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domingo, 25 de noviembre de 2018

ASUNCIÓN VELA LÓPEZ

VELA LÓPEZ, Asunción
[Hiendelaencina, 1862 / Madrid, 1938]

Asunción Vela López nació en la localidad alcarreña de Hiendelaencina en el año 1862, en pleno apogeo de la explotación minera, y, según algunas fuentes, falleció en Madrid en 1938, aunque la familia recuerda que al final de la Guerra Civil marchó a Francia con su sobrino Alberto Vela, a quien acompañaban su mujer y su hija, y allí fue separada de sus parientes, que perdieron su rastro. No sabemos mucho de su familia, aunque hemos encontrado noticias de una pensión militar de la que era beneficiaria y sabemos que tuvo al menos un hermano y dos sobrinos: Alberto y Pedro Vela.
Siendo casi una niña se trasladó a Madrid, y desde tan temprana edad mostró un notable interés por la cultura. Según declaraba ella misma, asistió a las clases para mujeres que, por iniciativa de Fernando de Castro, se impartieron en el Ateneo de Madrid a partir de 1869. Desde entonces, tuvo como maestros al citado Fernando de Castro y, muy particularmente, a Gumersindo de Azcárate, desarrollando una labor pedagógica tan pionera como meritoria dentro del marco ideológico del krausismo.

En la Asociación para la Enseñanza de la Mujer
Estudió en la Escuela de Institutrices de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, donde consiguió titularse en 1877. Era éste un centro pedagógico que había fundado Fernando de Castro cuando fue rector de la Universidad Central madrileña, durante el Sexenio Revolucionario. Allí se formaba a las futuras maestras con principios análogos a los que luego sostuvieron a la Institución Libre de Enseñanza, insistiendo en su plan de estudios en las materias científicas y en la práctica de la gimnasia, y formándolas en la pedagogía de Friedrich Fröebel. La investigadora Natividad Araque sostiene que “Las alumnas obtuvieron muy buenos resultados debido a que las enseñanzas eran más completas que las proporcionadas por las escuelas oficiales, por lo que las licenciadas aprobaban las oposiciones a maestras con mejores resultados que las alumnas de la Normal”.
Si bien en un primer momento la Escuela de Institutrices había sido acogida entre sus muros por la Escuela Normal de Maestras de Madrid, su labor y su ideario no despertaron las simpatías del nuevo gobierno monárquico y en 1880 se trasladó a un edificio en el número 14 de la calle de la Bolsa, pasando antes de que acabase el siglo a unas nuevas dependencias en el número 14 de la céntrica calle de San Mateo. Sin el amparo del gobierno, desde 1880 quedó “exclusivamente bajo los auspicios de la iniciativa particular de aquella asociación [para la Enseñanza de la Mujer] y sostenida sólo con los recursos que esta puede allegar”, según reconocía César de Eguilaz, secretario de la Normal de Maestras de Madrid, siendo además objeto de la encarnizada hostilidad de tradicionalistas e integristas católicos.
Concluidos sus estudios, en el mes de enero de 1879 Asunción Vela López participó sin éxito en la oposición para ocupar una plaza de profesora de la “Escuela Fröebel” de Madrid; que dirigía el alcarreño Eugenio Bartolomé de Mingo y que estaba dedicada a la educación de la primera infancia con las modernas técnicas pedagógicas que ella había aprendido en la Escuela de Institutrices.
Como consecuencia de este fracaso, ese mismo año optó por matricularse en la Escuela de Comercio que entonces abría sus puertas en la capital del reino por iniciativa de la citada Asociación para la Enseñanza de la Mujer, una decisión personal que se vería favorecida porque, según sus Estatutos, a las alumnas que se hubiesen titulado en la Escuela de Institutrices no se les exigía que superasen el examen de ingreso en la de Comercio. Allí se ofrecía a las mujeres, en dos cursos, “la instrucción apropiada para el ejercicio de la profesión de comercio”, según se recogía en el artículo 1º de su Reglamento, con el propósito de que "la mujer [pueda] aspirar a crearse una posición honrosa que la ponga a ella y a su familia al abrigo de la miseria, y unos conocimientos útiles que la permitan siempre entender en el manejo directo de su fortuna".
En 1881 terminaba sus estudios comerciales, demostrando un notable aprovechamiento en el aprendizaje de lenguas extranjeras, sobre todo del inglés, una asignatura que en un primer momento no estaba incluida en el plan de estudios de la Escuela pero que se ofrecía voluntariamente a las alumnas, y que era impartida por Eduardo Benot, un destacado filólogo e intelectual de ideología republicana federal que había sido ministro durante la Primera República y que fue autor de varios manuales y gramáticas de diferentes idiomas.
Desde entonces, y aunque en 1881 ya tenía el título de Maestra Superior y en 1899 superó con nota de sobresaliente la reválida para Maestra Normal, su vida profesional siempre estuvo vinculada a la Asociación para la Educación de la Mujer (AEM) y a las Escuelas que ésta sostenía en Madrid. Empezó desempeñando durante tres cursos las funciones de auxiliar de una de las clases de la Escuela de Institutrices, pero desde 1882 y hasta su jubilación ejerció como profesora de distintas materias.
Su relación con la Asociación no fue exclusivamente laboral, pues ya en 1881 y con sólo diecinueve años fue nombrada secretaria-contador de su Junta Directiva, resultando elegida “entre varias profesoras que han ofrecido sus servicios para aquel cargo, todas muy dignas y muy aptas, [elección que] se ha fundado en las circunstancias de reunir la agraciada los títulos de institutriz y de profesora de comercio ganados en las escuelas de la Asociación”. Al año siguiente salió reelegida, y como secretaria fue la responsable de firmar los Reglamentos de las Escuelas de Comercio y de Correos y Telégrafos. Permaneció en este cargo hasta su fallecimiento y en virtud de esta responsabilidad fue la encargada de redactar y leer anualmente las Memorias de la Escuela; en 1929 también fue nombrada Bibliotecaria de la citada Junta Directiva. Además, fue socia activa de la Asociación de Institutrices y Profesoras de Comercio, que se fundó el 12 de febrero de 1882 en base a los equipos docentes de las Escuelas de la AEM. 

Su actividad social
Por el contrario, su actividad fuera de la Asociación y sus Escuelas fue muy escasa, aunque relevante. En 1892 formó parte de una Mesa de Discusión del Congreso pedagógico hispano-portugués-americano que presidía Emilia Pardo Bazán, y en 1907 ocupó una de las secretarías en la primera Junta Directiva del Centro Ibero Americano de Cultura Popular. Aún menor fue su participación en organismos oficiales, y sólo podemos señalar que en 1908 perteneció a la Comisión de maestros de Instrucción Primaria auxiliar de la Junta central de primera enseñanza ministerial y en 1912 fue suplente del tribunal de oposición a la cátedra de “Industrias mecánicas que puedan existir en el hogar” en la Escuela del Hogar.
Esta diferencia entre su papel protagonista en la enseñanza femenina de su tiempo y su exclusión del mundo académico e institucional muestra con toda claridad ese carácter secundario y subordinado que tenía la educación de la mujer en el primer tercio del siglo XX; sólo la proclamación de la Segunda República permitió que sus méritos fuesen reconocidos, concediéndole el nuevo gobierno la medalla al Mérito en el Trabajo en junio de 1931, y que la condición de la mujer mejorase significativamente. Como ella misma decía con motivo de la imposición de esa medalla, "hoy, cuando la mujer llega a las altas esferas de la gobernación de la República y va a tener asiento en el Parlamento, parece increíble el camino que hemos logrado recorrer".
Buena parte de este camino lo recorrió junto a otra mujer que, por su matrimonio, también estaba estrechamente vinculada a Hiendelaencina: Clementina Albéniz, hermana del compositor Isaac Albéniz, esposa de Víctor Ruiz Rojo y madre del periodista Víctor Ruiz Albéniz. Las dos fueron alumnas de las Escuelas de la Asociación, profesoras en ellas durante casi cincuenta años y a las dos se les concedió al mismo tiempo la citada medalla al Mérito en el Trabajo al finalizar su vida profesional. Además, el 23 de mayo de 1931 se les tributó un merecido y concurrido homenaje popular al cesar como profesoras de la AEM en el que se leyó una emocionada carta de Niceto Alcalá-Zamora, que en esos días se estrenaba como primer presidente de la Segunda República española y que también había sido profesor de la AEM en el curso 1900-1901.
JUAN PABLO CALERO DELSO

domingo, 18 de noviembre de 2018

AMADOR DEL VILLAR PÉREZ DE CASTROPOL

VILLAR PÉREZ DE CASTROPOL, Amador del
[Castropol, 17 de abril de 1843 / Madrid, 17 de septiembre de 1916]

Amador del Villar y Pérez de Castropol nació el día 17 de abril de 1843 en la parroquia de Seares del municipio de Castropol, en el extremo occidental de Asturias. Era hijo de Leandro del Villar y Villademoros y de Francisca Castropol y Fuertes, miembros de la más rancia nobleza local. Creció en la cercana villa de Luarca, donde su padre era abogado y propietario, y allí cursó sus primeros estudios. Amador del Villar falleció en Madrid el 17 de septiembre de 1916.

Su formación en Guadalajara
Muy pronto se despertó su vocación castrense, y en 1859 participó como cadete en la Guerra de África. En 1861, finalizado este conflicto con el Tratado de Wad Ras, ingresó en la Academia de Ingenieros militares de Guadalajara, y aquí se forjaron sus dos principales aficiones: la milicia y la ingeniería. Sus años en la capital alcarreña fueron decisivos para su formación y, además, se convirtió en un joven apuesto que siempre tuvo mucho éxito con las mujeres, llegando a ser considerado el inspirador del personaje del marqués de Bradomín de Ramón María del Valle Inclán, de quien desde luego fue amigo y con quien visitó campos de batalla de la última carlistada. A esta época corresponde la imagen que, firmada por el pionero estudio fotográfico alcarreño de Eyré y Vázquez, ilustra esta biografía y que puede considerarse una de las primeras instantáneas que se hicieron en la provincia.
En 1863 consiguió el grado de alférez y en 1866 ganó el ascenso a teniente y consiguió su primer destino como oficial en el 2º Batallón del Regimiento de Zapadores-Minadores de guarnición en la capital del reino, donde en 1868, recién ascendido a capitán, le sorprendió la Revolución Gloriosa que destronó a Isabel II. Descontento con el nuevo régimen, y a pesar de sus raíces familiares –su padre fue gobernador civil liberal y su tío Pedro del Villar fue diputado progresista en las Constituyentes de 1854-, destinado en Madrid entró en contacto con el carlismo a través del conde de la Patilla y, aprovechando un viaje a París, aceptó la invitación de Carlos de Borbón Austria-Este para permanecer junto a él.
En el Ejército Carlista
Solicitó la licencia absoluta del ejército, que obtuvo en febrero de 1870, para desarrollar una frenética actividad como conspirador: en 1870 cruzó la frontera francesa al mando de un centenar de voluntarios que pronto fueron derrotados, aunque Amador del Villar no fue detenido, y en 1871 fue enviado a Bilbao y Santoña para colaborar en un frustrado pronunciamiento de la guarnición bilbaína a favor del pretendiente carlista. En la primavera de 1872, al comenzar la guerra, entró en España junto a Carlos VII, con el rango de teniente coronel, y permaneció junto a él hasta que el 4 de mayo el general Domingo Moriones les venció en la batalla de Oroquieta, forzando su regreso a suelo francés.
Antes de acabar el año, volvieron las tropas carlistas a entrar en España excitando un nuevo levantamiento general, y de nuevo Amador del Villar volvió a tomar las armas, destacando extraordinariamente en las operaciones en las que participó y en las misiones que le fueron encomendadas. El 15 de agosto de 1873 las tropas carlistas procedieron a destruir, en solemne ceremonia, el acta oficial del Convenio de Vergara que había puesto fin a la Primera Guerra Carlista en el norte peninsular, participando Amador del Villar en este acto como Comandante General de Álava con el grado de Teniente Coronel de Estado Mayor.
En noviembre de 1873 murió Vicente Sabariegos, Comandante General carlista para La Mancha y Extremadura, que fue sustituido interinamente por José Díaz de la Cortina, marqués de la Cortina, hasta que al comenzar el año 1874 cedió el mando a Amador del Villar, que traía un nombramiento del Cuartel Real carlista. Al frente de sus hombres participó en diversas batallas con suerte irregular. Durante algunos meses recorrió libremente las comarcas más meridionales de la Meseta, ocupando brevemente distintas localidades manchegas y extremeñas (Fontanarejo, Alcoba de los Montes, Porzuna, Talayuela, Villarrubia de los Ojos, Piedrabuena, Malagón, Siruela, Calzada y Moral de Calatrava…), en las que recaudó dinero y acopió suministros, ocasionando diversos daños materiales al enemigo, pero sin cometer asesinatos ni excesos. En marzo de 1874 el radio de acción de los guerrilleros bajo su mando se amplió a localidades como Belalcázar o El Viso de la comarca de Los Pedroches, en la vecina provincia de Córdoba.
Amador del Villar centralizó el mando y convirtió a las partidas dispersas en unidades militares, pero chocó con algunos jefes guerrilleros que, acostumbrados a la más amplia autonomía, recelaban de su autoridad. Estas diferencias fueron la causa de la derrota del ejército carlista en Piedrabuena el día 14 de abril de 1874, donde Amador del Villar fue traicionado al entrar en combate con las tropas republicanas del coronel Cayetano Melguizo. Los oficiales carlistas huyeron hacia Portugal a través de Extremadura para retornar al norte peninsular y los guerrilleros manchegos volvieron a dividirse en pequeñas partidas que muy pronto fueron vencidas.
Acabada la guerra con la derrota de Carlos VII, el carlismo entró en un periodo de crisis, aunque nunca renunció a mantener una estructura militar embrionaria ni a proyectar nuevos alzamientos. Amador del Villar participó destacadamente en estas actividades conspirativas. En 1883 aparece entre los primeros firmantes de una suscripción pública para erigir un monumento a Tomás de Zumalacárregui, el más conocido jefe militar carlista, y tanto en 1886 como en 1889 seguía figurando en el Estado Mayor del Ejército Carlista como jefe del arma de Ingenieros.

Su actividad como ingeniero
Amador del Villar aplicó los conocimientos que como ingeniero militar había adquirido en Guadalajara y durante la guerra. Fue responsable de la doble línea de defensa que establecieron los carlistas entre los pueblos navarros de Cirauqui y Unzúe para aislar a Pamplona. Destacó en la construcción de fuertes y trincheras en torno a Puente la Reina y Estella y en la construcción de un puente flotante cerca de Azpeitia.
Durante su exilio, recorrió diversos países europeos y, como fruto de su experiencia militar y de sus observaciones, patentó distintas máquinas que fueron fabricadas y empleadas en diferentes lugares de Europa y América. De vuelta a España, construyó una máquina perforadora en los talleres madrileños de Canterac y otras semejantes se fabricaron en Rusia, Estados Unidos o Gran Bretaña.
Planificó el ferrocarril minero de Bacares a Almería, una vía férrea destinada a facilitar la exportación del mineral de hierro extraído en esa comarca de la Sierra de Filabres. El 25 de enero de 1886 el gobierno aprobó el proyecto y tres días después contó con el visto bueno del Ayuntamiento de Uleila del Campo, un antiguo señorío del duque del Infantado. El 28 de mayo de ese mismo año llegaba Amador del Villar a Almería como director del proyectado ferrocarril, pero a causa de las dificultades encontradas el 14 de julio de 1887 solicitaba y obtenía permiso para transferir la citada concesión a la “Compañía de las Minas y Caminos de Hierro de Bacares a Almería y prolongaciones”, una empresa de capital belga y con domicilio social en Bruselas. Finalmente, la línea férrea proyectada nunca entró en servicio.

Sus últimos años
A principios del siglo XX se dedicó a estudiar el método más adecuado para elaborar un catastro que permitiese cuantificar la riqueza del país y que sirviese de base a un nuevo impuesto. Su propuesta fue comentada en la prensa alcarreña en estos términos: “es una obra colosal que mediante muchos millones habrá de llevarse a cabo en poco tiempo, y [ha sido] resuelta después de muchos años de estudio y después de un incesante trabajo por un ingeniero español, D. Amador Villar”.
El semanario liberal alcarreño La Crónica fue en 1902 la tribuna desde la que Amador del Villar presentó su propuesta de constituir una sociedad de titularidad privada que llevase a la práctica su plan. En 1908 solicitó al Ministerio de Fomento que se le concediese la confección del catastro de España, petición que fue dictaminada por el Consejo del Servicio Geográfico, adscrito al Instituto Geográfico y Estadístico de España, en un amplio informe. En mayo de 1909 este proyecto llegó al Congreso de la mano del diputado Francisco Bergamín, pero no prosperó por la oposición del ministro y empresario asturiano Faustino Rodríguez San Pedro.
Participó en la fundación de la Gran Peña, un aristocrático casino madrileño que pretendía asimilarse a los clubes británicos y que hundía sus raíces en una tertulia de ingenieros militares que desde 1869 se reunía en el Café Suizo. Al año siguiente de su muerte, la Gran Peña inauguró su nueva sede en el número 2 de la Gran Vía madrileña, diseñada por los arquitectos Eduardo Gambra y Antonio de Zumárraga.
JUAN PABLO CALERO DELSO