BELADÍEZ
HERRERA, José María de
[Atienza, 1768 / Miedes de Atienza,
febrero de 1838]
José María de Beladíez nació en la villa
de Atienza en el año 1768 y falleció en el vecino pueblo de Miedes de Atienza
en febrero de 1838. Era hijo de José Beladíez Ortega de Castro, natural de
Atienza, y de María del Carmen Herrera de Azoños, de Santander. Fueron sus
abuelos paternos Francisco Beladíez y Josefa Ortega de Castro, que vieron la
luz en la villa atencina, y los maternos eran Francisco Antonio Herrera,
marqués de Conquista Real, y Rosa de Azoños, ambos nacidos en la capital
cántabra.
Todos sus antepasados eran hidalgos y
cristianos viejos, los Beladíez, con casa solariega en Miedes; no desmerecieron
los hermanos Beladíez Herrera el linaje de su familia. El primogénito, Joaquín,
estudió en el Seminario de Nobles de Madrid, y en el año 1800 fue causa de un
curioso pleito provocado por su frustrado matrimonio con la seguntina Ángela
García Herreros, hija de José Ventura García Herreros. El enlace matrimonial no
se celebró y José de Beladíez Ortega pleiteó para recuperar el importe de los
vestidos y joyas que había comprado y entregado a Ángela García Herreros sin
que ella o su familia los devolviese al frustrarse la boda. Otro hermano, Roque
Beladíez, estudió en la Universidad de Alcalá de Henares y fue Intendente de la
provincia de Guadalajara y Administrador de Rentas en distintos destinos.
José María de Beladíez contrajo
matrimonio con María Gertrudis Garabayieta, con la que tuvo varios hijos; uno
de ellos, Ángel de Beladíez Garabayieta, contrajo matrimonio con Manuela García
Duarte y falleció en 1890.
En 1783, después de haber superado los
preceptivos exámenes de latinidad y retórica, se matriculó en la Universidad de
Alcalá de Henares para cursar la carrera de Derecho. El 30 de octubre de 1788
obtuvo el título de Bachiller en Cánones, némine
discrepante, y el 10 de junio de 1789 el de Bachiller en Leyes. Tres años
después, el 10 de junio de 1792, alcanzó el grado de Licenciado en Leyes y el
día 17 del mismo mes y año ganó el título de Doctor. Durante su estancia en la
Universidad de Alcalá de Henares perteneció a la Academia de Jurisprudencia de
Santa María de Jesús, ocupando el cargo de Vicesecretario y participando en
diferentes debates y actividades académicas.
Por sus amplios conocimientos jurídicos
permaneció en la Universidad alcalaína; en junio de 1794 fue nombrado
Examinador de cursantes juristas mientras preparaba sus oposiciones a una
cátedra, sustituyendo en los cursos de 1793 y 1795 a los catedráticos de
Filosofía Moral y de Instituciones canónicas de ese centro universitario. En
febrero de 1793, cumplida la mayoría de edad exigida, obtuvo la autorización
para ejercer como abogado ante los Reales Consejos.
Volvió a residir en la comarca serrana
de la entonces provincia de Guadalajara, donde ostentaba el cargo de Alguacil
Mayor perpetuo de Atienza, atendiendo a sus intereses particulares y a su rico
patrimonio agrícola; como las principales familias de su comarca natal, había
heredado una copiosa hacienda basada en la ganadería trashumante. Así le vemos
en estos años pleitear con otros ganaderos o concejos en defensa de sus
derechos de pastos y otros privilegios: en 1829 llegó a hacerlo con su hermano
Roque de Beladíez y Manuel Francisco Martínez de Azagra, de Almazán, con motivo
de la entrega de unos bienes raíces.
Su
actividad política
Con motivo de los graves sucesos
políticos que sacudieron el país en los primeros meses de 1808, José María de
Beladíez se opuso públicamente al rey José I Bonaparte y se mostró ferviente
partidario de Fernando VII, presidiendo la Junta patriótica de Sigüenza, lo que
le valió ser elegido diputado por la provincia de Guadalajara para las Cortes
extraordinarias convocadas en Cádiz en 1810, donde se posicionó claramente dentro
de la facción de los absolutistas o serviles, que defendían la permanencia de
las instituciones políticas, económicas y sociales del Antiguo Régimen, en
contra del sentir mayoritario de la Cámara. En Cádiz, según sus propias
palabras, “manifestó en todas ocasiones la más decidida adhesión al Altar y al
Trono, motivo por el que el partido anarquista buscó un pretexto para anular
sus poderes” y los del otros diputado por Guadalajara, el sacerdote Andrés
Esteban que, con el tiempo, llegó a ocupar el obispado de Jaén.
Llevó su enfrentamiento con el nuevo
régimen liberal hasta el punto de negarse en dos ocasiones a jurar la
Constitución, lo que motivó que fuese reconvenido por el pleno de las Cortes;
así, en la sesión celebrada el 17 de marzo de 1812, dos días antes de la
solemne proclamación constitucional, se lee en el Diario de Sesiones: “También se acordó, que tanto a
los Sres. Llamas y Eguía, como a los Sres. Puñonrostro, Mejía, Beladíez y D.
Simón López, que no habían contestado al oficio que, de orden de las Cortes,
les pasaron sus Secretarios en 15 del corriente, previniéndoles que asistiesen
en los días 18 y 19 á firmar y jurar la Constitución, se les comunicara nuevo
aviso para que concurran a firmar la Constitución política de la Monarquía
española, y jurar lisa y llanamente guardarla; diciéndoles que si no lo
hiciesen así, se procederá contra ellos, conforme a lo acordado”. En junio de
1813 fue elegido concejal en el primer ayuntamiento constitucional de la ciudad
de Guadalajara, que tuvo breve vida.
Reintegrado Fernando VII al trono y
desbaratada toda la obra legislativa de las Cortes de Cádiz, volvió José María
de Beladíez a sus asuntos particulares en la comarca de Atienza. Aún tuvo
ocasión de retornar a la actividad política durante el Trienio Liberal, en el
que no sólo rechazó los cargos y honores que se le ofrecieron, sino que afirmaba
que “durante el sistema de la rebelión ha sido uno de los más enemigos de él”,
acogiendo en su casa de Miedes a perseguidos por la justicia y hospedando y
colaborando con el jefe de una partida guerrillera realista.
Cuando, después de la muerte del rey
Fernando VII, subió al trono su hija y lentamente el régimen liberal se fue
asentando en España, sabemos que José María Beladíez, aunque seguramente sin
cambiar sus ideas, participó en los procesos electorales, ejerciendo el
sufragio al que siempre tuvo derecho aunque fuese muy restringido y, a pesar de
sus ideas, no tenemos noticia de que participase en la activa lucha guerrillera
de los carlistas de Atienza y su comarca.
Al morir, en febrero de 1838, estaba
viudo y dejaba hijos menores de edad, entonces la mayoría estaba fijada en los
25 años, y hubo que nombrar un curador que velase por ellos.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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