ABÁNADES LÓPEZ, Claro
[Molina
de Aragón, 12 de agosto de 1879 / Madrid, 16 de diciembre de 1973]
Claro
Abánades López nació en Molina de Aragón el 12 de agosto de 1879 y falleció en
Madrid el 16 de diciembre de 1973, a la avanzada edad de 94 años, siendo
enterrado en el Cementerio de la Almudena de la capital de España. Era su padre
Pedro Abánades Jiménez, un maestro de obras con iniciativa empresarial que
falleció el 1 de enero de 1907 en la localidad turolense de Ojos Negros a los
sesenta años de edad. Su madre era Antonia López, que dio a luz a los cinco
hijos del matrimonio: Miguel, Claro, Cipriana, Petra y Sotero.
Contrajo
matrimonio con Natalia Arpa, originaria de la localidad toledana de Torrijos.
Al casarse, pasaron a residir en una vivienda que ocupaba los números 6 y 8 de
la molinesa Calle del Chorro, hasta que en 1907 se trasladaron a Madrid, fijando
su residencia en el número 23 de la calle Jesús del Valle. Tuvieron tres hijos:
Claro Pedro, nacido en enero de 1907, Mariano y María de los Ángeles.
Realizó
los estudios primarios en su Molina natal, en el colegio de Santa Clara, y allí
cursó también la enseñanza secundaria, en el colegio de los Padres Escolapios,
donde obtuvo el título de Bachiller. Pero como la precaria situación económica
de su familia no permitía costearle los estudios universitarios en Madrid, en
1899 y 1900 se matriculó como alumno libre de Derecho en la Universidad Central
y, ya licenciado en Leyes, entre 1900 y 1906 estuvo inscrito en la Facultad de
Filosofía y Letras de la misma Universidad, alcanzando en el último año su
título de licenciado en la Sección de Historia y obteniendo más adelante el
grado de Doctor en ambas disciplinas.
Al
concluir sus estudios se trasladó a Madrid, donde residió desde entonces,
aunque nunca perdió el contacto con su tierra molinesa. Durante su estancia en
la capital del reino trabajó como profesor, primero en el Colegio de la
Concepción, al que asistían los hijos de las familias más pudientes y
aristocráticas de la ciudad, y en los años previos a la Guerra Civil en el San
Ildefonso, del que fue director, y en el que en su sede del número 38 de la
calle Relatores se ofrecía “enseñanza católica” desde párvulos hasta
estudiantes de Bachillerato.
Claro Abánades periodista
La
tarea a la que con más constancia y más ahínco se dedicó durante toda su vida
fue el periodismo. En junio de 1897, con sólo dieciocho años, comenzó a
publicar en La Crónica de Guadalajara
una serie de artículos sobre “Geografía descriptiva del Señorío de Molina” que
puede ser considerado el primero de sus trabajos dedicados a la comarca más
oriental de la provincia alcarreña.
Desde
ese momento, y durante muchos años, fue colaborador habitual de casi todos los
periódicos de la prensa provincial: el republicano El Molinés, el liberal La
Crónica, el festivo Flores y Abejas
y tantos otros, al margen de cual fuese su ideología o su línea editorial. En
ellos publicaba artículos de la temática más variopinta: histórica, política,
literaria, costumbrista… En estos primeros años merece una mención muy especial
su participación en el equipo de redacción del semanario La Ilustración Diocesana Seguntina, una revista fundada por José
María Pascual, dueño de la imprenta en la que se tiraba la revista.
Esta
labor periodística comportaba sus riesgos. Cuando pasaba unos días en
Maranchón, parece ser que cortejando a una joven de la localidad, sufrió la ira
de los vecinos del pueblo, pues publicó La
Crónica un par de artículos en los que se denunciaba la suciedad de las
calles del pueblo y el alcalde y concejales le interrogaron para averiguar si
había sido el remitente de esas notas, le amenazaron y excitaron a los vecinos
en su contra, por lo que tuvo que huir precipitadamente para salvar su vida.
A
partir de 1906 descuidó sus colaboraciones en las distintas cabeceras de la
prensa provincial y acometió la tarea de impulsar una prensa propia en el
Señorío. El 15 de noviembre de ese mismo año salía de la imprenta el primer
número de La Torre de Aragón, una
revista ilustrada literaria y de información que aparecía en Molina los días 1,
11 y 21 de cada mes. Sus promotores fueron Claro Abánades y Ángel Monterde
Navarro y tenía su redacción en su domicilio particular de la Calle del Chorro.
Aun sin definirse políticamente, propagó activamente el catolicismo social a
través de una sección fija de estudios sociales y a su aliento se debieron algunas
iniciativas de esa orientación, como la campaña para la fundación de Cajas
Rurales en la comarca molinesa.
Pero
las diferencias ideológicas con Ángel Monterde, un militar liberal que residía
en Alcalá de Henares, fueron causa de desavenencias, y el 3 de septiembre de
1908 Claro Abánades sacó a la calle un nuevo periódico con el significativo
nombre de El Vigía de la Torre,
semanario católico autoproclamado independiente pero de línea integrista.
Afirmaba ser el único periódico auténticamente católico de la provincia y
destacaba que se publicaba "con la aprobación y censura
eclesiástica". Su administrador e impresor fue Clodoaldo Mielgo Castel, un
impresor carlista que tenía su establecimiento tipográfico en las Cuatro
Esquinas de la capital del Señorío. Publicación de combate político, mantuvo
una constante y agria polémica con La
Torre de Aragón pues Claro Abánades era un agudo polemista.
A
partir de 1910, establecida definitivamente su residencia en Madrid, perdió el
control sobre El Vigía de la Torre, que
pasó a ser editado en la imprenta de la viuda de Hergueta, Blasa Escolano,
siendo su nuevo administrador José Martínez Játiva, regente del referido
establecimiento tipográfico, que más adelante fue sustituido por motivos de
salud por Victoriano Ramiro. Desde entonces, renunció a sostener un periódico
en el Señorío molinés y orientó sus esfuerzos hacia la prensa de la capital del
reino.
En 1910 fundó Juventud
Tradicionalista y en esas primeras décadas del siglo XX fue redactor de
cabeceras carlistas tan importantes como El
Correo Español, El Pensamiento
Español, del que fue redactor jefe entre 1919 y 1923, La Tribuna, de la que fue redactor, y el seminario Orden, que fundó en 1925; además de
colaborar en otros muchos periódicos y revistas: El Día, La Nación,
La Ilustración Española y Americana, Le Touriste... Ya en tiempos de la
Segunda República publicó sus artículos en otros medios de comunicación afines
a sus ideas como el integrista El Siglo
Futuro o La Correspondencia Militar.
Finalizada la Guerra Civil, dirigió Lúmen y siguió escribiendo numerosos artículos y colaborando en
distintas cabeceras de prensa, sobre todo en el diario El Alcázar y para la agencia Prensa Asociada, de cuyo equipo de redacción había
formado parte antes de la Guerra Civil y al que siguió perteneciendo durante
la dictadura franquista.
Claro Abánades escritor
Fue
Claro Abánades un escritor prolífico, que a lo largo de su dilatada vida
redactó miles de páginas, muchas de las cuales permanecen inéditas, depositadas
por su voluntad en el Archivo municipal de su ciudad natal.
Es
poco conocida su faceta como autor dramático y su actividad como actor
aficionado. Escribió el monólogo La mano
de una madre, que se representó en el Teatro Calderón de Molina de Aragón
el 6 de junio de 1901, una época en la que actuó sobre el escenario en varias
ocasiones. Más adelante, fundó el grupo teatral “Nosotros” en la Casa de
Guadalajara de Madrid, que se mantuvo activo desde 1934 hasta 1938.
Más
conocida es su labor como historiador, sobre todo del Señorío de Molina y de
sus gentes, con obras como El alcázar de
Molina o El Real Señorío
Molinés. Compendio de su historia, o Tierra
molinesa. Breve estudio geográfico de sus pueblos y Avanzada de Castilla, que se publicó en
1936 en Tarazona, entre otras muchas. Aunque el más
conocido fue La Reina del Señorío.
Historia documentada del Santuario de Nuestra Señora de la Hoz, cuya imagen se
venera en tierras del Señorío de Molina, editada en 1929 en la imprenta
seguntina de C. Rodrigo.
Como
escritor político podemos destacar una serie de folletos publicados a partir de
1936 que recogían las biografías de los reyes de la dinastía carlista, Carlos V y Carlos VI, y de otros pensadores tradicionalistas, como Jaime Balmes. Aunque la labor editorial
más importante que desarrolló fue la publicación a partir de 1931 de las obras
completas del político tradicionalista español Juan Vázquez de Mella, con el
que siempre estuvo muy identificado. Esta colección de una treintena de
volúmenes, que recoge libros, artículos y discursos, solo pudo recopilarse y
editarse gracias al esfuerzo de Claro Abánades, que escribió las notas y cuidó
la edición.
Pero
su producción fue tan variada que incluye libros de viajes como Una excursión a Toledo, un folleto editado por él mismo en Molina de Aragón en 1907 y que
mereció ser subvencionado por la Diputación Provincial de Guadalajara, obras
religiosas, como La Madre Mogas. Bosquejo
de una vida santa, o de muy variados asuntos.
Dirigente carlista
Ideológicamente,
Claro Abánades se identificó con el pensamiento tradicionalista español, del
que fue un constante militante y un propagandista entusiasta. En abril de 1896,
cuando sólo contaba con dieciséis años de edad, ya fue elegido presidente de la
Juventud Católica de su Molina de Aragón natal, una asociación confesional
ligada al pensamiento más tradicionalista.
La
muerte en 1897 de José de Sagarmínaga, el más destacado reorganizador del
carlismo en la provincia de Guadalajara durante los primeros años de la
Restauración, llevó al primer plano político a una nueva generación de
militantes, entre los que destacaba Claro Abánades, que dirigió la juventud
carlista desde muy temprana edad; además, residía en el Señorío de Molina, la
comarca con mayor implantación del partido en la provincia. En esos años, a
caballo de los dos siglos, desplegó una notable actividad política, paralela a
la que desarrolló en la prensa y que ya hemos reseñado.
A
partir de 1910 el carlismo sufrió en tierras guadalajareñas una constante
decadencia, que se puso de manifiesto cuando perdió el control del periódico El Vigía de la Torre, que él conducía
con Clodoaldo Mielgo. Para entonces, Claro Abánades ya residía en Madrid y el
representante de Guadalajara en la Junta Central del carlismo era Pablo Marín
Alonso. En Madrid, canalizó su militancia carlista a través de sus
colaboraciones con la prensa del partido.
Durante
la Primera Guerra Mundial, y siguiendo la orientación de Juan Vázquez de Mella,
fue un firme defensor de los Imperios Centrales. Impartió charlas, publicó
artículos y editó algún libro de propaganda bélica, como el que escribió en
colaboración con Manuel Abelló con el título El año germanófilo, que fue calificado por la prensa como el
“manual del perfecto germanófilo”.
La
crisis provocada en el partido al finalizar la Primera Guerra Mundial por las
diferencias entre el pretendiente carlista Jaime III, que había apoyado a los
aliados, y Juan Vázquez de Mella, que se había decantado por los Imperios
Centrales, forzó la dimisión al frente del carlismo del Marqués de Cerralbo,
que tan estrechamente estaba vinculado a la provincia de Guadalajara. Fue
sustituido por Romualdo Cesáreo Sanz Escartín, un personaje sin talla política
ni prestigio personal suficiente para enfrentarse a Vázquez de Mella, que en
1919 rompió con el pretendiente carlista, fracturó al partido, cuya Junta
Directiva tuvo que ser disuelta, y puso en pie el Partido Tradicionalista, en
el que se integró Claro Abánades.
El
Partido Tradicionalista no obtuvo el éxito político perseguido por sus
afiliados ni el que cabía esperar de la potente personalidad de Vázquez de
Mella, pero Claro Abánades mantuvo su fidelidad ideológica al tradicionalismo.
En los años 20, con la llegada del fascismo, mostró públicamente su temprano
apoyo al nuevo régimen italiano, como puso de manifiesto con un artículo
titulado, paradójicamente, “Mussolini no quiere ser un dictador”.
Al
proclamarse la Segunda República, los tradicionalistas volvieron al seno del
partido carlista y Claro Abánades volvió a asumir distintas responsabilidades
en el carlismo madrileño: tan pronto formaba parte de la Junta del Círculo
Tradicionalista de Madrid, como estaba en la mesa presidencial del homenaje a
Vázquez de Mella junto al conde de Rodezno. Este giro ideológico se tradujo en
su apoyo explícito a la dinastía carlista, escribiendo en esos años distintos
folletos y artículos laudatorios sobre la dinastía proscrita.
Acabada
la Guerra Civil, rompió de nuevo con el carlismo, alineándose con la corriente
tradicionalista que era partidaria de la colaboración con el régimen
dictatorial del general Francisco Franco, ruptura que se materializó definitivamente
hacia 1960. Así si bien en 1959 aún fue elegido Presidente Nacional de los
Círculos Vázquez de Mella, que eran la estructura legal del partido carlista
consentida por el dictador, en octubre de 1961 presidió un homenaje a Vázquez
de Mella en Cangas de Onís junto con Esteban Bilbao, presidente de las Cortes
españolas y máximo dirigente del tradicionalismo colaboracionista. Y pocos años más
tarde fue uno de los conferenciantes en un ciclo celebrado con motivo del
centenario del nacimiento de Vázquez de Mella en compañía de destacados
representantes del tradicionalismo colaboracionista, como Esteban Bilbao o
Miguel Fagoaga.
Otras actividades
Claro
Abánades participó en numerosas y muy diversas actividades a lo largo de su
vida. En 1899 formó parte, con Manuel Gómez de Llerena, Francisco Iturbe,
Claudio Josa, Celestino Marco y Pedro Granje, del núcleo promotor de La
Benéfica Molinesa, una Sociedad de Socorros Mutuos confesional que agrupaba a
trabajadores molineses aunque admitía en su seno a socios protectores, que no
disfrutaban de los beneficios de la entidad pero que podían influir en su
marcha, pues contaban con plenos derechos como electores y como elegibles.
Fue
su tesorero hasta
que, en septiembre de 1908, dimitió por haberse ausentado de la capital del
Señorío y no poder atender sus obligaciones.
En esos momentos, la sociedad tenía una economía tan saneada que decidió
abrir una Escuela Superior Nocturna para hijos de los socios,
aunque el proyecto nunca llegó a buen término y La Benéfica Molinesa entró en
una crisis tan profunda que ni siquiera pudo celebrar su asamblea ordinaria
correspondiente al año 1909 por la ausencia de un número significativo de
socios que respondiesen a la convocatoria.
A
pesar de este fracaso, nunca se desentendió de su patria chica, a la que seguía
visitando con asiduidad. En 1953 fue el principal impulsor de la coronación de
la Virgen de la Hoz como Reina de Molina de Aragón y de su Señorío, advocación
mariana a la que tenía gran devoción, hasta el punto de pasar parte de sus
vacaciones en una casa en el propio Barranco de la Hoz junto al santuario
mariano.
Pero,
del mismo modo, se incorporó a la vida cultural madrileña y fue un activo
colaborador de la Casa de Guadalajara en Madrid en sus distintas etapas, impartiendo
varias conferencias y, como ya hemos indicado, dirigiendo en los años de la
Segunda República su grupo de teatro. Fue también socio, y muy activo, del
Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias y en Letras de Madrid, siendo
elegido como contador en su Junta Directiva en 1927, cargo para el que fue
reelegido en años posteriores. Con motivo de celebrarse el cincuentenario de la
fundación del Colegio, fue el encargado de la publicación de un libro
conmemorativo que vio la luz en 1949 con el título de Apuntes para una historia del Colegio de Doctores
y Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias de Madrid con motivo del
cincuentenario de su fundación y que llevaba un prólogo de
Ángel González Palencia.
Se
le concedieron diversas condecoraciones nacionales, como la Encomienda de
Alfonso X el Sabio, precisamente a petición del Colegio de Doctores y
Licenciados en Ciencias y Letras de Madrid, y la Orden de la Legitimidad
Proscrita, que concedían los reyes de la dinastía carlista. También mereció la
Orden de San Carlos Borromeo de Italia, la Orden Imperial de Constantino el
Grande, de Rusia, y la Cruz del Águila Imperial alemana. También fue miembro de
la Pontificia y Real Academia
Bibliográfica Mariana de Lérida.
En su ciudad natal tampoco se le escatimaron los
reconocimientos. Fue nombrado Cronista Oficial e Hijo Predilecto de Molina de
Aragón, y después de su muerte se le tributó un cariñoso homenaje.
JUAN PABLO CALERO DELSO