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domingo, 18 de noviembre de 2018

AMADOR DEL VILLAR PÉREZ DE CASTROPOL

VILLAR PÉREZ DE CASTROPOL, Amador del
[Castropol, 17 de abril de 1843 / Madrid, 17 de septiembre de 1916]

Amador del Villar y Pérez de Castropol nació el día 17 de abril de 1843 en la parroquia de Seares del municipio de Castropol, en el extremo occidental de Asturias. Era hijo de Leandro del Villar y Villademoros y de Francisca Castropol y Fuertes, miembros de la más rancia nobleza local. Creció en la cercana villa de Luarca, donde su padre era abogado y propietario, y allí cursó sus primeros estudios. Amador del Villar falleció en Madrid el 17 de septiembre de 1916.

Su formación en Guadalajara
Muy pronto se despertó su vocación castrense, y en 1859 participó como cadete en la Guerra de África. En 1861, finalizado este conflicto con el Tratado de Wad Ras, ingresó en la Academia de Ingenieros militares de Guadalajara, y aquí se forjaron sus dos principales aficiones: la milicia y la ingeniería. Sus años en la capital alcarreña fueron decisivos para su formación y, además, se convirtió en un joven apuesto que siempre tuvo mucho éxito con las mujeres, llegando a ser considerado el inspirador del personaje del marqués de Bradomín de Ramón María del Valle Inclán, de quien desde luego fue amigo y con quien visitó campos de batalla de la última carlistada. A esta época corresponde la imagen que, firmada por el pionero estudio fotográfico alcarreño de Eyré y Vázquez, ilustra esta biografía y que puede considerarse una de las primeras instantáneas que se hicieron en la provincia.
En 1863 consiguió el grado de alférez y en 1866 ganó el ascenso a teniente y consiguió su primer destino como oficial en el 2º Batallón del Regimiento de Zapadores-Minadores de guarnición en la capital del reino, donde en 1868, recién ascendido a capitán, le sorprendió la Revolución Gloriosa que destronó a Isabel II. Descontento con el nuevo régimen, y a pesar de sus raíces familiares –su padre fue gobernador civil liberal y su tío Pedro del Villar fue diputado progresista en las Constituyentes de 1854-, destinado en Madrid entró en contacto con el carlismo a través del conde de la Patilla y, aprovechando un viaje a París, aceptó la invitación de Carlos de Borbón Austria-Este para permanecer junto a él.
En el Ejército Carlista
Solicitó la licencia absoluta del ejército, que obtuvo en febrero de 1870, para desarrollar una frenética actividad como conspirador: en 1870 cruzó la frontera francesa al mando de un centenar de voluntarios que pronto fueron derrotados, aunque Amador del Villar no fue detenido, y en 1871 fue enviado a Bilbao y Santoña para colaborar en un frustrado pronunciamiento de la guarnición bilbaína a favor del pretendiente carlista. En la primavera de 1872, al comenzar la guerra, entró en España junto a Carlos VII, con el rango de teniente coronel, y permaneció junto a él hasta que el 4 de mayo el general Domingo Moriones les venció en la batalla de Oroquieta, forzando su regreso a suelo francés.
Antes de acabar el año, volvieron las tropas carlistas a entrar en España excitando un nuevo levantamiento general, y de nuevo Amador del Villar volvió a tomar las armas, destacando extraordinariamente en las operaciones en las que participó y en las misiones que le fueron encomendadas. El 15 de agosto de 1873 las tropas carlistas procedieron a destruir, en solemne ceremonia, el acta oficial del Convenio de Vergara que había puesto fin a la Primera Guerra Carlista en el norte peninsular, participando Amador del Villar en este acto como Comandante General de Álava con el grado de Teniente Coronel de Estado Mayor.
En noviembre de 1873 murió Vicente Sabariegos, Comandante General carlista para La Mancha y Extremadura, que fue sustituido interinamente por José Díaz de la Cortina, marqués de la Cortina, hasta que al comenzar el año 1874 cedió el mando a Amador del Villar, que traía un nombramiento del Cuartel Real carlista. Al frente de sus hombres participó en diversas batallas con suerte irregular. Durante algunos meses recorrió libremente las comarcas más meridionales de la Meseta, ocupando brevemente distintas localidades manchegas y extremeñas (Fontanarejo, Alcoba de los Montes, Porzuna, Talayuela, Villarrubia de los Ojos, Piedrabuena, Malagón, Siruela, Calzada y Moral de Calatrava…), en las que recaudó dinero y acopió suministros, ocasionando diversos daños materiales al enemigo, pero sin cometer asesinatos ni excesos. En marzo de 1874 el radio de acción de los guerrilleros bajo su mando se amplió a localidades como Belalcázar o El Viso de la comarca de Los Pedroches, en la vecina provincia de Córdoba.
Amador del Villar centralizó el mando y convirtió a las partidas dispersas en unidades militares, pero chocó con algunos jefes guerrilleros que, acostumbrados a la más amplia autonomía, recelaban de su autoridad. Estas diferencias fueron la causa de la derrota del ejército carlista en Piedrabuena el día 14 de abril de 1874, donde Amador del Villar fue traicionado al entrar en combate con las tropas republicanas del coronel Cayetano Melguizo. Los oficiales carlistas huyeron hacia Portugal a través de Extremadura para retornar al norte peninsular y los guerrilleros manchegos volvieron a dividirse en pequeñas partidas que muy pronto fueron vencidas.
Acabada la guerra con la derrota de Carlos VII, el carlismo entró en un periodo de crisis, aunque nunca renunció a mantener una estructura militar embrionaria ni a proyectar nuevos alzamientos. Amador del Villar participó destacadamente en estas actividades conspirativas. En 1883 aparece entre los primeros firmantes de una suscripción pública para erigir un monumento a Tomás de Zumalacárregui, el más conocido jefe militar carlista, y tanto en 1886 como en 1889 seguía figurando en el Estado Mayor del Ejército Carlista como jefe del arma de Ingenieros.

Su actividad como ingeniero
Amador del Villar aplicó los conocimientos que como ingeniero militar había adquirido en Guadalajara y durante la guerra. Fue responsable de la doble línea de defensa que establecieron los carlistas entre los pueblos navarros de Cirauqui y Unzúe para aislar a Pamplona. Destacó en la construcción de fuertes y trincheras en torno a Puente la Reina y Estella y en la construcción de un puente flotante cerca de Azpeitia.
Durante su exilio, recorrió diversos países europeos y, como fruto de su experiencia militar y de sus observaciones, patentó distintas máquinas que fueron fabricadas y empleadas en diferentes lugares de Europa y América. De vuelta a España, construyó una máquina perforadora en los talleres madrileños de Canterac y otras semejantes se fabricaron en Rusia, Estados Unidos o Gran Bretaña.
Planificó el ferrocarril minero de Bacares a Almería, una vía férrea destinada a facilitar la exportación del mineral de hierro extraído en esa comarca de la Sierra de Filabres. El 25 de enero de 1886 el gobierno aprobó el proyecto y tres días después contó con el visto bueno del Ayuntamiento de Uleila del Campo, un antiguo señorío del duque del Infantado. El 28 de mayo de ese mismo año llegaba Amador del Villar a Almería como director del proyectado ferrocarril, pero a causa de las dificultades encontradas el 14 de julio de 1887 solicitaba y obtenía permiso para transferir la citada concesión a la “Compañía de las Minas y Caminos de Hierro de Bacares a Almería y prolongaciones”, una empresa de capital belga y con domicilio social en Bruselas. Finalmente, la línea férrea proyectada nunca entró en servicio.

Sus últimos años
A principios del siglo XX se dedicó a estudiar el método más adecuado para elaborar un catastro que permitiese cuantificar la riqueza del país y que sirviese de base a un nuevo impuesto. Su propuesta fue comentada en la prensa alcarreña en estos términos: “es una obra colosal que mediante muchos millones habrá de llevarse a cabo en poco tiempo, y [ha sido] resuelta después de muchos años de estudio y después de un incesante trabajo por un ingeniero español, D. Amador Villar”.
El semanario liberal alcarreño La Crónica fue en 1902 la tribuna desde la que Amador del Villar presentó su propuesta de constituir una sociedad de titularidad privada que llevase a la práctica su plan. En 1908 solicitó al Ministerio de Fomento que se le concediese la confección del catastro de España, petición que fue dictaminada por el Consejo del Servicio Geográfico, adscrito al Instituto Geográfico y Estadístico de España, en un amplio informe. En mayo de 1909 este proyecto llegó al Congreso de la mano del diputado Francisco Bergamín, pero no prosperó por la oposición del ministro y empresario asturiano Faustino Rodríguez San Pedro.
Participó en la fundación de la Gran Peña, un aristocrático casino madrileño que pretendía asimilarse a los clubes británicos y que hundía sus raíces en una tertulia de ingenieros militares que desde 1869 se reunía en el Café Suizo. Al año siguiente de su muerte, la Gran Peña inauguró su nueva sede en el número 2 de la Gran Vía madrileña, diseñada por los arquitectos Eduardo Gambra y Antonio de Zumárraga.
JUAN PABLO CALERO DELSO

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