HERAS CARRASCO,
Manuel Mamerto de las
[Peñalver,
1804 / Madrid, 26 de marzo de 1883]
Nació
en el pueblo de Peñalver, en la Alcarria de Guadalajara, en el año 1804, hijo
de Mariano de las Heras y de Basilia Carrasco.
Inició
y completó sus estudios eclesiásticos en el seminario de San Bartolomé de
Sigüenza, asistiendo también al Colegio de San Antonio de Portacoeli de la
ciudad mitrada, como reconocía cuando se declaraba “antiguo colegial de
Sigüenza”. Recibió las órdenes sacerdotales, mereció el nombramiento de
presbítero y se hizo cargo de la parroquia de San Ginés, en la ciudad de
Guadalajara.
En
1855, con el retorno de los progresistas al poder, abrió de nuevo sus puertas
el Instituto de Segunda Enseñanza de Guadalajara, que había sido cerrado en
1846 por un gobierno presidido por el general Ramón María de Narváez, alegando el
escaso número de alumnos matriculados. El 24 de noviembre de 1855 se restableció
de forma provisional, bajo la dirección de Francisco Dolz, y el 31 de enero de
1857 lo hizo con carácter definitivo, celebrándose solemnemente la reapertura
del centro el 16 de septiembre de 1858 con un discurso de su catedrático de
Matemáticas, Zacarías Acosta Lozano. Era entonces su director Manuel Mamerto de
las Heras, que había sido nombrado para ocupar ese cargo el 22 de noviembre de
1856, meses después de la caída del gobierno progresista del general Baldomero
Espartero y mientras los moderados disfrutaban brevemente del poder con el
general Narváez sentado otra vez en la presidencia del Consejo de Ministros.
Aunque
larga, su etapa de director del Instituto no estuvo exenta de sinsabores. Los
demás profesores del claustro se consideraban con más derecho a ocupar ese
puesto por ser doctores o licenciados en las diferentes materias, mientras que
Manuel Mamerto de las Heras sólo era bachiller y no ocupaba plaza de
catedrático, porque era profesor de Religión. Se aducía también que era de
temperamento excesivamente afable, por lo que no era capaz de mantener la
disciplina ni entre los profesores ni entre los alumnos, y que no era “capaz de
conciliar intereses opuestos o discordantes”, rasgo de su carácter que
explicaría en parte la acusación que recibía de que no era justo y equitativo
en el reparto de las gratificaciones y de los cargos retribuidos, que
distribuía con favoritismo. Finalmente, el 24 de septiembre de 1861 fue cesado
en su cargo y se nombró para sustituirle a José Julio de la Fuente
Condón-Bueno, catedrático de Geografía e Historia.
Después de su cese en la dirección del
Instituto de bachillerato alcarreño, permaneció en Guadalajara al frente de la
parroquia de San Ginés y se dedicó a profundizar en el estudio de la Historia;
sus esfuerzos se vieron recompensados con su nombramiento en 1867 como
académico correspondiente en la provincia de la Real Academia de la Historia,
una distinción que entonces compartía con Francisco
de Paula Benavides, Obispo de
Sigüenza, el canónigo seguntino Román Andrés de la Pastora, y los
profesores del Instituto Simón García García y Víctor Sainz de Robles.
Este reconocimiento público se mantuvo durante la
Primera República, y así cuando en febrero de 1873 se reconstituyó la Comisión
de Monumentos de la provincia, se le reclamó para que formara parte de ella
junto al obispo de Sigüenza y el canónigo Román Andrés, el gobernador civil,
Benito Pasarón Lima, y otros altos funcionarios republicanos. Fue
elegido para formar parte de esta Comisión a pesar de que durante el Sexenio
Revolucionario apoyó la línea de respaldo pleno al papado y de intransigencia
en la defensa del poder temporal del Sumo Pontífice, como demostró públicamente
en 1876 enviando un donativo de 20 reales para una suscripción a favor del
papado organizada por el diario integrista católico madrileño El Siglo Futuro. Así pues, no andaban
muy desencaminados los que murmuraban que tenía “muchas relaciones en la
provincia” y que eran estas influencias las que le habían aupado a distintos
cargos y concedido algunas prebendas.
En los primeros años del reinado de
Alfonso XII, y sin perder su condición de párroco de San Ginés de Guadalajara,
fue nombrado rector de la iglesia de San Sebastián de Madrid, y pasó a residir
en la Corte, como se puso de manifiesto al figurar en la Real Academia de la
Historia entre los académicos correspondientes de la provincia de Madrid y no
de la de Guadalajara.
Estando
en la capital del reino falleció el 26 de marzo de 1883, a los 78 años de edad.
En la tarde del día 28 sus restos mortales fueron trasladados en tren desde la
madrileña Estación de Mediodía hasta la de Guadalajara, siendo enterrado en el
cementerio de la capital alcarreña.
JUAN
PABLO CALERO DELSO
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