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sábado, 4 de noviembre de 2017

BALTASAR CARRILLO MANRIQUE

CARRILLO Y MANRIQUE, Baltasar
[Arbeteta, 28 de noviembre de 1770 / 1843]

Baltasar Carrillo Manrique, o más apropiadamente Baltasar Joaquín Mariano Carrillo Lozano Sicilia y Manrique, nació el 28 de noviembre de 1770 en el pueblo de Arbeteta, en la Baja Alcarria, en el que sus padres ocupaban una posición tan preeminente que están enterrados en el crucero de su iglesia parroquial de San Nicolás de Bari. Era hijo de Baltasar Antonio Carrillo Sicilia (1732-1805), familiar del Santo Oficio de Cuenca pero nacido en Arbeteta, y de Brígida Lozano Manrique, natural de Campisábalos. Fueron sus abuelos paternos Gaspar Carrillo de Toro, oriundo de Arbeteta, y Magdalena Sicilia, nacida en Zaorejas, y los maternos Miguel Lozano Alcolea y Mariana Manrique, vecinos de Campisábalos.
Pertenecía a un antiguo linaje de familias hidalgas, como certificaron en 1783 los alcaldes y los síndicos General y Personero de Arbeteta, con objeto de que fuese admitido en el Seminario de Nobles de Madrid, sucesor del Colegio Imperial que regentaban los jesuitas hasta que en 1767 fueron expulsados de España por el rey Carlos III, Completó allí sus estudios y en julio de 1785 fue uno de los alumnos examinados públicamente ante Carlos IV para mostrar el alto nivel de instrucción de los estudiantes.

Su actividad profesional
Pero all terminar sus estudios no quedó al frente de la fábrica de vidrio y cristal que su padre había abierto en Arbeteta, y de la que nos habla Francisco Larruga, y optó por dedicarse a la ganadería lanar trashumante en las comarcas serranas de la provincia de Guadalajara, ocupación que tradicionalmente ejercía su familia materna y a la que se dedicó preferentemente durante toda su vida.
Desde que en julio de 1796 falleciese su tío, Juan Antonio Lozano Manrique, se trasladó a Atienza, para ocupar el puesto de regidor perpetuo de esta villa que había heredado de su tío. En vísperas de la Guerra de la Independencia le encontramos plenamente instalado en Atienza, pues en 1804 Francisco Chicharro, alcalde de la cuadrilla de Atienza del Honrado Concejo de la Mesta, pleiteó contra él por negarse a sufragar allí los derechos de ganadero alegando haberlos satisfecho en la cuadrilla del Ocino; perdió el pleito y en abril de ese año se le obligó a pagar en la cuadrilla de Atienza por tener allí su domicilio.
Su vasto patrimonio familiar se vio sustanciosamente incrementado con la Desamortización eclesiástica decretada por Juan Álvarez Mendizábal en 1836. Baltasar Carrillo pujó por 1.169 fincas que ocupaban 837 hectáreas, por las que pagó al Estado un monto total de 483.476 reales. Sólo en 1840 se hizo en Romanillos de Atienza con la propiedad, que antes había sido del convento de Franciscos observantes de Atienza, de 123 fincas rústicas, que sumaban 155 fanegas y 10 celemines, un lote que fue tasado en 27.167 reales y que él se adjudicó como mejor postor por 38.000 reales.
Como la mayoría de los ricos propietarios de las comarcas más septentrionales de la provincia de Guadalajara, su riqueza estaba asentada en la ganadería lanar trashumante, por lo que entre 1839 y 1843 figuró en la Comisión Permanente de la Asociación General de Ganaderos del reino, entidad de derecho privado que representaba los mismos intereses que la antigua Mesta, disuelta por exigencias del liberalismo doctrinario.
Pero la aparición de un rico yacimiento de plata en la vecina localidad de Hiendelaencina, hecho público en 1844, modificó la vida económica y social de toda la provincia y, sobre todo, de sus comarcas más septentrionales. Aquellos ricos propietarios de tierras con fincas en ese pueblo, o en los más próximos, comenzaron una apresurada excavación en sus tierras con la esperanza de verse también favorecidos por la fortuna. Pero si la explotación del filón principal se hizo, prácticamente, sin recursos ni conocimientos, las demás sufrieron aún más penurias.
Baltasar Carrillo Manrique fue uno de los hacendados comarcanos que, con más avaricia que pericia, se lanzó a registrar distintos cotos mineros, en su caso en Hiendelaencina y en Robledo de Corpes. Sin embargo, ese mismo año, él y Manuel Morato, “en representación de las compañías mineras a que pertenecen en la provincia de Guadalajara [pidieron] que se les prorrogue el plazo de noventa días prefijados por el artículo 7 del Real decreto de 4 de Julio de 1825 para la habilitación de la labor de diez varas que debe ejecutarse á fin de obtener la demarcación y posesión de las minas que tienen registradas, fundándose para solicitar esta prórroga en que la calidad de las rocas en que se ejecutan los trabajos, el agua que inunda los pozos y la escasez de los operarios y su poca práctica en las operaciones hace materialmente imposible la conclusión de dicha labor, no obstante los decididos esfuerzos de las compañías”. Naturalmente, se les concedió el aplazamiento solicitado mediante una Real Orden del 21 de diciembre de 1844, que hacía extensiva esta prórroga “a cualquier otra empresa que se halle en el caso de aquellas”.
También debió de actuar ocasionalmente como inversor y prestamista, pues en la Gaceta de Madrid del 30 de abril de 1842 se inserta un anuncio del juez de primera instancia de Madrid, José Serrano León, para que “pasen a cobrar el octavo dividendo a razón de un 1 por 100 de sus respectivos créditos” los acreedores de Luis Fernando Gonzalo del Río, y entre ellos figuraba Baltasar Carrillo Manrique y Manuel Fernández Manrique de Atienza.

En la Guerra de la Independencia
La Guerra de la Independencia, que conmovió profundamente los cimientos del Imperio español, también perturbó la vida de muchos españoles. Baltasar Carrillo Manrique se unió a la resistencia contra el rey José I Bonaparte y su régimen títere y fue miembro de la Junta de Armamento y Defensa de Guadalajara. El 25 de abril de 1813 asistió en la localidad de Anguita, por no estar aún liberada la capital, a la constitución de la primera Diputación Provincial de Guadalajara para la que fueron elegidos Joaquín Montesoro Moreno, Francisco Hernanz de Vargas, Baltasar Carrillo Manrique, Ventura Zubiaur, Fernando García del Olmo, Félix Herrero Valverde, párroco de Iriepal, y José López Santa María, canónigo de Sigüenza. En recompensa a su patriótica conducta durante el conflicto, el 28 de octubre de 1815 se le concedió la distinción de caballero de la Real Orden de Carlos III.
Vuelto Fernando VII al trono español, también continuó él como regidor perpetuo de la villa de Atienza, y en representación de sus vecinos fue recibido por Fernando VII, a quien dirigió estas palabras: "Señor: la villa de Atienza, animada de los más justos sentimientos, me comisiona para felicitar a V. M. por el deseado restablecimiento al trono de sus mayores. Señor: esta villa, a quien sus servicios y la munificencia de los gloriosos progenitores de V. M. condecoraron con los honrosos títulos de muy noble y muy leal, no ha desmentido estos timbres en la empeñada lucha contra el tirano. Circundada de las bayonetas francesas proclamó a V. M. por Rey de las Españas, teniendo el honor de haber levantado el estandarte el que ahora la representa: las ordenes que se la comunicaron del tirano fueron púbicamente abrasadas; las contribuciones negadas, y no podrá gloriarse que por ningún acto pub1ico ni privado haya tenido la debilidad de reconocerle por su Rey”. Una declaración de amor a la monarquía que, seguramente no por casualidad, obviaba la Constitución de 1812.
Pero cuando en el año 1820, tras un pronunciamiento militar, volvió el régimen liberal, Baltasar Carrillo dejó de ser regidor perpetuo paea convertirse en alcalde constitucional de Atienza, apresurándose ese mismo año a enviar una Exposición, que se debatió por las Cortes en su sesión del 2 de agosto, en la que sostenía que el estado ruinoso de la población rural se debía “a la injusta y desproporcionada contribución de los diezmos y primicias”. Ponía como ejemplo a un labrador y yuntero de su comarca que sembrase en renta 20 fanegas de tierra y cosechase 90 fanegas de grano, y al que sólo le restaban, después de pagar todas sus obligaciones, unas 33 fanegas para pagar a los segadores y asegurar el sustento familiar hasta la próxima cosecha.
En el reinado de Isabel II
La muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, y el estallido de la Primera Guerra Carlista, al mes siguiente, forzaron a la viuda e hija del monarca a echase en manos de los liberales para salvar la corona. El 10 de abril de 1834 la regente, María Cristina de Borbón, firmó un nuevo marco legal que conocemos como Estatuto Real, y que, como su propio nombre indicaba, ni era una Constitución ni reconocía la soberanía nacional, pero establecía un sistema parlamentario bicameral. El 10 de junio se celebraron las elecciones para el Estamento de Procuradores, de las que salieron como representantes de la recién estrenada provincia de Guadalajara el moderado Baltasar Carrillo Manrique, que obtuvo el aval de los 18 electores que acudieron a la votación, y el progresista Gregorio García Tabernero, que posteriormente fue excluido por carecer de las rentas necesarias para ejercer el sufragio pasivo.
Baltasar Carrillo presentó la documentación pertinente, avalada por Gregorio García Tabernero, el día 20 de agosto de 1834, siendo aprobada el acta en el pleno celebrado por las Cortes dos días después. Sin embargo, no juró su cargo, y por lo tanto no tomó posesión de su escaño, hasta el 30 de octubre de 1834 a causa de su mala salud, que ya se había puesto de manifiesto en el pleno de la Cámara celebrado el 6 de septiembre de 1834. Aún obtuvo dos licencias más por enfermedad en el año 1835, concedidas por un mes el 12 de febrero y por dos meses el 24 de abril, por lo que su actividad parlamentaria fue muy escueta.
Durante su paso intermitente por la Cámara Baja, en todo momento se alineó con el gobierno de Francisco Martínez de la Rosa, que estaba sustentado por 111 de los 188 procuradores que formaban la Cámara. Entonces, como siempre en su biografía, estuvo presente la confusión entre ideología política e intereses económicos, y el día 6 de diciembre de 1834 firmó una petición para que no se permitiese la importación de granos del extranjero, junto con otros procuradores.
Disueltas las cámaras, volvió a sus ocupaciones en Atienza, donde el día 15 de febrero le sorprendió la ocupación de esa villa por la partida carlista que comandaba el canónigo de Sigüenza Vicente Batanero, que sumaba por entonces 240 hombres de a pie y 60 a caballo. Baltasar Carrillo, se escondió en el pajar de su casa pero una sirvienta, ante el temor de que los guerrilleros le matasen sin advertirlo por la ferocidad con la que le buscaban, delató su escondite y fue apresado. Ni su avanzada edad, sesenta y cinco años, ni su delicado estado de salud, ni las peticiones del alcalde, sacerdotes y vecinos de Atienza convencieron a los carlistas para que le dejasen con su familia, y el canónigo Batanero se lo llevó consigo con la idea, según dijo, de llevárselo como rehén a Don Carlos de Borbón y canjearlo por algún destacado prisionero carlista. No era un rehén cualquiera, pues como procurador había sido uno de los que cuatro meses antes había votado a favor de la exclusión de Carlos María Isidro de Borbón y toda su línea de cualquier derecho a la sucesión al trono español.
El día 20 la partida se encontraba a la vista de Beleña cuando fue atacada por una columna del ejército liberal. Cuando sonaron los primeros disparos, la caballería que montaba Baltasar Carrillo se asustó, los carlistas le dispararon para impedir su huída, pero en su precipitación no le acertaron y, en medio de la confusión, pudo el rehén abandonar el escenario de la batalla, ocultarse y, en la mañana del día 21, llegar hasta Muriel y solicitar una cabalgadura en la que marchó hasta su casa en Atienza.
En los comicios legislativos celebrados el 26 de febrero de 1836 fue elegido Miguel Calderón de la Barca fue elegido representante de la provincia de Guadalajara, pero no ocupó el escaño porque optó por el acta que había ganado en Madrid. Fue necesaria una segunda convocatoria el día 10 de marzo para elegir a un nuevo parlamentario y Baltasar Carrillo Manrique resultó reelegido por una amplia mayoría, con el respaldo de 15 de los 18 electores, en parte como desagravio por las penurias sufridas a manos de los carlistas. Juró y tomó posesión de su escaño el 22 de marzo de 1836, siendo admitidos definitivamente sus poderes el día 5 de abril, permaneciendo hasta la disolución de las Cortes el 23 de mayo de 1836.
En esta breve primera legislatura de 1836 se mantuvo coherentemente en las filas del liberalismo más conservador, aunque en esta ocasión estuviese en franca minoría, pues de los 149 procuradores que pertenecían al Estamento de Procuradores, 119 pertenecían a la mayoría progresista, como Joaquín Verdugo y Lizaur que también representaba a Guadalajara, y sólo treinta a la oposición.  Sus contadas intervenciones en las Cortes estuvieron, como ya hemos señalado, encaminadas a defender sus intereses particulares y los de los demás ganaderos castellanos. En una ocasión defendió que el gobierno concediese 179.000 reales al Honrado Concejo de la Mesta y en una segunda oportunidad solicitó que se autorizase a los ganaderos que precisasen grandes contingentes de sal para que pudiesen abastecerse directamente en las salinas, sin tener que hacerlo en los alfolíes costeando su transporte.
Durante estos meses sus problemas de salud, lejos de haberse resuelto, habían empeorado a causa de su captura por los carlistas; así pues, no es de extrañar que en mayo de 1836 recibiese un nuevo permiso por enfermedad para que fuese a tomar los baños durante los dos meses siguientes, aunque en su caso la ausencia fue definitiva pues las Cortes se disolvieron el día 23 de mayo.
La agitación política que sacudía al país, con el trono de Isabel II acosado por los carlistas y defendido por los liberales que se desgarraban en luchas intestinas, forzó a la Regente a disolver las Cámaras cuando sólo hacía pocos meses que se habían constituido y convocar un nuevo proceso electoral para julio de 1836. En estos comicios sólo salió elegido por mayoría absoluta en la primera vuelta el moderado Ambrosio Tomás Lillo. Para las ternas de los otros dos diputados fueron elegidos: Francisco Romo y Gamboa, Baltasar Carrillo Manrique y Joaquín Berdugo, para la primera, y Alfonso Peralta, Jacinto Garrido y Joaquín Montesoro, para la segunda.
Aunque volvió a ser elegido una vez más, y el 20 de agosto se recibieron tanto los documentos que acreditaban su aptitud legal para ocupar el escaño como los justificantes médicos que avalaban que no hubiese acudido hasta entonces por encontrarse enfermo, Baltasar Carrillo Manrique no pudo tomar posesión de su escaño pues una revolución progresista, la de los sargentos en el Real Sitio de La Granja el 12 de agosto, hizo que se convocasen nuevas Cortes para ese otoño sin que nunca se hubiesen reunido las elegidas en ese mes de julio.
Ante la convocatoria inminente de nuevas elecciones, en el mes de enero de 1840 fue uno de los firmantes de una exposición dirigida a la regente María Cristina de Borbón para garantizar la limpieza del proceso electoral en curso; fue un texto elaborado por los moderados que, aun reconociendo la prerrogativa del gobierno en la aplicación de la ley electoral vigente, se dirigían directamente a la reina María Cristina en un claro signo de complicidad entre el partido moderado y la corona.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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