FERNÁNDEZ, Anselmo Antonio
[Usanos -
]
No
conocemos muchos datos de la vida privada de Anselmo Antonio Fernández; parece ser que nació en Usanos, una pequeña localidad muy próxima a la ciudad de Guadalajara, y que debió de venir al mundo en la década de 1760. Sabemos
que realizó estudios eclesiásticos en la diócesis de Toledo, alcanzando el grado de Doctor en Teología, y que en la época
en la que fue diputado por la circunscripción alcarreña era cura párroco de su pueblo natal y que volvió a serlo al concluir su periplo parlamentario.
En
los años en los que regentaba su iglesia parroquial, contaba el pueblo de Usanos con unos
doscientos vecinos, en su mayor parte agricultores y ganaderos, según explicaba
el propio Anselmo Antonio Fernández en un informe que redactó el 26 de octubre
de 1822, poco después de cesar en su actividad parlamentaria, y que estaba
destinado al entonces Arzobispo de Toledo, Luis María de Borbón y Vallabriga. Alegaba que el trabajo de atender la parroquia era excesivo
para él y que en los periodos litúrgicos más intensos y en las fechas más señaladas
debía recibir ayuda de un sacerdote auxiliar.
Se quejaba de que no
disponía de otros recursos que los que le ofrecía la parroquia de Usanos, que
poseía algunas casas y tierras valoradas en 42.550 reales y, aunque no acumulaba censos agregados, disfrutaba de algunos predios por los que percibía nueve
fanegas de trigo anuales y por los que satisfacía una contribución territorial
anual de 56 reales y 4 maravedís, además de cumplir la obligación de decir unas
misas cantadas y rezadas en sufragio de los donantes. Pero lo cierto es que los
beneficios de la parroquia no eran escasos. Obtenía rentas de copias, de
primicias y de privativos, por un valor total de 214 fanegas de trigo, 87
fanegas de cebada, 40 fanegas de centeno y 4 fanegas de avena, además de seis
celemines de garbanzos, 30 reales de leche y 1.800 reales en metálico.
Del
período anterior a su etapa como parlamentario, sólo tenemos noticia que en 1796 se abrió un proceso de fe por
el Tribunal de la Inquisición de Toledo contra un grupo de clérigos, entre los
que se encontraba Anselmo Antonio Fernández, como consecuencia de haber delatado a Fray
Diego Cano, carmelita descalzo del convento del Carmen de Toledo, por posesión
de libros prohibidos.
Elección y actividad parlamentaria
Anselmo
Antonio Fernández fue elegido diputado en las primeras elecciones celebradas en
el Trienio Liberal, según la Constitución de Cádiz que, tras el éxito del pronunciamiento
de Rafael del Riego, fue puesta de nuevo en vigor. Los comicios se celebraron en
el mes de junio de 1820, una vez consolidado el régimen constitucional, con un
sistema electoral indirecto y contaron con la participación de muchos de los
diputados que habían ocupado un escaño en las Cortes de Cádiz. No fue el caso
de la circunscripción de Guadalajara, donde los dos parlamentarios electos eran
ajenos a la cámara anterior.
Sí
es muy significativo que en esta ocasión dos de los tres diputados elegidos,
como titulares y suplente, fuesen clérigos: el citado sacerdote Anselmo Antonio
Fernández y el canónigo Vicente García Galiano, una circunstancia que ya se había
producido en 1810, con los religiosos Andrés Esteban Gómez y José de Roa y
Fabián, y que se repetiría en 1822 con el presbítero Miguel de de Atienza
Gutiérrez. En todo caso, esta sobrerrepresentación se debía al alto porcentaje
de clérigos que tenía la ciudad de Guadalajara, que en esos años superaban el
centenar.
Para esta primera legislatura, Anselmo
Antonio Fernández sólo fue elegido diputado suplente, pero la temprana muerte del
congresista electo Ramón Mariano Martínez le permitió ocupar su escaño en el
Congreso. Presentó sus poderes el 14 de noviembre de 1820, que fueron aceptados sin objeciones por la comisión correspondiente, y juró su cargo el 25
de febrero del año siguiente, cesando en sus funciones parlamentarias el día 14
de febrero de 1822. Perteneció a las Comisiones de etiqueta para informar a
Fernando VII de la solemne apertura de las Cortes y a la encargada de llevar al
monarca la respuesta del Congreso de los Diputados a su discurso de apertura de
las sesiones parlamentarias. Su participación en
estas comisiones, tan estrechamente relacionadas con el monarca, se debería
seguramente a que había sido predicador de Su Majestad.
Como
no podía ser de otra manera, fue un diputado especialmente activo y preocupado
por los asuntos eclesiásticos; así intervino con motivo del dictamen sobre el
Obispo de Tarazona, que era por entonces Jerónimo Castellón Salas, sobre el
repartimiento del medio diezmo y primicia y, por último, sobre la beneficencia.
No rehuyó, sin embargo, asuntos de alto interés político, interviniendo en los
debates sobre la Hacienda pública, el Código Penal, el reglamento interno de
las Cortes o la ley de caza.
Quizás
su participación más destacada sea la que le llevó a mediar en el debate
sobre la división administrativa del territorio y el establecimiento de nuevos
límites provinciales. El Señorío de Molina de Aragón y sus zonas limítrofes
fueron objeto de pugna y discusión entre los diputados aragoneses, que
proponían que la mayor parte de esa comarca se integrase en la provincia de
Calatayud, y Anselmo Antonio Fernández, quien solicitaba que, por el contrario,
los límites de la demarcación de Guadalajara incluyesen no solamente a la comarca molinesa, sino también a algunos territorios
vecinos al Señorío, como Orihuela del Tremedal, en la actual provincia de Teruel, o
determinadas localidades de la provincia de Calatayud, según expuso en un
discurso que pronunció el 21 de octubre de 1821.
Fue, además, un ardiente defensor de que la capitalidad de la nueva provincia recayese en la ciudad de Guadalajara, frente a los que pretendían que otras localidades como Sigüenza o Brihuega fuesen la sede de la nueva administración provincial. Su participación en los debates fue tan notable que el pleno del Ayuntamiento arriacense le dio públicamente las gracias, según consta en el Acta de la sesión municipal del día 16 de junio de 1821.
Fue, además, un ardiente defensor de que la capitalidad de la nueva provincia recayese en la ciudad de Guadalajara, frente a los que pretendían que otras localidades como Sigüenza o Brihuega fuesen la sede de la nueva administración provincial. Su participación en los debates fue tan notable que el pleno del Ayuntamiento arriacense le dio públicamente las gracias, según consta en el Acta de la sesión municipal del día 16 de junio de 1821.
JUAN
PABLO CALERO DELSO
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