GARCÍA TABERNERO, Gregorio
[Guadalajara,
4 de septiembre de 1780 / 3 de noviembre de 1865]
Gregorio
García Tabernero nació en Guadalajara el 4 de septiembre de 1780 y falleció en
la misma ciudad el día 3 de noviembre de 1865. A los cuatro días de nacer, fue
bautizado en la Iglesia Parroquial de San Nicolás, siendo apadrinado por su tío
Gregorio García, veedor de la Real Fábrica de Paños de Guadalajara.
Su entorno familiar
Era
hijo de Diego García y de María Tabernero. Tuvo dos hermanos: María, que murió
en 1838, y Tomás, fallecido en 1848, que contrajo matrimonio con Eugenia
Estúñiga. Su padre se había casado en primeras nupcias con Teresa Benito, con
la que tuvo otros dos hijos: Diego e Ignacia García Benito.
Su
padre, Diego García, era el alarife de la ciudad de Guadalajara y Maestro Mayor
de obras de su Real Fábrica de Paños. Las manufacturas reales habían salvado a
la capital alcarreña de la decadencia desde que abrieron sus puertas en 1719;
en las últimas décadas del siglo XVIII aún daban empleo a miles de trabajadores
y a muchas más hilanderas de Guadalajara y de las comarcas vecinas que
abastecían sus telares. El alza de precios de los productos de primera
necesidad, lo escaso de los salarios y las dificultades para que la fábrica
diese beneficios provocaron constantes conflictos entre las autoridades y los
trabajadores, que fueron especialmente graves en 1785, 1789, 1794 y 1797; la
Real Fábrica de Paños de Guadalajara se convirtió así en un foco de inquietud
social y en un crisol de las nuevas ideas políticas que estaban en la base del
liberalismo decimonónico.
Los
principales empleados de la Fábrica, como los hermanos Gregorio y Diego García
que eran, respectivamente, veedor y maestro de obras, se convirtieron en
líderes naturales de muchos vecinos de Guadalajara, desplazando al antiguo
patriciado urbano o compartiendo el poder con él. Así Diego García fue Síndico
Personero en 1773 y Diputado del Común en 1769, 1770, 1775 y 1776 y durante la
Guerra de la Independencia fue el primer corregidor cuando Guadalajara estuvo
bajo el control de José I Bonaparte, entre 1809 y 1813, cediendo el puesto a su
consuegro, Mateo Tabernero, cuando la ciudad pasaba a estar ocupada por las
tropas españolas.
Su
madre, María Tabernero, era hija de Mateo Tabernero, que era el alarife de la
Casa Ducal del Infantado en Guadalajara y representante, en alguna medida, de
la familia Mendoza que tradicionalmente había dominado una ciudad que era de realengo, pero que ya
no ejercía directamente el poder político municipal porque residía
permanentemente en la Corte. En 1812 Mateo Tabernero fue el primer alcalde constitucional
de Guadalajara y su sobrino Eulogio Tabernero fue propuesto por Diego García
para regidor en ese consistorio, pero éste quedó en minoría y aquél no resultó
finalmente elegido. No
cabe duda de que Mateo Tabernero ocupó los primeros cargos concejiles por su
relación con el Duque del Infantado, que en el primer tercio del siglo XIX aún
ejercía una influencia notable sobre la ciudad, del mismo modo que Diego García
se valía de su empleo en la Real Fábrica, pero no puede negarse la habilidad de
ambos para ir ganándose un espacio político propio en medio de las turbulencias
de aquellos años.
Así
pues, Gregorio García Tabernero era el heredero natural de dos familias que
habían sabido convertir una influencia social basada en las realidades del
Antiguo Régimen, la Casa Ducal del Infantado y las manufacturas de iniciativa
real, en un poder político autónomo, nacido del vacío de poder y de las
perturbaciones institucionales provocadas por la Guerra de la Independencia. Un
poder que tenía una indudable base económica y que se identificaba
necesariamente con el liberalismo más avanzado.
Gregorio
García Tabernero se casó con Andrea Martínez Gutiérrez, nacida en la localidad
de Alija de los Melones, hoy denominada Alija del Infantado, en la provincia de
León, y que falleció en Guadalajara en el mes de mayo de 1850; era hija de
Antonio Martínez y Antonia Gutiérrez. La estrecha vinculación de Mateo
Tabernero con la Casa Ducal del Infantado se puso claramente de manifiesto con
el matrimonio de su yerno con una mujer nacida en otro de los dominios de los
Duques del Infantado. Es necesario reseñar que el Castillo-Palacio que la Casa
del Infantado tenía en Alija fue incendiado el 29 de diciembre de 1808 por las
tropas inglesas del general Sir John Moore en su retirada hasta La Coruña
perseguidas por las columnas que encabezaba Napoleón Bonaparte. Al terminar la
Guerra de la Independencia, se reconstruyó la fortaleza y, muy probablemente,
el Duque del Infantado contó con la colaboración del alcarreño Mateo Tabernero
para esa labor de restauración.
Gregorio
García Tabernero y Andrea Martínez Gutiérrez tuvieron siete hijos: Joaquina
(1810-1891), Manuel (1811-1844) Diego (1813-1898), Gregorio (1824-1894),
Soledad, Clementina (1828-1891) y Micaela. Si el matrimonio de sus padres había
permitido la unión de dos de las familias que habían dominado la política
municipal alcarreña a partir de la Guerra de la Independencia, mientras su
hermano Tomás García se casaba con una Estúñiga, los enlaces de sus hijos
permitieron a Gregorio García Tabernero extender su influencia política, que se
cimentó en una red de relaciones personales reforzada por enlaces matrimoniales
que no podemos saber si fueron interesados pero que fueron, sin duda, tan
convenientes como interesantes.
Joaquina
García Martínez se casó con Félix de Hita Guzmán (1794-1885), vástago de dos
familias del patriciado urbano que habían ocupado cargos concejiles en
Guadalajara durante todo el siglo XVIII, y Diego García Martínez tomó por
esposa a Casilda Gamboa González (1818-1888), que pertenecía a un linaje, los
Gamboa, que contaban con su propia capilla funeraria en la catedral de
Sigüenza, localidad donde residían habitualmente.
Se
forjó así una élite endogámica formada por un puñado de familias que
pertenecían al patriciado urbano o a la burguesía profesional o mercantil de la
nueva provincia de Guadalajara, que habían disfrutado de cargos concejiles en
el Antiguo Régimen o, en el caso de los que no eran nobles, desde las reformas
municipales de Carlos III, y que habían irrumpido con fuerza en la nomenclatura
política desde el arranque del conflicto en 1808, por lo que estaban
identificadas con el liberalismo más progresista; los García, los Tabernero,
los Estúñiga, los Hita y los Guzmán, los Gamboa de Sigüenza o los Montesoro del
Señorío de Molina de Aragón habían emparentado con los hermanos, los hijos o
los nietos de Gregorio García Tabernero. Y con lazos familiares más lejanos,
también estaban unidos a los Romo o los Udaeta.
Gracias
a la laboriosa formación de esta élite, su primogénito, Diego García Martínez,
que heredó la influencia social y el liderazgo político de su padre, ocupó un
escaño en el Congreso en 1854, 1863 y 1869 y fue senador en 1871, 1872 y 1881 y
senador vitalicio desde 1886. Su otro hijo, Gregorio García Martínez, fue
elegido alcalde de Guadalajara en 1861, 1868 y 1882 y presidente de la
Diputación Provincial en 1854 y 1886
Su actividad profesional
Su actividad profesional
Profesionalmente,
Gregorio García Tabernero era abogado y procurador de los Tribunales
Nacionales, con un prestigioso bufete abierto en Guadalajara desde 1805. Ingresó en la Academia de Santa María de Jesús de la Universidad de Alcalá de Henares, y en 1799 ganó el grado de Bachiller de Cánones a pleno, en 1801 se certificó el asiento de su grado de Bachiller en Leyes y fue elegido fiscal, y en el año 1804 obtuvo el grado de doctor en Cánones en el centro educativo complutense.
Pero, sobre todo era un rico propietario agrícola con viñedos y bodega en Guadalajara y dueño de varios inmuebles en la misma ciudad. Fue un excelente hombre de negocios, que supo aprovechar las oportunidades que se le ofrecían. Si en el año 1798 se le estimaban a su padre unas rentas anuales de sólo 2.684 reales, en 1834 disponía de rentas anuales que en poco superaban los 11.000 reales, habiendo conseguido multiplicar el patrimonio familiar a pesar de la crisis económica que la ciudad de Guadalajara había sufrido con la Guerra de la Independencia y el consiguiente cierre de su Real Fábrica de Paños.
Pero, sobre todo era un rico propietario agrícola con viñedos y bodega en Guadalajara y dueño de varios inmuebles en la misma ciudad. Fue un excelente hombre de negocios, que supo aprovechar las oportunidades que se le ofrecían. Si en el año 1798 se le estimaban a su padre unas rentas anuales de sólo 2.684 reales, en 1834 disponía de rentas anuales que en poco superaban los 11.000 reales, habiendo conseguido multiplicar el patrimonio familiar a pesar de la crisis económica que la ciudad de Guadalajara había sufrido con la Guerra de la Independencia y el consiguiente cierre de su Real Fábrica de Paños.
Pero
diez años más tarde, en 1844, Gregorio García Tabernero era el segundo
contribuyente de la capital alcarreña por la cuota de bienes inmuebles y
subsidio industrial y de comercio, sólo superado por el Conde de Osuna y Duque
del Infantado, lo que demuestra que la Desamortización puesta en marcha a
partir de 1835 le permitió enriquecerse extraordinariamente. Sabemos por su
testamento que durante esos primeros años no dudó en endeudarse y pedir
préstamos para pujar por los mejores lotes desamortizados, con la seguridad de que
obtendría grandes beneficios con la adquisición de esos bienes de manos muertas puestos a la venta por el
nuevo Estado liberal. También por
su testamento, sabemos que hacia 1850 sus bienes sumaban más de 1.300.000
reales y que sus fincas rústicas y urbanas se extendían por buena parte de la
provincia, muy especialmente en la ciudad de Guadalajara y en los pueblo
limítrofes (Horche, Cabanillas del Campo, Alovera, Ajalvir, etc.).
La
carrera política de Gregorio García Tabernero dio comienzo durante el Trienio
Liberal. Fue alcalde constitucional de Guadalajara en dos períodos cruciales:
entre el 16 de marzo de 1820, cuando con el triunfo del pronunciamiento de
Rafael del Riego se restituyó la Constitución de 1812, y el 1 de enero de 1821,
y desde el 1 de enero de 1823 hasta el 18 de mayo de 1823, cuando llegó a
Guadalajara el general Bessieres y los ejércitos absolutistas. Entre ambos
períodos, fueron alcaldes de la capital alcarreña Juan Antonio de Estúñiga, que
ocho años antes ya había alternado el puesto con su padre, Diego García, y Antonio
Pablo de Udaeta.
No
fue menor su presencia en la vida social guadalajareña; en esos años fue subteniente de
Caballería de la Milicia Nacional y también le encontramos como socio activo
del Ateneo, la primera sociedad cultural de la Guadalajara decimonónica, una
institución animada por la burguesía y basada en los principios de la
Ilustración, que nació para animar el conocimiento científico y su aplicación
práctica para la mejora de la sociedad provincial. La
restauración absolutista de 1823 frustró esta iniciativa y, como consecuencia, anuló
toda la labor legislativa del Trienio. Gregorio García Tabernero pudo salvar su
vida, a pesar de la represión desencadenada por la reacción absolutista, pero
sufrió persecuciones y molestias durante toda la Década Ominosa (1823-1833),
unos años que él mismo no dudo en calificar de aciagos.
Muerto
Fernando VII, en septiembre de 1833, el regreso de los liberales a la escena política española
devolvió a Gregorio García Tabernero un protagonismo desde entonces
incontestado. En 1833 ya ocupaba un puesto en el ayuntamiento de la ciudad, en
octubre de ese mismo año pertenecía a la Junta Local de Sanidad de Guadalajara
y en el año 1835 era Secretario de la Comisión de Instrucción Primaria de la
Provincia. Firmemente identificado con el liberalismo, formó parte de la
comisión ciudadana designada con el objetivo de recaudar donativos para proveer
de fondos a la lucha contra los carlistas.
También
fue el promotor y primer presidente de la Sociedad Económica de Amigos del
País, creada en Guadalajara el 27 de abril de 1834 por iniciativa del nuevo
gobierno liberal, una institución que hasta entonces sólo existía en Sigüenza.
Nacía para contribuir con sus conocimientos y experiencias al desarrollo de la
agricultura, la industria y el comercio de Guadalajara, según declaraban sus
promotores. Esta Sociedad celebró su primera sesión el 3 de mayo de ese mismo
año bajo la dirección de Gregorio García Tabernero, que pronunció un discurso
que resumía el ideario liberal e ilustrado que sostenía la élite progresista
que se estaba conformando en la provincia. En dicha sesión se decidió que la
Sociedad de Guadalajara se regiría por los Estatutos de la establecida en la
capital del reino y se eligió una Junta Directiva formada por Gregorio García
Tabernero, Ambrosio Lillo, Manuel José de Aguilera, José Noreña y Casimiro
Chávarri. En la prensa oficial de la provincia se publicaron algunos de sus
informes para la Sociedad.
En
diciembre de 1839 fue elegido alcalde primero para el año 1840, pero no pudo
cumplir su mandato pues la Diputación Provincial, presidida por el moderado Patricio de la
Escosura, declaró nula su elección y la de José Domingo de Udaeta Ferro, siendo
nombrados en su lugar Gabino García Plaza y Pedro Villapecellín; tampoco ellos
pudieron completar su mandato ya que, antes de que acabase ese año, una
revolución progresista puso brusco final a los gobiernos moderados y a la
regencia de María Cristina de Borbón. En Guadalajara, Gregorio García Tabernero
estaba a la cabeza de la Junta Revolucionaria que devolvió el poder a los progresistas.
Durante toda esta etapa fue diputado provincial por el partido judicial de la
capital, asistiendo el día 3 de julio de 1841 a la primera sesión de la nueva
corporación, pero dio paso a su hijo mayor, Diego García Martínez, que empezó entonces su
carrera política haciéndose cargo en 1841 de la alcaldía de la capital
alcarreña.
En
1843 Gregorio García Tabernero ya se había convertido en el principal líder del
liberalismo progresista alcarreño como demostró formando parte de la Junta
Provisional de Gobierno que precipitó la caída de Baldomero Espartero. En 1844
le encontramos formando parte de la Comisión Provincial de Monumentos
históricos y artísticos, que era la encargada de inventariar el patrimonio
eclesiástico desamortizado que, por su importancia, debía de ser preservado. No
deja de ser significativo que uno de los mayores compradores de bienes
desamortizados fuese, al mismo tiempo, uno de los responsables de dictaminar su
valor artístico; un ejemplo más de la mezcla de intereses públicos y privados
que caracterizó a la Década Moderada.
Cuando
los progresistas volvieron al poder, tras la Revolución de 1854, Gregorio
García Tabernero había abandonado la primera fila de la política provincial;
importunado por su lealtad al liberalismo progresista y marginado de las
instituciones por los gabinetes moderados, se refugió en sus intereses
particulares. Fueron sus hijos quienes, desde entonces y hasta su muerte,
tomaron el relevo de la larga trayectoria política de su padre.
Elección y actividad parlamentaria
Fue
elegido Diputado a Cortes por Guadalajara en tres ocasiones, aunque casi
siempre vio frustrado su interés por sentarse en la cámara legislativa. El 3 de
diciembre de 1821 se celebró en la Sala Capitular de la Casa Consistorial de
Guadalajara una reunión de electores, presidida por el Jefe Político Joaquín
Montesoro Moreno, para la designación de los dos diputados que enviaría al
Congreso la circunscripción de Guadalajara y en la que fue elegido Diputado
Suplente; sin embargo nunca fue requerido su concurso para sustituir a ninguno
de los dos Diputados de la provincia, por lo que no tomó posesión de su escaño.
Muerto
Fernando VII, volvió a ser designado Diputado a Cortes por el distrito de
Guadalajara. El 30 de junio de 1834 se reunieron en la Casa Consistorial de
Guadalajara los electores de la provincia, votando a Gregorio García Tabernero
y a Baltasar Carrillo Manrique, marqués de Espinardo, como sus representantes
en el Estamento de Procuradores; sin embargo lo escaso de las rentas de
Gregorio García Tabernero, casi mil reales menos de los 12.000 que por aquel
entonces eran preceptivos, impidió de nuevo su toma de posesión. Aunque
escribió una carta al Estamento de Procuradores poniendo de manifiesto sus
cuantiosos recursos económicos, que sólo temporal y circunstancialmente eran
inferiores a los requeridos, y su constante fidelidad al liberalismo a pesar de
los perjuicios que le había ocasionado, la Cámara no aceptó sus alegaciones y,
finalmente, fue sustituido por Lorenzo Romo y Gamboa.
Después
de las elecciones a Cortes Constituyentes celebradas el 2 de octubre de 1836,
fue nombrado una vez más representante de la provincia, pudiendo finalmente
tomar posesión de su escaño en unos comicios que dieron el triunfo a los
progresistas. Además
de firmar como diputado la Constitución progresista de 1837, desarrolló una
actividad parlamentaria muy notable, que también nos permite descubrir sus
intereses y preocupaciones. Formó parte de la Comisión para el restablecimiento
de los decretos y leyes derogados por la reacción absolutista y por el Estatuto
Real, clave del arco de la interpretación progresista de la Constitución de
1812, y de la Comisión de Libertad de Imprenta.
Sus
intervenciones en el Congreso de los Diputados fueron en el mismo sentido:
sobre el proyecto de Constitución que finalmente se aprobó en 1837, sobre las
infracciones a la Constitución antes vigente de 1812, sobre la libertad de
imprenta, donde defendió la libertad de expresión más absoluta, y sobre las diputaciones provinciales. Pero también se mostró muy
activo en los asuntos económicos, y habló en los debates sobre los Presupuestos
del Estado y las contribuciones, sobre empleos, sueldos y pensiones de los
funcionarios públicos y sobre la ley de señoríos. También
participó en la discusión parlamentaria sobre la redención de quintos, un tema
que le afectaría personalmente por haber tenido que pagar en 1842 una redención
en metálico para librar del Servicio Militar a su hijo Gregorio García
Martínez, abonando al mozo que le reemplazó la enorme cantidad de 4.160 reales.
En
1837 volvió a presentarse a los comicios para renovar su escaño en el Congreso
en las primeras Cortes después de la aprobación de la Constitución progresista.
Aunque obtuvo un amplio respaldo en la circunscripción de la capital provincial
y su comarca, en el cómputo final fue superado por los candidatos moderados.
Los parlamentarios electos fueron José Muñoz Maldonado, Santos López Pelegrín,
y Manuel Hidalgo Calvo, y los senadores Joaquín Montesoro Moreno, Severiano
Páez Xaramillo, Ramón López Pelegrín, José Fernando Gamboa, y el marqués de
Embid. Hacían falta dos diputados suplentes, que tuvieron que ser elegidos de
entre los siguientes candidatos: Ángel Lagúnez, Gregorio García Tabernero,
Agustín Sevillano, Francisco Romo y Gamboa, Ambrosio Tomás Lillo y Félix de
Hita, y un senador suplente que fue elegido entre Bonifacio Fernández, Lorenzo
Romo y José Santos de la Hera. Finalmente, fueron elegidos Francisco Romo y
Agustín Sevillano y Bonifacio Fernández como senador suplente.
Por
último, en 1841 fue elegido senador, pero no llegó a tomar posesión de su
escaño en la Cámara Alta por impedimentos legales.
JUAN PABLO CALERO DELSO
No hay comentarios:
Publicar un comentario