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lunes, 28 de marzo de 2022

MIGUEL FLUITERS CONTERA

FLUITERS CONTERA, Miguel

[Guadalajara, 19 de julio de 1874 / Guadalajara, 24 de diciembre de 1952]

Anacleto Miguel Fluiters Contera nació en Guadalajara el 19 de julio de 1874 y falleció en la misma ciudad el día 24 de diciembre de 1952 bajo el manto de la Virgen del Pilar, siendo enterrado al día siguiente en el cementerio de la ciudad arriacense.

Los Fluiters fueron una de las familias de tejedores católicos holandeses que el barón de Ripperdá se trajo desde Leyden para trabajar en la Real Fábrica de Paños de Guadalajara en 1719. Como no se cumplieron las ventajosas condiciones laborales con las que fueron atraídos a España, los tejedores holandeses organizaron diversas huelgas entre 1719 y 1730, que quizás fueron las primeras que se convocaron en una fábrica en nuestro país, cuyo resultado no debió de ser muy satisfactorio, pues los holandeses retornaron a su país con la excepción de las familias Fluiters, Boiteberg y Waldermée.

Era nieto de de María Fierro y de Pedro Fluiters Cuesta, que vivió en la capital alcarreña entre 1822 y 1890, e hijo de Enrique Fluiters Fierro, un agente de negocios que falleció en Guadalajara el 2 de marzo de 1897 a los 48 años de edad. Tuvo cuatro hermanos que llegaron a la edad adulta: José, casado con Antonia Pardo García con la que tuvo un hijo, Rafael Fluiters Pardo; Cecilia, que contrajo matrimonio con Cándido Cubillo y que fueron padres de Manuel, Carmen, María Ángeles, Teresa y José Cubillo Fluiters; Emilio, que se trasladó a Madrid y abrió su propio negocio, y Carmen Fluiters Fierro.

Su madre, Jenara Contera Caballero, nació el 19 de septiembre de 1845 y murió el 30 de diciembre de 1945 a los cien años de edad, una longevidad muy extraordinaria y más en aquella época. Era hija de Josefa Caballero y de Miguel Contera Vela, a su vez hijo de Diego Contera y María Concepción Vela, que había nacido en Gajanejos y que murió en Guadalajara el 26 de noviembre de 1864. Tuvo tres hermanos: Casimiro, Antonio y Pascuala, con los que compartía una considerable fortuna; durante muchos años se dijo que era la mujer más rica de Guadalajara.

Miguel Fluiters Contera contrajo matrimonio con Dolores Aguado Gracia, hija de José Aguado López y de Santiaga Gracia Gracia, en la desaparecida ermita de la Virgen de la Soledad de Guadalajara, a la que su madre tenía mucha devoción. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Soledad, casada con Antonio Ballesteros; Enrique, que se casó con Teresa Monterde; Josefa, que contrajo matrimonio con Antonio Viejo; y Amparo Fluiters Aguado que murió el 20 de abril de 1904 a los trece meses de nacer.

Tras completar sus estudios de Bachillerato en el colegio de los Escolapios de Alcalá de Henares, en el año 1891 inició la carrera de Derecho en la Universidad Central de Madrid, pero a la muerte de su padre, cuando solo tenía veinte y tres años, abandonó sin completar su formación universitaria y se tuvo que hacer cargo de la agencia de negocios familiar situada en el número 16 de la Plaza de Santo Domingo, en la que ya ayudaba antes de que su padre falleciese, además de gestionar el cuantioso patrimonio de su madre.

Actividad política

Sin embargo, y gracias a este desahogo económico, fue en la actividad política y social en donde destacó más intensamente durante el primer tercio del siglo XX. Lo hacía siguiendo una tradición familiar, pues su padre ya había sido concejal de la capital en 1881, cuando los liberales volvieron al poder después del largo período de predominio conservador en los primeros años de la Restauración monárquica, y su hijo fue alcalde de Guadalajara durante los años más duros de la dictadura franquista (en un primer período entre 1941 y 1946 y, en una segunda etapa, entre 1949 y 1951).

Su carrera política se inició en 1899, recién cumplidos los veinticinco años, como candidato liberal en las elecciones municipales de ese año, a las que se presentaron los republicanos José Adán, Severiano Sardina, Lino Agustín, Félix Alvira, Rafael de la Rica, Manuel y José Diges, los liberales Antonio Molero Asenjo, Miguel Pérez Patiño, Lorenzo Vicenti, Bernardino Viejo del Pueyo, León Carrasco Gómez y Julio Ramírez Serrano y los carlistas Emilio Casado Batanero y Miguel Rodríguez de Juan. Los republicanos se hicieron con siete de las diez concejalías en disputa y ganaron en todos los distritos, con la excepción de aquel en el que se presentaba Miguel Fluiters, que fue el candidato más votado aunque con solo diecinueve papeletas de diferencia sobre los republicanos.

Esa victoria particular, que aliviaba parcialmente el desastre de su partido, ya mostraba el respaldo personal y las simpatías que Miguel Fluiters despertaba entre sus convecinos. Hasta el periódico conservador La Palanca no tenía más remedio que reconocer que “se granjeó la simpatía de su pueblo […] llegando a ser sin disputa el hombre más popular y más simpático, el que arrastró mayor fuerza de opinión, el que en elecciones manejó con más facilidad al pueblo, en suma, como suele decirse, el hombre del día, durante muchos años”. Este dominio fue tan evidente que Miguel Fluiters fue alcalde de Guadalajara desde el 1 de julio de 1909 hasta el 11 de octubre de 1918, casi diez años presidiendo el concejo arriacense de forma interrumpida, pues los gobiernos conservadores nunca se sintieron con fuerzas para desplazarle de la alcaldía.

Sin embargo, y siendo concejal del municipio guadalajareño, Miguel Fluiters participó en las maniobras irregulares para hurtar a los republicanos esta alcaldía, y la mayoría en el Ayuntamiento arriacense, lo que finalmente consiguieron en 1901 con acusaciones infundadas de corrupción y métodos claramente antidemocráticos. Pero poco le duró la satisfacción al recién nombrado teniente de alcalde, pues muy pronto los conservadores derribaron la nueva mayoría liberal del pleno municipal. Miguel Fluiters y los demás concejales de su partido en el Ayuntamiento de Guadalajara renunciaron a sus cargos municipales y escribieron una carta, que reprodujo íntegra La Crónica el 8 de marzo de 1903, en la que explicaban sus razones para dimitir de sus escaños municipales, culpando al gobierno conservador que los postergaba y ninguneaba y no, como algunos decían, por su deseo de que volviesen los concejales republicanos expulsados injustamente a ocupar los puestos de los que fueron desplazados; mediante otra carta similar, el alcalde José López Cortijo se adhirió a la protesta del resto de concejales liberales.

Para entonces, Miguel Fluiters ya formaba parte del núcleo de poder más íntimo del conde de Romanones en Guadalajara, del que fue un fiel escudero, llegando a afirmar que los concejales liberales arriacenses “en el orden político sólo atenderán a las inspiraciones del conde de Romanones, y en lo administrativo se ajustarán a la ley y a los dictados de su conciencia”. En el verano de 1902 ya formó parte de la comisión que preparaba el homenaje de la provincia al conde de Romanones al cesar como ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, cargo desde el que impulsó medidas eficaces para mejorar la situación del magisterio nacional que sufragó por suscripción popular un monumento en su honor que, en un pleno municipal celebrado el 26 de enero de 1912 bajo la presidencia de Miguel Fluiters, se aprobó instalar frente al Palacio del Infantado en la plaza que llevaba el nombre del cacique liberal. Y quince meses después, el 2 de mayo de 1913, el ayuntamiento de Guadalajara, con Miguel Fluiters a la cabeza, nombró al conde de Romanones hijo adoptivo de la ciudad.


A pesar de este cierto sectarismo partidario, lo cierto es que Miguel Fluiters fue el responsable, en muy buena medida, de la modernización de la ciudad y muchas de sus iniciativas siguen marcando la vida de los alcarreños. Por ejemplo, fue él quien, siendo todavía concejal, propuso en junio de 1902 que las fiestas de la ciudad se trasladasen al mes de septiembre, pues al celebrarlas en octubre, como era tradicional, se malograban muchos espectáculos y actividades por las lluvias.

Pero sobre todo es recordado por sus proyectos para remozar el casco urbano de Guadalajara para lo que consideró necesario, según sus propias palabras, “proceder al derribo del Convento de Santa Clara y la manzana comprendida entre el arco de la Plaza, calle Mayor y travesía del Museo”. Y, efectivamente, en 1909 se derribó el arco que, desde la Plaza Mayor, daba un estrecho acceso a la Calle Mayor Baja y, en septiembre de 1911, se demolieron las tapias del expropiado convento de Santa Clara, dando lugar a la configuración urbana que hoy conocemos. Esta última medida contó con el apoyo de los concejales Manuel Diges, republicano, y Luis Martín Lerena, dirigente de la Federación de Sociedades Obreras, y la oposición del Obispo Auxiliar de Toledo y de los sectores integristas católicos alcarreños, provocando tal enfrentamiento que los músicos de la banda se negaron ese año a tocar en la procesión de San Antonio.

Miguel Fluiters también expropió algunas propiedades para ampliar el arranque de la calle Mayor Alta, reformó las Casas Consistoriales, el Teatro Principal y las escuelas de la ciudad. Embelleció Guadalajara con sus parques, construyendo el quiosco de la música del parque de la Concordia y plantando el pequeño pinar que lo rodeaba parcialmente e impulsó la Fiesta del Árbol con el propósito de cubrir con arbolado el actual parque de San Roque. Y también durante su mandato se amplió significativamente el casco urbano arriacense, primero con la construcción del grupo escolar de las Cruces y después con la compra a la congregación religiosa de las Concepcionistas Franciscanas de una gran parcela en esa misma zona, en lo que hoy es el Paseo de Fernández Iparraguirre, iniciando así la expansión de la ciudad a través de ese eje viario.

Aunque, seguramente, su contribución principal al desarrollo y modernización de la capital alcarreña fuese su apoyo decidido a la instalación en Guadalajara de las fábricas de La Hispano, de aviación y de automóviles. Durante la Primera Guerra Mundial el reino de España permaneció neutral, lo que le convirtió en un proveedor privilegiado para ambos contendientes; pero, aunque la sociedad española estaba dividida, el rey Alfonso XIII y los liberales, como el conde de Romanones, simpatizaban con los aliados. Para aprovechar el impulso industrializador que supuso el conflicto y para colaborar con los ejércitos aliados, primeros beneficiarios de la producción de La Hispano-Suiza, se decidió abrir una nueva factoría fuera de Cataluña. El amor del monarca a los automóviles y el deseo del conde de Romanones de seguir mostrándose como benefactor de la provincia, abrieron la posibilidad de instalar la fábrica en las cercanías de Madrid, y más concretamente en Guadalajara.

Ante esta eventualidad, Miguel Fluiters se implicó a fondo para conseguir que las fábricas se estableciesen en su ciudad. Finalmente, el 4 de abril de 1917 comenzaron las obras de construcción de esas factorías, que cambiaron completamente la fisonomía de Guadalajara. Numerosas familias obreras acudieron a la capital alcarreña y, ante la habitual falta de viviendas, surgieron nuevos barrios en la Estación y el Cerro del Pimiento,

La apertura de La Hispano alivió el desempleo crónico que sufrían muchos trabajadores de Guadalajara, un grave problema como reconocía Miguel Fluiters: “Este asunto de la crisis obrera es mi preocupación constante, porque entiendo que en Guadalajara no debiera existir, porque creo que tenemos medios sobrados para evitarla cuando se presenta y aun para no dar lugar a que llegue a presentarse”. Hay que reconocer que desde la alcaldía se esforzó por mantener una relación privilegiada con los sindicatos, y el conjunto de los trabajadores, de su ciudad.

Desde 1910 procuró que se abriese una Escuela de Artes y Oficios que permitiese formar a los trabajadores alcarreños, muchos de los cuales eran jornaleros sin oficio concreto que se empleaban en distintos trabajos según las necesidades y las tareas estacionales. A pesar de su empeño, y de la oferta de colaboración de la Escuela Laica que dirigía Tomás de la Rica, en 1916 hubo que renunciar al proyecto por la oposición frontal del conde de Romanones, a través de Manuel Brocas que era su secretario personal. Cuando, finalmente, se puso en marcha esta Escuela, Miguel Fluiters ya no era alcalde.

 

Esta sintonía entre el alcalde y los trabajadores se puso otra vez de manifiesto el 21 de septiembre de 1911, cuando los obreros de la capital secundaron unánimemente una huelga nacional sin que hubiese ningún incidente, pues la mayoría de los huelguistas convirtieron la jornada de paro en un agradable día de campo. Sin embargo, y parece ser que siguiendo instrucciones de Romanones, hubo un notable despliegue de la Guardia Civil, tres obreros fueron detenidos en el interior del Centro de Sociedades Obreras, que había sido clausurado lo mismo que el periódico Juventud Obrera. A pesar de esta represión gratuita, la UGT felicitó al alcalde Miguel Fluiters por su actitud. No es de extrañar que, el 14 de febrero de 1917, la Federación de Sociedades Obreras, adherida a la UGT, pidiese que se diese el nombre de Miguel Fluiters a la calle Mayor Baja, como reconocimiento a sus desvelos por la ciudad y por la clase obrera, y que la calle Mayor Alta se llamase, en lo sucesivo, Calle Mayor. El 15 de abril de 1917 la ciudad de Guadalajara no solo bautizó con su nombre a su calle principal, sino que le tributó un agradecido homenaje.

Pero, paradójicamente, sus principales logros fueron la causa de su caída en desgracia. En el verano de 1918 estalló en Guadalajara una crisis de subsistencias, de las que se repetían cada pocos años, y la subida del precio del pan por las tahonas de la ciudad provocó una manifestación de mujeres, encabezada por Juana Aragonés La Chaleca. Pero la apertura de La Hispano había cambiado el perfil de la ciudad; el 6 de agosto de 1918 a las mujeres se les sumaron los obreros desencadenando una huelga general en la ciudad. El gobernador civil, Diego Trevilla Paniza, sacó a la calle a la Guardia Civil que en la Plaza de Marlasca disparó sobre la multitud, provocando un muerto y varios heridos de distinta consideración. Estos sucesos conmocionaron a toda la ciudad; desde que en 1823 una turbamulta absolutista se levantó contra Moreno y Marlasca, no había habido derramamiento de sangre en la ciudad en ninguna crisis, golpe de Estado o revolución.

Aunque Miguel Fluiters se encontraba fuera de Guadalajara atendiendo a sus asuntos particulares y al frente del municipio estaba Vicente Pedromingo de la Riva, los manifestantes primero se dirigieron a su domicilio particular, solicitando que el servicio doméstico de su casa se sumase a la huelga, y luego le culparon de la represión, a pesar de que ya había dado pruebas de su oposición a la adopción de medidas drásticas en los conflictos sociales. Incapaz de resistir la presión ciudadana, en octubre de ese mismo año renunció a la alcaldía y, prácticamente, puso fin a su carrera política, si bien no permaneció ajeno lo que pasaba en su ciudad y provincia.

Actividad social

Esta acción política estaba acompañada, necesariamente, de una actividad social muy destacada. En el mes de marzo de 1897 fue elegido tesorero de la Cruz Roja provincial, dos años después ocupó el mismo cargo en la primera Junta Directiva de la Cámara de Comercio de Guadalajara, en la que Basilio Paraíso era presidente honorario, y en la junta provincial de la Liga de Contribuyentes. En noviembre de 1907 formó parte de una comisión municipal establecida para gestionar la Tienda-Asilo arriacense, a la que pertenecían algunos concejales y otros ciudadanos ajenos a la corporación municipal entre los que se encontraba la plana mayor del romanonismo local: Antonio Vicenti, Miguel Fluiters y Vicente Pedromingo.

También mostró su preocupación por la infancia y la juventud; si un día apoyó desde el Ayuntamiento una instancia suscrita por José Linares, capitán de Caballería, solicitando colaboración para formar en Guadalajara un batallón infantil con el objetivo de “instruir a los niños en el arte militar”, años después presidió como alcalde el acto de juramento a su bandera de los boy-scouts y en 1908 fue el representante de los padres de alumnos en la Junta Provincial de Instrucción Pública.

Fue tal su popularidad que fue llamado para formar parte del jurado de un concurso de jotas que se celebra en la Plaza de Toros de Guadalajara, con asistencia de joteros venidos de distintos puntos de Aragón, pero también fue académico de la Real Academia Hispano-americana de Ciencias y Artes y obtuvo la Gran Cruz del Mérito Militar y la Medalla de la Batalla de Villaviciosa.

En su juventud fue un gran aficionado al teatro, como su hermana Carmen y su cuñado Cándido Cubillo, llegando a formar parte del grupo artístico del casino de La Peña y hasta, ocasionalmente, la prensa de Madrid publicó reseñas como esta: “se ha estrenado con gran éxito en el teatro de la Peña el juguete cómico-lírico titulado ¡Púm! en cuyo desempeño distinguiéronse notablemente la Sra. Cordavias y los Sres. Burgos, Cubillo, Ibargüen, Martínez y Fluiters”.

También se implicó en la defensa de sus intereses económicos. El 5 de abril de 1903 se celebró una asamblea de los propietarios agrícolas de la capital con el objetivo de elegir una comisión gestora encargada de adaptar el viejo Cabildo de Labradores a las circunstancias y condiciones propias del siglo XX, aprovechándose de una ley sobre Comunidades de Labradores, aprobada el 8 de julio de 1898 y de las normas de aplicación de esta ley, aprobadas el 19 de septiembre de 1902. Formada por Ángel Campos García, Ricardo Núñez Chinchón, Cruz López Cascajero, Jerónimo Sáenz Verdura, Leocadio Raposo Andrés y Miguel Fluiters Contera, esta Junta Organizadora tenía como misión principal constituir la sociedad de acuerdo a las leyes vigentes y elaborar unas nuevas Ordenanzas y un nuevo Reglamento que pudiesen ser estudiados y aprobados por el conjunto de los socios. El 23 de agosto de 1903 se celebró en las dependencias de la Diputación Provincial una nueva asamblea en la que se aprobaron los nuevos instrumentos legales y de gobierno interno del Cabildo, siendo remitidas al Gobernador Civil las Ordenanzas de la sociedad para que fuesen refrendadas por la primera autoridad provincial. Esta renovada sociedad agraria estaba fuertemente vinculada al Partido Liberal, por lo que fue uno de los instrumentos más eficaces del cacicazgo romanonista en la ciudad que apuntaló la carrera política de Miguel Fluiters Contera.

JUAN PABLO CALERO DELSO

viernes, 4 de marzo de 2022

FRANCISCO DE EYRE MOSQUERA

EYRE MOSQUERA, Francisco de

[Chantada, 1818 / Guadalajara, 23 marzo de 1866]

Francisco de Eyre Mosquera nació en 1818 en la parroquia de San Xoán da Laxe que pertenece al municipio de Chantada, en la provincia de Lugo, y falleció en Guadalajara alrededor de las doce horas del día 23 de marzo de 1866. Era hijo de Teresa Mosquera Pérez y de Juan de Eyre, que provenía de una familia de origen irlandés asentada en Galicia desde el siglo XVI como consecuencia de las persecuciones religiosas contra los católicos en el Reino Unido. Permaneció soltero.

En el año 1836 obtuvo el título de Bachiller en Teología, el 19 de febrero de 1846 alcanzó la Licenciatura en Jurisprudencia y el 21 de febrero de 1856 la Licenciatura en Derecho Canónico. Durante los años de 1846 y 1847 ejerció como abogado en la comarca de Chantada y, a partir de 1850 actuó en los juzgados de Primera Instancia de Quiroga, en Lugo, y de Pola de Laviana, en Asturias.


 Su destino en Guadalajara

Al mismo tiempo, intentaba hacer carrera como funcionario en la incipiente Administración Pública del recién estrenado Estado liberal. El 23 de junio de 1849 fue nombrado Visitador de la renta del papel sellado y documentos de giro de la provincia de Cádiz, dependiente de la Dirección General de Rentas Estancadas del Ministerio de Hacienda, pero apenas permaneció un año en este puesto, retornando, como hemos señalado, al ejercicio libre de la abogacía en su tierra natal.

El 31 de diciembre de 1856 fue nombrado Oficial Cuarto de la Administración de Bienes Nacionales de la provincia de Cádiz con un sueldo 6.000 reales anuales, hasta que el 28 de julio de 1857 fue enviado, como Oficial Segunda de la Sección de Minas y Montes, a Ciudad Real, por no haberse presentado en plazo el funcionario que había sido designado para ese puesto. El día 20 de septiembre tomó posesión de su cargo en esa provincia manchega, donde también estuvo muy poco tiempo, pues el 5 de abril de 1858 la reina Isabel II firmó su traslado, con el mismo nivel y en la misma sección, a la provincia de Guadalajara con un salario anual de 8.000 reales.

Desde el 27 de abril de 1858 no solo trabajó sino que también fijó su residencia en la ciudad arriacense, pues el Diario Oficial de Avisos de Madrid informaba en su número del día 25 de mayo del año siguiente que en la administración central de Correos estaba retenida por falta de franqueo una carta dirigida a Francisco Eyré en Guadalajara. El 29 de noviembre de 1858 fue ascendido a Oficial Primera y Jefe de la Sección de Minas y Montes de la provincia alcarreña con un sueldo de 10.000 reales.

Pero en el año 1859, y por iniciativa de su titular el Marqués de Corvera, se procedió a una reorganización del Ministerio de Fomento modificándose su estructura interna y, como resultado de esta renovación, el 12 de junio de 1859 la reina Isabel II le nombró Oficial Segundo de la nueva Sección de Fomento en Guadalajara, que tenía como jefe a Andrés González Ponce, conservando las mismas retribuciones. Finalmente, el día 6 de mayo de 1861 fue ascendido por antigüedad a Oficial de primera clase, manteniendo su plaza en la misma ciudad, y conservando este mismo puesto y destino hasta su fallecimiento el 23 de marzo del año 1866.

Durante sus años en tierras alcarreñas se vio aquejado por graves problemas de salud, una “gastralgia crónica” según el doctor Román Atienza que era su médico en Guadalajara, que le obligó a solicitar distintos permisos para ausentarse de su puesto de trabajo y recuperar su maltrecha salud. Si ya en julio de 1857 pidió una prórroga de un mes para su toma de posesión en Ciudad Real por su mal estado de salud, en 1858 solicitó una licencia de dos meses, que finalmente se prorrogó otros tres meses más, por el mismo motivo y aún pidió una más al año siguiente. Desde luego, no debía de gozar de muy buena salud pues murió con solo cuarenta y siete años.

Merece la pena destacar su profunda religiosidad, puesta repetidamente de manifiesto mientras residió en la capital alcarreña. Así el 8 de diciembre de 1864 se publicaron en La Esperanza, el portavoz oficioso del carlismo, una larga serie de preces remitidas por sus lectores en defensa del Papa Pio IX contra “las acometidas de los infieles modernos”, entre las que figura este poema remitido por Francisco de Eyre: “Tu santo amparo. Madre, nos presta cariñosa, / y da también consuelo al Pontífice-Rey; / La Iglesia es nuestro escudo, protégela amorosa, / que ella es seguro puerto de tu cristiana grey”. Y en 1865, también en la edición del 8 de diciembre por ser la festividad de la Inmaculada Concepción, se incluía otra breve oración remitida igualmente por Eyre a La Esperanza. Y también encontramos su nombre en el diario El Pensamiento Español, de orientación carlista.

Su evidente proximidad al partido carlista ni impidió que su carrera administrativa se desarrollase durante el Bienio Progresista ni que en el año 1859 el entonces gobernador civil de Guadalajara, Pedro Celestino Argüelles de la Unión Liberal, anotase en un informe de su hoja de servicios que su conducta política era “recomendable”.

Su estudio fotográfico

Francisco de Eyre Mosquera abrió en Guadalajara el primer estudio fotográfico de la provincia y uno de los primeros que se establecieron en España lejos de los grandes núcleos urbanos. Seguramente se inauguró en 1862, el mismo año que Jean Laurent recorrió por primera vez esa provincia, pues hemos visto alguna CDV con su sello y firmada y fechada en ese año por el retratado, y terminó su peripecia vital en marzo de 1866 con su fallecimiento.

Parece ser que, en opinión de Luis Enrique Cabrera, el estudio estuvo situado en el número 44 de la Calle Mayor Alta de la capital alcarreña, prácticamente en la esquina con la Plaza de Santo Domingo. Durante algún tiempo el establecimiento de fotografía lo regentó exclusivamente Francisco de Eyre, cuyo nombre es el único que aparece en algunas de las fotografías que se conservan, y en otro período lo codirigió con Vicente Vázquez, un joven y casi adolescente vecino de Guadalajara, apareciendo en este caso las imágenes bajo el sello comercial de Eyre y Vázquez. Tras el fallecimiento de Francisco de Eyre, y hasta 1870 aproximadamente, las fotografías comercializadas están firmadas solo por Vicente Vázquez.

El proceso de reproducción fotográfica más utilizado por Eyre y Vázquez fue el de la copia a la albúmina, un procedimiento inventado en 1849 por el francés Louis Désiré Blanquart-Evrard e introducido en España dos años después por el sevillano Francisco de Leygonier. Y el formato más común de su trabajo fotográfico fue la CDV, o Carte de Visite, con retratos individuales o familiares de vecinos de Guadalajara, aunque sabemos que no fue el único utilizado. Como decoración para las fotos de estudio se usó mobiliario de la época, una balaustrada y un forillo o pequeño telón que insinuaba un paisaje que cubría el fondo de la imagen.

Un número significativo de los retratos que han llegado hasta nosotros, que no suman medio centenar, corresponden a militares de la Academia de Ingenieros, lo que se explica porque al año siguiente de la visita del británico Charles Clifford a Guadalajara, en 1856, para tomar las primeras fotografías de la ciudad, el fundador de esta Academia, el general Antonio Remón Zarco del Valle, propuso que desde ese curso se tomase una placa de todos los alumnos que ingresasen en la Academia, con el objetivo de que, cuando lo mereciesen, esa fotografía pudiese ser incorporada a la Galería de Retratos que existía en el edificio de la Academia. Quizás con este propósito muchos militares pasaron por el estudio de Francisco de Eyre.

JUAN PABLO CALERO DELSO


 

lunes, 21 de febrero de 2022

ANTONIO ALCALÁ-GALIANO MIRANDA

ALCALÁ-GALIANO MIRANDA, Antonio

[París, 27 de marzo de 1842 / Túnez, 14 de agosto de 1902]

 Antonio Manuel Alcalá-Galiano Miranda nació en París el 27 de marzo de 1842 y falleció en Túnez el día 14 de agosto de 1902. Era hijo de Antonio Alcalá-Galiano y Fernández de Villavicencio, cuyo padre, Dionisio Alcalá-Galiano, había sido un ilustre marino muerto en combate en la batalla de Trafalgar y que, personalmente, si bien inició la carrera naval, había destacado por ser un eminente político liberal, radical en su juventud y moderado en su madurez. El 31 de diciembre de 1841 Antonio Alcalá-Galiano hubo de volver al exilio por su oposición a la regencia del general Baldomero Espartero, mientras que su esposa, embarazada de Antonio y llevando de la mano a su hijo Cristino, era tratada con desprecio y se vio obligada a caminar campo a través en pleno invierno para encontrar refugio en Francia. Instalados en París, en la rue de la Paix, la familia sufrió la muerte de Cristino y el nacimiento de Antonio, que fue bautizado en la iglesia parisina de la Madeleine el día 30 de marzo, siendo apadrinado por otros exiliados españoles: el magistrado Antonio Benavides Fernández de Navarrete y Antonia Viteri, esposa de Manuel Uriarte de la Herrán.

Su madre era Manuela Miranda Rendón, que siendo muy joven fue amante del rey Fernando VII con la que tuvo una hija, llamada Malvina. La esposa legítima del rey, la reina María Cristina de Borbón, conoció la relación pero, lejos de enemistarse con ella, sintió lástima de la joven Manuela a la que protegió desde entonces. Años después, ya fallecido el rey, Manuela Miranda fue cómplice de la entonces regente María Cristina en su relación con Fernando Muñoz, su futuro marido y duque de Riansares, sellando una profunda una amistad entre ambas familias.

Antonio Alcalá-Galiano Fernández de Villavicencio, ya viudo después de un primer matrimonio que se rompió con escándalo, contrajo segundas nupcias con Manuela Miranda, a la que conoció a su vuelta de su primer exilio en 1834 y con la que se casó salvando una evidente diferencia de edad entre ambos cónyuges y a pesar de que él era considerado el hombre más feo de España por sus contemporáneos.

A su vez, Antonio Alcalá-Galiano Miranda se casó en febrero de 1866 en la localidad guipuzcoana de Irún con Asunción Cassani Romano, hija de José Cassani Cron y White, conde de Mathian que falleció en 1888, y de Teresa Romano Rizo, que murió en 1872. Tuvieron una única hija, María del Dulce Nombre Alcalá-Galiano Cassani, que vino al mundo en 1866 y que en 1889 contrajo matrimonio con Gastón Poli Costa en la ciudad chilena de Valparaíso, donde su padre estaba destinado como cónsul de España. Precisamente, esa estancia de Antonio Alcalá-Galiano Miranda en Valparaíso tuvo una insólita consecuencia. El escritor Juan Valera, primo de aquel, le envió a Chile el libro Azul, del joven poeta nicaragüense Rubén Darío, acompañado de unas cartas que sirvieron para consagrar en España el nuevo estilo literario del modernismo.

Aunque nacido en el exilio francés, Antonio Alcalá-Galiano Miranda muy pronto pudo venir a España con sus padres, pues al año siguiente de su nacimiento cayó la regencia de Espartero y los correligionarios políticos de su padre, encabezados por el general Ramón María Narváez, se hicieron con el poder tras un golpe militar. Aquí realizó sus estudios primarios y secundarios y en 1857 se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Central madrileña.

Desengañado de la política a la vuelta de su exilio en 1843, su padre se había mantenido al margen de la vida institucional española a pesar de la vieja amistad que le unía con los dirigentes del partido moderado y de los sacrificios realizados por sus ideas. Pero en 1864 abandonó ese retraimiento y el 26 de diciembre juró su cargo como ministro de Fomento en un gabinete presidido por el general Narváez. Pero el 10 de abril de 1865 los universitarios madrileños que daban una serenata al rector, Juan Manuel Montalbán, en desagravio a su destitución por el gobierno y en apoyo al catedrático Emilio Castelar, expulsado de la Universidad, fueron tiroteados por fuerzas de la Guardia Civil y del ejército. Se dice que, al tener noticia de estos sucesos, que han pasado a la historia como la noche de San Daniel, el ministro Antonio Alcalá-Galiano sufrió un ataque y falleció repentinamente.

La familia quedó completamente desamparada pues su prestigiosa posición social no estaba acompañada por una fortuna económica suficiente; se dice que el entierro de Antonio Alcalá-Galiano tuvo que ser costeado por sus compañeros del Consejo de Ministros ante la penosa situación de su viuda. Las perspectivas para el hijo debían de ser tan oscuras que su madre, Manuela Miranda, escribió el 26 de abril de 1865, apenas quince días después de enviudar, al duque de Riansares, esposo de su amiga la reina María Cristina para pedir que le recomienden a su hijo a Isabel II “para que le conceda el empleo de mayordomo de semana, aunque sea con el menor sueldo de la clase, [pues] esto sería una ayuda para nosotros que, como V. sabe, no contamos con ninguna clase de fortuna”.

Carrera política y diplomática

Parece ser que vistió durante algún tiempo el uniforme de los húsares en el Palacio Real madrileño, aunque no siguió la carrera de las armas, y hacia el año 1867 ingresó en el Cuerpo Diplomático ocupando algunos destinos en el exterior hasta que la caída de Isabel II y el ostracismo de los moderados a partir de septiembre de 1868 añadieron nuevas dificultades a la familia Alcalá-Galiano Miranda y le hicieron perder el favor de su principal valedora. Por otro lado, su padre, que había sido un liberal exaltado que llegó a votar la incapacidad de Fernando VII en la sesión del 11 de junio de 1823, aceptó en 1836 ocupar el Ministerio de Marina en el gobierno moderado de Francisco de Istúriz, por lo que era considerado un traidor por los progresistas y no cabía esperar ninguna ayuda de ellos.

Pero los vaivenes de la política decimonónica española le ofrecieron una nueva oportunidad cuando, a partir del mes de enero de 1875, los Borbones volvieron al trono de Madrid, de la mano de Alfonso XII que era hijo de Isabel II, y los antiguos moderados, ahora agrupados en el Partido Conservador retornaron al poder. Antonio Alcalá-Galiano Miranda se unió a las filas conservadoras de Antonio Cánovas del Castillo y muy pronto inició una carrera política.

Su primer destino institucional le puso al frente de la provincia de Guadalajara, ocupando el cargo de Gobernador Civil desde el mes de octubre de 1875 hasta julio de 1878, poniendo fin a una etapa de mucha inestabilidad, pues en los nueve meses anteriores, desde la llegada al trono de Alfonso XII, se habían sucedido tres gobernadores civiles: Vicente Rico Sánchez-Tirado, Augusto José de Casanova y Francisco Saúco Brieba. En tierras alcarreñas impulsó y compartió el optimismo de la burguesía que con la Restauración monárquica y el final de la República había recuperado no solo el poder político sino también la confianza en sí mismos y la esperanza de un futuro mejor, tal y como se puso de manifiesto con la Exposición Provincial de 1878 de la que él fue “iniciador y organizador activo e inteligente del concurso”, según reseñaba La Ilustración Española y Americana. También fue él quien inauguró el Ateneo Científico, Literario y Artístico el 11 de marzo de 1877, fruto de ese renovado optimismo de la burguesía provincial.

También vio el final de la Tercera Guerra Carlista, que había alcanzado notable intensidad en la provincia, sobre todo en las comarcas de la Sierra, la Baja Alcarria y el Señorío de Molina de Aragón. Todavía en el verano de 1875 las partidas carlistas de Guadalajara ocuparon temporalmente Alocén, incendiando su molino, y Miedes de Atienza, manteniendo vivo el conflicto hasta febrero de 1876.

En el mes de julio de 1878 fue nombrado gobernador civil de Alicante, una provincia de mayor rango que la de Guadalajara, adonde se trasladó con su familia, teniendo la desgracia de que su madre, Manuela Miranda Rendón, falleciese en Alicante el 2 de octubre de 1878, siendo enterrada en el Cementerio de San Blas. Un Real Decreto del 3 de agosto de 1879 le trasladó al Gobierno Civil de Toledo, donde estuvo, en esta primera etapa, hasta que fue cesado el 19 de diciembre de 1880. Tras el breve paréntesis de los gabinetes liberales de Sagasta, el 19 de noviembre de 1884 volvió a ser nombrado gobernador civil de Toledo, ocupando este cargo hasta el 6 de octubre de 1885, cuando le cesó un nuevo gobierno liberal.

La situación económica familiar no debía de haber mejorado mucho desde los tiempos de su padre, porque el 23 de octubre de 1878, tres semanas después del fallecimiento de su madre, Antonio Alcalá-Galiano solicitó “se le transmita la pensión de 1.500 escudos que le fue concedida [a su madre] por ley 15 de julio de 1865” en condición de huérfano de su padre desde esa fecha.


En 1887 se alejó de la política nacional y retornó a la carrera diplomática, ocupando los Consulados generales de España en Lisboa, en la ciudad chilena de Valparaíso, como ya hemos citado, en la localidad costera de Emuy, en China, y desde 1897 en la Argelia francesa y, más tarde, en Túnez, también bajo dominio francés, donde falleció en 1902 cuando estaba al frente de dicho consulado.

Se decía que “había heredado también de su padre, si no su elocuencia, la facilidad de hablar en público”, y de hecho se encargó de la edición y publicación de las Memorias de su padre, que tuvieron un éxito notable y que sirven de imprescindible referencia para los estudiosos de ese período. Personalmente, tradujo algunas obras del portugués y dejó “libros de política y literatura, y esparcidos en periódicos cientos de artículos políticos y literarios. Era, además, poeta de fácil y lozana versificación”.

JUAN PABLO CALERO DELSO

martes, 8 de febrero de 2022

MIGUEL BENAVIDES SHELLY

BENAVIDES SHELLY, Miguel

[Arganda del Rey, 30 de abril de 1889 / Ciudad de México, enero de 1943]

Miguel Benavides Shelly nació el 30 de abril de 1889 en la localidad madrileña de Arganda del Rey, donde residía su familia que era propietaria de varias fincas agrícolas en esa comarca, y falleció en Ciudad de México en los últimos días de enero de 1943. Era hijo de Miguel Benavides Alfaro, un antiguo oficial del ejército que vino el mundo en Valladolid el 28 de abril de 1828, y de Manuela Shelly Fernández de Córdoba, que había nacido en Alicante el día 9 de octubre de 1849, vástagos de dos familias del estamento nobiliario y con una larga tradición militar. La pareja tuvo otros dos hijos (Severiana y José María) que, debido a la diferencia de edad entre los cónyuges, muy pronto quedaron al cuidado exclusivo de su madre, que enviudó el 3 de marzo de 1901.

Miguel Benavides Shelly contrajo matrimonio en diciembre de 1919 con Felisa Cordero de Paz e Iturriaga, hija del oficial de la Guardia Civil Jenaro Cordero Ferraz, que era diez años más joven que él. Tuvieron tres hijos: Teresa Benavides Cordero, nacida en 1921, Felisa, que vino al mundo en 1924, y Miguel, que nació en 1929, aproximadamente. Los cuatro le acompañaron al exilio en 1939.

Completada la enseñanza primaria, Miguel Benavides Shelly inició en 1899 sus estudios de Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, obteniendo el título correspondiente en junio de 1905. Durante el curso siguiente se matriculó en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central madrileña, pero creemos que no completó estos estudios y que se licenció como titulado en Filosofía y Letras, aunque al llegar al exilio en la República Dominicana declaró que su profesión era la de maestro, seguramente por indicación de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE).

Sin embargo, profesionalmente no se dedicó a la docencia, ni en la enseñanza primaria ni secundaria, sino que trabajó como oficial administrativo del Ministerio de Hacienda. La Gaceta de Madrid del 12 de abril de 1915 ya le incluía en la relación de aspirantes a funcionarios de la Hacienda Pública con titulación de Bachiller y, una vez conseguida la plaza, fue destinado a la provincia de Alicante, donde había nacido su madre y a la que estuvo desde entonces fuertemente vinculado.

Sin embargo, en el último trimestre de 1924 aceptó permutar su puesto en esa provincia con el también funcionario Santiago Garrido, destinado en la delegación de Hacienda de Guadalajara. Instalado en la capital alcarreña, al terminar el año 1925 mereció una de las recompensas de 500 pesetas que el Ministerio otorgó a sus funcionarios más destacados. Permaneció en tierras alcarreñas hasta que en diciembre de 1927 solicitó el traslado a Albacete, regresando a Alicante en el año 1929.

Actividad social y política

En 1923 Miguel Benavides Shelly iniciaba su actividad pública; en el mes de mayo de ese mismo año asistió a la asamblea de constitución de la sección de Alicante de la Liga Española de los Derechos del Hombre, una sociedad nacida en 1913 bajo el impulso del doctor Luis Simarro, como consecuencia de su campaña en defensa del pedagogo anarquista Francisco Ferrer Guardia, y que se había refundado en el año 1922 y estaba bajo la presidencia de Miguel de Unamuno.

Desde su origen, con el nombre de Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, esta asociación tuvo una fuerte inspiración masónica, así que no debe de ser casualidad que el 21 de febrero de ese mismo año Miguel Benavides ingresase en la logia Numancia de Alicante, la número 3 de la Gran Logia Regular española, con el nombre simbólico de Meng-Tien, en referencia a un general y arquitecto que impulsó la construcción de la Gran Muralla china. Trasladado a Guadalajara, pasó a la logia Ibérica número 1 de Madrid pues no había ninguna en la capital alcarreña, hasta que, por su mediación y con la colaboración de Marcelino Martín y Miguel Bargalló, se constituyó la logia Arriaco número 8. Destinado en Albacete, se incorporó a la logia Mendizábal de esa ciudad, hasta que en 1929, de regreso a Alicante, volvió a la logia Numancia, ahora con el grado 33, que ostentó desde el primer trimestre de 1930.

Esta vinculación con la Masonería le hizo tristemente célebre durante la Guerra Civil. Al estallar el conflicto las fuerzas golpistas se hicieron con el control de Segovia y las milicias rebeldes asaltaron la casa que la familia Benavides tenía en la ciudad, incautándose de toda la documentación personal que allí se guardaba. Con estos materiales José Manuel Ojeda Guillelmi, miembro del Servicio de Información y Policía Militar franquista durante el conflicto, escribió un librito de un centenar de páginas titulado Vida política de un grado 33 que en 1937 publicó en Burgos el canónigo Juan Tusquets en sus Ediciones Antisectarias. A pesar de la censurable violación de su intimidad, la imagen que se ofrece de de Miguel Benavides en este libro es moderada y moderna, excepto para alguien tan sectario e imbuido del integrismo católico como el autor y el editor de la obra.

En paralelo a esta actividad masónica corrió su militancia política. Aunque manifesto que a los 16 años formó parte de las juventudes de la Unión Republicana de Nicolás Salmerón, básicamente su actividad política se desarrolló a partir de la Dictadura primorriverista. Durante su estancia en Guadalajara se integró en la Agrupación del PSOE, más por afinidad personal con Marcelino Martín, Miguel Bargalló o Tomás de la Rica que por identidad ideológica con el partido socialista. Pero desde su regreso a Alicante, en el año 1929, se afilió a Acción Republicana, el partido político fundado por Manuel Azaña durante la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera que se constituyó legalmente en el año 1931, siendo entonces elegido Miguel Benavides para hacerse cargo de la Secretaría Provincial de Alicante hasta que en enero de 1932, tras una Asamblea Provincial, fue nombrado Contador de su ejecutiva provincial, convertido ya en uno de los militantes más destacados del republicanismo alicantino. En el año 1934 Acción Republicana se integró en un nuevo partido, Izquierda Republicana, nacido de la convergencia de diversos grupos bajo el liderazgo de Manuel Azaña y al que se afilió Miguel Benavides, que ese mismo año fue elegido Contador de su directiva nacional. Toda esta carrera política no se puede entender sin su estrecha amistad con Carlos Esplá Rizo, un periodista alicantino republicano y masón, que en su juventud había sido secretario de Vicente Blasco Ibáñez, y al que Miguel Benavides acompañó hasta su exilio en México, donde mantuvo su adscripción a Izquierda Republicana.

Segunda República, Guerra y exilio

Pero quizás su actividad política más destacada durante el quinquenio republicano fuese el Gobierno Civil de Guadalajara. En una primera etapa, fue gobernador de la provincia alcarreña entre el 6 de noviembre de 1932 y el 13 de septiembre de 1933 y, en su segundo período, ocupó esa misma responsabilidad desde el mes de febrero de 1936 hasta el 13 de diciembre de ese mismo año, en que apareció su cese en la Gaceta de Madrid.

En 1932 su nombramiento fue bien acogido, incluso por la prensa derechista, por haber vivido en Guadalajara y conocer la provincia de primera mano. Además se señalaba que era “hombre joven, culto y tolerante con toda clase de ideologías [que gobernaría] procurando en todo momento patentizar sus ideas democráticas”, como se podía leer en el semanario Flores y Abejas con motivo de su designación. Cumpliendo las expectativas puestas en él, en su primer día al frente de la provincia recibió a una comisión de propietarios y trabajadores agrícolas de Azuqueca de Henares consiguiendo con su intervención resolver el conflicto planteado entre ellos.

Destacó también por su mediación para conseguir que se mantuviesen abiertas las factorías de La Hispano en Guadalajara, tanto de aviones como de vehículos, pues el gobierno republicano se resistía a que pasasen a estar controladas por la FIAT, una empresa que tenía su matriz en la Italia fascista, llegando a formarse una comisión que se entrevistó personalmente con el jefe del gobierno, Manuel Azaña.

Al finalizar su primer paso por el Gobierno Civil de Guadalajara, fue nombrado, aunque muy brevemente, delegado del gobierno en la isla de Menorca, renunciando al puesto, que parece ser que no llegó a ocupar, y siendo sustituido por Teodoro González González-Vega en vísperas de las elecciones legislativas que dieron el triunfo a las candidaturas conservadoras. Trasladó entonces su residencia a la ciudad de Segovia, recuperando su empleo en la Delegación de Hacienda y residiendo en el número 20 de la calle Ochoa Ondeategui.

Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, Miguel Benavides Shelly fue de nuevo nombrado gobernador civil de la provincia de Guadalajara. En esta ocasión la principal preocupación del nuevo delegado gubernativo fue la violencia política, con el asesinato por pistoleros de la extrema derecha de los carteros de Moratilla de los Meleros y de Sigüenza, que estaban promoviendo los sindicatos de clase en sus comarcas, la represión con uso de armas de fuego por la Guardia Civil de la protesta de los trabajadores de las salinas del norte de la provincia o los ataques personales o amenazas de muerte protagonizadas por militares conspiradores y reconocidos monárquicos.

Paradójicamente, esa tarea de pacificación se vio entorpecida por el ascenso del jefe de la Guardia Civil en la provincia alcarreña; José Sanjurjo Rodríguez-Arias, comandante del 20º Tercio de esta fuerza, fue ascendido a general de brigada el día 21 de mayo de 1936, siéndole asignado el mando de la 4ª Zona de la Guardia Civil, con residencia en Madrid, y que tenía a su cargo las provincias de Ávila, Badajoz, Cáceres, Cuenca, Madrid, Salamanca, Toledo y Zamora. El 25 de mayo se convocó un homenaje en la ciudad de Guadalajara en la que Miguel Benavides le impuso la faja de general y José Sanjurjo Rodríguez-Arias cedía el testigo del mando de la Guardia Civil en la provincia a su segundo, Ricardo Ferrari Ayora, que se sublevó en julio de 1936 y puso a la Guardia Civil a disposición de los golpistas.

Desde julio de 1936 procuró por todos los medios mantener la paz en tierras alcarreñas; así el día 15 emitió un bando para asegurar “el riguroso mantenimiento del orden público” y a partir del día 18 negoció con los oficiales de la guarnición de Guadalajara que le dieron su palabra de lealtad a la República hasta que se sublevaron forzando su huida a Madrid, volviendo a la provincia cuando fue liberada por las milicias cenetistas madrileñas de Cipriano Mera. Al volver a ejercer sus funciones, emitió un nuevo bando el día 28 de julio en el que prohibía que a nadie se le “exigiese la documentación, […] realizare registros domiciliarios, detenciones, ataques contra la vida, integridad corporal o propiedad ajena”, aunque su control de la situación era ya muy limitado.

 Cuando el 4 de noviembre de 1936 se formó el segundo gabinete de Francisco Largo Caballero, el nuevo gobierno incorporó un Ministerio de Propaganda a cuyo frente situó al periodista republicano alicantino Carlos Esplá Rizo, que como ya dijimos mantenía una larga amistad con Miguel Benavides Shelly, quien fue nombrado secretario particular del ministro el día 22 de noviembre y, forzosamente, renunció a su puesto como gobernador civil de Guadalajara, cese que se hizo efectivo el 13 de diciembre de ese mismo año.

El 25 de mayo de 1938 fue nombrado, a propuesta del ministro de Obras Públicas Antonio Velao Oñate, delegado del Gobierno en la Confederación Hidrográfica del Ebro, aunque para entonces el control de casi todo el cauce y la cuenca de este río ya estaban bajo la autoridad del ejército rebelde. Fue, de todos modos, su último cargo al servicio de la República Española en el interior del país.

En los primeros meses de 1939 abandonó con su familia el territorio español, ante la amenaza de represalias por parte de la dictadura franquista, dada su condición de masón y su militancia republicana; no en vano José Manuel Ojeda reconocía en su libro que cuando fuese detenido el capítulo final de su biografía sería “el más sabroso y trágico”. Y, efectivamente, Miguel Benavides Shelly fue juzgado y condenado en rebeldía, en el sumario 309/1941, a 30 años de reclusión mayor y otras penas accesorias por su pertenencia a la Masonería.

En un primer momento recaló en la República Dominicana, adonde llegó en diciembre de 1939, residiendo en el número 43 de la calle de Isabel la Católica de la capital del país, Santo Domingo, y donde actuó como responsable de la JARE junto a Rafael Supervía y Balbina Medrano. En 1938 el dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, decidió no presentarse a la reelección como presidente del país, ocupando la jefatura del Estado los presidentes títeres Jacinto Bienvenido Peynado, hasta su muerte en 1940, y Manuel de Jesús Troncoso, hasta 1942. La política de puertas abiertas a los exiliados españoles de ese período, se cerró con la progresiva vuelta al poder del dictador Trujillo, hasta el punto que José Andreu Abelló, en representación de la JARE, escribió al gobierno mexicano en febrero de 1941 que la familia Benavides “se hallaban en la actualidad en la República Dominicana, en cuyo país se le ha creado una situación difícil, por lo que es de urgencia procurar su inmediata salida”.

Finalmente, el día 25 de marzo de 1942 Miguel Benavides y los suyos llegaron a México y se instalaron en el número 157 de la calle Ayuntamiento en el Distrito Federal. La JARE le nombró funcionario, con un salario de 250 pesos mensuales, le proveyó de una tarjeta para la asistencia médica y le facilitó otros servicios, Aunque en la petición de entrada en México la JARE apuntaba que probablemente fijaría su residencia en el estado de Michoacán, lo cierto es que fue nombrado profesor en el Colegio Madrid de Ciudad de México, abierto para asegurar la formación de los hijos de los exiliados españoles, pero falleció a finales de enero de 1943. El periódico Adelante, portavoz del PSOE en México, reseñaba en su número del 1 de febrero de 1943  “su decisión y energía en momentos difíciles para la República, a la que sirvió, sin tasa ni medida, cuando fué requerido para ello. Del señor Benavides Shelly puede decirse con completa justicia que fue un hombre entregado de lleno a los ideales democráticos, un republicano sin ambiciones, que desdeñó honores para ser útil a España”, y destacaba “su paso por el gobierno provincial del feudo Romanonista […] reclamado por la voluntad popular, a proseguir su obra de saneamiento moral y politico en aquella provincia española, tantos años sometida al caciquismo”.

JUAN PABLO CALERO DELSO