencia al ministro de Gobernación Francisco Romero Robledo: “Nadie tan bien servido, / como lo fue
el gran Romero / cuando de Antequera vino. / Cruzada cuidaba de él. / Primo de
Rivera (Sixto) / se lastimó el espinazo / de tanto y tanto cumplido; / D. Lope
volvió de Murcia / y aún prosigue á su servicio; / y Villalba, el buen
Villalba, / pronto saldrá de presidios”.
Con
tan alto valedor y tan pocos escrúpulos, no es de extrañar que durante los
primeros años de la Restauración continuase su carrera política, mostrando tan notable
capacidad de adaptación a los vaivenes partidistas que fue objeto de crítica por
los republicanos que, con motivo de su nombramiento como subdirector de la
Compañía de Tabacos de Filipinas en enero de 1882, le reprochaban públicamente
que la familia Primo de Rivera “con la república sagastina de 1874 ocuparon
elevados puestos y con el canovismo hicieron valer los provechos de la
Capitanía General de Castilla la Nueva; y hoy en plena situación fusionista, si
no hay cargos vacantes para ellos se improvisan”. En 1885 ya estaba de vuelta en la Península
después de su período en Filipinas, residiendo en el número 41 de la madrileña calle
de la Montera.
También
se dedicó a los negocios privados, y sabemos que tenía alguna finca rústica en
el municipio madrileño de Robledo de Chavela. Además, siempre mantuvo, como
toda su familia, fuertes lazos con las colonias americanas, formando parte en los
años 1873 y 1874 de la Junta Directiva del Centro Hispano-Ultramarino.
JUAN
PABLO CALERO DELSO
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