ROMO Y GAMBOA FERNÁNDEZ, Francisco
[Cañizar,
29 de enero de 1785 / Madrid, 11 de enero de 1849]
Francisco
Romo y Gamboa nació el 29 de enero de 1785 en Cañizar, una pequeña localidad de
la provincia de Guadalajara muy próxima a Torija. Falleció en Madrid el 11 de
enero de 1849.
Su
padre le enseñó las primeras letras en el hogar familiar, pasando después a las
Escuelas Pías, donde continuó su formación. En la Universidad de Alcalá de
Henares aprobó tres cursos de Filosofía, dos de Leyes y empezó otro de Cánones,
antes de abandonar sus estudios universitarios para hacerse militar.
Su entorno familiar
Eran
sus padres Francisco Romo y Gamboa y Ramona Fernández Manrique, dos vástagos de
ilustres familias de la nobleza alcarreña. Su padre había nacido en Cañizar el
13 de diciembre de 1746 y falleció en Samur (Francia) en 1808. Era hijo único
de de Carlos Romo, nacido también en Cañizar el 19 de noviembre de 1705, y de
María Teresa Gamboa, que vio la luz en Torija el 7 de mayo de 1713. Su padre
fue, por lo tanto, quien primero unió los apellidos de sus progenitores, Romo y
Gamboa, para formar un único apellido compuesto, que legó a sus hijos.
Su
padre siguió la carrera de las armas; fue destinado como capitán al Regimiento
de Infantería de Sigüenza y alcanzó el grado de brigadier cuando estuvo al
mando de la Columna de Granaderos Provinciales de Castilla la Vieja durante la
Guerra de la Independencia. En 1776 fue investido como caballero de la orden de
Santiago. En su matrimonio con Ramona Fernández Manrique tuvo seis hijos;
cuatro varones, Lorenzo, Francisco, Judas José y José, y dos mujeres, de las
que una hizo los votos como religiosa en el convento de las Gerónimas de
Brihuega y la otra se casó con Andrés Briones, coronel del Regimiento de Granaderos
a Caballo de la Guardia Real. Aunque los dos hermanos mayores fueron
parlamentarios y tuvieron una notable carrera política, el más conocido de
todos los hermanos fue Judas José Romo y Gamboa.
Su
familia pertenecía al estamento nobiliario; desde el siglo XV, los Gamboa
ocupaban una posición eminente en Hita, Brihuega, Jadraque y Sigüenza, en cuya
catedral disponían de una capilla, la de Santiago el Cebedeo, para los
enterramientos familiares. Al quebrar el Antiguo Régimen, a raíz de la Guerra
de la Independencia, supieron transformar los viejos privilegios nobiliarios en
una sólida posición política y económica. No sólo los hermanos Romo y Gamboa
ocuparon cargos de importancia; en noviembre de 1835, José Fernando Gamboa era
el representante de Sigüenza en la nueva Diputación Provincial, Felipe Gamboa
Botija fue diputado en las Cortes de la Primera República, diputado provincial
y alcalde de Sigüenza, y José Gamboa Calvo también representó al distrito
seguntino en la Diputación Provincial.
Además,
como toda la élite liberal de Guadalajara, los Romo y los Gamboa emprendieron
una práctica matrimonial muy endogámica. Así, los Gamboa
se vincularon con los García por el enlace entre Diego García Martínez y
Casilda Gamboa González, con los Montesoro con la boda entre Carlos García
Montesoro y Mariana Gamboa Muñoz, con los Botija gracias al matrimonio de José
Gamboa Calvo y Francisca Botija Botija, y con los Figueroa y Torres cuando
María Gamboa se casó con Agustín Figueroa Alonso-Martínez. Los Romo, por su parte,
emparentaron primero con los Bedoya, luego con los Torres, a causa del enlace
de Inés Romo Bedoya con José Torres y Tovar, y finalmente con los Udaeta por
casarse aquélla en segundas nupcias con José Domingo de Udaeta.
Contrajo
matrimonio en dos ocasiones; la primera vez se casó con Juana Lagúnez, que
falleció al poco tiempo, y en segundas nupcias lo hizo con Teresa Balanzat, que
también era viuda y que tenía cuatro hijos de su anterior matrimonio. Tuvieron
dos hijas: María del Carmen, que permaneció soltera, y María de Sopetrán, que
se casó con el teniente coronel Mariano Bardají, comandante del Cuerpo de
Estado Mayor.
Su carrera militar
Francisco Romo y Gamboa ingresó como cadete en la Academia militar de Zamora, siendo destinado al Regimiento de Infantería de Sigüenza el día 30 de marzo de 1803, donde fue nombrado Subteniente de Bandera de este el día 3 de mayo de ese año. Pasó a cursar estudios en la Real Academia del Cuerpo de Ingenieros Militares, que entonces se encontraba en Alcalá de Henares, y lo hizo con tanto aprovechamiento que la Gaceta de Madrid, del día 22 de julio de 1803 publicó su nombramiento por el rey como Subteniente del Cuerpo de Ingenieros, formando parte de su primera promoción, la misma a la que pertenecieron otros ilustres militares como Antonio María Ramón Zarco del Valle.
Francisco Romo y Gamboa ingresó como cadete en la Academia militar de Zamora, siendo destinado al Regimiento de Infantería de Sigüenza el día 30 de marzo de 1803, donde fue nombrado Subteniente de Bandera de este el día 3 de mayo de ese año. Pasó a cursar estudios en la Real Academia del Cuerpo de Ingenieros Militares, que entonces se encontraba en Alcalá de Henares, y lo hizo con tanto aprovechamiento que la Gaceta de Madrid, del día 22 de julio de 1803 publicó su nombramiento por el rey como Subteniente del Cuerpo de Ingenieros, formando parte de su primera promoción, la misma a la que pertenecieron otros ilustres militares como Antonio María Ramón Zarco del Valle.
Permaneció
en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares hasta el 25 de febrero de
1806, cuando ascendió al empleo de teniente en el mismo cuerpo y fue destinado
en Valladolid, donde le sorprendió la Guerra de la Independencia.
Inmediatamente se puso a las órdenes de la Junta de Generales de Castilla la
Vieja, participando en las acciones de Cabezón y Rioseco y destacó en la
defensa de Logroño. Incorporado a las filas del Ejército del Centro, se le
encargo la formación de los cadetes del Regimiento de Infantería de Burgos. Fue
ascendido a capitán del Batallón de Granaderos de Ledesma, pero, por
circunstancias de la guerra, su nombramiento no fue sancionado por la Regencia,
por lo que no tuvo efectos en el escalafón. Combatió en batallas decisivas como
Uclés y Ocaña; como consecuencia de su participación en la batalla de Ocaña, el
19 de noviembre de 1809, fue herido y capturado, viviendo como prisionero de
guerra los años siguientes.
El 3
de septiembre de 1814, al terminar la Guerra de la Independencia y recobrar su
libertad, solicitó ser licenciado con el grado de capitán retirado por tener el
brazo izquierdo completamente inutilizado desde la batalla de Ocaña. Se
licenció con un escudo y dos cruces de distinción por su valor acreditado en
acciones de guerra y regreso a la provincia de Guadalajara para dedicarse
exclusivamente a sus asuntos particulares.
Su acción política y administrativa
En 1821 fue llamado por el general Estanislao Sánchez Salvador, entonces Ministro de la Guerra, para que colaborase con él y allí estuvo destinado como secretario. En febrero de 1822 fue nombrado Jefe Político de la provincia de Teruel, ejerciendo su cargo hasta el mes de noviembre de ese mismo año. Durante su estancia en Teruel como primera autoridad provincial salvó la vida a Tadeo Calomarde, natural de esa provincia, interponiéndose personalmente en medio de un tumulto para evitar que fuese atropellado por los liberales.
En 1821 fue llamado por el general Estanislao Sánchez Salvador, entonces Ministro de la Guerra, para que colaborase con él y allí estuvo destinado como secretario. En febrero de 1822 fue nombrado Jefe Político de la provincia de Teruel, ejerciendo su cargo hasta el mes de noviembre de ese mismo año. Durante su estancia en Teruel como primera autoridad provincial salvó la vida a Tadeo Calomarde, natural de esa provincia, interponiéndose personalmente en medio de un tumulto para evitar que fuese atropellado por los liberales.
En
1823, con la vuelta del absolutismo, regresó a Guadalajara percibiendo
solamente 4.200 reales de renta, la mitad de los haberes que le correspondían
como capitán retirado. En 1827 fue rehabilitado y, finalmente, en el año 1830
fue llamado por el alcarreño José López de Juana Pinilla, a quien el rey había
encargado la ejecución de algunos trabajos extraordinarios, volviendo Francisco
Romo y Gamboa a la administración del Estado. A partir del 9 de marzo de 1830
figura como auxiliar de la Comisión de Arriendo de todos los ramos decimales.
Al
morir el rey Fernando VII solicitó un destino como Oficial en la Secretaría de
la Reina Gobernadora o en una subdelegación de Fomento. El 10 de diciembre de
1833 el ministro Javier de Burgos propuso a la Reina Gobernadora María Cristina
de Borbón el nombramiento de Domingo Antonio Vega de Seoane como Subdelegado de
Fomento en la provincia de Zaragoza y de Francisco Romo y Gamboa como
secretario de dicha subdelegación, pero rechazó esa designación alegando que le
degradaba a los ojos de sus conciudadanos por haber ejercido previamente como
Jefe Político.
Sus
consideraciones fueron atendidas y la reina María Cristina de Borbón le nombró
Subdelegado de Fomento en la provincia de Huesca desde enero de 1834, con un
salario de 8.200 reales. Después fue designado Gobernador Civil de dicha
provincia, con un sueldo de 28.000 reales. Cuando dimitió en 1835, los
ayuntamientos de Tamarite de Litera, Albelda y San Esteban escribieron al
gobierno solicitando que se le mantuviese en el cargo. Dimitió a causa de unos
tumultos que le forzaron a poner en libertad a un grupo de comerciantes
oscenses a los que había detenido porque llevaban mucho tiempo sin pagar sus
licencias de venta de productos de comer, beber y arder, confiando su impunidad
a su reconocida fama de liberales.
La
Reina Gobernadora le trasladó, encomendándole el Gobierno Civil de Murcia, en
abril de 1835, del que tomó posesión el 23 de mayo de ese mismo año,
ascendiendo su sueldo a 32.000 reales; por su actuación al frente de esta
provincia se le concedió la Cruz de Carlos III. En el mes de septiembre,
también de 1835, fue enviado con el mismo cargo a la provincia de Valladolid,
tomando posesión del Gobierno Civil el día 29 de octubre, sustituyendo a
Antonio Flórez Estrada; la Diputación Provincial solicitó que permaneciese en el
puesto.
El 8
de junio de 1836 pasó a ser Gobernador Civil de Zaragoza, aunque se le retuvo
en Madrid con la excusa de que diese cumplida cuenta de la situación real de la
provincia de Valladolid en esos delicados momentos. Sin embargo, la verdad era
que el Capitán General de aquella provincia aragonesa estaba ejerciendo como
Gobernador Civil en funciones y prefería mantener la unidad de mando civil y
militar de su demarcación, asolada por la Primera Guerra Carlista, por lo que
obstaculizaba la toma de posesión del recién nombrado. Finalmente, la Reina
Gobernadora nombró como Gobernador Civil de Zaragoza a Joaquín Alcorisa y
Francisco Romo Gamboa quedó en situación de cesante. Es muy posible que la
causa de estos problemas fuese su alineamiento político con la corriente
moderada del liberalismo, como se puso de manifiesto en la prensa de
Guadalajara, donde se le reconocía como uno de sus más significados dirigentes
en esa provincia.
El
30 de abril de 1837 se admitió la dimisión de Miguel Cabrera de Nevares como
Gobernador Civil de Madrid, haciéndose cargo del puesto Francisco Romo y
Gamboa, primero de forma interina y a partir del 9 de febrero con plenos
derechos. El 14 de abril de 1838, y según dice el decreto atendiendo a sus
problemas de salud, se aceptó la dimisión de Francisco Romo y Gamboa como Jefe
Político de Madrid, siendo sustituido por Diego de Entrena. En el Real Decreto,
la Reina Gobernadora María Cristina de Borbón mencionaba expresamente su
satisfacción por el celo y lealtad de Francisco Romo y Gamboa, y exhortaba al
gobierno a que le ofreciese otro nombramiento en cuanto se hubiese restablecido
su salud. No se puede desdeñar que cuando el 30 de diciembre de 1837 se nombró
a Romo y Gamboa para ese puesto, se hizo aceptando, en un decreto de texto
similar, la dimisión del anterior Jefe Político de Madrid, Miguel Cabrera de
Nevares. No parece posible que los dos Jefes Políticos de la provincia
madrileña cesasen por idéntico motivo en tan breve plazo.
El
16 de abril de 1838 fue designado Director General de Montes, siendo cesado de
forma fulminante por las nuevas autoridades progresistas que se hicieron cargo
del país tras el pronunciamiento de 1840; el 13 de octubre se le apartó de su
puesto suspendiéndole provisionalmente del cargo y el 14 de noviembre se le
declaró cesante.
En
1848 se aceptó su jubilación, pero no se le abonaron los pagos extraordinarios
que solicitó. Del mismo modo, se le advirtió que podía usar el uniforme de
Gobernador Civil de Madrid, pero que no tenía derecho al tratamiento de
Excelencia ni a recibir otras remuneraciones ni privilegios.
Elección y actividad parlamentaria
Ya en las elecciones celebradas en julio de 1836 obtuvo una nutrida votación, 312 papeletas, aunque le faltaron unas pocas más para haber obtenido mayoría absoluta y haber sido proclamado diputado en esa primera vuelta; en la segunda votación perdió el escaño a manos de los candidatos progresistas, que coparon la representación parlamentaria de la provincia de Guadalajara en esos comicios.
Ya en las elecciones celebradas en julio de 1836 obtuvo una nutrida votación, 312 papeletas, aunque le faltaron unas pocas más para haber obtenido mayoría absoluta y haber sido proclamado diputado en esa primera vuelta; en la segunda votación perdió el escaño a manos de los candidatos progresistas, que coparon la representación parlamentaria de la provincia de Guadalajara en esos comicios.
En
1837, una vez aprobada la nueva Constitución, se convocaron nuevas elecciones y
en esta ocasión los moderados ocuparon los tres escaños de la provincia
alcarreña, pero hubo que hacer una segunda votación para elegir a los diputados
suplentes y Francisco Romo, que había estado muy cerca del triunfo, fue elegido
como uno de los dos diputados suplentes, junto a Agustín Sevillano, aunque no
tuvo oportunidad de ocupar el escaño.
Por eso
mismo, su actividad parlamentaria dio comienzo en el Senado. La Reina
Gobernadora María Cristina de Borbón le eligió como representante de
Guadalajara en la Cámara Alta entre la terna de candidatos que le remitió la
provincia después de la elección del 2 de febrero de 1840. La Comisión de Actas
aprobó su nombramiento en su sesión del 9 de marzo y dos días después juró su
cargo.
En
marzo de 1842 pasó a formar parte de la comisión del Senado dedicada al estudio
de los Ayuntamientos, de su organización y atribuciones, un asunto que era uno
de los asuntos más espinosos y enconados entre los progresistas y los
moderados, alineándose Francisco Romo y Gamboa con estos últimos. Políticamente
fue siempre un moderado, tan identificado con la monarquía y sus prerrogativas
como con el liberalismo y su constitución; defendió públicamente a Francisco
Martínez de la Rosa y se enfrentó con los progresistas, interviniendo
públicamente en relación con la Regencia y tutela de la reina Isabel II y su
hermana.
No
olvidó su pasado militar y en 1840 destacó por su intervención en la Cámara en
asuntos concernientes a la Guerra Carlista; se sumó a la proposición para que
se le concediese un voto de agradecimiento al general Manuel de la Concha o
para que se considerasen beneméritos de la patria a los miembros de la Milicia
Nacional de los pueblos de Roa y Nava de Roa (Burgos). Ese mismo año se contaba
entre los senadores que se opusieron a que los parlamentarios, tanto diputados
como senadores, cobrasen un sueldo por razón de su cargo, un debate
parlamentario en el que se cruzaron acusaciones de elitismo por aquellos que
opinaban que, sin una digna remuneración, sólo los hacendados podrían optar a
un escaño. También intervino con frecuencia en asuntos económicos, como
tributos, exenciones o reparaciones de guerra tras la derrota del Carlismo.
Disueltas las cámaras en 1843, volvió a
abrirse el Senado después de que finalizase la Regencia del general Baldomero
Espartero. El 30 de septiembre de 1843 es de nuevo elegido como representante
de Guadalajara entre la terna que había votado la provincia, y su designación
es aprobada el 13 de octubre por la comisión correspondiente, jurando su cargo
el día 27 del mismo mes y año.
Su
presencia en la Cámara Alta va a ser más breve en esta ocasión, pues la
Constitución que las Cortes Constituyentes de 1844 dar a aprobar y que va a
entrar en vigor en 1845 planteaba que el Senado sería exclusivamente de
elección regia, perdiendo el carácter parcialmente electivo que tenía. Disuelta
ese año la Cámara, Francisco Romo y Gamboa no estuvo entre los senadores
escogidos por la reina y que compusieron el nuevo Senado.
Durante
su último período en la Cámara Alta intervino en repetidas ocasiones para dar
su opinión sobre los temas que más separaban a progresistas y moderados:
dotación de culto y clero y otros asuntos religiosos, la actuación de
Salustiano Olózaga con la reina Isabel II, la organización de Ayuntamientos y
Diputaciones y las irregularidades del más reciente proceso electoral.
No
tardó mucho en volver al Parlamento. Convocadas nuevas elecciones para el
Congreso de los Diputados según la nueva legislación electoral de 1846, se
celebraron los comicios el 6 de diciembre de 1846 con un sufragio censitario
muy reducido en el que los moderados ganaron la mayoría de los escaños.
Francisco Romo y Gamboa se presentó por la circunscripción de Brihuega, en la
provincia de Guadalajara, un distrito que en esa ocasión sólo contaba con 213
electores con derecho a voto, de los que únicamente 113 lo ejercieron apoyando
al candidato gubernamental.
El
23 de enero de 1847 juró su cargo como diputado, pero al cabo de unos meses
solicitó licencia para ausentarse de las actividades y convocatorias
parlamentarias por encontrarse gravemente enfermo; le fue concedida y por esa
causa no formó parte de ninguna de las comisiones ni se recogió alguna
intervención suya en las actas de los plenos. En 1848 volvió a solicitar la
licencia por los mismos motivos y falleció en Madrid el 11 de enero de 1849.
Cinco días después se informó de su fallecimiento a ambas cámaras y su escaño
en el Congreso fue ocupado por Luis María Pastor Copo.
JUAN PABLO CALERO DELSO
JUAN PABLO CALERO DELSO
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