ATIENZA GUTIÉRREZ, Miguel de
[¿Jadraque?
- ]
No
conocemos la fecha exacta de su nacimiento, pero Miguel de Atienza Gutiérrez debió de nacer en el tercer
cuarto del siglo XVIII, pues sabemos que cuando
ocupó su escaño en las Cortes de 1822 ya era de avanzada edad. Tampoco tenemos certeza de su lugar de origen, aunque
seguramente vino al mundo en la localidad alcarreña de Jadraque, pues tenemos
noticia de otro Miguel de Atienza que nació en esa misma villa en 1742 y
que muy bien podría ser su padre; en cualquier caso
su apellido estaba muy presente en esa comarca. Desde
luego, residió en esa localidad de la provincia de Guadalajara, que
por entonces correspondía al arzobispado de Toledo, donde ejerció como presbítero después de
haber sido ordenado sacerdote. Su fecha de
fallecimiento tampoco podemos fijarla con seguridad, aunque en 1830 dos vecinos
de Jadraque, Matías Ruiz Atienza y Antonio Modesto Díez Coronel, pleitearon
sobre la legítima posesión de los bienes dejados por Miguel de Atienza a su
muerte,
que debió de producirse ese mismo año o el anterior.
Además de seguir la carrera eclesiástica,
Miguel de Atienza Gutiérrez era un rico propietario agrícola, como así se refleja en su acta del Congreso de
los Diputados. De hecho, en 1827 pleiteó con Ruperta Cobeña, una viuda de Jadraque, para
desahuciarla de una huerta de regadío que era propiedad de la Ermita de la Soledad y que le había
arrendado a ésta sin recibir el correspondiente estipendio. Como también litigó con su convecino Gumersindo Gutiérrez por una
deuda no satisfecha, podemos sospechar que, además, ejercía como prestamista.
Elección y actividad parlamentaria
El
lunes 3 de diciembre de 1821, y no el domingo día
2 como era preceptivo, se celebró en la Sala Capitular de la Casa
Consistorial de Guadalajara una reunión de electores, que estuvo presidida por
el Jefe Político Joaquín Montesoro Moreno, para la designación de los dos
diputados que enviaría al Congreso la circunscripción de Guadalajara, resultando
elegidos Francisco Mateo Marchamalo y Miguel de Atienza Gutiérrez, y quedando como
suplente Gregorio García Tabernero. Acudieron a la cita siete electores, uno
por cada uno de los partidos judiciales que entonces formaban la provincia, en
un proceso electoral con sufragio indirecto.
Como
ya había sucedido en las Cortes de 1810, con Andrés Esteban Gómez y José de Roa
Fabián, y en las de 1820, con Vicente García Galiano y Anselmo Antonio
Fernández, de nuevo un sacerdote ostentaba la máxima representación política de
la circunscripción de Guadalajara. En 1822 la influencia de la Iglesia Católica seguía
siendo decisiva en tierras alcarreñas y nunca faltaron clérigos identificados
con el liberalismo constitucional, aunque en esta
ocasión los dos sacerdotes elegidos defendían postulados muy conservadores. Y aún en las elecciones para las Cortes de 1822,
donde repitieron en su escaño los dos diputados titulares, fue elegido como diputado suplente por el distrito de Guadalajara el también sacerdote Juan
Martín de Zalvear, canónigo magistral de la Colegiata de Úbeda, en Jaén.
El
15 de febrero de 1822 abrió sus puertas el nuevo parlamento y el día 20
presentó Miguel de Atienza su acreditación en el Congreso de los Diputados,
que fue aprobada sin objeciones en la siguiente sesión, jurando su cargo el día 25 del mismo mes y año. Repitió como
diputado en la legislatura de 1823, renovando su juramento en la sesión celebrada
el 3 de octubre de 1822, y cesó como parlamentario el 27
de septiembre de 1823 a causa de la disolución de este órgano representativo y
la reasunción de plenos poderes por el rey Fernando VII,
que de nuevo arrastró a España al absolutismo tras la invasión de los llamados Cien Mil
Hijos de San Luis, enviados para derribar
el gobierno constitucional de España según acuerdo del Congreso de Verona.
Durante su breve período de actividad parlamentaria solo perteneció a la Comisión de etiqueta, encargada de recibir al rey Fernando VII con motivo de la solemne sesión de apertura de las Cortes el día 1 de mayo de 1822, y no presentó ninguna proposición ni firmó ningún proyecto ni participó más que con su voto en la actividad parlamentaria desarrollada en esos meses.
Durante su breve período de actividad parlamentaria solo perteneció a la Comisión de etiqueta, encargada de recibir al rey Fernando VII con motivo de la solemne sesión de apertura de las Cortes el día 1 de mayo de 1822, y no presentó ninguna proposición ni firmó ningún proyecto ni participó más que con su voto en la actividad parlamentaria desarrollada en esos meses.
Aunque
al comienzo de la legislatura formaba parte del sector más conservador del
Congreso de los Diputados, lo mismo que su
compañero Francisco Mateo Marchamalo con quien coincidía en casi todas las
votaciones, parece ser que con el paso del tiempo fue evolucionando políticamente hacia posiciones más
radicales y en ocasiones apoyó en la Cámara las propuestas más avanzadas, sobre todo durante la legislatura extraordinaria, abierta el 7 de octubre de 1822, hasta el punto de
que, a pesar de ser sacerdote, fuese considerado masón y exaltado en el libro Condiciones y semblanzas de los diputados de
1822 y 1823, escrito por el entonces diputado exaltado Vicente Salvá Pérez.
Así, por ejemplo, en julio de 1822 estuvo entre los parlamentarios que se dirigieron a la Diputación Permanente del Congreso animando al gobierno a tomar medidas más enérgicas contra la reacción absolutista, que ese mismo mes había visto fracasar un pronunciamiento de la Guardia Real en Madrid, y el 9 de octubre del mismo año fue uno de los diputados firmantes de una declaración en la que, bajo el título de “Exposición hecha a las Cortes extraordinarias por sesenta y seis diputados sobre las causas de los males que afligen a la Nación”, quienes se mostraban tan ardientes defensores del régimen liberal español como muy preocupados por el crecimiento de la insurrección absolutista en Cataluña y exigían mano dura para los que amenazaban al sistema constitucional, al mismo tiempo que rechazaban con firmeza las injerencias del gobierno absolutista francés del rey Luis XVIII.
Sin embargo, la investigadora Marta Ruiz Jiménez ofrece una explicación para este sorprendente giro ideológico. Para ella, Miguel de Atienza pudo ser el autor anónimo de un documento, que formaba parte de los papeles reservados de Fernando VII, titulado Memoria histórica de la legislatura de 1822 y 1823, escrito por uno de los diputados de esa legislatura para informar al rey de los propósitos y opiniones de los diputados de la cámara y colaborar en la restauración del absolutismo. Sus deducciones, a pesar de la falta de datos, nos parecen acertadas y justificarían la supuesta evolución política de Miguel de Atienza como fruto del intento de este clérigo absolutista de infiltrarse entre los parlamentarios liberales exaltados. La falta de sanciones sobre Miguel de Atienza durante la Década Ominosa, que sí recibió, por ejemplo, Gregorio García Tabernero, avalaría esta interpretación.
Así, por ejemplo, en julio de 1822 estuvo entre los parlamentarios que se dirigieron a la Diputación Permanente del Congreso animando al gobierno a tomar medidas más enérgicas contra la reacción absolutista, que ese mismo mes había visto fracasar un pronunciamiento de la Guardia Real en Madrid, y el 9 de octubre del mismo año fue uno de los diputados firmantes de una declaración en la que, bajo el título de “Exposición hecha a las Cortes extraordinarias por sesenta y seis diputados sobre las causas de los males que afligen a la Nación”, quienes se mostraban tan ardientes defensores del régimen liberal español como muy preocupados por el crecimiento de la insurrección absolutista en Cataluña y exigían mano dura para los que amenazaban al sistema constitucional, al mismo tiempo que rechazaban con firmeza las injerencias del gobierno absolutista francés del rey Luis XVIII.
Sin embargo, la investigadora Marta Ruiz Jiménez ofrece una explicación para este sorprendente giro ideológico. Para ella, Miguel de Atienza pudo ser el autor anónimo de un documento, que formaba parte de los papeles reservados de Fernando VII, titulado Memoria histórica de la legislatura de 1822 y 1823, escrito por uno de los diputados de esa legislatura para informar al rey de los propósitos y opiniones de los diputados de la cámara y colaborar en la restauración del absolutismo. Sus deducciones, a pesar de la falta de datos, nos parecen acertadas y justificarían la supuesta evolución política de Miguel de Atienza como fruto del intento de este clérigo absolutista de infiltrarse entre los parlamentarios liberales exaltados. La falta de sanciones sobre Miguel de Atienza durante la Década Ominosa, que sí recibió, por ejemplo, Gregorio García Tabernero, avalaría esta interpretación.
JUAN
PABLO CALERO DELSO
No hay comentarios:
Publicar un comentario