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sábado, 15 de febrero de 2014

DOMINGO DORESTE RODRÍGUEZ

DORESTE RODRÍGUEZ, Domingo
[Las Palmas de Gran Canaria, 13 de marzo de 1868 / 14 de febrero de 1940]

Domingo Doreste Rodríguez nació en Las Palmas de Gran Canaria el 18 de marzo de 1868 y falleció en la misma ciudad el 14 de febrero de 1940.
En Las Palmas cursó los estudios primarios y, a partir de 1879, los de Bachillerato en el Colegio de San Agustín, pues el Instituto de segunda enseñanza, en el que había impartido clases Anselmo Arenas, había sido cerrado poco antes por la autoridad educativa bajo las presiones del obispo José María Urquinaona. Alcanzó el título de bachiller en 1887.
Parece ser que la modesta posición económica de su familia y su vocación religiosa retrasaron sus estudios de segunda enseñanza y aún más los universitarios. En 1893 se trasladó a Salamanca con el propósito de obtener la licenciatura en Derecho en su Universidad Civil e ingresar en la Orden de Predicadores, los dominicos, que tenían en la capital salmantina sus estudios teológicos en el convento de Santo Tomás.
La inmersión en el ambiente universitario conmovió el espíritu de Domingo Doreste que si bien mantuvo su vinculación con la congregación dominicana, pues fue vicepresidente de la Academia de Santo Tomás salmantina y escogió el seudónimo de Fray Lesco para firmar sus primeras colaboraciones periodísticas, decidió no profesar en la orden de predicadores. En esta decisión pesó forzosamente su intensa relación con Miguel de Unamuno, a cuyas clases de Griego asistía en la Universidad y con quien años más tarde aún mantenía correspondencia.
Terminados sus estudios se presentó a las oposiciones para escribiente del Ministerio de Gracia y Justicia, que aprobó ese mismo año. En el Juzgado de Primera Instancia de Guadalajara había quedado una plaza vacante por el fallecimiento del funcionario que la ocupaba, Eugenio Díez, y es la que le fue asignada al nuevo funcionario Domingo Doreste Rodríguez. El 19 de enero de 1900 tomó posesión de su puesto y pasó a residir en la capital alcarreña.
Su primera estancia en Guadalajara coincidió con la renovación del pensamiento político español, que tuvo por entonces su mejor expresión en el regeneracionismo, bajo los efectos de las convulsiones sufridas por la sociedad hispana como consecuencia de la derrota en las guerras coloniales de 1898. Fue, también, un período de cambio y maduración del pensamiento de Domingo Doreste, aún bajo los efectos del contacto con el ámbito universitario y, muy señaladamente, con Miguel de Unamuno. Se forjó así su carácter público, “marcado por la honestidad, la rectitud, el civismo y un desmedido afán de justicia”, en palabras de María del Carmen García Martín.
Fue muy breve este primer paso por Guadalajara, pues en 1901 se trasladó a la Universidad de Bolonia para ampliar sus estudios de Derecho, aunque no está claro que fuese becado para ingresar en el Real Colegio Mayor San Clemente de los Españoles, pues ni siquiera María del Carmen García Martín, su principal biógrafa, ha encontrado documentación de una estancia de la que, por otro lado, hay sobrados testimonios, aunque cabe confusión sobre las fechas.
A la vuelta de su estancia en Italia, retornó a su tierra natal y desde entonces colaboró con Las Efemérides, el periódico del republicano federal canario José Franchy y Roca al que se incorporó como redactor, y en 1904 fundó con Rafael Ramírez Doreste La Mañana, que se subtitulaba “Diario de reformas sociales”. Desde ese momento, y siempre bajo el seudónimo de Fray Lesco, sus colaboraciones en la prensa canaria fueron constantes, incluso después del cierre de La Mañana en 1915.
En 1905 aprobó las oposiciones de Secretario Judicial y en 1906 fue destinado de nuevo a Guadalajara, donde participó en la vida cultural de la ciudad. En febrero de 1907 impartió una charla sobre “La cuestión social” en los salones del Ateneo Instructivo del Obrero, que fue comentada elogiosamente en la prensa local; se convertía en el primer funcionario que se dedicaba a teorizar sobre el sindicalismo. Según reseña La Región, afirmó que “en la gran lucha entre el capitalismo y el trabajo, el primero tiene muchas más ventajas que aseguran su victoria, [...] los capitalistas; mientras están en calma son enemigos entre sí, y sin embargo cuando se ven atacados, enseguida se unen, formando esos grandes trust, que son infranqueable barra que los defiende de las justas pretensiones del proletario. Combatió el contrato del trabajo, llamándolo absurdo, pues para todo contrato la ley exige que las partes se hallen en igualdad de circunstancias, cosa que no sucede en este contrato, por existir siempre imposición por parte del patrono y necesaria sumisión por parte del obrero. Y [...] terminó recomendando que para lograr se nivelen esas dos grandes masas de poseedores y desheredados, no son necesarias medidas radicalísimas, ni gritar ¡abajo el capital! pues todo ello es contraproducente, sino paulatinamente, ir introduciendo las reformas precisas”.
Desde la capital alcarreña fue trasladado a la localidad cacereña de Plasencia y en 1911 conseguía el destino en un juzgado de Las Palmas de Gran Canaria. En 1918, reintegrado una vez más a su ciudad natal, organizó con Juan Carló, Enrique García Cañas y Nicolás Massieu Matos la Escuela de Artes Decorativas Luján Pérez, que revolucionó la creación artística de las Islas Canarias. Era ésta una escuela-taller en la que los alumnos no sólo recibían instrucción teórica, que desde 1922 impartió el propio Domingo Doreste, sino también clases prácticas en las que se fomentaba la creatividad artística.
Cristóbal García del Rosario señala que las características de la Escuela ya se anticipaban en un artículo de Doreste publicado en el periódico canario La Crónica el 5 de junio de 1917: que no sea una academia de aprendizaje presuntuoso y estéril, que forme decoradores que cubran la demanda de refinamiento de un nuevo urbanismo y que lo haga desde Canarias. La historia del Arte en las islas no sería la misma sin la huella de esta Escuela de Artes Decorativas de Las Palmas, y hay coincidencia en señalar que su influencia permaneció durante muchos años y marcó a generaciones de artistas isleños.
Aunque destacó como periodista, cultivó otros géneros literarios: publicó algún poema en la revista Florilegio, en 1932 escribió el libreto de una zarzuela de ambiente canario, La zahorina, a la que puso música su hijo, Víctor Doreste, y en 1931 publicó sus Cartas a un católico, que hace pocos años se reunieron y publicaron en un sólo volumen.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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