NIETO BENITO, Felipe
[Burgo
de Osma, 26 de mayo de 1831 / Madrid, 24 de septiembre de 1888]
Felipe Nieto y Benito nació
en la villa de El Burgo de Osma, en la provincia de Soria, el día 26 de mayo de 1831. Era hijo
de Miguel Nieto, que había nacido en el pueblo vallisoletano de Torrecilla de
la Orden, y de Cecilia Benito, que vino al mundo en el pueblo burgalés de Salas
de los Infantes. Su padre, oficial del ejército, había apoyado al pretendiente
en la Primera Guerra Carlista, por lo que fue desterrado a Guadalajara, y con
él llegó Felipe Nieto Benito a tierras alcarreñas.
Sabemos
que permaneció soltero y que falleció en Madrid, donde vivía en el número 71 de
la céntrica calle de Toledo, el 24 de septiembre de 1888 sin dejar más familia
que su hermana Juana. Como destacaba la prensa, vio cumplida su voluntad de que
“se le entierre civil y modestamente, sin intervención alguna de la autoridad
eclesiástica ni del clero, y encarga a sus testamentarios que practiquen todos
los actos y gestiones precisas a fin de dar cumplimiento a lo consignado [...]
removiendo en caso necesario los obstáculos o dificultades que puedan presentar
cualesquiera clase de personas, autoridades o corporaciones".
Su
amigo Fernando Lozano Montes, en la necrológica que escribió en Las Dominicales del Libre Pensamiento,
definía así su carácter: “Como el soldado marcha hacia la trinchera á la voz
del jefe, sin volver la cabeza atrás, mirando solo o donde le llaman el honor y
el deber, así ha marchado don Felipe Nieto por el mundo. Caballeroso, modesto,
reflexivo, escondía bajo la apariencia severa del militar acostumbrado al
mando, un tesoro de ideas y afectos. Allí, en aquel fondo, se tenía trazadas
las líneas de una conducta inflexible y las ha seguido con resolución estoica”.
Su carrera militar
Siguió
los pasos de su padre y se dedicó a la carrera de las armas. El 9 de marzo de
1849, poco antes de cumplir los dieciocho años, comenzó su servicio militar en
el arma de Infantería; el 1 de agosto de ese mismo año ya era cabo 2º y el 1 de
diciembre ascendió a cabo 1º. Quiso permanecer en el ejército, y el 2 de abril
de 1850 alcanzó el grado de Sargento 2º, ascendiendo a Sargento 1º el 6 de
octubre de 1852 por pasar a prestar servicio en Ultramar, donde participó en
las campañas coloniales de Santo Domingo y de Cuba. El 20 de julio de 1854, y
como consecuencia de un ascenso general aprobado con motivo del triunfo del
pronunciamiento de los generales Leopoldo O’Donnell y Baldomero Espartero, ganó
el grado de Subteniente, que se hizo efectivo el 28 de junio de 1855.
El 5
de abril de 1859 alcanzó el grado de teniente por antigüedad y el 18 de
noviembre de 1863 ascendió a Capitán por méritos de guerra, mejora que se hizo
efectivo el 29 de septiembre de 1868 por gracia general concedida por el nuevo
gobierno después del triunfo de la Revolución Gloriosa. El 26 de junio de 1870
mereció el grado de Comandante por “servicios especiales”, que a su vez se hizo
efectivo el 1 de junio de 1873 por permuta de la Cruz del Mérito militar con
distintivo blanco que se le había concedido. El 23 de enero de 1878 el rey
Alfonso XII contrajo matrimonio con su prima María de las Mercedes de Orleans,
y como consecuencia de un decreto que celebraba el enlace, Felipe Nieto fue
ascendido a Teniente Coronel.
Combatió
con heroísmo en Ultramar, regresando a la Península al proclamarse la República, y en el frente del Norte, luchando contra los carlistas en la Tercera Guerra y,
además de los ascensos reseñados, en 1881 se le concedió la Placa de la Orden de San
Hermenegildo.
Ideológicamente,
evolucionó desde sus raíces tradicionalistas familiares
hasta unirse
al
republicanismo federal. El motor de esta evolución política fue su
decidida oposición al integrismo católico y al oscurantismo religioso que había
conocido de cerca en su propia familia. Felipe Nieto Benito se identificó muy
estrechamente con el laicismo, tan hermanado con el republicanismo federal, y
fue tan ardiente defensor del libre pensamiento como hostil antagonista del
clericalismo. Fue
así como forjó una gran amistad personal con Fernando Lozano Montes, oficial
del ejército como él, que desde 1883 fue el codirector, con Ramón Chíes, de Las Dominicales del Libre Pensamiento,
el semanario anticlerical más conocido de su tiempo junto a El Motín, de José Nakens.
Aunque no ocupó cargos representativos, sí dejó en la prensa públicas muestras de su adhesión al republicanismo federal, como
cuando, con motivo de la terrible epidemia del cólera de 1885, Felipe Nieto
apareció con su hermana Juana en la suscripción de Las Dominicales del Libre Pensamiento que
encabezaba Nicolás Salmerón, o en 1888 firmando un manifiesto de apoyo al director del periódico federal Las Regiones. Y todavía pocos meses antes de morir continuaba
como
socio del Casino democrático-popular de Madrid, centro de reunión
de los republicanos de la capital.
Establecimiento de la fundación
Dictó
un testamento, firmado el 15 de junio de 1885 ante el notario madrileño
Francisco Moragas, en el que declaraba que deseaba “conciliar los intereses
particulares de su hermana [...] con los intereses generales de la humanidad, a
la cual quiere ser útil en vida y en su muerte”, por lo que disponía que a su
muerte se le entregase a su hermana Juana todo su mobiliario, alhajas y
enseres, vendiéndose el resto de sus propiedades y que, una vez liquidadas sus
deudas y pagado su entierro, se invirtiese todo el capital en títulos y valores
de la Deuda Pública cuyas rentas fuesen disfrutadas de forma vitalicia por su
hermana y, una vez fallecida, se destinasen a sostener una Escuela Laica para
varones en Guadalajara. Su
propósito era evidente: “No quiero que á los
hijos de mi patria los eduquen los jesuitas, clérigos ni escolapios entre los terrores
del infierno y el miedo á la muerte; quiero que
sean hombres
libres, dispuestos á combatir el mal doquiera se encuentre, y más en los
días de prueba que van a llegar”.
Nombró
albaceas testamentarios y patronos de la Fundación a Francisco Pi y Margall,
Ramón Chíes Gómez y Fernando Lozano Montes, a los que facultaba para designar
sucesores para la administración de la Fundación y estipulaba que en caso de
que falleciesen sin designar nuevos patronos, el ayuntamiento arriacense les
sustituiría en la gestión de su legado. Establecía que los albaceas podrían
disponer del capital necesario para la instalación de la Escuela y que el resto
de la herencia la destinarían, según su particular opinión, a “asegurar su
perpetua existencia en forma de renta”. También quedaba a criterio de los
albaceas establecer las normas de funcionamiento de la Escuela Laica y el
nombramiento de los maestros que allí impartiesen clase.
La
única condición que impuso Felipe Nieto para el funcionamiento de la escuela
sostenida y gestionada por su Fundación fue que, en ningún momento y bajo
ningún concepto, se impartiese educación religiosa en el mencionado centro
escolar. Si en alguna ocasión las disposiciones legislativas del gobierno
hiciesen obligatoria la enseñanza de la religión en las aulas y no pudiese
salvarse este escollo normativo, Felipe Nieto dispuso que la Escuela Laica
fuese cerrada y sus bienes destinados a la creación o mantenimiento de una
Escuela de Artes y Oficios en la capital alcarreña, destino que también tendría
su legado si el Gobierno la cerraba o la sometía a la Iglesia.
Al
fallecer Felipe Nieto, y según lo dispuesto en su testamento, los albaceas pusieron
manos a la obra; en febrero de 1889 ya se habían trazado los planos de la nueva
Escuela “a satisfacción de todas las exigencias de utilidad y belleza” y se
preparó un viaje de Pi y Margall a Guadalajara para iniciar las obras. Sin
embargo, como Juana Nieto Benito tuviese una precaria situación económica,
resolvieron
entregarla de forma vitalicia las rentas del capital y
aguardar a que falleciese para cumplir la última voluntad
expresada por su amigo.
Cuando
llegó ese momento, en el año 1902, Fernando Lozano era el único albacea
testamentario superviviente y decidió seguir adelante con las
disposiciones de Felipe Nieto y fundar en Guadalajara una Escuela Laica.
Afortunadamente, Fernando Lozano no era un lego en materia educativa ya que
tenía una estrecha relación con Francisco Ferrer Guardia, pedagogo que había
fundado en 1901 la Escuela Moderna de Barcelona y con el que asistió al
Congreso de Librepensadores de Roma en 1900.
Fernando
Lozano pretendía
fundar una escuela en la que no se enseñase "otra doctrina que el amor a
[los padres], al trabajo, a la moral más pura, a la ciencia, al arte y el
respeto y consideración a los demás seres racionales. En la escuela en
proyecto, los niños aprenderán a ser hombres, a estudiar en el taller y en el
campo la naturaleza y la vida, a la vez que en las clases los universales
conocimientos indispensables para abrirse paso en el camino de la ciencia",
y afirmaba que
"la escuela laica no es atea ni irreligiosa, es simplemente neutra, como
lo son las Academias civiles y militares, como lo son las Universidades, y como
lo eran los Institutos en tiempos de Cánovas y de los conservadores [...] en la
escuela neutra no se enseña nada irreligioso, ni se molesta a nadie por sus creencias,
ni se comete el bárbaro atropello de seducir y apartar del cariño y dirección
religiosa de los padres, siempre sacratísimos".
Con
este fin, Fernando Lozano adquirió en 1902 la Casa de los Belzas situada
en el número 46 de la calle Barrionuevo baja de la capital
alcarreña, con fachada a esa vía pero cuyas huertas se
prolongaban hasta el Barranco del Alamín. En este mismo inmueble ya había
existido anteriormente un centro de enseñanza, dirigido por León Fernández, en
el que se impartía una educación que “se ajustará a los principios de nuestra
Santa Religión, a las reglas de cortesanía y a los preceptos pedagógicos más
autorizados”, llegando a ofrecerse instrucción militar a cargo del director del
colegio.
Gracias
a un anuncio publicado en la prensa local, podemos conocer como era el edificio
que albergó a la Escuela. Estaba constituido por una casa de dos pisos, a los
que había que sumar otra planta abuhardillada, equipados con cuarto de baño y
una superficie de 270 metros cuadrados, que tenía dos alas anexas, con una
extensión de 51 y 79 metros cuadrados respectivamente. A este bloque principal
había que añadir un chalet suizo de dos plantas, y una superficie de ochenta
metros cuadrados. Como explicaba León Fernández, “un edificio como éste y
recibiendo por sus tres fachadas la luz directa del sol es de excelentes
condiciones higiénicas tan necesarias en un centro de enseñanza”. A estos
edificios se añadían dos invernaderos, uno de treinta metros de largo y tres de
ancho con una fuente y depósito de agua y otro de forma ovalada con cuarenta y
ocho metros de superficie con estufa y depósito de agua con cascada. Contaba
además con un parterre de trescientos cuarenta metros cuadrados, un jardín cuya
área ocupaba tres mil doscientos noventa y dos metros cuadrados, y una huerta
contigua al jardín, que disponía de dos pozos de agua potable cedidos a
perpetuidad por el ayuntamiento de Guadalajara.
Cierre de la Escuela y liquidación de la Fundación
La
Escuela Laica siguió abierta incluso bajo la
Dictadura de Primo de Rivera, cuando su continuidad corrió serio peligro por la
inquina de los católicos, y vio su futuro despejado con la proclamación de la
Segunda República, cuyo gobierno dictó una resolución para que fuese
clasificada como “de beneficencia particular docente la denominada Escuela
laica para varones, instituida por D. Felipe Nieto Benito en Guadalajara”.
Hasta que en 1936, cuando se preparaban las
reformas necesarias en el edificio, fue destruido por la aviación franquista.
Una vez terminada la Guerra Civil, ni las autoridades tuvieron ningún interés
en mantener el legado de Felipe Nieto ni la legislación educativa vigente,
dictada por el nacional-catolicismo, permitía que la Fundación cumpliese sus
fines. Cuando llegó la Transición y un nuevo régimen constitucional se asentó
en España, nadie tenía memoria de la Escuela Laica alcarreña, y en 1999 el
Ayuntamiento de Guadalajara decidió disolver la Fundación más que centenaria,
pasando los fondos que aún le quedaban a las arcas municipales.
JUAN PABLO CALERO DELSO
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