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sábado, 27 de enero de 2018

MARIANO AGUAS MONREAL

AGUAS MONREAL, Mariano
[Molina de Aragón, 15 de agosto de 1847 / Badajoz, 25 de julio de 1925]

Mariano Aguas Monreal nació en Molina de Aragón el 15 de agosto de 1847 y falleció en Badajoz el 25 de julio de 1925. No tenemos muchas noticias de su familia, aunque sabemos que su hermano Juan, que era oficial del Ejército, hizo la Guerra de Cuba en el Batallón Peninsular número 5 y que, a su regreso a la Península, estuvo destinado en el Depósito militar de Belchite.
Contrajo matrimonio en Badajoz el día 17 de octubre de 1891 con Leonarda de la Torre Batlle y, aunque al casarse ya contaba con cuarenta y cuatro años, tuvo ocho hijos; uno de ellos, Miguel Mariano Aguas de la Torre, que nació en Badajoz en el año 1899, siguió los pasos de su padre y fue alumno de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Madrid entre 1916 y 1920, año en la que alcanzó el grado de Licenciado, para ejercer con posterioridad como profesor de Ciencias Naturales en el Instituto de Bachillerato de Badajoz.
Su actividad docente
Realizó estudios superiores en la Universidad de Barcelona y obtuvo las licenciaturas en Farmacia, en 1870, y en Ciencias, en 1872. Durante el curso 1875-1876 fue profesor auxiliar de Ciencias en el Instituto de segunda enseñanza de Cáceres y el 13 de julio de 1876 ganó por oposición una Cátedra de Historia Natural, nombre que entonces recibían los estudios de Biología y Geología, siendo su primer destino el Instituto de Bachillerato de Segovia. Su incorporación al Cuerpo de catedráticos de instituto no estuvo exenta de polémica; hasta julio de 1875 ocupaba esa plaza el profesor Tomás de Andrés, que a su amor por la ciencia unía una destacada militancia republicana que le llevó a ser elegido diputado en las Cortes de la Primera República. Restaurada la monarquía con Alfonso XII, el marqués de Orovio fue nombrado ministro de Fomento, encargado por lo tanto de la Instrucción Pública, y suprimió por decreto la libertad de cátedra, forzando la salida de aquellos docentes que, como Tomás de Andrés, se negaron a aceptar sumisamente la imposición de explicar en las aulas, sin crítica posible, las doctrinas de la Iglesia Católica.
Esa vacante espuria es la que Mariano Aguas Monreal ganó y disfrutó. No desentonó del ambiente oscurantista que la circular del ministro Orovio quería establecer tanto en la Universidad como en la segunda enseñanza, y se alineó firmemente con la doctrina católica más intransigente, que en esos años se sentía amenazada por la teoría científica de la evolución humana que Charles Darwin había enunciado en 1871 en su libro El origen del hombre. El recién nombrado catedrático sostenía que los científicos evolucionistas eran “espíritus intranquilos que se agitan en el estanque cenagoso de la impiedad, precipitando a la sociedad en el caos de la incredulidad, y en los funestos estímulos de una continua insurrección y alarma”, amenazas de las que él se sentía liberado junto a quienes “confirmamos y admitimos todas las verdades, todos los principios de la cosmogonía de Moisés”.
En el año 1881 se trasladó a Soria, pero sólo permaneció tres cursos en la capital castellana, pues mediante una Real Orden del 31 de julio de 1884 se le nombraba catedrático de Historia Natural y Fisiología en el Instituto de Badajoz, en el que estaba destinado como catedrático de Geografía e Historia su paisano Anselmo Arenas López, y en el que permaneció hasta su jubilación, el 19 de septiembre de 1918 por un Decreto del ministro Santiago Alba en aplicación de la ley del 27 de julio del mismo año.
Solicitó, siempre sin éxito, el traslado a los Institutos de Murcia en 1890, de Alicante en 1891, de Castellón en 1895 y en 1896 para el Cardenal Cisneros de Madrid. También se presentó al concurso para ocupar la cátedra de Historia Natural en el Instituto de Guadalajara, en sustitución del profesor Facundo Pérez de Arce que había fallecido el 13 de octubre de 1898, y aunque obtuvo el destino solicitado porque renunciaron los dos candidatos que le antecedían, y hasta la prensa llegó a dar la noticia de su nombramiento, finalmente, no llegó a tomar posesión de la plaza.
Durante su larga estancia en la capital pacense desarrolló una actividad más propia del rigor científico que del propagandismo creacionista que le había inspirado en su etapa segoviana. Sabemos que buena parte de las colecciones botánicas y entomológicas y del instrumental para la experimentación pedagógica del Instituto de Bachillerato de Badajoz se enriquecieron bajo su dirección. Además, fue miembro de la Sociedad Española de Historia Natural y la Academia de Higiene y Salud Pública de su tierra natal le nombró socio de honor.
Escribió libros escolares de interés, entre los que destaca su Tratado elemental de Historia Natural, que se publicó en 1890 en la Tipografía La Industria, en Badajoz. La obra mereció una Medalla de Plata concedida por la Real Sociedad Económica de Amigos del País en la Exposición Regional Extremeña de 1892 y una Medalla de Bronce en la Exposición Universal de Chicago. Era un libro ambicioso, escrito “para que pueda servir de texto en los Institutos, Colegios, Seminarios y Escuelas Normales”, aplicando el método científico pero “deduciendo del estudio de esta ciencia así como de todas las demás, la grandeza y sabiduría del Autor de todo lo creado”. Unos años después publicó, como complemento a su Tratado, un librito de 80 páginas titulado Nociones de Historia Natural, que ofrecía un resumen o compendio del anterior. Ya con destino en el Instituto de la capital pacense dio a la imprenta su trabajo Elementos de Fisiología e Higiene, que fue publicado en Badajoz en 1899.
JUAN PABLO CALERO DELSO

3 comentarios:

  1. ¿sabes algo más de la vida de su hijo Mariano Aguas de la Torre?

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  2. Pues no; mi interés se centró en la figura del padre. Lo siento.

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  3. Poco puedo aportar pero el hijo era profesor de Ciencias Naturales en el Instituto Zurbaran de Badajoz en las cursos de 1968-69-70. Me dio clases a mi.

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